Noche de marcha

Era una salida de amigos y aunque alguno iba sin la novia, la idea era tomar unas copas y nada más. Ya sabemos que a veces los planes no salen como uno quiere. Sara, una de sus amigas, colaboró para que la noche fuera diferente.

Felipe – SANTANDER
Voy a contaros una historia con la que yo aluciné y espero que vosotros alucinéis y disfrutéis también. Esto sucedió un sábado de fiesta en Santander
Aquel día habíamos salido nuestro grupo habitual de amigos, cinco chicos y tres chicas, y aunque casi todos tenemos pareja, ese día solo dos de mis amigos estaban con sus chicas.
Después de estar un par de horas bebiendo cubatas y fumando, decidimos ir a una discoteca. Yo estaba excitadísimo porque, aunque tengo novia, ella llevaba unas semanas lejos y yo estaba con los huevos llenos.
Todas las chicas que pasaban a nuestro lado estaban increíbles y yo me estaba poniendo malísimo, pero sin duda la que más me gustaba era mi amiga Sara, una chica castaña, de ojos verdes, 1,69 de estatura, una cara preciosa y un culo de película, de hecho lo único que no me entusiasma de ella es que está bastante delgada, aunque tiene los pechos muy grandes, como dos melones, pero muy atractivos.
Llegamos a la discoteca y después de seguir tomando copas yo empecé con la típica broma de amenazar con sacarme la polla, además aquel día me notaba que la tenía grande, uno de esos días que te levantas excitado y parece que el rabo te ha crecido de un día a otro.
– Venga tío guárdate eso… – decían mis amigos riendo.

– No, que es broma, no tengo nada fuera – contestaba yo.
– Que pena – dijo Sara riéndose aún más.
Desde luego era broma, pero era solo el principio.
La noche siguió pasando y como una media hora más tarde y recordando el comentario de mi amiga, me saque el miembro de verdad. Estaba flácido, pero debía medir unos 15 cm y tenía bastante grosor.
– ¡Venga, guarro todo el día con la polla al aire! – exclamó un amigo.
– Mira Sara, este loco se ha sacado la polla – dijo otro.
Sara no miró, es más hizo como un gesto de hacerle poca gracia la cosa, pero para mi sorpresa fue cuando ella, al pasar para ir a los lavabos, deslizó una de sus manos por mi polla desnuda, riéndose disimuladamente sin que el resto de mis amigos lo percatasen.
Me la quedé mirando y ella, antes de entrar al WC cogió la pajita de su combinado, que llevaba en la mano, tocó la punta con la mano que había estado en mi polla y comenzó a beber chupando de la pajita.
Yo, incrédulo, no podía creerme lo que había visto y mi excitación se estaba haciendo latente en mi polla, que guardé rápidamente para no quedar como un guarro y porque marchábamos de la discoteca.
Salimos, esperamos a Sara y los ocho continuamos caminando hacia otra zona de marcha, pero por el camino me entraron unas ganas locas de mear.
– Chicos voy a mear – dije – ¿Alguna se presta voluntaria para cogérmela y menearme las gotitas?
Unos se rieron algunos, otros no dijeron nada, pero entonces Sara dijo:
– Yo voy contigo a ayudarte.

