Relato erótico

La camelé

Charo
24 de enero del 2019

Por motivos de trabajo se traslado al sur y busco alojamiento. Encontró una pensión cerca del puerto. La regentaba una mujer madura y atractiva. Nos contó con anterioridad como consiguió conquistarla y quiere que sepamos como siguió la historia.

Lorenzo – CÁDIZ
Recordarás, amiga Charo, que esta historia, de la que ya publicaste la primera parte, ocurrió el otoño pasado en una ciudad del sur, donde yo fui a vivir, para trabajar en un pesquero. La dueña de la casa era una señora como de unos 40 años, pero estaba muy bien conservada. Tenía buenas piernas, muy buenas tetas y un gordo culo, redondo y al parecer durito. Era separada y no tenía novio, por lo tanto yo pensé que tenía unas ganas acumuladas de follar.
Te conté que logré camelármela y que acabamos los dos desnudos en su cama y al estar los dos acostados, desnudos, me puse a mirarle el coño y ¡que grande era! Entonces empecé a juguetear con ella y a acariciarla sintiendo nuevamente como mi verga se ponía dura. Le pregunté, que si alguna vez se la habían clavado por detrás y me dijo que no, que lo habían intentado, pero que ella no lo había permitido. Entonces yo le prometí que lo haríamos suavemente, sin prisas, y que no le dolería mucho pero ella me dijo que no rotundamente.
Mientras, yo seguía acariciándole el coño y excitándola, ella comenzó a jadear de nuevo y a gemir. Aproveché para tocarle suavemente el culo, e introducirle un dedo lentamente pero ella vio mis intenciones y trató de apartarme de esa zona. Entonces yo le sacaba el dedo del culo, y me concentraba en su chocho, pero de nuevo regresaba a su culo con disimulo, y de esta forma logré meterle todo el dedo. Ella me decía que por favor no le hiciera eso, pero, a la vez, no permitía que se lo sacase y comenzó a hacer un movimiento rítmico con el culo.
Entonces, la giré cara abajo y sin sacarle el dedo del ano, le comencé a meter la lengua en el coño y también entre las nalgas. Ella gemía aún más de placer. Entonces decidí sacarle el dedo del culo y metérselo en el chocho, mientras con la otra mano, le abrí lentamente las nalgas y empezaba a rozarle la punta de mi verga en el culo. Al principio contraía el culo y no permitía nada, pero nuevamente yo iba al ataque y con los dedos lubricados por la mezcla de semen y leche, que había en su coño, iba abriéndole otra vez el ano, hasta que, en un descuido suyo, le metí la punta de mi polla.
En ese momento, ella lanzó un gemido como para asimilar el pequeño dolor, pero yo le acaricié las tetas, y le dije:
– Relájate y veras como es de placentero.
Entonces, comencé a penetrarla más y más por el ano y ella, enseguida, puso sus dos manos en las nalgas, abriéndolas poco a poco y así se la metí lentamente y aunque ella gemía aún más, le introduje todos los 18 centímetros, quedando fuera solo mis bolas.

