Relato erótico

La desconocida

Charo
20 de diciembre del 2018

Alguna vez había ligado en la calle, pero aquel día fue algo más que un ligue. Después de aquel caliente encuentro, vivieron unas buenas jornadas de sexo.

Roque – MADRID
Amigos de Clima, una mañana, después de preparar a los chicos y debido a que mi mujer marchaba de casa al trabajo antes que yo, debía llevarlos hasta la colonia del colegio, donde ellos pasaban la mañana y parte de la tarde, disfrutando en su parque de deportes.
Los llevaba por la calle, cogidos cada unos de ellos de mi mano cuando, unas manzanas antes de llegar, me crucé con una mujer en una parada del autobús, y no sé por qué la miré fijamente. Era como de 1,60 de estatura, buen cuerpo, vestida normalmente pero se notaba que tenía unos buenos pechos. Ella también me miró y se sonrió. Yo le devolví la sonrisa y seguí unos pasos, pero ya la había sobrepasado cuando me giré y ella me estaba mirando, levanté un poco mi mano como saludando y volvió a sonreír. Justo en este momento cambió el semáforo y nos tuvimos que detener, yo seguí mirando y ella comenzó a caminar hasta que se colocó a nuestro lado, dejé que cruzara unos metros por delante y vi que entraba en un supermercado.
Con la excusa de que les iba a comprar una pasta, entré en el supermercado. Ella estaba disimulando distraída mirando las estanterías, pasé a su lado, compré las patas y volví a pasar cerca, pero esta vez la saludé, y ella me devolvió el saludo y la sonrisa. Me acerqué y le dije muy cerca de su orejita para que mis hijos no me oyeran:
– Espérame dentro de quince minutos en la esquina.
Ella me hizo una bajada de ojos aceptando. Yo estaba eufórico, con mucha adrenalina por la situación. Sé que tengo una buena presencia y me he ligado varias mujeres en la calle. Llevé los chicos hasta el colegio y esperé que se fueran en el autocar, preguntándome si me estaría esperando, ya que nunca había vivido una situación así, ya que algunas mujeres se aprovechan a mirar descaradamente cuando uno va acompañado y por lo tanto comprometido, sin poder responder.
Volvía pensando qué y cómo lo haría, cuando vi que ella estaba en la esquina esperándome.
– Hola, ¿cómo estás…? – le dije me presenté y la invité a tomar algo a un café.
Me contó que vivía en una localidad a treinta kilómetros de Madrid, y que había venido a buscar un análisis por un problema renal que tenía, charlamos un rato y le tomé de las manos, nos miramos a los ojos y sonreímos, parecía que nos gustábamos los dos.

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– ¿Quieres que vayamos a otro lado para seguir conociéndonos? – le pregunté y ella aceptó.
Pagué y salimos a la calle, me dirigí a un hotel a pocas calles. Mientras caminaba me contó que tenía 55 años, viuda desde hacía 10 años, y trabajaba sirviendo en casa de una familia, no tenía hijos y vivía sola.
Llegamos a la puerta del hotel y entramos, me dieron una habitación en el segundo piso y por ello entramos en el ascensor, pero apenas cerré la puerta me acerqué y comenzamos a besarnos. Era una locura, hacía media hora que la había conocido y ya estábamos en el hotel.
Abrí la puerta de la habitación abrazado a ella, su boca se estaba tragando mi lengua y en el acto empecé a meterle mano, subí su camiseta y saqué sus pechos al aire, tetas que me tragué. Estaban firmes y los pezones muy duros, mientras le colocaba una pierna entre las suyas, todavía de pie, y la empecé a frotar la entrepierna con la rodilla. Ella, sin perder tiempo, me comenzó a tocar la polla sobre el pantalón. Yo estaba a mil, la tenía toda apretada, y entonces comenzó a desabrocharme el cinturón y bajarme la cremallera de la bragueta.
Me separé un poco, la comencé a desnudar y apenas terminé, me saqué la camisa y el pantalón, y nos tiramos en la cama en ropa interior, continuando allí yo mamando, manoseando y chupando sus tetas hasta que comencé a bajar mi lengua por su cuerpo. Con mi mano sentía la humedad salir de su coño por donde pasé un dedo y me lo llevé a la boca para después pasar mi lengua recorriendo sus labios vaginales. Los abrí y encontré su clítoris tieso, medía como un centímetro y era fácil de chupar, así que me puse a ello.
Ella me agarraba la polla, la acariciaba suavemente, me hacía cosquillas detrás de las bolas, me excitaba. Nos íbamos calentando cada vez, hasta que ella misma se dio media vuelta y comenzamos con un 69, lamiéndome la verga de abajo hacia arriba, succionando la cabeza, y la besaba, jugaba con su lengua, haciéndome sentir muy bien, y poniéndome bien dura la polla.
Así estuvimos durante unos quince minutos y cuando empezó a llegarle su primer orgasmo, ella abrió más la boca, para dejar escapar sus gemidos.
– ¡Aaah… más… sigue… aaah… me viene…!
En este momento se estremeció y sentí un chorrito en mi boca, y al mismo tiempo como se le ponía de gallina la piel de su culo. Esto me sorprendió.
Yo mientras tanto, no paraba de chupar su coño aunque ella me decía que parara, así que al poco rato y como yo estaba a mil, me incorporé, le abrí las piernas, suavemente le apoyé la polla en el coño, pero no se la metía, jugaba con sus juguitos y el clítoris, y cuando ella me pidió por cuarta o quinta vez que se la metiera, le apoyé la cabeza y se la introduje un poquito, empezando un lento metisaca. Ella suspiraba, cruzó sus piernas en mi cintura pues la quería cada vez más adentro.

