Relato erótico
Juegos de playa
Fueron de vacaciones a la playa y cada día solían colocarse en el mismo sitio. Cerca de ellos había una familia en la que la madre y la hija estaban muy buenas. Se saludaban cuando llegaban y cuando se iban y, aquel día, jugó con ellas a pelota dentro del agua.
Rafael – Málaga
Marché de vacaciones con mi mujer a Torremolinos, casi cada día íbamos a la misma playa y más o menos siempre nos situábamos en el mismo sitio, delante de un chiringuito. El primer día me fijé en una familia que teníamos a escasos 3 metros de nosotros. El marido era el típico hombre de unos 45-50 años, que siempre se situaba debajo de la sombrilla a leer el periódico. La mujer, Sara, debería tener unos 40 años, morena con el pelo largo, alta, unos ojos azules, un cuerpazo impresionante, con unas tetas muy grandes y firmes con los pezones gordos y erectos y un culo duro. La hija, Marta, debería tener 20 años, era morena como la madre, con el pelo rizado y aunque sus pechos no eran tan grandes como los de madre, no tenían nada que envidiar.
La mujer hacia top-less mientras su marido leía y su hija se bañaba en el mar. La visión de ese enorme par de tetas y ese cuerpazo produjo en mí una enorme erección por lo que tuve que irme al agua para aliviar tanto calor.
Durante esa semana todos los días fui con mi mujer a la playa y todos los días estuvimos a unos pocos metros de la familia, por lo que cuando llegábamos o nos íbamos nos saludábamos mutuamente y yo, todos los días, tenía varias erecciones por la visión de Sara.
Un día mi mujer quedó con unas amigas para ir de compras y pasar todo el día con ellas por lo que decidí ir solo a la playa y cuando llegué los saludé como siempre y me tumbé cerca de ellos. Ese día hacia un calor insoportable y Sara estaba casi todo el rato en el agua jugando a la pelota con su hija hasta que yo me situé cerca y les pregunté sí podía jugar con ellas, a lo que las dos respondieron rápidamente con un:
– ¡SÍ!
Estuvimos jugando un rato los tres, con la visión de las enormes mamas de Sara moviéndose arriba y abajo o a los lados, para coger la pelota, hasta que empecé a notar que mi polla se ponía cada vez más dura, con lo que yo intentaba ir a la parte más honda para que no se me viese pero notando también como Sara me tiraba la pelota más cerca por lo que, de tanto en tanto, sobresalía mi bulto en el bañador por encima del agua.
Al rato la hija dijo que se iba a la arena a tomar el sol, a lo que la madre le dio la pelota porque quería nadar un rato. Sara me dijo si quiera ir con ella hasta la cala de al lado nadando a lo que yo respondí afirmativamente.
Al llegar a la cala, era una cala pequeñita y en ese momento no había nadie, nos sentamos un rato en la arena y me preguntó cómo era que mi mujer no me acompañaba, a lo que le respondí que había quedado con unas amigas. Estuvimos un rato charlando y mi polla volvió a crecer, ella miró el bulto en mi bañador y acto seguido metió su mano dentro de él, cogió mi polla erecta y empezó a masturbarme. Yo, excitado a tope, empecé a lamer sus tetas deteniéndome en sus duros pezones para mordisquearlos. ¡Estaban durísimos!
Al final me quité el bañador y ella empezó a chuparme la polla frenéticamente. Se la metía toda dentro de la boca mientras con su mano me sobaba los cojones. Era fantástico, notaba como mi polla se había empinado como nunca y estaba dura como una piedra. Al poco ella se quitó su diminuto tanga y se sentó encima de mí, su coño estaba húmedo y mi polla no tuvo dificultades para penetrarla hasta el fondo mientras yo no paraba de sobar, chupar, mordisquear esos duros pezones, notando como se corría un par de veces y eso hizo que yo me pusiera más caliente. Mi polla iba a estallar de un momento a otro pero Sara se percató, sacó mi polla de su cueva para volver a lamer mi duro miembro y no tardé en tener una espectacular corrida dentro de su boca. Ella no dejó de chupar y lamer todo el semen que salía de mi pene y noté como tenía su tercer orgasmo. Cuando terminamos, ella se puso su tanga y yo mi bañador y nos fuimos nadando hasta donde estaban su marido e hija tomando el sol.
