Relato erótico

Me pilló por sorpresa

Charo
8 de agosto del 2019

Quería que su mujer aceptase follar con otro tío mientras el miraba. Ella accedió, pero le dio una lección. Nunca más le voverá a pedir de montar un trío.

Fernando G. – MADRID
Como muchos otros hombres, no tenía de que quejarme. Tenía una buena mujer, buena compañera y además buena en la cama, pero con esa estupidez masculina típica, la lancé a los leones y terminé pagándolo en carne propia.
Esto empezó cuando llevábamos cerca de 10 años de casados y ya habíamos fantaseado con incluir a otros en nuestros juegos sexuales. Mi fantasía era verla con otro hombre, no sé por qué, pero me excitaba mucho imaginarla follando mientras yo miraba. Nunca supe si era el morbo, o que en el fondo siempre fui un cornudo.
Una noche, estábamos tomando unas copas en un bar y el tema había derivado hacia el sexo, hablábamos de invitar a alguien, ella había bebido ya tres copas y yo otras tantas. De repente me dice:
– Vale, ¿realmente quieres verme con otro hombre? – mi respuesta fue inmediata y me contestó – Pongo una sola condición. Estamos por dar un paso importante y no quiero que te pases ninguna película con que es algo más que sexo. Te voy a mostrar lo guarra que puedo ser, pero mientras estemos en eso, serás completamente mío, no opinarás, no hablarás si no te lo pido y harás exactamente lo que yo diga, ¿Vale?
Contesté que bueno y ella se fue a la barra, donde había un hombre de unos 25 años, de buena pinta, con un bolso de gimnasio y que se notaba que acudía frecuentemente a él, ya que su camisa dejaba entrever sus músculos. Pensé para mi interior que ella tenía buen gusto. Se le acercó, le tocó la espalda y empezó a conversar con él en secreto, ambos se reían y de repente me miró asintiendo con la cabeza. Ella le dio un beso y lo tomó del brazo acercándose hacia mí, cuando estaban cerca, me dijo:
– Paga y síguenos.

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Yo me sentí un estúpido mientras pagaba la cuenta del amante fortuito de mi mujer. No atiné a nada más que hacer lo que ella me pidió y seguirlos. Cuando estábamos en el estacionamiento, me senté a conducir, ellos se pusieron en el asiento de atrás y me dijeron que fuéramos a un motel. Durante el viaje, yo pregunté:
– ¿Cómo te llamas?
– Eso no te incumbe, el trato era que no ibas a decir nada si no te autorizamos, por lo que mejor te callas y conduces, porque estamos ocupados – ella me dijo.
Como no, estaban ocupados tocándose, besándose y gimiendo. Al llegar al motel se abalanzaron sobre la cama. Yo miraba a mi mujer siendo desnudada por este hombre, sus tetas quedaron al aire rápidamente, él las tomó y jugó con ellas, pasó su lengua por su vientre, llegó a las bragas y como si no hubieran estado allí, las arrancó y hundió su boca en su coño. Yo estaba calentísimo, quería participar, masturbarme, pero no quería interrumpir, ya que ella estaba pasándolo muy bien al parecer. Después de un rato, ella empezó a desnudarlo y cuando le iba a sacar el calzoncillo, él dijo que venía del gimnasio y que prefería lavarse primero. Ella sonrió y dijo que no importaba, me llamó y me dijo:
– Agáchate.
– ¿Para qué? – atiné a preguntar, cuando sentí una fuerte bofetada en mi cara.

