Relato erótico

Juegos de playa

Charo
7 de diciembre del 2018

Fueron a la playa a relajarse y pasar una tarde tranquilos y no se cumplieron ninguno de sus deseos. Todo empezó con un “juego” que le gusta a su novio. Le encanta “enterrarla” en la arena y dejar solo la cabeza fuera y…

Mónica – Cartagena
Querida Charo, me llamo Mónica, tengo 22 años y todo empezó cuando mi novio y yo estábamos descansando en la playa una noche de final de verano. La temperatura era muy agradable y nos tumbamos en la arena con nuestros bikinis y trajes de baño. El agua no estaba lo suficientemente caliente como para bañarnos, y por eso era que la playa estaba tan sola. Además, habíamos encontrado un lugar pequeño y cómodo al girar una curva lejos de donde se encontraba el salvavidas. Allí estábamos, bien solos.
– Mi amor – me dijo – ¿Por qué no dejas que te entierre en la arena?
A él le encantaba hacerlo y después de cubrirme hasta el cuello se iba caminando simulando que me dejaba sola en ese lugar.
– Claro, ¿por qué no? – le dije.
Entonces cavó un hueco en la arena como de dos metros de profundidad y dos de ancho. Me metí y me arrodillé para luego llenarlo con arena. La cabeza apenas me sobresalía de la arena como si fuera un monstruo listo para saltar sobre alguna persona que casualmente pasara, si es que a esta hora podía pasar alguien por allí.
– ¡Oye, mi amor! – le dije – ¿Por qué no vas hasta el negocio en donde venden pizza, aquel que vimos en la entrada y traes algo para comer?
– Claro, pero ¿te puedo dejar sola allí? Acuérdate que queda algo lejos – me dijo.
– No voy a ir a ningún lado – respondí riendo
– ¿Entonces con qué quieres la pizza? – me preguntó.
– Que tenga de todo.
– De acuerdo. Ahora vuelvo.
Marcos se alejó, dejándome allí enterrada e indefensa en la arena, pero comencé a asustarme cuando como media hora después aún no había regresado. Suponía que se había encontrado con una cola demasiado larga para poder comprar, pero si no había gente a esa hora, ¿como se podía explicar tanta tardanza? Al pasar como una hora comencé a asustarme, tanto que grité:
– ¡Eh…! que alguien me ayude… esto no es ningún juego… por favor, ayúdenme… ¿Alguien me puede ayudar?
Me imaginaba que alguien debía haberme oído gritar como una loca, pero nadie apareció. Como una hora después, ya estaba desesperada:
– ¡Ayúdenme, por favor… estoy atrapada… auxilioooo…!
Varios minutos después, un tipo en shorts y camisa blanca apareció detrás de las dunas de arena y caminó hacia mí.

– ¡Por fin me han oído… por favor, sáqueme de aquí!
Caminó hasta que se acercó bien y se arrodilló en la arena justo frente a mí. El nabo casi me lo tenía puesto en la cara. Miró hacia abajo y dijo:
– La voy a sacar, pero si lo hago tiene que pagarme el favor.
No había que ser muy inteligente ni un genio para saber lo que quería este desgraciado!
– ¡Por favor! – le rogué. – Estoy enterrada y no puedo salir. ¿Es que no puede ayudar a alguien si necesita ayuda? ¡No me puede violar por esto! ¡Por favor!
– No hombre – dijo – Si se le hace un favor a alguien, tiene que pagar – dijo poniéndose en pie y haciendo ademán de marcharse.
– ¡Oiga! – le grité. – ¿A dónde va? ¡No me puede dejar aquí!
Ya había dado varios pasos cuando se giró y me dijo:
– Oiga, señora puta, no soy ningún violador y nunca he violado a nadie. Si quiere que la ayude, debe ser por mutuo consentimiento, yo le hago el favor y usted me paga. ¿No entiende? ¡Mutuo acuerdo! – Si, quiere decir… es como toma y dame. Si no quiere pagarme lo que cobro, entonces me voy. Así es. Nunca estuve aquí, no se nada de usted. No se si estaba mejor o peor antes que yo llegara.
Al ver que el tipo se iba caminando, le grité:
– ¡Espere un momento!
Yo estaba en ese lugar enterrada hasta el cuello en la arena y sabía que ya se acercaba la marea y era seguro que me taparía. No me quedó más remedio que ceder y aceptar lo que me pidiera este desgraciado, por más asqueroso que fuera. Nunca había dado mi coño a nadie ni tenía idea de como resultaría. Además mi novio nunca me pedía de esas cosas. Mis amigas todas me decían que me estaba perdiendo de todo porque nada me gustaba, pero el solo pensar en algo sucio que me metiera en la boca me provocaba vómito.
– ¿Qué? – se giró de nuevo para preguntar.
– Lo haré – dije en voz baja.
– ¿De verdad? – preguntó, como sorprendido de que hubiera aceptado.
– Sí, claro – le dije.
Se acercó a mí, se bajó los shorts y se agachó como estaba primero. La polla, enorme y dura, le temblaba justo delante de mi cara.

