Relato erótico

La ciudad me agobiaba, pero…

Charo
8 de junio del 2019

Su traslado a Barcelona para estudiar en la universidad no le gustaba demasiado. Mucha gente, se oía a los vecinos cuando hablaban, en definitiva estaba un poco estresado. Un día ayudo a un vecino con una pequeña avería en el coche y como agradecimiento lo invitó a cenar.

Miguel – BARCELONA.

Para poder ir a la Universidad me desplacé a Barcelona. Los tres primeros años compartí piso con unos amigos, pero aquel curso, me había mudado a un pequeño apartamento en el centro.
Me había costado mucho adaptarme a la vida de Barcelona, pero especialmente a vivir en un piso. Soy de Tarragona y vivo en un pueblo pequeño, el cambio era considerable y me costaba adaptarme, además el hecho de tener vecinos al lado, y oír todo lo que hacían o decían me molestaba un poco. Pero como no tenía más remedio que estar allí hasta que acabara la Universidad, pues nada, paciencia.
Al mes de estar instalado en mi nuevo apartamento comencé a conocer a algunos de los vecinos más próximos. En la puerta de al lado vivían unas personas mayores, aparentemente él ya retirado o jubilado pues estaban casi siempre en la casa.
En el apartamento de enfrente vivía un matrimonio sin hijos, él un hombre de unos cuarenta años, adusto y serio, siempre con trajes oscuros, la esposa más joven, de entre 32 a 35 años, de pelo oscuro y piel muy clara, bastante bonita por lo que pude apreciar aunque vestía siempre con recato ropas que no favorecían su figura.
Una mañana que salía más temprano que de costumbre, encontré en el garaje a mi vecino de enfrente luchando infructuosamente poner en marcha el coche. Me acerqué, pues tengo ciertas habilidades en mecánica, y le ofrecí ayuda que aceptó gustosamente reconociendo su total desconocimiento en temas de mecánica. El problema no resultó ser serio y pude resolverlo con relativa rapidez. Mi vecino me dio las gracias y se fue.
Al viernes siguiente, cuando estaba preparando la maleta para ir a pasar el fin de semana a la casa que un amigo de la Universidad tenía en las afuera, sonó el timbre. Era mi vecino de enfrente que me invitaba esa noche a cenar como agradecimiento por haberle ayudado a poner su coche en marcha. Pensé rápidamente en dar una excusa porque me apetecía estar al aire libre, pero pensé que no podía rechazar aquella invitación.
En cuanto llegue a su casa, que por cierto era un piso muy grande, me invitaron a un aperitivo y después empezamos a cenar.
Como era inevitable la mayoría de la conversación estuvo relacionada con cuestiones sin importancia de modo que me limitaba a asentir y a estar de acuerdo mientras disfrutaba de una comida que, para mi sorpresa, estaba elaborada exquisitamente.
El hombre me pareció bastante mojigato y rígido en cuanto a sus ideas y pensamientos, la esposa en cambio parecía sumisa y reflejaba un cierto aspecto de resignación y pasividad e intervenía escasamente en la conversación concentrada más bien en atender la mesa. Cuando acabamos me fui a mi casa y reconozco que me hice una paja pensando en ella.
Al cabo de tres o cuatro días, sobre las cinco de la tarde llamaron a mi puerta. Era mi vecina, dijo que si quería ir a comer un poco de pastel que había hecho y que como su marido estaba de viaje toda la semana, se sentía un poco sola.
El pastel estaba divino. Hablamos un buen rato y aunque no sea muy despierto en eso de las tías, me dio la sensación de que se insinuaba.

Le dije que me parecía una mujer muy guapa y ella riendo dijo que le gustaba el piropo, pero que era algo mayor para mí. Me he olvidado deciros que tengo 24 años.
Entonces, y casi sin respirar me dijo:
-Como te dije me casé joven, y el único hombre para mí hasta ahora ha sido mi marido. Hace un tiempo comencé a trabajar y mis compañeras de trabajo están casadas con hombres más liberales que el mío y me di cuenta de que todas tenían una vida sexual más activa y apetecible que la mía.
No sé que me pasó, pero no pude evitarlo. Le cogí la mano y le dije que si no tenía una vida sexual más activa y placentera era porque no quería, ya que si yo le gustaba, estaría encantado de “estar” con ella, es más, le dije que me tenía completamente loquito.
No respondió y se quedó mirándome, me acerqué más y la besé. Sentí que temblaba ligeramente y se ponía tensa, continué acariciándola y besándola hasta que se fue relajando por completo y comenzaba a excitarse.
Le desabroché el vestido y poco a poco la dejé completamente desnuda. Tenía un cuerpo divino. Grandes tetas y muy tiesas, un vientre plano, caderas anchas y un buen culo.
Le dije que se sentara en el sofá, me arrodille, y empecé a lamerle las tetas y muy despacito fui bajando hasta su vientre. Notaba que apretaba las piernas, pero no ofreció demasiada resistencia a que se las separara. Me sorprendió que llevara el chocho depilado como a mí me gusta. Entonces, y con mucha suavidad empecé a pasar mi lengua a lo largo de su raja.
Fue como si le hubiera pasado la corriente, se tensó y quiso cerrar las piernas, le dije que se calmara, que iba a gozar mucho, pero cuando me dijo que su marido no se lo había hecho nunca, me propuse que no olvidara aquel día en toda su vida.
Me gusta comer coños, por lo tanto se podría decir que se me da bien. Muy lentamente chupe los labios, lamí por dentro y por fuera, pero cada vez que mi lengua le daba una pasada a su clítoris dejaba escapar un suspiro. Me dedique un buen rato a este tipo de “juego” hasta que vi que tenía la pepitilla hinchada. Entonces, la agarré con mis labios y empecé a mamársela. Tuvo una reacción que hasta me sorprendió a mí. Empezó a moverse como una posesa y de pronto se corrió. Casi me ahoga.

