Relato erótico

Kilómetros de placer

Charo
16 de febrero del 2019

Eran habituales a los clubs de intercambio y a los tríos. Iban a emprender un viaje de trabajo y a los pocos kilómetros el coche se averió. A partir de este momento nada salió como habían planeado, pero fue genial.

Javier – Madrid
Soy Javier y mi mujer Alicia, ambos somos jóvenes y liberales, hemos tenido varias experiencias en tríos mediante una revista pero, en esta ocasión, la experiencia que cuento, fue totalmente casual e inesperada. Yo me tenía que desplazar de Madrid a Cádiz por un asunto de trabajo. Casi siempre viajo solo pero esta vez Alicia quiso acompañarme y así lo hizo. Mi mujer es una mujer de cuerpo exuberante, tiene dos buenas tetas y unos muslos de infarto. Toda ella es picardía. Para el viaje se puso una falda muy corta y una blusa muy escotada. A decir verdad todo eso no era nada del otro mundo pues le gusta siempre ir bastante provocativa.
Comenzamos el viaje, que se suponía monótono, pero a pocos kilómetros de Madrid, el coche empezó a fallar hasta quedarse parado en el arcén de la autopista. Con fastidio y muy molesto, llamé al club de asistencia del que soy socio desde hace mucho tiempo pero mientras esperaba que se presentaran para solucionar mi problema, un conductor que pasaba se detuvo a prestarme ayuda. Era un señor de unos cincuenta años que viajaba solo. Le dije que esperaba la asistencia pero él, muy amable, me dijo que también se esperaría por su acaso su ayuda era necesaria. Llegó la asistencia y el problema del coche era grave. No se podía arreglar en unos días y entonces, aquel señor tan amable, se ofreció a llevarnos hasta Cádiz pues, casualmente, él tenía el mismo destino.
Alicia y yo aceptamos mientras la grúa se llevaba mi coche a un taller de Madrid, al que yo pasaría a recogerlo a la vuelta del viaje. Ya con el equipaje en el coche de este señor, cuyo nombre era Antonio, proseguimos la ruta. Alicia iba sentada detrás y yo junto a Antonio. Mientras pasaban los kilómetros, yo me di cuenta de que Antonio miraba, por su espejo retrovisor, más de lo debido. Pensé que como Alicia iba sentada entre los dos asientos traseros, con la falda corta enseñando sus muslos y el provocativo escote, quizás Antonio estaría disfrutando del panorama. Solo de pensarlo se me ponía el rabo tieso. Más adelante, cuando paramos a echar gasolina y a tomar café, aproveché, al quedarme a solas con Antonio, para decirle que me había dado cuenta de cómo miraba a mi mujer. Me pidió disculpas por si me había molestado pero yo le tranquilicé diciéndole que no me molestaba en absoluto sino que, al contrario, me halagaba y me agradaba ver que él se había fijado en mi mujer.
A continuación le conté que nosotros éramos un matrimonio liberal y que nos gustaba hacer, de vez en cuando, un trío con otros hombres.

Él, algo sorprendido, me dijo que no le importaría poder hacerlo con nosotros pero, claro, yo le dije que eso no dependía exclusivamente de mí, sino de Alicia. Hablé a solas con Alicia, le dije que Antonio estaba por ella y que si quería podríamos hacer un trío con él.
– Por el camino me lo pensaré – me contestó ella -Ya me he dado cuenta de que él se había fijado en mi pero, primero voy ponerlo cachondo y… a ti también.
Cuando reanudamos el viaje, mi mujer se sentó al lado de Antonio, en la parte delantera del vehículo, y yo detrás. Como la falda de Alicia era tan corta, mostraba todos sus muslos que Antonio miraba de reojo y cada vez que cambiada de marcha, como sin querer, con su mano rozaba esos muslos pero ella fingía no darse cuenta de tan sutiles tocamientos. Antonio se fue animando. Le puso la mano en el muslo de la falda. Alicia separó un poco sus muslos y él viendo la facilidad que ella le daba, siguió subiendo con su mano hasta tocarle el coño sobre la braga.
La cosa se fue calentando y yo, para evitar un accidente, le dije a Antonio:
– Para, por favor, en el arcén.
Cuando lo hizo, les hice bajar del coche y sentarse los dos detrás mientras yo me ponía al volante. Nada más reanudar la marcha, en el asiento de atrás se reiniciaron los tocamientos. Puse el espejo retrovisor interior regulado hacia ellos para echar un vistazo de vez en cuando y pronto mi polla comenzó a engordar dentro de mi pantalón. Pronto Antonio le quitó la falda a mi mujer y le metió la mano bajo la braga comenzando a tocarle el coño. Yo podía ver como sus dedos se deslizaban por la raja húmeda. Al poco rato terminó de quitarle las bragas y metiendo la cabeza entre sus muslos, empezó a comerle el coño.
Alicia gemía de gusto, mientras se despojaba de la blusa que llevaba quedando, así, totalmente desnuda.
– ¡Vaya par de melones más lindos! – exclamó Antonio cuando levantó la mirada y le vio las tetas.
Mientras él se los acariciaba con las manos le pasaba la lengua por los pezones, que ella tenía ya muy duros.
Pienso que cuando él le comía el coño ella había tenido ya su primer orgasmo.
– Quítate la ropa – oí que ella le decía.
Él se la quitó, quedando tan desnudo como ella.
Yo no podía verlo completo pero ella, al ver su aparato, exclamó:
– ¡Vaya herramienta tienes!
Pensé que con esa expresión, mi mujer expresaba que él debería estar muy bien armado.

