Relato erótico

Irresistible

Charo
8 de junio del 2019

Lo que tenía que ser un viaje largo y aburrido en autobús, fue una sesión de sexo delirante. Su marido la esperaba en la terminal pero, hizo lo posible por volverlo a ver.

Rosa – Valencia
Un viernes por la mañana, mi marido se fue a su pueblo natal, junto con su madre y familia, llevando con ellos a mi hijo, yo los alcanzaría por la noche después de salir de mi trabajo. Cuando llegue a la terminal, encontré billete para las ocho de la noche y les llame a su casa para que me fuesen a esperar a la terminal. Subí al autobús y como me sentía cansada y el autobús se encontraba casi vacío, me fui a sentar casi al final y me recosté un poco. No mucho tiempo después, el autobús inició su viaje, se acercó una persona y me dijo que se sentía muy solo y deseaba hacerme compañía si se lo permitía y me sonrió. Me pareció agradable y como que tenía un acento extranjero, me pareció correcto ser buena anfitriona, además el viaje duraba cerca de 3 horas y para no sentir tanto tedio, preferí hablar.
Me dijo que se llamaba Juanjo, que era de Santo Domingo y llevaba poco tiempo en el país, que vivía en Madrid y que se dedicaba a la compra y venta de ropa, y que tanto trabajo lo tenía estresado y que le recomendaron unos días de descanso, añadiendo que se sentí muy solo y yo parecía muy educada, y queriendo conocer gente que le indicará los lugares turísticos de dicho lugar procedió a entablar conversación conmigo.
Yo le dije mi nombre es Luisa, que era de Valencia, al igual que mi marido. Llevábamos como media hora de camino, cuando empecé a tener frío, por lo que me dio un escalofrío.
– ¿Tienes frío? – me preguntó.
– Si, y no traje suéter, pues como el pueblo donde hace calor…
– Mira, puedo abrazarte así se te quitará el frío, ¿puedo? -me dijo al momento que me abrazaba e inmediatamente sentí lo confortable de su abrazo -Y si lo deseas puedo calentarte aún más -añadió mientras nos juntábamos aún más -Eres muy guapa, quisiera poder sentir las caricias de una mujer, quizás no me creas pero desde que estoy aquí, no he tenido ninguna relación sexual, y tú te eres muy atractiva.
Me dejó helada con aquel comentario, pero lo peor es que me gustaba lo que me insinuaba. ¡No me reconocía! Me consideraba una mujer seria y enamorada de mi marido, pero por lo visto…
Me besó suavemente en los labios, los entreabrí y correspondí a su beso, entrelazando nuestras lenguas.

Sus manos recorrían mi espalda y me acariciaba. De pronto empezó a morrearme con pasión y poco a poco se fue acercando y me acarició las piernas. Lo aparté, me recompuse y seguimos hablando como viejos conocidos, besándonos de vez en cuando, y como llevábamos más de medio camino, ya no sentía frío.
Entonces Juanjo desabrochó parte de mi blusa e introdujo una de sus manos para acariciarme los pechos. Estaba muy caliente y quería resistirme, pero me dejé llevar. Me estremecí en sus brazos, pero ya no de frío, mis bragas estaban empapadas y mi chocho estaba pidiendo polla a gritos. Pronto metió uno de sus dedos dentro de mi braga y me sobaba el coño, me tenía al borde del orgasmo. Como pude le desabroche los pantalones y acaricie su polla que ya estaba dura y palpitante. Se la sobé durante un rato y me sorprendió notar lo enorme que tenía el capullo.
El seguía pajeando mi chocho hasta que consiguió que me corriera mientras le decía:
– ¡Huummmm… que gusto cariño….ooooh… Juanjo que feliz me haces…!
Después de reponerme, me incliné y empecé a besar el objeto de mis placeres, lo recorrí varias veces, chupando cada centímetro de su verga, besándosela, lamiendo desde su punta hasta sus huevos, que tenía unos pelitos que chupé con gusto y le succioné la polla queriendo recibir se leche, pero él me separó de tan delicioso manjar diciéndome:.
– Espera, quiero follarte este caliente coñito que tienes.
No sé cómo le hicimos, pero de pronto me encontraba sentada sobre él en sus piernas, sin nada debajo. Como me quitó las bragas y falda, no lo supe, solo sabía que quería ser suya, recibir su tremenda verga, así que metí la mano y dirigí la cabeza de su gran verga a la entrada de mi coño y poco a poco me dejé caer, penetrándome pulgada a pulgada, hasta tenerla toda dentro de mí. Mis jugos habían permitido con facilidad la entrada de ese tremendo trozo de carne, fácil unos veinte centímetros de estupenda polla.
– ¡Que grande y dura se siente tu verga… aaaah… cariño, tú tan solito con esta deliciosa verga, y una deseando tener algo tan grande y caliente… oooh… como me abres… dame más… más…!
Así iniciamos el metisaca y me ayudaba a levantarme para después dejarme caer para que entrase la polla hasta el fondo.
– Luisa, quiero correrme en tu boca, ¿puedo?
– Pero Juanjo, no sé… ¿qué me darás a cambio?
– Una buena ración de leche… toda una taza.
– ¡Siiiií…, puedes correrte donde gustes!

