Relato erótico
Juntos y revueltos
Salía con su novia desde hacía unos tres años y ella le comentó que podrían ir a vivir juntos. Al fin y al cabo, ya pasaban casi todas las noches en su casa. Lo hicieron y aquella decisión marcó un antes y un después en sus relaciones sexuales.
Marcos – Madrid
Hará unos tres años mi novia, Marta, me propuso que viviésemos juntos y yo acepté sin dudar ya que, además de llevarnos muy bien, en realidad ya hacía meses que ella se quedaba a dormir conmigo.
Nuestro primer año compartiendo piso fue un continuo recital de sexo, follando todos los días dos o tres veces y de todas las maneras que se nos ocurrían. No se cortaba cuando yo le proponía algo nuevo como darle por el culo, correrme en su boca y que tragase toda mi leche, o que me hiciese pajas con sus grandes tetas hasta pringárselas de semen. Así conseguí que se le dilatara el culo a tope.
Pero tras ese primer año caímos en una etapa de monotonía aunque Marta lo solucionó ideando juegos eróticos cada vez más fuertes. Siendo el primero que fuésemos a pasear, mientras yo la seguía a unos metros de distancia. Se vestía con faldas muy cortas, tops escotadísimos y nada de ropa interior. Yo me ponía a cien viendo como casi todos los tíos con los que se cruzaba miraban sus enormes tetas asomando por el escote y se giraban a contemplar que su culo respingón hacía honor a las largas piernas que habían visto por delante. Pero lo mejor era oír las guarradas que algunos decían cuando Marta se agachaba simulando mirar un escaparate o recoger algo del suelo y dejaba a la vista sus nalgas y su coño totalmente afeitado.
Al volver a casa ella siempre subía la escalera delante de mí, balanceando su culo y podía ver su raja empapada, no me lo pensaba y me la follaba en cualquier rellano con el morbo añadido de que nos viese algún vecino.
Entre semana follábamos poco, pero los sábados era un polvo muy largo que comenzaba al despertarnos y solo se interrumpía para comer y hacer algún juego de exhibicionismo de los que ella no dejaba de idear, continuando luego el folleteo hasta la madrugada.
Para no agotarme dándole la gran dosis de polla que ella necesita para quedar satisfecha, compré un vibrador largo y grueso, 28×5 cm, y a Marta le encantó la idea de chuparnos mutuamente mientras le llenaba el culo con el vibrador, que es donde ella me dijo que lo quería desde la primera vez que lo usamos.
Luego se lo ocurrió el juego de ir a discotecas entrando por separado, y llevando vestidos muy ceñidos y escotados, con zapatos altísimos y sin ropa interior, Marta entraba una hora antes que yo, elegía uno de los muchos tíos que se la querían ligar y cuando ya lo encontraba, dejándose acariciar la espalda y dar besitos en los labios, ella se excusaba diciendo que iba al baño pero se marchaba en realidad a la calle donde me esperaba para irnos a nuestra casa a follar. Aunque, con el tiempo, lo normal llegó a ser que el tío de turno le chupase el cuello, la morrease, sobándole el culo o las tetas y que antes de dejarlo plantado, mi novia me tuviese un buen rato mirando como otro hombre la manoseaba. Hasta que una noche, en la que tardé mucho en aparcar y entré en la discoteca casi dos horas después que ella, me quedé alucinado cuando la encontré en un rincón sentada sobre un tío que le chupaba las tetas y le pajeaba el coño que Marta exhibía muy abierta de piernas y con la faldita por cinturón.
Hasta que ella no me vio tuve que mirar como un desconocido lamía los tetones de mi novia metiéndole dos dedos en la raja, mientras ella jadeaba con los ojos cerrados y a punto de correrse con los ochos que aquel tipo le dibujaba en el clítoris con el pulgar.
Cuando por fin me miró, Marta se echó a reír y arreglándose la ropa le dijo al tío que tenía que ir al lavabo, le dio un morreo y se fue. Yo no la seguí de inmediato porque estaba tan cabreado con ella como conmigo, ya que, pese a sentirme insultado, tenía una tremenda erección. Salí a la calle y ella me esperaba en la acera de enfrente, apoyada en un coche a donde fui dispuesto a echarle una bronca, pero Marta me miró con cara de vicio impresionante y me besó para hacerme callar al tiempo que me sacaba la polla del pantalón y empezaba a pajearme diciéndome al oído:
– Tardabas mucho y me dejé llevar… pero no te hagas el enfadado porque esta polla tan dura me dice que te ha gustado lo que has visto.
Callé mientras ella me la pajeaba cada vez más fuerte hasta que se abrió de piernas y la breve faldita subió dejando a la vista su coño afeitado. Le dije que parase porque estábamos en una calle de locales de copas y mucha gente pasaba a nuestro alrededor pero Marta tiró de mí polla se la frotó por su empapada raja diciendo entre jadeos:
– ¡Fóllame ahora mismo que este tío me ha puesto muy caliente y necesito sentirme el coño bien lleno de polla!
Oírla hablar de aquella manera me excitó mucho, pero me cortaba que la gente que pasaba nos mirase y Marta, dándose cuenta de esto, me retó al decirme poniendo carita de niña traviesa:
– ¿No te apetece follarme o es que te gustaría que volviese a la discoteca y buscase a aquel tipo, porque si te has excitado tanto viendo como me pajeaba igual te encanta ver como me folla?