Luego metió las piernas en ambos lados de mi cabeza y echó hacia delante su trasero lentamente echando también la verga hacia delante. Por supuesto, temblé del miedo. ¿Qué tal si mi novio aparecía? A pesar de todo, abrí la boca lo más que pude y él lo acercó bien manteniéndolo allí sin moverse. Sentí la polla restregarse contra mis labios y mi lengua. Entonces siguió acercando más la cintura, empujando el palo más hondo dentro de mi boca y comencé a atragantarme cuando el palo tocó el fondo de mi boca, pero de todos modos lo hundía más hasta que parte del pene se metió con fuerza en mi garganta.
Un poco de pelos de su órgano estaban apretados contra mi nariz y las bolas rozaban contra mi barbilla. Pero ahora venía lo peor pues le daba a la cintura hacia delante y hacia atrás moviendo el culo, metiendo y sacando la verga de mi boca con fuerza, follándome por la garganta. El dolor era inaguantable y apenas podía respirar. Yo sabía que ya iba a correrse en cualquier momento y de repente, apretó sus piernas colocándolas alrededor de mi cabeza, obligando a mi cara a acercarse más a su verga para que se le metiera todavía más hondo en mi boca. Ya no podía respirar y me di cuenta de que este desgraciado quería matarme de asfixia metiendo y sacando ese palo. Ese olor de semen y ese sabor tan asqueroso. Por lo menos no sabía tan malo a como olía. Mis pulmones parecían gritar de dolor al faltarles el aire, cuando, finalmente, se corrió en mi garganta llenándomela de una enorme cantidad de espeso semen, que tragué sin remedio.
Luego se quedó sin moverse y todavía con las piernas alrededor de mi cabeza, bien presionadas y la polla bien metida en mi garganta hasta que se comenzó a encoger lentamente. Ya me iba a desmayar cuando por fin aflojó las piernas y yo por fin respiraba mejor y pude volver a recuperar el aliento. Cuando se vació todo, aparentemente, retiró la verga sacándola de mi boca, cubierta y goteando con una mezcla saliva y semen. Busqué aire varias veces hasta que respiré normalmente, luego tragué aire y le pregunté:
– ¿Ahora me puede sacar de aquí?
– Claro que sí – contestó.
Se colocó los short negros para comenzar a cavar con las manos alrededor de mí y no pasó mucho tiempo cuando ya había cavado bastante hondo lo suficiente como para sacar los brazos de la arena. Ambos cavábamos y al poco tiempo pude ponerme de pie, toda cubierta de arena. Me extendió los brazos para que me agarrara y terminara de salir.
– Gracias – le dije como una tonta al desgraciado que me acababa de violar la boca.

– De nada – dijo sonriendo para alejarse caminando.
Mientras lo observaba, no pude creer lo que estaba pasando por mi mente.
– ¡Espere un momento!! – le grité.
– ¿Qué… desea que la lleve a alguna parte con mi coche? – preguntó moviendo los brazos.
– No, no estoy segura pero… – dudé.
– ¿Pero qué?
– ¿A usted le gusta chupar? – le pregunté.
– ¡Claro que sí! – contestó cuando se me acercó de nuevo.
Creo que no pudo ver lo roja que tenía la cara en medio de tanta oscuridad, pero me saqué el bikini y me acosté en la arena abriendo las piernas todo lo que pude. Se acostó entre ellas con su cara en mi coño. Luego lo sentí. ¡Me lamía el chocho con la lengua! No lo podía creer que otro ser humano pudiera disfrutar tanto metiendo su lengua en un lugar tan sucio, pero me gustaba mucho. Me lamía justo por encima del culo. Luego metió la lengua en mi ano y siguió en ese punto. Nunca había sentido algo tan bueno en toda mi vida. Luego bajó de nuevo y me estaba lamiendo el clítoris otra vez, después lamía alrededor del perímetro del chocho, en la parte de arriba, sobre el clítoris y luego abajo, en la cabecita. ¡Qué delicioso!
– ¡No me siga lamiendo así, por favor!- gemí pero rogando que no parara. Luego volvió al centro del coño a hacerlo como al principio,
quedándose un rato en mi vulva, comiéndome con la lengua. Yo ya estaba a punto de correrme. Siguió acariciándome el clítoris otra vez, con la lengua. Sentía que yo iba a explotar porque nunca había estado a punto de correrme así tan rápido, tan solo a los diez o quince minutos de comenzar el acto sexual. Pero este tipo me tenía al borde y en pocos minutos, solo con lamer y chuparme el coño, acariciándome el clítoris con su lengua. Siguió hacia abajo otra vez alrededor. Otra vez, a buscar el blanco, de nuevo en el centro como al principio. Yo estaba a punto de orgasmar cuando me chupaba el clítoris, solo el clítoris. Lo chupaba mucho porque era un pequeño pene algo difícil de encontrar.
– ¡Me corro… me corro… sí me estoy corriendo…oooh…! – grité.
Me balanceaba y daba golpes cuando me corrí de esa forma tan buena como nunca antes lo había hecho. De todos modos siguió chupándome ese clítoris al mismo tiempo que yo tenía el orgasmo, así que seguí corriéndome y corriéndome más y más hasta que por fin me comenzó a doler. Pero seguía con lo mismo, yo corriéndome y él mamándome el coño.

