Relato erótico
Jugando, jugando…
Ella, era algo mayor que yo, y su culo me volvía loco. Cuando podía, me lanzaba y le sobaba las nalgas, hasta que la cosa se desmadró.
Antonio – MADRID
Amigos, aun recuerdo mi vivencia con una amiga llamada Clara y no, no nada de que por caballero no diré su nombre verdadero, sí lo diré porque hay miles de mujeres con este nombre.
Ella era Clara, una malagueña de alrededor de unos 24 años, mientras que yo contaba por aquel entonces con 18, y como todo muchacho curioso e inquieto con todo lo referente al sexo, me hacía las primeras pajas viendo las primeras películas porno.
Mi tío Andrés, que tenía una pequeña empresa de confección, en aquel momento estaba necesitado de mano de obra, y uno de los puestos vacantes era en la sección de almacenes y parte de acabado.
A los pocos días se presentó una muchacha de piel morena, pelo negro, de aproximadamente 1,60, con muy buenas tetas y con un trasero tremendo.
Era tan apetecible y que pronto formó parte de mis fantasías sexuales. Cuando la veía, mi corazón se acelerara y tenía unas erecciones tremendas.
A pesar de todo, siempre existía entre nosotros mucho respeto, con un saludo muy cordial al vernos, etc. Pero era muy complicado mantener la compostura cuando le veía el culo.
Pasó bastante tiempo para que aquello tomase cuerpo, hasta que una tarde, sin querer y entre bromas, ella se pasó de la raya, hablando de mi juventud y aunque sin llamarme exactamente niñato sí que minimizó mi hombría y esa broma me molestó un poco. Traté de protestar pero ella solo se rió con más ganas, se dio la vuelta y yo, lleno de furia y sin vergüenza, le agarré una nalga y se la apreté con fuerza.
Pensé que ella se iba a enfadar, pero ni se inmutó y entonces yo, con más descaro, se la sobé con ganas. Entonces pude ver que le gustaba. Ese fue instante glorioso, excitante, aumentando mis deseos de poseerla.
Pero no pasó a mayores, aunque aquel contacto con su culazo me tenía muy excitado, quería estar a cada instante con ella para tocarla. En otra ocasión entré en esa sección donde ella trabajaba y la encontré sobre una banqueta colocando productos. ¡Que trasero, joder!
Un sábado por la tarde llegué a la fábrica muy excitado, había visto una película fuerte y cuando entre la vi a ella trabajando completamente entregada, me acerqué, me miró, no dijo nada y yo de pronto y muy lentamente, empecé amasar sus tetas, cuando oí que me decía:
– ¡Chaval, deja de sobarme!
– Tranquila – le dije – ¡Que hermosas tetas tienes!
Sin hacer caso de su protesta, se las seguí sobando. Eran unas muy buenas mamas, debía tener una talla cercana a los 100. Entonces le pedí que se sacara el suéter, ella dudaba, su mirada era de tímida y lujuriosa al mismo tiempo, pero al final me hizo caso y a hacerlo, me quedé piedra. Tenía unas tetas enormes y preciosas. Sin perder tiempo, cogí una con las dos manos y se la chupé un buen rato, sintiendo su mano en mi pelo, pero todo aquello era muy peligroso, nos podía sorprender alguien así que, tras darle un beso en la teta, me despedí de ella y me fui a mi despacho, recreando aquella imagen de su mirada, de sus pechos, de su cuerpo…
En otra oportunidad que estuvimos totalmente solos, pues mi tío se fue a realizar algunas diligencias y nadie iba a molestarnos, la llamé a mi despacho con la excusa de que me ayudara a poner en orden unos papeles, pero si bien ella estaba ayudándome, al ver ese trasero, la cogí de la cintura, luego manoseé y amasé sus ricas tetas, sin dejar de mirarnos.
Animado, cogí su mano y la dirigí hacia el bulto de mi polla, sobre mi pantalón. Ella, sumisa, lo apretó, lo sostuvo un momento y luego lo soltó, haciendo esa operación repetidas veces. Esto me excitó y me molestó a la vez, así que la cogí del pelo, aunque suavemente y le dije:
– ¡Cógela de una vez!
