Relato erótico

La chica del puente

Charo
16 de febrero del 2019

Faltaban unos días para Semana Santa y su jefe le envió a visitar delegaciones de algunos pueblos. Como temía, se perdió y tuvo que pedir ayuda. Vio a una chica en un puente, se acercó y aquí empezó todo.

Ricardo – Burgos
Me llamo Ricardo y tengo 33 años, estoy soltero y actualmente no tengo pareja. En los días anteriores a Semana Santa a mi querido jefe se le ocurrió mandarme a visitar unas delegaciones en algunos pueblos. Ese día me levanté y fui a un hotel de la zona donde me alojé y me puse en camino por una serie de carreteras comarcales para llegar más recto a mi destino, cuando al cabo de unos kilómetros pasó lo que me temía, me perdí.
Harto de dar vueltas y viendo que no encontraba ningún sitio donde preguntar, divisé a lo lejos una persona que empezaba a cruzar un puente que había en la carretera. Me bajé del coche para no quedarme en medio del puente y me dirigí a la que parecía ser una mujer joven. Cuando llegaba a su altura me fijé que estaba muy triste, apoyada a la barandilla y mirando hacia abajo.
En ese momento salí corriendo y me acerqué a ella, y le pregunté si le pasaba algo que la veía muy triste y le dije:
-Me alegro de haberme perdido porque aparte de encontrar a alguien que me indique el camino correcto, he encontrado a la guía más guapa de la zona para indicarme.
Entonces ella empezó a llorar desconsoladamente y entre sus lloros y lágrimas me dijo que era muy amable por decirle eso pero que no dijera mentiras que ella sabía que era un adefesio y que su propio novio prefería a su amiga a ella.
Entonces me presenté y le dije que me llamaba Ricardo y que estaba encantado de conocerla. Ella me dijo que se llamaba Cristina y que sentía que me estuviera tragando el problema en el que me estaba metiendo.
– Mira Cristina, si te parece bien te acompaño a tu casa, en ¿Qué pueblo vives?
Al indicarme el nombre del pueblo, dio la coincidencia de que era el que buscaba.
– Anda que suerte, ese es el pueblo que busco, te propongo una cosa, te llevo allí, yo tengo una reunión de trabajo y después me invitas a tu casa a comer en agradecimiento a llevarte.
– De acuerdo y perdona por haberte hablado así antes, estoy destrozada y mi mundo se ha deshecho completamente en pocos días.
– Pues aparte de que el idiota de tu novio te haya engañado con tu amiga, cosa que veo puede ser relevante, te deben haber pasado una desgracia muy gorda para que estés tan triste.
– Esa era una de las razones, pero no ha sido una sola desgracia han sido varias.
– Pues serénate por que mi madre decía que la esperanza es lo último que se pierde. Te propongo que comiendo me cuentes tus problemas y entre los dos intentamos solucionarlos ¿vale?