Ella casi ni podía moverse y Entonces, comencé a sacarla y meterla muy suavemente.
Pronto ella se acopló a este nuevo movimiento y me siguió el ritmo. Fuimos acelerando más y más, ella gemía, y me pedía que le hiciera más duro todavía. Yo la cogí por las caderas con mis dos manos, y fuertemente la apreté contra mí. Su placer era infinito. Después, con una mano, empecé a acariciarle la almeja y a introducirle los dedos y al encontrarle el clítoris, se lo empecé a frotar. La muy puta no podía resistir tanto placer, pero a la vez sentía dolor, ya que se agarraba fuertemente a la sábana, se quejaba y mordía la almohada, hasta me pareció ver dos lágrimas en sus ojos.
Pero continué dando con más fuerza por ese culo y entonces noté que ya la puta estaba corriéndose porque su culo se contraía y me apretaba la verga, lo cual me excitó mucho más, acelerando el ritmo. Parecía que la fuera a reventar y en ese momento eyaculé todo mi semen hirviente, una parte quedó en su culo y la otra, como ella rápidamente logró sacarse mi pene, se giró y se lo metió en la boca, succionando de mí hasta la última gota, luego quedamos rendidos en la cama.
Al rato me levanté, me lavé la verga, y me fui a tender de nuevo en la cama. Me dijo que había quedado completamente exhausta, y, a modo de broma, dijo que yo era un depravado, por todo lo que le había hecho, pero que era lo más maravilloso que le había pasado. Le respondí que aún faltaba más, y me dijo que era imposible, que ya no tenía fuerzas.
Sin pensarlo me quedé dormido pero, de repente me desperté al sentir una sensación de placer en mi polla, abrí los ojos, vi que era ella, que estaba pegada como un ternero a mi verga y me la estaba mamando, metiéndola y sacándola hasta lo más profundo de su garganta. Me chupaba la punta y me la succionaba con tanta fuerza que a veces me dolía y yo me encorvaba del placer. Pero pronto sentí como mi verga crecía aún más dentro de su boca y entonces la agarré de los cabellos y empecé con un movimiento rítmico, como si la estuviera penetrando por el coño o por el culo.
Luego, sin sacarle mi pene de la boca, di un giro sobre mi espalda y la acomodé a ella, de tal forma que mi boca quedó bajo su sexo, formando así el famoso 69. Sus labios vaginales estaban chorreando y empecé a besarlos suavemente, acomodando mi boca en su coño, mientras con las manos le habría las dos nalgas para observar el agujerito de su culo, que trataba de abrirse y cerrarse. Con la lengua busqué su culo y le metí la puntita, y también le succionaba el culo, a lo cual ella dejaba de mamarme la polla. Yo creo que el placer que sentía la hacía parar y gemir inmediatamente.

De nuevo insistía con mi lengua, le buscaba su chocho y le introducía también mi lengua en su vagina lo más que podía, al tiempo que con los dedos, también se los metía en su culo, ya lubricado.
Yo sentía su leche correr sobre mi cara y mis labios y mi excitación aumentó aun más. Entonces aceleré la chupada que le hacía en sus labios vaginales, los cuales besaba uno por uno, recorriéndolos completamente, y, saboreándolos en mi boca, le encontré el clítoris y se lo chupé sin compasión, mordiéndolo suavemente o apretándolo con mis labios. Ella ya no podía resistir, dejó de mamar y se corrió en un gran orgasmo que parecía no terminar.
Pero yo aún no había terminado, de nuevo le introduje mi pene en su boca y agarrándola de los cabellos la obligué a mamar aún con más fuerza y más rápido, sintiendo que ya iba a eyacular. Cuando empezaron a botar los primeros chorros de semen, ella sintió que yo ya iba a correrme e intentó sacarla de la boca, pero yo no se lo permití, agarrándola con más fuerza contra mí. Le dije:
– ¡Venga perra! ¿Antes querías y ahora ya no? Tienes que terminar lo que empezaste.
Eyaculé todo mi semen en su boca y no tuvo más remedio que tragárselo todo y como al parecer le gustó, me succionó de nuevo hasta la última gota. De esta forma los dos quedamos satisfechos y nos dormimos un largo rato. Después me vestí y le prometí volver a follármela más a menudo.
Desde entonces aprovechábamos cualquier ocasión para follar, incluso en la cocina. Por las mañanas, cuando yo me levantaba, la encontraba preparando el desayuno aún sin bañarse y solo cubierta por una delgada bata. Entonces yo me acercaba por detrás, me agachaba y le alzaba la bata, le metía mi lengua entre las nalgas y como no llevaba bragas, inmediatamente encontraba su raja y su culo y empezaba a mamárselos mientras con una mano, le agarraba el chocho y le frotaba el clítoris. La muy guarra, empezaba casi a saltar de la emoción, se volvía hacia mí, me tiraba al piso, me desnudaba y de nuevo hacíamos el 69. Esto sucedía casi a diario.

Esta fue la historia con esta hembra, la cual quedó como enamorada de mi verga, porque a cada rato me la mamaba sin mucho pensarlo. Y siempre me pedía que se la metiera por el culo, ya que por ahí sentía un placer diferente, decía ella. Yo le daba gusto y se la hundía hasta hacerla gritar.
Gracias por publicar mi experiencia y hasta otra.

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