La agarró y sin que se diera cuenta y mientras la besaba, aparté su mano y me la saqué del pantalón y se puse en la mano. Cuando notó la carne “en directo”, quiso soltarla, pero poco a poco la fue acariciando y masturbando.
¡Que gusto tan intenso! Era notorio que le encantaba sentir mi polla en sus manos, pues ella ya no la soltaba, y yo, no os voy a engañar, era la primera vez que una tía me la tocaba.
No pude contenerme y me corrí en su mano, avergonzado le dije que me dejara solo.
Desde ese día, era ella la que me buscaba y pensé que ya había llegado la hora de que me la mamase.
A partir de ese día ya se vestía más provocativa, estaba cada vez más y más apetecible.
Y ella sabía que me ponía más y más caliente, pero yo trataba de no hacérselo fácil para que sintiera cada vez más el deseo y la lujuria de gozar sexualmente conmigo.
Una tarde fue inevitable el encuentro. Me dijo que iba a salir un momento y como mi tío no estaba se acercó muy insinuante. Tenía una expresión lujuriosa en la cara e incluso me pareció notar sus pezones duros.
Era una situación extraña su mirada había cambiado de un momento a otro, ya no era más esa ratoncita con la que yo jugaba con tanto ímpetu, y es más, lo papeles se habían cambiado, ahora que yo quería que las cosas fueran lentas.
Estaba hipnotizado, atontado y de pronto, su mano derecha apretó una vez más como tantas mi polla y sonriendo, dijo:
– Tengo ganas de hacer algo más que tocártela, quiero chupártela.
Ahora sí que mis nervios y mi excitación estaban al máximo y no me dio tiempo a decirle algo, pues me faltaban las fuerzas para protestar y por supuesto, me dejé llevar.
En un parpadeo sus manos estaban trabajando en bajarme los pantalones, mientras me preguntaba:
– ¿Y ahora quien se sorprende?
Con más fuerza comenzó a quitarme las prendas dejando mi miembro expuesto a su merced.
Inmediatamente sentí sus manos masturbándome y ahora sí, su mirada en mi polla. Había cogido con su mano derecha mi polla semi dura, la miró unos instantes y luego le dio un beso en el capullo, después abrió la boca y poco a poco se la metió en la boca.
Ella había dejado al descubierto mi polla, bajando el prepucio, besaba, relamía y a momentos mordía mi muñeco del placer. También, a veces, apretaba mis testículos y en algunos momentos oía:
– ¡Mmm… está bueno!
Era incontenible tanto placer, tanto goce y tuve que decirle:
– Para por favor, para…
Pero ella se negaba, quería hacerme pagar todas esas veces que yo había disfrutado de sus curvas. Esa era su venganza. A pesar de todo, yo quise apartarla, pues notaba que iba a correrme, pero ella no me dejó. Mi polla no aguantó más le solté un lecherazo. La muy golosa se lo tragó todo.
Sin fuerzas me quedé rendido, mirándola, ella solo sonreía, feliz de su victoria y desde aquel día me la mamó en todos los lugares habidos y por haber. Hasta que pasamos a cosas mayores.
Una tarde, después de los besos, manoseos en sus soberbias tetas y toqueteos en su coño, ya no pude aguantar más, le levanté la falda hasta la cintura, le bajé las bragas, la hice sentar sobre mi mesa de despacho, me saqué la polla, ya completamente dura, le abrí las piernas y se la metí despacio en su raja…
Tenía un coño estrecho, muy jugoso y disfrutamos como locos con aquella nuestra primera follada, cosa que repetimos muchas veces ya que estuvimos juntos y follando un buen tiempo, hasta que su padre falleció y su madre y hermanas se fueron a otra ciudad y no la volví a ver más.
Pero aun guardo en el recuerdo los momentos más felices en los que dimos paso a nuestra lujuria. Lo que empezó siendo un juego, acabó en una buena follada.
Un beso para todos.