Su chocho no paraba de fluir, y esperé hasta que acabó su primer orgasmo. La miré a los ojos y casi lloraba de placer. Le pregunté que si le había gustado y me confesó que nunca había tenido un orgasmo. Su marido se la metía y cuando él se corría ya se había acabado todo.
Entonces le dije que se preparara, que iba a correrse hasta que me dijera basta, por lo tanto, volví a comerle el chocho despacito y a lamer, besar y chupar su clítoris sin parar. Creo que cuando llegó a la corrida séptima, me dijo que parara.
Como os podréis imaginar, mi polla estaba a punto de explotar. Quería que me la mamara, pero pensé que como teníamos mucho tiempo, primero la follaría, me correría, y después más tranquilos se la metería en la boca.
No os lo he dicho, pero tengo una polla de muy buen tamaño y grosor, mis amigos, con los que a veces juego al tenis, cuando nos hemos duchado dicen que parezco a Nacho Vidal, creo que exageran un poco, pero no estoy nada mal.
Dicho esto, seguiré. Por cierto, mi vecina se llamaba Teresa. La hice tumbar en el suelo y no le di tiempo de nada, sin mediar palabra se la metí hasta el fondo y empecé a bombear. En cuanto se la clavé, gritó como una loca y dijo que le dolía, pero a los pocos segundos, me agarraba el culo y gimiendo decía que le daba mucho gusto.
Como os podréis imaginar, tenía unas ganas locas de correrme, por lo tanto, aguanté lo que pude y la saqué para correrme sobre su cuerpo.
Quedamos agotados, y Teresa parecía que estaba agotada, pero vi por el brillo de sus ojos que estaba caliente como una gata en celo.
Me propuso darnos una ducha y cuando terminamos nos fuimos a su habitación. La tumbé en la cama y mientras la besaba, le pregunté si era cierto que su marido nunca le había comido el chocho y si nunca había tenido un orgasmo. Contestó con cierta tristeza, dijo que era verdad y que ahora se daba cuenta de que lo que no había experimentado era muy bueno. No la dejé continuar y empecé a comerle el chocho otra vez.
Era como una fuente, tenía el clítoris tan excitado que con solo pasarle la lengua se corría. Cuando creí que era el momento oportuno paré. Le dije que se sentara en la cama que iba a comerme la polla. Abrió mucho los ojos y dijo que tampoco lo había hecho nunca. Me sorprendió, pero sonriendo le dije que no se preocupara, que yo la enseñaría.

Le metí el capullo en la boca y creo que por un instinto que tienen las mujeres cuando les metes el rabo en la boca, empezó a mamarla muy bien. Le cogí una mano y la acerque a mis cojones, diciéndole que los acariciara con suavidad. Realmente aprendía muy rápido.
Poco a poco fui aumentado el ritmo y le follaba la boca sin parar. Noté que tenía alguna arcada, pero no paré. Cuando supe que iba a correrme, no la avisé, agarré su cabeza con fuerza y le solté un buen chorro de leche. Parecía que se iba a ahogar, pero superado el primer momento, en cuanto saque la polla de su boca, la agarró y se dedico a chuparla y a lamerla hasta que la dejo bien limpia.
Nos estiramos en la cama y muy seria dijo:
-Espero que no te cambies de apartamento hasta que termines la carrera, porque tengo ganas de repetir esto tantas veces como sea posible. Ahora me doy cuenta de todo lo que me he perdido.
No hace falta que os diga que follamos como locos. Su marido, era abogado y tenía reuniones hasta bien entrada la noche, por lo tanto aprovechábamos bien el tiempo.
Incluso una vez que su marido estaba en casa, dijo que iba a comprar algo que se había olvidado, me llamo y me hizo una buena chupada en el parking.
Algún día os contaré como nos fue el día que le estrené el culo.
Un beso muy caliente para todos.

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