Apenas acabó de hablar, le clavé toda mi polla en el coño y me la follé de pie en la calle apoyada en un coche y olvidando que nos miraban, hasta que ella se corrió morreándome para no chillar mientras yo le regaba el útero con mi leche. Después, ya en nuestro coche y de vuelta a casa, Marta no paró de decirme lo bien que aquel tipo la había pajeado y lo enorme que era el bulto de su polla, metiéndose dos dedos en el coño que sacaba pringados con mi semen y que luego chupaba hasta dejarlos bien limpios.
Al llegar a casa íbamos de nuevo tan calientes que no tardamos en estar desnudos en la cama, trabajándole yo el clítoris con mi lengua mientras ella me chupaba la polla con el culo relleno del vibrador. Pero cuando Marta se corrió y yo ya estaba a punto de vaciar mis testículos en su boca, dejó de mamar y se puso a cuatro patas sobre la cama, frotándose el coño con una mano mientras se sujetaba con la otra todo el vibrador dentro del culo y me dijo jadeando:
– Esta noche estoy calentísima y quiero algo especial, cariño, así que no te enfades por lo que se me ha ocurrido… pero me he imaginado que el vibrador era un hombre que me follaba el culo mientras yo te la chupaba y eso me ha dado muchísimo morbo.
Muy sorprendido noté que al oírla decir aquello, me molestaba tanto como me excitaba, pero aún me sentí más confundido cuando, sin pensarlo, comencé a pajearme al decirme mi novia:
– Ahora me estoy imaginando que es el tío de la discoteca el que me da por el culo con su enorme polla mientras que tú nos miras y te la meneas. ¡Venga cariño, imagina tú también que me están follando y hazte una paja!
Me pajeé con una mano y con la otra le palmeé las nalgas mirando como ella se frotaba el coño y bombeaba el culo, hasta que noté que me iba a correr. Entonces le sujeté la barbilla y pasé mi polla por sus labios, que Marta abrió para que le follase la boca hasta soltarle abundantes chorros de semen en la garganta, que ella tragó entre gemidos y jadeos. Tras recuperarme un poco viéndola pajearse la hice tumbar en la cama, le saqué el vibrador del culo y se lo metí lentamente en la raja mientras, con ganas de seguirle el juego, le decía:
– Ahora, bonita, vamos a imaginar que ese tío te folla por delante y yo te iré chupando.
Le lamí y sorbí el clítoris mirando como, por primera vez el enorme consolador le entraba en el coño aunque en apenas un par de minutos Marta se corrió berreando como jamás lo había hecho. Más tarde, duchándonos para ir a dormir, mi novia me dijo que entre todo lo juegos que se le habían ocurrido este era el que más le excitaba y tanto le había gustado que las siguientes semanas repetimos casi a diario aquel juego en el que el vibrador era otro tío que se la follaba, conmigo mirando o comiéndole el coño o dándole a chupar mi polla.
Las primeras veces Marta solo fantaseaba con que el vibrador era el tío de la discoteca, pero luego fue imaginando que eran, uno a uno, casi todos nuestros amigos o conocidos. A mí esto, al principio, me cabreaba pero acabé por acostumbrarme, ya que era solo un juego y la verdad ya me excitaba casi tanto como a ella. Tan normal me llegó a ser lo de imaginar que otro tío se follaba a mi novia que cuando un sábado en el que jugábamos al strip-poker, siendo la apuesta final que anotásemos cada uno en un papel su fantasía sexual y que quien perdiese debería cumplir la del otro, yo no me lo pensé y escribí que quería verla follando con otro hombre. Luego me arrepentí y la dejé ganar para que eso no sucediese pero no contaba con que Marta había escrito que quería hacer todos los sábados lo mismo que yo había anotado en mi papel.
Ella primero se hizo la indignada pero el sábado siguiente invitó a mi mejor amigo a comer a casa habiéndole dicho, sin que yo lo supiera, que me encantaría verlos follando. Y desde esa vez en la que mi novia me hizo mirar como recibía por todos sus agujeros la polla y el semen de mi amigo, que ha seguido follando todos los sábados con otros hombres delante de mí, aunque eso ya os lo contamos anteriormente en varias cartas.
Pero lo que aún no os había dicho es que Marta me confesó, mucho después de que mi amigo se la follase y habiendo probado varias pollas más, que tanto el juego de ir a discotecas por separado como el del vibrador, formaban parte de un plan que ella había pensado para convencerme de que tendría mucho morbo el que se la follasen otros tíos mientras yo miraba y lo que yo había anotado en mi papel era en realidad su fantasía.
Oyéndola confesar como se lo había montado para conseguir que fuese yo mismo quien le pidiese que follara con otros tíos ante mis narices, me entraron ganas de reír pensando que, además de ser una calentorra y estar buenísima, mi novia es más lista que el hambre.
Pero en vez de reírme fingí estar indignado y a Marta le costó un par de horas ganarse mi perdón con el manejo tan experto que tiene de su boca, de sus tetas, su culo y su siempre hambriento coño.
Gracias por publicar nuestras experiencias y vaya un saludo para todos.