Relato erótico
La amo con locura
Esta muy enamorado de su mujer. Es guapa, con un cuerpo escultural y muy apasionada. Solían hablar de diversas fantasías que les gustaría realizar y parecía que ella estaba de acuerdo. Fue en su cumpleaños cuando decidió montarle una velada especial
Jandro – Córdoba
Mi nombre es Jandro, tengo 36 años y mi mujer Lola, es espectacular, morena de 34 años, cabello negro y lacio, delgada pero con unas formas sensacionales. Desde soltero, tenía mucho interés en las películas porno en las que aparecía una mujer con dos o más tíos haciendo el amor. En contadas ocasiones, mientras follaba con mi esposa le había comentado que me gustaría verla tener sexo con otro hombre, a lo que contestaba que no le disgustaba la idea, pero que solo era una fantasía que jamás la haríamos realidad.
El día de su cumpleaños, tomé la decisión de llevar a cabo mi fantasía. Me había citado para las 9 de la noche, llamé a Lola y le pedí que se arreglara, pues sería una noche espectacular. Llegó la hora de salir del trabajo y sin perder un solo instante, fui para casa, donde me esperaba Lola. Al llegar vi que estaba sensacional, se había puesto una minifalda negra, una blusa de esas que no llevan espalda, su cabello suelto se revolcaba de una manera tan deliciosa sobre sus hombros y el brillo en sus ojos terminaba por describir un cuadro divino. Me recibió con una gran sonrisa, me abrazó y me dio un beso cariñoso. Le di un ramo de flores, junto con unos pendientes. Estaba contentísima.
– Muchas gracias mi amor. Esto hace de esta noche, una noche especial.
– Espera, aun no comienza- le dije mientras le regalaba una sonrisa.
Apagué las luces de la casa y encendí unas velas, puse música el suave. Fui a la cocina, destapé una botella de vino que serví en unas copas, alargué mi mano para entregarle y cuando la cogió, la sujeté de la cintura, la acerqué hacia mí y le di un beso apasionado. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, sentí la tersura de su espalda bajo mi mano y el roce de sus senos en mi pecho. Estuvimos bailando, bebiendo y conversando un buen rato. Los efectos del vino comenzaban a vislumbrarse en sus hermosos ojos y en mí también.
– Esta noche me siento sexy, hoy podrías pedirme cualquier cosa y te lo daría con mucho gusto…
Fijé mi mirada en sus ojos y le pregunté:
– ¿Cualquier cosa, mi amor? Entonces, te va a encantar tu otro regalo.
– ¿Otro? ¿Qué es? ¡Sabes que soy muy curiosa!
– Espera y verás, mientras tanto hagamos otros brindis…
A cada copa que tomábamos, nuestros deseos se hacían más fuertes, en eso sonó el timbre.
– Aquí llega tu regalo –dije.
Ella abrió sus ojos en señal de sorpresa, pero no dijo nada. Al abrir la puerta, habían dos tipos altos, uno de tez morena, ojos verdes, con coleta. El otro también de tez morena, con unos profundos ojos oscuros y cabello corto. Sus cuerpos parecían haber sido moldeados por un escultor sobre mármol. El más alto se presentó como Sergio y el segundo como Abel.
– ¿Dónde esta la festejada?- preguntó Sergio.
Le hice una seña indicándole el sillón que estaba en la sala. En ese momento vi los ojos asustados Lola, estaba paralizada y no podía articular palabra. Sus ojos me pedían que le dijera que no era cierto lo que estaba viendo. La tranquilice diciéndole:
– No te preocupes, mi amor, Sergio y Abel solo son strippers, solo hacen bailes eróticos…
Ella soltó un suspiro de tranquilidad, se levantó y los saludo con un beso.
– Bien, siéntate y disfruta del espectáculo. -dijo Abel.
Me entregaron un pendrive con música, la puse y encendí algunas luces con la finalidad de ofrecerle una mejor vista a Lola, pero sin perder ese toque de ambiente a media luz. Ella estaba sentada en el sillón frente a ellos, con las piernas cruzadas y sus ojos no dejaban de mirar esos cuerpos bien formados. Me di cuenta que cada vez que los cubría con su mirada, ella frotaba sus piernas y mojaba sus labios con un poco de vino. Su excitación comenzaba a hacerse obvia. Me senté a un lado del sillón, con la finalidad de no perderme detalle del show. Comenzó la música y ellos empezaron a mover sus cuerpos, que despertaban cada vez más el interés de Lola.