– Anda, abre la boquita y acércala a mi capullo -me dijo sacándome la polla.
Me senté en el suelo del autocar y empecé a chupársela por un rato más, disfrutando del sabor de mis propios jugos y así me llenó la boca con su leche. Luego tuve que chupársela hasta dejarla sin una gota. ¡Que buena cantidad de leche me dio!
Mientras nos arreglábamos la ropa y nos vestíamos, me dijo:
– Eres una gran mamadora.
– Gracias pero una debe tratar de hacer las cosas lo mejor que pueda, además que me encantan las vergas – le contestaba yo.
– Quiero que lo volvamos a hacer, me gustaría que fuésemos a un hotel…
– Discúlpame, pero en la terminal me espera mi marido, pero quizás mañana pueda darme una escapada.
– Espero que sí puedas amorcito, yo me hospedaré en el hotel tal, frente al mercado.
– Sí lo he visto, trataré de ir como a las doce del mediodía, me esperas, ya que yo también quiero más de esa leche tan buena.
Nos despedimos con un beso y me dirigí a la sala de espera al encuentro de mi marido, quien me preguntó:
– ¿Cómo te fue el viaje?
– Muy bien mi amor, me dieron una leche muy pero muy sabrosa.
– Que bien, pero, vamos que ahora tenemos que cenar con la familia.
Al otro día, después de arreglar la casa, almorzamos y no sabía cómo escaparme, pero la fortuna vino en mi ayuda ya que una prima de mi suegra nos había invitado a su casa, en un pueblo cercano y yo, inmediatamente pedí quedarme, ya que me sentía cansada y con dolor de cabeza. Acabaron marchándose todos y casi al mismo tiempo me dirigí en busca de Juanjo. Pregunté por su habitación y allí me dirigí casi corriendo, llamé dos veces con desesperación ya que disponía de poco tiempo y deseaba tener una buena follada con mi nuevo amigo.
– Adelante, no está puesto el seguro -dijo su voz.
Abrí la puerta, y allí estaba Juanjo con solo un short luciendo su espléndido cuerpo. Me abrazó y nos dimos un beso.
– Creí que no vendrías, que solo habías sido una luz en mi camino.
– ¡Que tontería! Me fascinó lo que hicimos en el autobús, y quiero repetirlo que hicimos.
Me cogió de la mano, nos dirigimos a la habitación y me desnudó al tiempo que besaba cada parte de mi cuerpo. Después le pedí se acostara en la cama, me subí sobre él y comencé a besarlo y a lamerle todo el cuerpo hasta llegar a la polla y a sus hermosos huevos hasta que me dediqué en profundidad a mamarle el rabo.
El agarró mi cabeza y me follaba la boca con fuerza, su polla llegaba hasta el fondo de mi garganta y noté cuando iba a correrse porque aumento la velocidad. Grito y gimió mientras me soltaba un buen lecherazo. Me gusta tragármela y paladearla, pero aunque no hubiese sido así, no tenía alternativa. Seguí lamiendo despacito y a cada lengüetazo, su cuerpo se estremecía. Sorprendentemente su polla seguía erecta y no dudo ni un momento.