– Así me gusta, eres una buena amiga – le dije con una gran sonrisa de oreja a oreja.
Caminamos hasta una esquina un poco oscura, ella se puso a mi lado apoyada de espaldas a la pared, mientras yo sacaba mi pene para mear. Empecé a mear y ella solo estaba allí parada hablándome, comentándome que estaba un poco hasta el culo de su novio, que era un gilipollas y que estaba despegadísimo con ella. Increíble, la misma situación que yo estaba viviendo. Algo harto y entristeciéndome por lo que me estaba contando le dije:
– Bueno chica, casi acabo de mear y no me has ayudado para nada.
– ¡Que cara tienes! – exclamó riendo – ¿Como te voy a coger la polla mientras meas? Es una guarrada.
– Ni que te fuera hacer una lluvia dorada – le contesté.
– Eso ni se me pasa por la cabeza.
– Que pena porque yo pensé que me habías acompañado para probar cosas nuevas, y yo me he puesto como una bestia en celo cuando me pasaste la mano en el bar.
Ella, entonces, se me acercó y ya se veía en su cara que estaba cachonda. Cuando acabé me la empezó a sacudir de forma muy lenta y sensual. No aguanté más, me tiré a sus labios y le di un fuerte morreo recorriendo con mi lengua toda la boca. Se notaba que cada vez se ponía más caliente, ya que me la meneaba con más ganas. Entonces le agarré el culo con las dos manos, bien fuerte, y le dije al oído:
– ¿Estos 18 cm de rabo donde los quieres?
– En la boca, hasta que te corras, pero luego tendrás que abrir más puertas – contestó.
Me guardé mi aparato, la agarré de la mano y nos fuimos en busca de mi coche, tardamos unos 10 minutos. Cuando llegamos, ella esperaba entrar en el coche, pero yo estaba muy excitado y quería montarla al aire libre, además era verano y la noche estaba perfecta. Entonces me saqué el rabo y le dije:
– ¡Chúpame la polla!

Sin decir nada, se bajó rápidamente y se la metió en la boca.
– ¡Que ganas tenía de comerte el rabo! – decía salivando.
Yo me recreaba con mi polla en su boca, se la metía hasta el fondo, pegando con mis pelotas en su barbilla, y era increíble como caía saliva de mi miembro.
– Que zorra eres, me encanta verte así – le decía acordándome de mi chica.
Estaba súper excitado y sabía que no tardaría en correrme, así que se la saqué de la boca y le restregué por la cara todo el falo junto a su saliva.
– ¡Vamos cabrón, córrete de una vez mi boca!- dijo
Llené su cara y tapé su boca con mi leche, se la tragó y se limpio la cara con un pañuelo.
Le dije que todavía no habíamos acabado con la “sesión” y que se pusiera a cuatro patas encima de una manta que siempre llevo en el coche, me dejó el culo bien levantado y accesible.
– Sara, no te imaginas cuantas veces me la he pelado pensando en follar tu culo.
Acto seguido empecé a comerle el culo, algo que solo había hecho antes a Juana, mi chica, y para acabar con la comida de culo, le eché un buen escupitajo en el ano diciéndole:
– Bien, prepárate que te lo voy a dilatar.

– No, no, mete tu polla ya, quiero sentirla bien.
Puse mi capullo sobre su ano, hice bastante fuerza incluso me dolía a mí, pero apreté como un burro y le clave 18 cm de carne hasta el fondo.
– Te voy a petar el culo, te lo dejaré bien abierto.
– ¡Sí, Felipe, rómpeme cabrón, fóllame, quiero sentir tus pelotas pegando en mi culo!
Dicho y hecho, estacada hasta el fondo. La monté por el culo casi durante quince minutos, de vez en cuando salía del agujero para ver como lo tenía de dilatado y cuando ya tenía a punto la corrida, le dije:
– Abre la boca, que llega tu segundo plato.
– Increíble, voy necesitar esto unas cuantas veces al mes – fueron sus palabras mientras jugaba con la gran lechada que le había caído en la boca y cara.
Se desvistió, ya que su vestido estaba todo lleno de semen, se colocó el pelo y se enjuagó la boca con agua, le dejé mi ropa de trabajo que llevaba en el coche y después que se vistiera la abracé y le di un beso en la boca.
Nos fuimos a comer algo, luego llamamos a nuestros amigos, que estaban bastante colocados y marchamos cada uno para su casa.
De momento no hemos vuelto a follar, aunque nos vemos a menudo porque es una gran amiga, pero quiero a mi chica y la verdad es que con ella también tengo grandes polvos.
Saludos y hasta otra.