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– No se habla ni se pregunta sin mi permiso – dijo ella – Durante años quisiste ser feliz imaginando que yo follaba con otros. Hoy te daré ese regalo, pero no quiero volver a oír que preguntas algo. A tu ama se le sirve, se le escucha y se le da placer como ella quiera, ¿está claro? – yo respondí que sí, y ella añadió – Quiero que le saques los pantalones y calzoncillos a Mauricio – por lo menos supe su nombre y yo empecé a hacerlo de pie y ella me dijo – Quiero que te arrodilles ante él y le saques la ropa.
Iba a protestar, pero sentí una patada en mis testículos y ella me soltó:
– No quiero que protestes ante nada, ¿vale?.
No sé si por el dolor o porque en el fondo me gustaba la humillación, me hinqué ante el amante de mi mujer y desabroché su pantalón, pero cuando lo bajé quedé impresionado por el tamaño de su paquete y porque ciertamente, quedaba claro que había estado en el gimnasio y no se había lavado, ya que salió olor a transpiración, no era hediondo, sino más bien como de piel húmeda. Me quedé mirando a mi mujer para no ser yo quien bajara el calzoncillo, pero me dijo:
– Te ordené que le sacases la ropa.
Allí estaba yo, arrodillado ante un hombre que tenía una erección evidente, con olor a hombre y que sabía que se lo metería a mi mujercita en pocos minutos. La calentura y el temor a recibir otro golpe, me hizo empezar a bajar la prenda y apareció ante mí una polla de 19 cm, muy grueso, y con el prepucio cubriendo el glande. Cuando se salió casi me golpea la cara y ella me dijo:
– Qué te pasa, ¿te asustó? – añadiendo – ¿Como quieres que yo me lo meta, si a ti te da susto? Quiero que se lo limpies bien, quiero metérmelo cuando esté limpio y oloroso.
Eso era mucho, una cosa era que follara, pero otra que terminara limpiando el pene que entraría en mi mujer, así que empecé a hablar y me llegó un golpe en la parte de atrás de la cabeza, empujándome contra él. Ella se rió y me dijo:
– No sé si te queda claro que es mejor que hoy te des cuenta que eres un esclavo y que solo servirás para hacer lo que yo quiera. Ahora quiero que lo limpies bien y con la boca.

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El morbo pudo más, nunca había pensado en chupárselo a un hombre, pero lo tomé con mis manos y sentí olor a macho, a sexo, y en el fondo, sentirme un instrumento de placer para mi mujer, me hizo correrle el prepucio hacia atrás, dejando al descubierto una cabeza grande, rosa y húmeda. Empecé pasándole la lengua en la parte por el falo. Fue extrañísimo, era un hombre y lo estaba chupando, y me estaba gustando. Sentí un sabor salado y dulce al mismo tiempo, sentí algo viscoso que supuse que era líquido seminal y me metí la cabeza completa a la boca. Empecé a chuparlo como me gustaba que lo hicieran conmigo, tomé sus testículos y empecé a masajearlos. Sentí mi boca inundada por esa polla, hice vacío y empecé a hacer movimientos de penetración, provocándome un poco de asco en algún momento, hasta que sentí a mí mujer reírse y decir:
– ¿Qué te parece? Parece que es una puta después de todo. No te ordené que lo mamaras, sino que lo limpiaras.
Me sentí muy avergonzado, ella tenía razón y Mauricio, se reía diciendo que era un buen mamón de pollas. Ella me ordenó que lo dejara y me desnudara completamente. Al darse cuenta que tenía una erección a pesar de todo, se rió y me dijo, que no me preocupara porque esa noche iba a ser feliz, siendo la puta que siempre he querido ser. Entonces me dijo que a ella le encantaba hacerme el beso negro, pero siempre con el culo bien limpio. Yo pensé que no habría problemas, ya que lo tenía limpio, pero me dijo:
– Así que quiero que se lo chupes a Mauricio para que se lo pueda chupar limpiecito.
Mi cara debe haber sido de protesta, porque me llegó una bofetada que me dejó un poco mareado y me dijo:
– ¡Límpiale el culo, puta!