Al final quedé relajada y dejó de seguir chupándome el coño aunque ahora me lamía el clítoris suavemente y también todo el sexo. Estos segundos finales también los disfruté, hasta que todo terminó. No sabía que era posible que una mujer se corriera tan rápidamente, en tan corto tiempo, sobre todo yo, y con tanta facilidad y que ese orgasmo durara tanto. Digo, que lo he hecho con tipos que se tardaron más que yo para conseguirlo. Observé como me miraba.
– ¡Fóllame ya! – le dije.
Rápidamente subió por mí cuerpo me bajó el sujetador de un solo golpe por encima de mis tetas, se colocó sobre mí con la cara sobre los pechos y me dijo:
– Mira, qué duros están tus pezones. ¿Te gustó, no?
– ¡Me encantó todo! – respondí – ¡Chúpame los pezones!
Se inclinó y comenzó a mamarme el del lado izquierdo. Lo hacía tan fuerte que pensé que se lo iba a tragar. Me los siguió mamando durante largos minutos antes de cambiar la boca hacia el otro. Pasaron otros minutos y le dije que subiera más. Cuando lo hizo, extendí la mano y le agarré la parte de atrás de la cabeza, por el pelo y atraje su boca hacia la mía. Sentía que le temblaba la verga rozando contra mi coño hasta que dejó de besarme de repente y me preguntó:
– ¿Quieres continuar? Porque se me levantó la polla otra vez cuando te mamé tu sabrosa vagina.
– ¡Qué esperas… fóllame! – gemí.
Como si estuviera esperando mi aprobación, casi inmediatamente empujó su pelvis y sentí como su polla se me metía en mi coño. La tenía bien dura y comenzó a darme y a darme y yo todavía me estremecía porque me había corrido hacía poco. Sabía que no me tomaría mucho tiempo correrme de nuevo, menos ahora que tenía ese miembro tan duro como una roca bombeándome el coño. Comencé a estremecerme y a sacudirme toda cuando me folló fuerte, pero, nunca había sentido algo tan sabroso en mi coño. Me folló y me folló y seguí corriéndome una y otra vez al compás de su ritmo. El tipo era de los buenos para follarme. Yo estaba sorprendida porque aguantaba demasiado tiempo hasta que finalmente tuvo el orgasmo dentro de mí. La verdad es que este tipo era fenomenal.
– Disculpa que haya tardado tanto – me dijo – Como fue la segunda vez seguida me dio un poquito más de trabajo volver a orgasmar.
Pedía disculpas por tardarse tanto para acabar. No podía creer lo que oía.

– ¿En donde estuviste todo este tiempo? Yo te necesitaba – le pregunté.
– Siempre estaba por aquí – me dijo.
Me imaginé que mi novio me iba a dejar porque se enteraría la mañana siguiente. Pero ahora me daba cuenta de que no había comido pizza y me estaba muriendo de hambre, porque esta nunca llegó.
– Bueno, tal vez es el momento de irnos… – dije – Si tienes hambre, tal vez podamos encontrar algo que comer, o lo que sea.
– Si, me estoy muriendo de hambre – dijo – Estaba en la cola para comprar una pizza cuando un tipo que estaba patinando se estrelló contra un tío de la fila y lo mandaron al hospital con una contusión.
– ¿Verdad? ¿Cómo era el tipo? – pregunté.
– Alto, creo, de cabello pelirrojo, con traje de baño y un jersey de los de jugar a fútbol.
– ¡No lo creo! – grité.
– ¿Qué te pasa? – me preguntó – Has puesto una cara de miedo y sorpresa.
– Era mi novio. ¿Qué le pasó? ¿Quedó muy mal? ¿Tú viste algo? – pregunté excitada.,
– Sí, no sé, pero oí al tipo de la ambulancia cuando le dijo al policía que estaba inconsciente, pero que en el hospital lo atenderían.
– Oye, tengo que irme – dije mirando hacia atrás y con alivio viendo que mi cartera y las llaves del coche todavía estaban allí, sobre una piedra.
– Espero que tu novio se mejore – dijo.
– Sí, gracias. Pero, oye, algunas veces vengo a esta playa yo sola por la noche y bueno… ya sabes…
– Sí, yo también, algunas veces – dijo – Tal vez nos encontremos de nuevo.
– ¡Ojalá que así sea! – pensé.
Besos y si ocurriera algo ya te lo contaré.

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