Abel le ofreció la mano como invitándola a que se levantara y se uniera a ellos, ella un poco nerviosa fijó sus ojos en mí como pidiendo autorización, yo asentí con un pequeño ademán. Al levantarse, quedo en medio de ambos, pero mantenían una distancia prudente. Fue Abel el primero en quitarse la camiseta, dejando su torso desnudo, el cual quedaba a la altura de la cara de mi mujer. Cogió la mano de Lola y la posó en su pecho, invitándola a acariciarlo.
Ella accedió un poco temerosa. Así, del mismo modo, Sergio lo siguió y se deshizo de su camiseta, y de un movimiento rápido, se quitó los pantalones quedando en un diminuto tanga. Lola dio un pequeño sobresalto y se giró quedando de frente a Sergio que, con una movimiento de su mano y una sonrisa, le indicó que se girara y ella comenzó a acariciar su culo, al tiempo que con la otra mano, acariciaba su pecho. Después fue Abel quien quedo solo en tanga.
Cogió a Lola por las caderas y se acercó suavemente con movimientos cadenciosos, demostrando la habilidad con sus manos, deshizo el nudo que ataba la blusa de mi esposa, y de la misma manera bajó el cierre de su falda, haciendo que toda su ropa cayera, dejándola solo en tanga. Sus pezones estaban duros y daban la impresión de pedir a gritos de ser cubiertos por la lengua de alguno de ellos. Lola estaba en un estado de completo éxtasis, cerró sus ojos y se dejó llevar por las caricias de aquellos hombres de cuerpos esculturales. Podía ver como disfrutaba la sensación que provocaban en ella cuando la recorrían con sus manos y rozaban sus cuerpos desnudos contra el de ella. Nuevamente Lola buscó mis ojos y con una mirada, como la de una niña que está a punto de hacer una travesura, me dijo:
– ¿Recuerdas tu fantasía? ¿Aun quieres seguir?
Yo asentí y tragué saliva. Mi boca se había secado por lo que acababa de oír y en ese momento, la erección que había tenido al verla bailando con dos tipos, se fue al máximo. Entonces ella se puso frente a Sergio y comenzó a buscar su boca, como queriendo besarle, pero cuando Sergio se acercaba para darle un beso apasionado, ella se quitaba de una forma traviesa.
Esta actitud comenzó por excitar a Sergio, lo cual se podía ver en su tanga. Al fin, él la cogió por la cintura y la acercó a su cuerpo, dejando que su verga rozara su cuerpo. Abel, por su parte, al ver ese espectáculo optó por quitarse el tanga, dejando ver su enorme anatomía. Tenía una polla tremendamente grande y gruesa. Se puso detrás de Lola y comenzó a frotarla entre sus piernas. Esta, al sentir las dimensiones extraordinarias de Abel, abrió los ojos.
Yo estaba punto de estallar, me había quitado la ropa y había quedado desnudo, masturbándome ante aquellas escenas. Los tres estuvieron jugando rato, frotando sus musculosos cuerpos contra el de Lola, que hacía contraste por lo finura de su complexión. Finalmente, Lola le quitó el tanga que cubría su erección y su sorpresa fue aun mayor al darse cuanta que Sergio era poseedor de una polla más grande que la de Abel.
Cogió el enorme miembro con ambas manos y comenzó a masturbarlo mientras me miraba y pasaba su lengua. Abel se puso a un lado de ella, así que quedo en medio de esos dos miembros y comenzó a recorrerlos con su lengua.
Poco a poco, se fueron lubricando hasta llegar el punto en que entraban a la boca de mi mujer con mucha facilidad. Ella siguió mamando un buen rato. Después Sergio la levantó y la acostó en el sillón, dejándola en posición de misionero. Se metió entre sus piernas y acercó la verga a su clítoris. No la penetró inmediatamente, comenzó a pasar su verga de arriba abajo, masajeando su sexo. Abel se puso a la altura de su cara y metió su verga en la boca de mi esposa. Yo me acerqué y me dedicó una mirada llena de satisfacción, con la mano comenzó a masturbarme. Estaba fascinado con el espectáculo que estaba presenciando. De pronto, Sergio arremetió con toda su lujuria contra Lola, metiendo ese gran trozo de carne caliente, sin embargo, solo metió hasta la mitad debido a sus dimensiones. Mi mujer, al sentir ese enorme miembro penetrándola, dejó escapar un grito de placer que inundó la habitación.