Al llegar allí cada uno se tumbó en su toalla pero en un momento que el marido fue a buscar unos helados, ella me entregó un papelito con su teléfono a lo que yo le di el mío y quedamos en que nos llamaríamos. Su hija nos miró, y yo respondí con un guiño cuando se fijó en mí. Al poco rato se marcharon, despidiéndose como siempre habían hecho.
Al llegar a casa mi mujer me preguntó que tal lo había pasado, a lo que respondí que me había encontrado con un amigo de cuando estábamos estudiando y había estado todo el rato con él recordando viejos tiempos y quedamos en vernos otro día.
Al cabo de un par de días Sara me llamó al móvil y me contó que su marido había recibido una llamada urgente del trabajo y debía ausentarse durante unos días, por lo que estaría sola en casa con su hija. No me lo podía creer. Quedamos en vernos esa misma noche en su casa, muy cerca de la playa y yo le conté a mi mujer que había quedado para cenar e ir de copas con mi viejo compañero de escuela, por lo que ella no sospechó nada.
Llegué a casa de Sara a eso de la 9 y me abrió la puerta su hija Marta, que estaba impresionante. Llevaba una blusa blanca que le transparentaba, con lo que pude ver sus pechos, puesto que no llevaba sujetador, jovencitos y virginales, conjuntada con unos pantalones de “pirata” negros, ajustados por lo que pude comprobar que llevaba tanga.
Me invitó a pasar y sentarme en el jardín mientras su madre se terminaba de vestir. Estuvimos charlando sobre sus gustos musicales y comprobé que se parecían a los míos. Al cabo de unos 15 minutos apareció Sara con un vestido azul turquesa que quitaba el hipo, con un escote en pico de vértigo. Durante la cena, delante de mí tenía a la madre y a mi lado la hija, Sara se descalzó y empezó a pasar su pie por mi entrepierna, masajeando mi paquete con sabia discreción. Yo notaba como mi polla se ponía más y más dura e intentaba que no se notase, aunque me estaba poniendo muy caliente. En un momento dado, a Marta se le cayó el tenedor y al agacharse a recogerlo vi como se detuvo un instante a observar el enorme bulto que tenía en mis pantalones y luego como me dirigía una mirada lasciva.
A los postres, a Marta se le cayó la cuchara un par de veces y en una ocasión fue a parar al centro de la mesa, con lo que tuvo que meterse debajo de la mesa para cogerlo y antes de incorporarse acercó su mano a mi paquete y me sobó todo el bulto como queriendo comprobar lo grande que estaba. En ese momento se me atragantó el trozo de tarta que estaba comiendo. Marta salió de debajo de la mesa y se sentó de nuevo.
Cuando terminamos de cenar Marta le preguntó a su madre si me podía enseñar la colección que tenía de música mientras su madre recogía la mesa, a lo que ella contestó afirmativamente. Subimos al piso de arriba y al entrar a su habitación Marta se quitó la blusa que llevaba y me dijo que ansiaba tener dentro de sí esa polla que había acariciado por encima de mi pantalón. Con mis manos cogí esos jóvenes pechos y los empecé a sobar, los pezones no tardaron en ponerse duros y aproveché para mordisquearlos suavemente, mientras ella había desabrochado mi bragueta y metido su mano dentro de mi calzoncillo masajeando mi enorme polla.