Me hizo poner a cuatro patas y me la clavó en el chocho. ¡Que placer sentir aquel pollón otra vez! Estaba a punto de correrme y de pronto noté como con un dedo, masajeaba mi ojete. Le puso saliva y empezó a meterlo poco a poco. Aquello fue el detonante que me falta, me corrí de tal forma que notaba como se escurría todo por mis muslos.
Siguió follándome y al cabo de un momento note como metía dos dedos, el muy cerdo me estaba preparando el culo para follármelo. Lo deje hacer, me abrió las nalgas y noté como su capullo se posaba en mi ojete. Presionaba poco a poco hasta que llegó hasta el fondo. Mis nalgas sentían el golpeteo de sus gordos huevos mientras su mano acariciaba mi coño, estrujando también mi clítoris, y así nuevamente me corrí, dejándome caer sobre la cama, pero Juanjo me giró, levanto mi culo y colocó una almohada, para así seguir metiéndome su verga. Continuó un rato más, mientras yo me reponía y solo repetía:
– ¡Juanjo, sigue, ábreme más con tu preciosa verga, métemela toda, dame más, cariño, mi hombre adorado, soy tuya, dame leche… sigue… aaah… que gusto da ser follada… eres fantástico… sí…sí… voy a correrme de nuevo… ooooh…!.
Me la sacó nuevamente y me dijo:
– Quiero llenarte la cara de leche, eres una golfa, gírate y ponla en la orilla de la cama.
Me coloque como dijo y boca arriba, Juanjo acercó su verga a mi boca y yo nuevamente la besé, lamí sus huevos, introduje mi lengua en su agujerito, chupé su verga que me llegaba hasta la garganta, cuando estaba por correrse sentí los chorros de su leche sobre mis labios, sobre mi cara, mis ojos, mi frente, en fin, me llenó, me baño toda.
– Eres una zorrita Luisa, se ve que te encanta el semen.
– Gracias, sí, lo soy, me encanta la leche, y la tuya sabe muy bien -le decía mientras con mis dedos introducía el semen que aun quedaba sobre mi cara, en mi boca para que no se desperdiciase ninguna gota, y luego me chupé los dedos que tenían aún un poco de semen.
Juanjo me apretó a él, me acosté a su lado y nos dimos un beso prolongado, disfrutando del calor de nuestro aliento, hasta que él cogió mis piernas, las separó en extremos opuestos y posó su atlética figura sobre mí.
El solo hecho de poner la cabeza de su verga en mi coño, hizo que deseara nuevamente sentirlo dentro de mí y tuviese un nuevo orgasmo, así que aunque debía irme, mi interior lo deseó nuevamente, por ello fue que poco a poco, caricia a caricia con su verga erecta, sentí como mi amado Juanjo nuevamente se fundía con mi cuerpo para formar una sola persona. No puedo negar que el grosor de su verga me hacía sentir dolor ya que me había follado hacia poco rato y mi coño estaba irritado, pero el placer era mayor.

Juanjo se detuvo un rato dejándonos disfrutar del contacto de nuestras partes íntimas, mi coño apretaba su deliciosa verga hasta que comenzó a moverse y mi cuerpo se unió a ese ritmo. Yo me sentía desfallecer por los nuevos orgasmos y yo solo daba gritos, mientras él se movía como una locomotora, yo trataba de seguir su ritmo pero al parecer Juanjo era inagotable en la búsqueda de nuestra satisfacción.
Me puso en infinidades de posiciones, arriba, abajo, de lado, de pie, acostados en el suelo, en la cama de nuevo hasta que Juanjo comenzó a temblar extrañamente, se aferraba más a mi cuerpo, los ojos se le iban a salir, su respiración era preocupante cuando empezó a gritar:
– ¡Aaaaah…, que puta eres… aaaah…!
Ambos estallamos en un intenso, indescriptible, y sublime orgasmo, sentí sus inmensos chorros de caliente semen que inundaban mis entrañas, me sentí, realmente en el cielo.
Me sentí satisfecha de haberme fugado un buen rato para disfrutar de mi nuevo y encantador amigo, mi Juanjo.
Besos a todos.

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