Sergio continuó moviéndose suavemente y con firmeza, mientras que Abel hacía lo mismo, pero con la boca de Lola. Las imágenes eran fascinantes, mi esposa estaba siendo follada por tres hombres. La enrome verga de Sergio entraba sin ninguna dificultad dentro de mi mujer, que para entonces, ya había tenido su segundo orgasmo, mientras que Abel llenaba toda su boca. Abel se sentó a un lado de ellos y le pidió a Lola que se sentara encima de su verga. Lola no perdió un instante y lo hizo. Yo estudiaba la expresión de mi mujer con cada centímetro que penetraba en ella, realmente lo estaba disfrutando. Sergio se colocó detrás de ella y de un suave toque, la acomodó de tal forma que el pecho de mi esposa se uniera con el de Sergio, mientras se perdían en un interminable beso. Me pidió vaselina y corriendo fui al baño para traérsela. Se untó un poco en la punta de la polla, la puso en el culo de Lola y se preparó para penetrarla.
– Disfruta, mi amor. Solo déjate llevar- le dije al oído.
Lentamente Sergio comenzó a encajar su verga dentro de mi esposa, que al sentirla dentro comenzó unos movimientos desenfrenados. Me puse frente a ella y metí mi polla en su boca. Ella gemía de placer y pude sentir como alcanzaba nuevamente un orgasmo.
A mí también me iba llegando, ella se dio cuenta y abrió su boca, descargué toda mi leche dentro. Sergio se levantó y también descargó un torrente de leche. Había llenado toda su cara, que ansiosa buscaba como tragarse todo ese líquido espeso. Solo faltaba Abel, seguía penetrando a mi mujer pero se tomó las cosas con más calma, mientras recorría su espalda con la yema de sus dedos. Igualmente no pudo contenerse por mucho tiempo, pues Lola movía sus caderas provocando aprisionar su verga de cierta forma que tocaba todas y cada una de las zonas más sensibles de su enrome herramienta. Lola tuvo otro orgasmo al tiempo que Abel. Al final se recostó en el sillón con todo su cuerpo abatido por la cantidad de orgasmos que había experimentado en una sola noche. Me miró y me dijo:
– Este ha sido el mejor regalo de cumpleaños que me has dado.
Me abrazó y nos quedamos dormidos por un momento. Me despertaron unos leves gemidos, era mi esposa follando de nuevo con los strippers. Estaba de pie, con las piernas un poco abiertas, recibiendo a Sergio por atrás, e inclinada hacia al frente mamándosela a Abel. Al terminar, me pidieron permiso para acostarse un rato antes de irse, les mostré la habitación y ambos se quedaron dormidos. Por mi parte, yo había recuperado fuerzas y Lola se encontraba más despierta y excitada que nunca. Me puse detrás de ella y le pedí que abriera un poco sus piernas, la incliné hacia delante, de tal forma que pudiera apoyar sus manos en el sillón y así me la follé. Era formidable la sensación que experimentaba al saber que la estaba penetrando después de haber sido follada por dos bailarines exóticos. Vacíe lo que me quedaba de leche dentro de ella.
– Vámonos a la cama- me dijo al oído. – Quiero saber lo que se siente dormir entre tres hombres.
Nos fuimos hacia la habitación, al abrir la puerta estaban Abel y Sergio tumbados sobre la cama, desnudos, con sus enromes vergas tendidas sobre sus abdómenes marcados. Se recostó en la cama entre los dos, se puso de lado y subió una pierna encima del cuerpo de Sergio. Su pierna rozaba suavemente la verga, que aunque dormida, mostraba unas dimensiones fuera de lo normal. Cogió la mano de Abel y se la pasó por la cintura de tal forma que la abrazara. La cercanía de esos cuerpos pudo más que su cansancio y nuevamente se sintió excitada. Movía su pierna suavemente para estimular la verga de Sergio que rápidamente respondió ante la suave piel de mi esposa. En cuestión de minutos, Sergio estaba listo nuevamente para penetrarla. Movía sus caderas lenta y rítmicamente para hacer crecer la verga de Abel, que al sentir esos suaves movimientos despertó y tuvo una rápida erección. Cerro sus ojos y dijo con una voz seductora:
– Hacer lo que queráis conmigo.