Se arrodilló ante mí y después de sacarme los pantalones y calzoncillos empezó a chupar mi pene, desde los huevos hasta la punta, lamiendo mi estaca como una profesional. Al rato nos situamos encima de la cama y aproveché para sacarle los pantalones y el tanga que llevaba, empezando a acariciar su coño mientras ella seguía chupando. Estaba mojadito con lo que no me costó nada introducir mis dedos en su interior, frotándole el clítoris mientras lamía su agujero baboso, notando como jadeaba cada vez más rápido y así tuvo un orgasmo. Yo aproveché que estaba mojado para levantarme, poner la punta de mi erecta polla en su coño y de un golpe metérsela toda hasta el final, empezando a meter y sacar mientras con mis manos no dejaba de sobar esas tetas y sorber sus duros pezones.
Mi polla estaba a punto de explotar y ella me dijo que quería que me corriese encima de sus pechos, que eso la ponía muy caliente, no tardé en escupir mi leche encima de ella, le llegué hasta la cara y sacó su lengua para recoger todo lo que pudo.
Tras limpiarnos y vestirnos, bajamos al jardín donde nos esperaba la madre, ésta nos preguntó cómo es que habíamos tardado tanto, unos 35-40 minutos, a lo que Marta respondió que a mí me había encantado el repertorio musical que ella tenía y que se nos había pasado el rato charlando. Entonces Sara le preguntó a su hija si esa noche no salía con sus pandilla como cada día, a lo que ella le respondió que sí, que no tardarían mucho en pasarla a recoger y efectivamente, a los 10 minutos llamaron a la puerta. Eran los amigos de Marta. Se despidió de mí con un beso mientras disimuladamente me tocó de nuevo mi paquete y me susurraba al oído:
– Hasta pronto.
Nos quedamos solos en el jardín, Sara se acercó a mí y me dijo:
– Yo también te quiero enseñar una cosa que tengo en mi dormitorio.
Inmediatamente nos levantamos y fuimos al piso de arriba, Sara me hizo sentar en un sofá mientras puso la canción de “9 semanas y media” y empezó a hacer un strip-tease. Se movía como una gata en celo. Cuando se quitó el vestido pude observar que no llevaba sujetador y llevaba un tanga blanco que le transparentaba su mata negra de pelos. La visión de aquel enorme par de tetas moviéndose hizo que mi polla se pusiera aún más dura. Al rato se colocó de espaldas a mí y colocando su culo en pompa, empezó a bajarse el tanga y yo viendo aquel culo moviéndose no pude resistir más, me abrí la bragueta y saqué mi dura polla. Al verla, ella empezó a meterse un dedo en su coño mientras yo empezaba a masturbarme, luego se chupó dos dedos, se los restregó por los labios y se los introdujo dentro, moviéndolos hasta que tuvo un orgasmo.
Luego se acercó a mí con toda su raja mojada y se me sentó encima haciendo que la punta de mi pene rozase su entrada inundada por sus jugos, hasta que se dejó caer de golpe. Yo creí que me rompía mi dura tranca. Empezó a moverse arriba y abajo mientras yo le estaba chupando los erectos pezones deteniéndome a mordisquearlos. Parecían caramelos y estaban durísimos. Ella no paraba de gemir y yo estaba loco.
Se levantó, me hizo desnudar y se situó a cuatro patas para que yo le rompiera su bonito culo. Empecé por lamer su ano con delicadeza, metiendo mi lengua cada vez más y más, cuando lo vi mojadito le metí mi dedo índice, luego metí dos dedos y ella empezó a chillar y a moverse tanto que tuvo su segundo orgasmo. Situé mi polla en la entrada de su culo y de un golpe secó se la metí toda. Ella dio un grito de placer y de dolor, empezando yo a embestir, tratando de llegar cada vez más lejos. Mis cojones le golpeaban, notando que me iba a correr y mi polla estaba dura como nunca lo había estado.
