Relato erótico

Invitados inesperados

Charo
15 de mayo del 2020

Iban a cenar a casa de unos amigos. Su amistad era muy “intensa” y solían practicar el intercambio de pareja con ellos. Cuando llegaron vieron que había otra pareja en la casa. Pensaron en irse pero siguieron con el plan.

Carolina – Marbella
Hola Charo, somos una pareja de Madrid y nos encantan tus revistas, pues gracias a ellas hemos conocido a personas muy agradables. Yo me llamo Carolina, tengo 30 años, tenemos poca experiencia pero vamos por más. Lo que voy a contarte sucedió hace algún tiempo cuando hacía poco que nos habíamos iniciado en el intercambio. Fue un sábado por la noche, en el que habíamos quedado en visitar a unos amigos en su casa. Ellos también son amantes del intercambio y en ocasiones nos reuníamos a tomar la copa o para salir a bailar y también en ocasiones terminábamos follando, mi esposo con Maite y yo con Rafael, que es el esposo de Maite.
A mi marido le gusta follar con ella, ya que tiene un par de tetas enormes y le encantan, en cambio a mi me gusta la manera de mamarme el coño de Rafael, lo hace muy bien, es un experto con la lengua, la mueve con maestría por todo lo largo y ancho de mi chocho sin olvidarse del ojo de mi culo, arrancándome alaridos de placer, y ni que decir de su verga, no muy larga, pero muy gruesa con lo cual me llena y hace que tenga unos orgasmos muy intensos, pues soy multiorgásmica y una vez que empiezo no paro hasta dar toda mi leche sobre su pollón.
Pues bien, cuando llegamos a su casa, nos dimos cuenta que había un coche aparcado fuera y pensamos que les habían llegado visitas, así que de inmediato le dije a Alejo, mi marido, que nos retiráramos, pues tal vez no pudiéramos echar ese polvo que teníamos planeado para esa noche y yo me sentía cachonda, con ganas de follar, de sentir una doble penetración, la cual no habíamos podido realizar nunca, ya fuera por una cosa o por otra, pero Alejo dijo que no, que no les podíamos hacer ese feo y además ya estábamos allí. En el último de los casos nos tomaríamos un café y en cuanto pudiéramos, con cualquier pretexto, nos iríamos a pasar la noche solos.
Llamamos a la puerta y apareció Rafael, que nos invitó a pasar aunque lo notamos nervioso. Nos dijo que estaban con unos amigos, pero que ya se iban, que se estaban despidiendo. Pasamos a la sala, donde Maite estaba con ellos, una pareja muy agradable, sobre los 30 años, y que también se les notaba nerviosos, como si de verdad los hubiéramos interrumpido en plena follada, ya que cruzaban la mirada entre ellos.
Cuando se presentaron dijeron ser Isabel y Alejandro, pero que ya se retiraban porque tenían un compromiso familiar y que en otra ocasión y con más calma nos podríamos conocer mejor, por lo que pensamos que también eran amantes del intercambio
Yo estaba que temblaba de nervios, supongo que es porque soy de naturaleza tímida, necesito de mayor trato con las personas que acabo de conocer para poder abrirme y tener control de la situación, pero cuando cojo confianza, todo cambia, soy muy ardiente e insaciable, dice mi marido que soy muy golosa, pues me gusta que me jodan hasta por las orejas.