Alicia agachó la cabeza empezando a chuparle la polla. Yo solo podía ver cómo le subía y bajaba la cabeza y la cara de gusto de Antonio mientras mi mujer se la mamaba. El hombre no tardó en soltar toda su leche en la boca de mi mujer, que se la tragó sin rechistar.
– Nunca me han mamado la polla como me lo has hecho tú – oí que le decía Antonio.
– Eso no ha sido nada – le contestó ella – Aún puedo hacerlo mejor en otras condiciones de espacio y comodidad.
Se vistieron, les pregunté si lo habían pasado bien, cosa que ya estaba demostrada y entablamos una conversación muy amena entre los tres.
Unos doscientos kilómetros más adelante, ya oscurecido, Antonio me dijo que si salía de la autopista en un punto determinado, conocía un motel en donde, si estábamos de acuerdo, podíamos pasar la noche. Como no teníamos prisa y aquello prometía, aceptamos. Llegamos al motel, él se encargó de pedir la habitación y Alicia y yo entramos en ella primero.
Luego llegó él con una botella de cava y unos pastelitos. En la habitación solo había una gran cama y un aseo con ducha. Mientras Antonio descorchaba la botella, Alicia dijo que se iba a dar una ducha y se pondría cómoda. Al quedar los dos hombres solos, él me comentó que tenía mucha suerte de tener una mujer como Alicia, tan hermosa y fogosa al mismo tiempo. Según él lo que estaba pasando junto a nosotros le parecía un sueño. Alicia salió de la ducha envuelta en una pequeña toalla. Con su piel aún húmeda, se sentó en el borde de la cama diciendo:
– ¿Dónde está esa copa de cava?
– Ahí la tienes – dijo Antonio sirviéndosela y sentándose a su lado.
– No estoy acostumbrada a beber – dijo ella – Cuando lo he hecho pierdo el
sentido y suelo hacer locuras.
– Si pero tus locuras, son tan calientes que deberías beber más a menudo – intervine yo.
Nos terminamos la botella. Alicia parecía estar algo mareada y cuando se marea un poco se pone muy caliente.
Ella estaba sentada en el borde de la cama y nos dijo:
– Desnudaros y venid aquí los dos.
Nos desnudamos por completo y con los rabos tiesos, nos sentamos a su lado. Ella nos cogió las pollas, una en cada mano y alternándolas, nos las chupó a los dos diciendo:
– ¡Que capullos más hermosos tengo aquí!

La situación me daba un morbo tremendo viendo como mi mujer mamaba la polla de Antonio y después la mía, una y otra vez, hasta que le quité, como pude, la toalla que la cubría dejándola desnuda, tan sensual y provocativa que no se podía aguantar.
– Ponte a cuatro patas encima de la cama – le dije – que quiero ver como Antonio te la clava por detrás.
– Sí, cariño -me contestó con voz susurrante- Así verás como me la mete por mi culito…
– Sí, putita – añadí – quiero que te follen el culo.
Ella se puso en posición y Antonio, sin dudarlo ni un segundo, colocó su polla en el culo de Alicia y muy despacio se la fue metiendo toda hasta el fondo. Entre dolor y gusto, ella apretaba los dientes, jadeando y gimiendo. Mientras la polla de Antonio entraba y salía de su culo, él le decía muy excitado:
– ¡Que culazo más hermoso tiene, que gusto me da en la polla!
Yo me pajeaba viéndolos follar hasta que Alicia me dijo:
– ¡Javier, trae tu polla para que te la mame, cabrón!
Muy excitado, se la puse en la boca dándole ella una gran mamada. Me gustaba que me llamara cabrón y que se comportara como una puta cachonda. Estuvimos así un rato hasta que se la saqué de la boca pues estaba a punto de correrme y nos dispusimos a adoptar otra postura.
Me tendí en la cama boca arriba y Alicia se colocó encima de mí, metiéndole yo la polla en el coño y Antonio, por detrás, se la metió en el culo dándole así, una doble follada por su coño y por su culo al mismo tiempo. Ella estaba como loca de placer y entre gemidos y suspiros, decía:
– ¡Como me gusta sentir vuestras pollas,sí, folladme más fuerte, más…!
Esas palabras de Alicia animaron a Antonio que se arrancó diciéndole:
– ¡Que caliente eres, te gusta sentir mi polla dándote por el culo y la polla de Javier follándote el coño! ¿Verdad, que te gusta esto?
Se puso tan caliente que los tres nos corrimos frenéticamente llenando el coño y el culo de mi mujer con nuestra brutal corrida.
Quedamos extenuados, tendidos sobre la cama, pero no terminó aquí la noche pues aún quedaba mucho por hacer. Cuando nos recuperamos, nos duchamos y vestimos para bajar a comer algo, pues tanto sexo nos había abierto el apetito, pero como ya era tarde, la cocina del motel estaba cerrada por lo que tuvimos que buscar otro lugar donde poder comer algo. Después de mucho deambular, encontramos un sitio donde poder comer. El local estaba casi vacío. Nos sentamos y pedí la carta.

Durante la comida me di cuenta de que Antonio tenía una de sus manos constantemente debajo de la mesa. Tiré la servilleta al suelo y al agacharme para recogerlo, miré por debajo de la mesa. La mano de Antonio estaba entre las piernas de Alicia, acariciando su peludo coño.
Bueno dejo de momento la narración de mi experiencia pero que seguiré contando en una segunda entrega pues aún queda mucho por contar y no quiero que se haga muy largo este escrito.
Un abrazo.

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