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Nos movíamos más rápidamente, yo le cogía las manos y ella movía el resto de su cintura, la contorneaba en forma circular, A mi eso me encantaba, pero de pronto empezó a acelerar cada vez más anunciando con gritos que se corría. Yo seguía entrando y saliendo pero en forma más lenta, ya que quería alargar el polvo.
El final le di la vuelta, pero no esperé que se pusiera a cuatro patas y acostado sobre ella me apoyé en sus hombros y me deslizaba de atrás hacia delante, salía hasta la punta y volvía a entrar con el impulso de todo mi cuerpo. Ella gritaba de satisfacción, apenas levanta un poco el culo y más adentro se lo metía, así hasta que empezamos a corrernos juntos. Parecía que la cabeza de mi polla era el centro de mi cuerpo. ¡Que placer! Realmente uno siente un placer tremendo cuando empieza a correrse, cada chorro de semen que libera es sensacional.
Acabamos muy sudados, los cuerpos mojados y después de besarnos y tomar algo, nos fuimos a duchar. En el baño había una variedad de frasquitos de jabones líquidos con sabor y elegimos menta y melón, nos empezamos enjabonar, recorriendo nuestros cuerpos, jugando con nuestras lenguas, hasta que me arrodillé y le empecé a comer el coño, mientras que enjabonaba su culo y le introducía dos dedos en el ano. Ella me cogía de la cabeza y me introducía cada vez más la lengua en su raja. Se me mezclaba el agua y sus flujos en mi boca…
– Cariño, me haces correr cada cinco segundos, creo que soy multiorgásmica, termino de correrme y me sigues dando.
Eso me excitaba cada vez más. ¡Que bueno es saber que estás dando tanto placer!
Entonces le hice apoyar las manos contra los azulejos y le enjaboné bien el culo hasta que le empecé a empujar el ano con mi polla y al ver que ella no decía nada, poco a poco, se deslicé dentro de su culo entrando sin excesivo problema. Mientras le daba por el culo, con una mano continué masajeando su vientre, y a veces lo soltaba para acompañar su cintura con mis dos manos. Me encantaba y estaba recibiendo mucho placer. Ella, evidentemente, seguía con sus continuos orgasmos, hasta que sentí que me venía la eyaculación y lancé un gran chorro de semen en su culo.
Ella se apresuró a sacármela y al verla toda limpia, se la introdujo en la boca, y allí, con un tremendo placer le eché el resto hasta la última gotita. Entonces la levanté y la besé para compartirme leche.
– ¡Como me ha gustado este polvo! – le dije y sonreímos.

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Con esa mujer tenía una química que excitaba. Yo quería más, pero sonó el timbre del teléfono anunciando la finalización del turno.
Salimos a la calle y la acompañé hasta la parada del autobús, me dio su teléfono y el de su trabajo, y quedamos en vernos la semana siguiente. Ella quería que fuera a su casa a pasar toda la tarde, quería más y más, y me dejó en la esquina mirándome por la ventanilla del bus, totalmente caliente esperando que pasaran pronto los siete días que faltaban.
Saludos y ya os contaré lo que ocurra.

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