Sin poderme aguantar me corrí dentro de ella y al acabar de orgasmar ella se giró y empezó a lamer todo el semen que todavía salía de mi miembro erecto y que parecía un volcán en erupción. Cuando terminó de limpiar con su lengua todo mi miembro, me dijo que tenía ganas de darse un baño en el mar.
Nos vestimos, nos dirigimos a la playa que teníamos a escasos metros y al llegar allí nos desnudamos pues no había nadie, y nos metimos en el agua que estaba calentita. Se acercó a mí y empezó a darme besos por la boca, el cuello, me mordisqueaba los lóbulos de las orejas y yo aproveché para dirigir mis manos a sus grandes mamas que no tardaron mucho sus pezones en ponerse otra vez erectos y duros. Con una de sus manos empezó a acariciarme mi polla y esa sensación debajo del agua hizo que de nuevo tuviese otra erección. Entonces acerqué mi mano a su coño y empecé a acariciar el clítoris, luego la cogí en brazos y la penetré.
Ella empezó a gemir de nuevo mientras mi polla entraba y salía sin parar. Ella estaba abrazada a mi cuello, yo la tenía agarrada por el trasero y el mar golpeaba mi espalda. Era una sensación absoluta y de pronto ella empezó a respirar más fuerte, a gemir más fuerte, a gritar. Había tenido otro orgasmo mientras yo le mordía sus tetas.
Nos dirigimos a la arena, allí me tumbé en la arena con la punta de mi polla mirando al cielo y ella se sentó encima de espaldas a mí, mirando al mar, jugueteando con mi polla haciendo que solo entrase una parte de ella. Se frotaba el clítoris y los labios, notando como volvía a humedecerse. Se dejaba caer para que se la metiese toda, volvía a jugar, restregaba mi polla contra sus labios y su clítoris erecto. Estuvo jugando con mi miembro durante más de 15 minutos y como yo me había corrido dos veces pude aguantar más que en otras ocasiones.
De pronto se lo metió todo dentro y empezó a cabalgar furiosamente mientras gemía de placer y se daba la vuelta. Ahora la tenía frente a mí, sus grandes tetazas subían y bajaban al compás de sus cabalgadas y yo se las cogí con mis manos mientras apretaba sus pezones. Así se corrió otra vez más notando yo como mi polla se ponía cada vez más dura y me costaba aguantar para no correrme dentro de ella. Entonces le indiqué que se tumbara boca arriba y levantase sus piernas, me coloqué encima de ella, sus piernas estaban apoyadas en mis hombros, empecé a penetrarla de nuevo mientras no dejaba de apretar sus tetas.
Me moví más rápidamente, para intentar que tuviese otro orgasmo al mismo instante que yo, ya no aguantaba más mis pelotas estaban llenas de leche que luchaba por salir, mi tranca dura como una estaca, ella empezó a chillar, ya le llegaba el orgasmo mis huevos la golpeaban sin cesar, mi polla quería reventar. Empujé más, se la quería meter hasta el fondo, romperla por dentro.
Noté como mi polla explotaba al mismo instante en que ella estaba en el auge de su orgasmo, seguí empujando hasta el fondo, no paraba de chillar, sus tetas estaban duras, sus pezones erectos como nunca los había tenido, mi polla no paraba de escupir. La saqué de su coño y se la puse entre sus tetas, allí terminé de descargar todo mi semen. Estuvimos unos 10 minutos estirados unos encima del otro, intentando recuperar fuerzas. Cuando pudimos, nos dirigimos al agua para limpiarnos un poco, nos vestimos y nos fuimos de nuevo a su casa.
Al llegar a su casa nos sentamos en el sofá, me dijo que había sido su mejor experiencia en muchos años pues su marido no la follaba con ese entusiasmo y nunca había tenido tantos orgasmos. Quedamos para irnos viendo de vez en cuando, siempre que su marido no estuviese y mi mujer tampoco.
He pasado un verano fantástico, follando con la madre y follando con la hija.
Saludos.