– Vale.
La dejé en su casa y me fui andando a hacer mi trabajo y aunque el director de zona insistió en que fuéramos a comer juntos yo le dije que tenía una cita ineludible con otro cliente y que debía darme prisa. Cuando terminé mi trabajo, me dirigí a una tienda y compré una botella de vino y otra de cava y fui a casa de Cristina. Cuando llegué llamé a la puerta y me abrió una Cristina completamente diferente a la que dejé unas horas antes.
Era una chica de cintura y caderas preciosas, con un trasero ni grande ni pequeño, simplemente precioso, era muy blanca y de pelo negro como el azabache, de cara era preciosa.
Me recibió con un vestido azul oscuro de una pieza y algo escotado que le remarcaba un pecho justo sin ser pequeño. Parecía una niña pequeña en su primera cita, aunque sonreía se la notaba nerviosa. Yo me quedé en la puerta embobado y se me ocurrió decir:
– Perdón, creo que me he equivocado de fiesta, yo había quedado con una chica que decía que era un adefesio pero como tú eres una preciosidad, me debo de haber equivocado, discúlpame.
– No te preocupes, puedes entrar aquí mientras espero a mi caballero salvador y podrás comer y descansar de la mañana tan azarosa que te ha dado la idiota de turno -me lo dijo con una sonrisa resplandeciente.
– Creo que te voy a hacer caso y entraré a admirar tu belleza.
Entré y empezó a mostrarme su casa pero observé que esa casa no tenía una decoración propia de una mujer joven, parecía una decoración propia de una mujer mayor. Nos sentamos a comer.
– Como te prometí te voy a contar mis penas, cuando te aburra me lo dices y lo dejo.
Le dije que me contara que no la iba a interrumpir.
Me explicó que hasta hacía unos años vivía en esta casa feliz con sus padres hasta que fue a estudiar fuera a la universidad. Sus padres le alquilaron un piso cerca de la universidad. Siguió explicando que casi terminando la carrera empezó a salir con Fernando, el que era su novio hasta hace 5 días, que lo pilló en la cama con su querida amiga Eva.
Cuando terminó la carrera le ofrecieron trabajar en una empresa de jefa de contabilidad y aceptó para ir cogiendo experiencia, que marchaba todo de maravilla hasta recibió una mala noticia: sus padres habían muerto en un accidente de tráfico.
En esos momentos después de comer nos sentamos en un sofá en el salón de la casa y cuando me contó eso me pidió que la abrazara y abrazándola se puso a sollozar. Cuando se serenó y acariciándola el pelo se recostó en el sofá y puso la cabeza sobre mi entrepierna. No se si lo hizo adrede pero se me empezó a poner mi “amigo” revoltoso y morcillón, pero Cristina siguió contándome sus desgracias.
– Estuve muy deprimida y durante ese tiempo no le hice ningún caso a Fernando y mi amiga Eva en vez de consolarme a mí supe después que corrió a consolarlo a él. Me veía sola, me hundía cada vez más y empezó a repercutir en mi trabajo del cual acabaron echándome.

– Madre mía vaya pandilla de sinvergüenzas, la verdad es que ha sido un poco desastroso pero en esta vida todo tiene remedio, tienes que ser fuerte y rehacer tu vida.
En ese momento tenía el miembro a punto de explotar entre las copas de vino y cava y los roces de la cabeza de Cristina, ya me empezó a dar igual si ella se daba cuenta o no del estado en que estaba.
En ese momento se incorporó un poco y echándome los brazos al cuello me dio un beso de película y me dijo:
– Espero que no tengas prisa ni que te espere nadie en casa.
Le contesté que no, que a partir de ese día tenia vacaciones y que no estaba con nadie si era eso lo que quería saber.
-Pues mejor porque tengo que agradecerte lo mucho que me has ayudado hasta ahora.
Me lo dijo guiñándome un ojo. Me volvió a besar y se puso en pie delante de mí, abrió la cremallera del vestido y se quedo con un precioso sostén y un tanga que dejaba poco a la imaginación. Entonces se agachó, empezó a desabrocharme la camisa, lamiéndome las tetillas y chupándolas me fue desabrochando el pantalón. Su mirada era de una lujuria impresionante, seguramente fruto en parte del alcohol y del deseo y parte del alivio que sentía, arqueando el cuerpo facilité el que ella me bajara los pantalones y el calzoncillo. Me cogió de la mano y me dijo que íbamos a un sitio más cómodo. Me llevó a la habitación, con una cama grande. Me puso la mano en el pecho y me fue reclinando en la cama y cogiéndome el miembro me lo empezó a lamer y chupar con lentitud, sabiendo lo que hacía, se notaba que tenía experiencia. Consiguió después de un rato llevarme a las puertas de un glorioso orgasmo, pero le advertí que me iba a correr por si no le gustaba recibirla en la boca e hice ademán de retirarla, cuando la cogió con su mano y se la volvió a meter en la boca y siguió chupando hasta que me corrí y no me quedo una gota de semen.
Cogiéndola de la nuca le hice subir hasta poder darle un morreo introduciendo la lengua y recibiendo la suya jugando un poco, me empecé a bajar lamiendo cada parte de su hermoso blanco cuerpo y cuando llegué a sus pechos desabroche su sujetador tirándolo por encima de mi cabeza y empecé a chupar y lamer esos deliciosos senos. Ella empezó a gemir y a suspirar, seguí lamiendo hasta que llegué a su monte de Venus que lo tenía con pelo, arreglado y depilado en su hendidura y el valle que conducía al prieto botón que era su ano. Empecé a lamer su rajita y poco a poco fui introduciendo la lengua entre sus labios vaginales y empecé a arrancarle unos suspiros más fuertes que fueron subiendo hasta acabar en gritos mientras se corría. El flujo era abundante con un sabor no demasiado fuerte, estaba delicioso. Una vez que se corrió, seguí lamiendo y chupando hasta que empezó a pedirme que por favor no la martirizara más, que la follara, que lo necesitaba.