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Mauricio ya estaba como perrito en la cama, ofreciéndome su culo, y ella me dijo que quería que yo lo pasase bien además. Me acerqué y sentí que había un lejano olor, pero ella me empujó la cara contra su culo y empecé a lamerle el ojete, sintiendo fuertes nauseas, porque el primer sabor fue asqueroso, pero pensé en hacerlo rápido para disfrutarlo rápido. Mientras le chupaba el culo, le cogí la polla y empecé a lamerle los huevos, el falo y el culo hasta que mi nueva ama me dijo que parase porque ahora le tocaba a ella. Mientras, lo tiró a la cama y se metía su verga hasta el fondo del coño ella iba gimiendo y decía:
– Así se siente con un hombre de verdad, nunca había tenido una polla tan gorda taladrándome el coño, quiero que Mauricio sea el único hombre que me lo meta de ahora en adelante.
Yo pensaba que nunca había creído que llegaría a eso, pero que en el fondo me gustaba. Ella estaba gozando y me dejaba mirarla, ¿que más se podía pedir? Estuvieron así cerca de cinco minutos y yo miraba de pie en una esquina. Pasado ese rato, ella se puso a cuatro patas y le pidió que se lo metiera por el culo. Yo di un salto, porque yo solo había podido desfrutar de su culo tres o cuatro veces, y a él se lo entregaba a la primera. Él se mojó los dedos en sus jugos y empezó a meterle uno y luego dos. Ella gemía como una condenada mientras le metían los dedos por el culo y la polla por el coño. En un movimiento, Mauricio se la sacó y se la metió directa en su culo. Ella dio un gran grito de dolor, pero rápidamente empezó a seguir el ritmo con que la estaban bombeando y le decía que su culo era de él, que le diera fuerte, que quería sentirlo hasta el fondo de sus entrañas. De repente parece que se acordó de mí y me dijo:
– Quiero que beses mis pies mientras un hombre me folla.
Yo lo hice sin pensar, solo por el agradecimiento que se hubiese acordado de mí. Empecé a saborear sus dedos, sus pies y a succionarlos con devoción. A los tres minutos, los gemidos de Mauricio iban en aumento y yo pensé que estaba por terminar y parece que mi mujer también, porque ella empezó a gemir y tuvo un orgasmo increíble, en que sin querer, creo yo, terminó pateándome la cara, pero Mauricio seguía y ella le dijo que como premio le dejaría terminar en su boca. Él sacó su pene del ano y se lo puso cerca de la boca, pero ella dijo que no, me miró y dijo:
– Te doy el honor de comértela, puta.
Con asco agarre su polla y empecé a mamar como si fuera un helado. Parece que lo hice tan bien, que Mauricio no aguantó más y eyaculó en mi boca, apretando mi cara contra su cuerpo para que no me fuera a echar para atrás. Yo creía que me iba a ahogar, el semen se me fue a la nariz y no se me ocurrió nada más que chuparlo cada vez con más fuerza para que pasara pronto, pero mi mujer estaba indignada porque me había tragado el semen que ella quería y me dijo que eso lo iba a pagar, por lo que me tiró a la cama, me dijo que me pusiera a cuatro patas y con el culo en pompa, me ató los brazos detrás de las rodillas. En esa posición con la leche de Mauricio bajando por mi nariz, la cara contra la cama, el culo al aire, y al lado del cuerpo de su amante que se estaba reponiendo del orgasmo, la oí salir de la habitación. Volvió a los dos minutos con un vigilante del Motel, un individuo enorme al que le dijo:
– Si me lo enculas bien, después me puedes hacer lo que quieras, pero necesito que esta puta entienda que la leche es para mí.
El tío me miró, se bajó los pantalones y mostró un rabo de por los menos 22 centímetros y una cabeza grande y negra. Mi mujer se lo sobó con las manos y se lo introdujo en la boca hasta que lo tuvo bien tieso. Yo pedía que por favor no lo hiciera, que la tenia muy grande, pero él se puso detrás de mí y la introdujo en mi ano, mientras ella decía:
– ¿No querías ser una puta? pues ya eres toda una, y de ahora en adelante vas a hacer lo que yo quiera.
Yo sentía que me estaban abriendo, el dolor me escocía y solo decía:
– ¡Lo que quieras, pero que termine por favor!
A los tres minutos ella le dijo que me la sacara porque quería que terminara en su interior y luego, una vez más, me hizo limpiarle la polla de los restos. Yo lloraba por la humillación, por el dolor y porque esa polla me ahogaba en la posición en que estaba.
Al cabo de unos minutos, ella orgasmó gritando lo bueno que era y se despidió de sus dos amantes, quedando nosotros dos en la habitación. Lentamente me desató y con cara de pícara me dijo:
– ¿Era eso lo que querías?
Saludos.

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