Pensé que después de todo ella era la festejada y merecía algo especial. Corrí al baño y traje un aceite de coco que distribuí entre las manos de Abel, Sergio y las mías. Así, con los ojos cerrados y nuestras manos cubiertas de aceite, comenzamos a recorrer todo su cuerpo, yo me enfoqué en sus pies, subiendo por sus pantorrillas y acariciando sus muslos de bronce.
El aceite hacía que sus piernas brillaran de una forma espectacular, como invitando a colocarse entre ellas. Abel recorría cada parte de su abdomen y tetas. Las manos de Abel eran grandes y fuertes y casi abarcaban la totalidad del abdomen de Lola lo cual la hacía excitarse aun más. Sergio se colocó en la cabeza de mi esposa para dar un masaje al cuello, sus sienes, besar sus labios con suavidad y dar una que otra traviesa mordida en las orejas que la hacían respirar cada vez más agitada. Mi mujer estaba perdida en una orgía de manos que se apoderaban de toda su piel, exponiéndola a una de las sensaciones más seductoras a las que se puede enfrentar una mujer. Lola apretó sus piernas y comenzó a frotarlas unas con otras con la finalidad de estimular su vagina, pero la detuve, separé sus piernas con un movimiento delicado.
Sergio se situó entre las piernas de mi esposa, lamió la parte interior de sus muslos y fue subiendo poco a poco hasta llegar a su sexo, clavando su lengua en ella. Lola se retorcía gimiendo al sentir la lengua húmeda y caliente de Sergio que movía con destreza. Abel estaba fascinado con los pezones de Lola y no dejaba de besarlos y darles pequeñas mordidas a la vez que los apretaba. Yo estaba recorriendo su cuello con mi lengua y me perdía en su respiración agitada. Así, sin penetrarla, hicimos que tuviera un orgasmo. Jamás había visto a mi esposa estremecerse de esa manera. Sergio la cogió y de un movimiento la acomodó encima de él, con su espalda apoyada en su pecho y la penetró por el culo, con suavidad, pero al mismo tiempo con firmeza; Abel cogió sus tobillos y se los colocó en el hombro, dejando una perfecta visión de la penetración a la que estaba siendo sometida mi esposa, metió su verga en su húmedo coño, ella giró su cara y con su mirada me pidió que me acercara para darme la mejor de las mamadas que había recibido en mi vida.
Metía casi la totalidad de mi verga en su boca y sentía el calor de su lengua recorriendo mi cabeza, podía ver como estaba siendo recibiendo una doble penetración que la tenía en otra dimensión.
Sus gemidos me excitaban cada vez más y ver desaparecer esas enormes vergas dentro de ella, estaba a punto de hacerme estallar. Para ese entonces los tres nos habíamos sincronizado bastante bien y bastó una mirada para saber que íbamos a vaciar nuestras vergas y nadie se movería en su lugar, pasaron unos cuantos minutos y los cuatro estallamos al unísono.
Los tres podíamos sentir la leche de cada uno recorriendo por el cuerpo de mi esposa. El cuerpo de Lola estaba inundado de leche por todas partes y ella se revolcaba de placer aun con cada una de nuestras vergas en su interior.
Abel y Sergio se vistieron y se retiraron. Sus pasiones estaban saciadas y era tiempo de ofrecerle un mar de ternura. Se despidieron con un beso tierno cada uno de ellos y de mí con un fuerte apretón de manos. Cuando intenté pagarles por sus servicios, ellos se negaron y dijeron que en todo caso serían ellos quienes tendrían que pagarme por haberlos dejado disfrutar de una mujer tan sensual como mi esposa.
Regresé a la habitación, la besé y la abracé por la espalda, mientras le susurre al oído: “Te amo, Lola”.
Besos para todos y todas de nuestra parte.