Uno es un caballero e hice lo que me mandó, empecé a meterla poco a poco y cuando casi estaba dentro la metí de un empujón y empecé a bombear fuertemente e intercalaba con envites más suaves. La notaba que suspiraba cada vez más fuerte y entonces aflojaba un poco sin parar, se quejaba pidiéndome que le diera más fuerte hasta que volví a acelerar los envites y empezó a correrse otra vez. Yo todavía no había llegado por que ya me había corrido por primera vez gracias a su mamada y por que cuando veo que voy a llegar aflojo el ritmo de la follada hasta que se me pasa un poco y vuelta a empezar.
De ahí ese juego que tenía con ella, se quedo exhausta pero seguí bombeando, ya buscando mi propio placer, pero cual fue mi sorpresa que empezó a correrse muy seguido, como si estuviera empalmando los orgasmos, hasta que comencé a notar que a mí también me venía. Me corrí como un loco, ella me pidió que no me saliera y que la abrazara fuertemente. Me abracé fuerte y empezó a sollozar. Me tumbé a su lado sin dejar de abrazarla y le pregunté si estaba bien.
– Si, estoy bien. Perdona que me ponga a llorar pero ha sido tan divino que creía que era un sueño y temía que al terminar iba a despertar.
– Como verás no es un sueño y cuando me des un respiro te demostraré otra vez cuanto tiene de realidad…
– Es que nunca me habían hecho disfrutar tanto en un rato y no sabía que podía tener más de un orgasmo de un solo acto.
– ¿Y tu novio no te proporcionaba ningún orgasmo?
– No, era mucho más simple. Me follaba y cuando se corría a veces me terminaba con su mano hasta que me corría, pero esto no pensaba que era posible, ¿dónde has aprendido a hacerlo así?
– La verdad que he tenido muy buenas amantes que por experiencia me han enseñado esto y más cosas, digamos que he sido muy buen alumno.
– Pues la verdad que te enseñaron bien, ahora tengo curiosidad por saber que más sabes hacer…
– Pues prepárate por que mi “amiguete” está empezando a animarse, pero tienes que dejarte llevar por mí, ¿de acuerdo?
Entonces empecé a lamerla otra vez desde la punta de los pies subiendo poco a poco por el interior de sus muslos, hasta que llegué a su chocho, dándole un lametón en su hinchado clítoris, seguí subiendo por su estómago.
Su cara era un bello poema y cuando comenzó a suspirar volví a descender, lamiendo hasta su entrepierna aprisioné su clítoris y me puse a chuparlo y a soplar, de pronto empezó a brotar flujo y acto seguido tuvo como una tiritona y empezó a correrse.
– ¿Qué me has hecho? Casi me da un soponcio, pero ha sido bestial.
Ella me abrazó fuertemente y a la vez yo le fui colocando mi polla en su entrada y comencé un ligero y suave bombeo.

De pronto, me dijo que ahora la dejase hacer y empujándome boca arriba se montó a horcajadas encima de mi polla que estaba como un poste, se puso a cabalgarme suavemente y poco a poco me llevó a un orgasmo buenísimo. Ella se corrió creo que un par de veces y cuando se corrió por última vez, después de notar que yo me corría, se dejo caer encima y se quedó dormida.
En sueños creo, me dio las gracias y un beso. Yo me quedé despierto pensando en esta situación, no sabía si aprovechar e irme o quedarme y seguir enamorándome de Cristina. Creo que al final gano el amor y hoy en día es mi mujer y me demostró desde ese día que aparte de ser una gran amante, era una gran mujer.
Un beso.

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