Maite se dio cuenta de mi gran nerviosismo pues me conoce más y me ofreció un café, que acepté de inmediato. Me llevó hasta la cocina para prepararlo y me dijo que me tranquilizara, que no me iban a hacer nada, que no pasaría nada. Instantes después y mientras que se preparaba el café, fui al tocador para tratar de tranquilizarme. Inesperadamente, Alejandro intentó entrar pero Maite lo evitó diciéndole:
– ¡Cálmate, no entres, ellos no juegan así, por favor espera, ya tendrás tu oportunidad cuando ellos así lo decidan!
Regresó a la sala y aproveché para preguntarle porque le había dicho que no jugábamos de esa forma, y terminó confesándome que ya llevaban un buen rato con ellos y se estaba poniendo interesante el asunto porque Rafael había desnudado a Isabel y que ella estaba mamándole la verga a Alejandro que además la tiene muy grande y gorda, que si no fue porque llegamos ya estaría disfrutando de ese monstruo de verga que tiene Alejandro, que aunque pensaba no podría aguantar, se sacrificaba por el gusto de sentirla.
Durante la preparación del café Alejo hacia de las suyas con Isa, esto me lo dijo más tarde, que se estuvieron caldeando de lo lindo, pues ella es muy caliente y le encanta mamar. Ya no pudimos seguir hablando Maite y yo porque Alejo vino hasta la cocina para decirnos que nos fuéramos a la sala, donde estaban Alejandro, Rafael e Isa. Me sentía más tranquila y al llegar a la sala nos sentamos en el sofá Alejo, Maite y yo, en el otro sillón Rafael y en el tercero Isa y Alejandro, quienes comenzaron a besarse de una forma muy cachonda, se acariciaban todo el cuerpo hasta que Isa le bajó el pantalón y a la vez el calzoncillo, a Alejandro y como un resorte brotó una verdadera serpiente de la que Isa se prendió de inmediato, pelándola y chupándola. Apenas le cabía la cabeza, ya que era muy gorda y grande, pero hacía el intento de comer lo más que podía.
En esos momentos, la verdad, aún me era indiferente el show pero a mi marido lo encendió de una forma especial ya que no recuerdo haberlo visto tan caliente como esa noche. Después me comentó que se calentó tanto debido al tamaño de aquella verga, pues es una de nuestras fantasías, verme atravesada como una mariposa con una enorme verga por el coño.
Enseguida Alejo empezó a besarme y a tocarme las piernas y los pechos, que son mi parte débil y me vuelvo loca cuando alguien me los mama y mi marido sabe como hacerlo de la forma que más me gusta.
Poco a poco y sin dejar de ver a la pareja que continuaba en pleno magreo, me fui calentando, primero por lo que veía y segundo por la forma en que Alejo me tocaba. Aprovechándole que yo respondía a sus caricias, me empezó a desnudar.
En ese momento me di cuenta que estaba como hipnotizada por la escena ya que estaba con la mirada fija en el pollón de Alejandro, en lo enorme que lo tiene, pero sobre todo en las venas que inflamadas recorren todo lo largo del tronco, en el gran esfuerzo que Isa hacia para dar cabida a tanta carne en su boca.

Cuando la sacaba y quedaba el capullo fuera, brillaba por la saliva de ella y como por arte de magia pasé de un estado de letargo a un estado de calentura total, por las caricias de mi esposo, que se encontraba en medio de mis piernas haciéndome una suculenta mamada de coño estrujando mis tetas, que son de regular tamaño y que como ya dije son mi punto más sensible.
De repente sentí otras manos sobre mis pechos y mi cara, Rafael hizo girarme y vi que se había cambiado de lugar con Maite, así que nos encontrábamos en el sofá Rafael y yo a su lado, un lugar vacío y Alejo metido entre mis piernas, martirizándome con su lengua, castigando mi clítoris al mismo tiempo que metía los dedos en mi túnel del amor, que ya era un verdadero manantial por lo abundante de mis jugos, que no dejaban de brotar. Yo intentaba coordinar el placer que estaba recibiendo, pero era demasiado, solo me mantenía estática dejándome hacer. Rafael me acariciaba los pechos y me besaba en la boca y Alejo seguía mamando mi almeja.
De pronto Alejandro se fue a sentar a mi lado, con la verga más grande que había visto hasta entonces, en plena erección, de la cual hasta sentía algo de temor por tocarla y ni pensar en sentirla en mi coño, pues pensaba que no me cabría de ninguna forma ya que es de verdad enorme y muy, muy gruesa. Solo la miraba como hipnotizada e Isabel me dijo:
– ¿Te gusta la verga de mi marido…?
Solo atiné a mover la cabeza en forma afirmativa y entonces ella añadió:
– ¡Está a tus órdenes, te aseguro que te encantará y te va a dar mucho placer!!
Ahora que lo recuerdo me vuelvo a calentar. Yo no hacía nada, solo la miraba, por lo que nuevamente Isa dijo:
– ¡Tócala, siéntela y verás que está muy dura! – pero como yo no lograba vencer mi temor, tomando mi mano con la suya añadió – ¡Anda, tócala no muerde, no te va a hacer nada, bueno sí… te va a follar!
Puso mi mano sobre aquella monstruosidad y al tocarla sucedió algo extraño, pues en cuanto la sentí en la mano quise sentirla en el coño, pero era tan grande y tan gorda que no la abarcaba con la mano y de su capullo, brotaba una gota de líquido cristalino que tuve deseos de probarlo. Verla con las venas inflamadas por todo el tronco, la apreté con fuerza, como queriendo comprobar su dureza, y se sentía rígida como una barra de acero y palpitaba como si tuviera vida propia. En ese momento ya no me importó nada, ya no tenía temor ni nervios, solo existíamos esa preciosidad de verga y yo, por lo que no me di cuenta cuando Isa se alejó y lo dejó para mi sola, es decir para mi coño que pedía a gritos ser penetrado por esa serpiente. Ella se fue a seguir mamando, pero ahora mamaba la polla de Rafael. Yo, con la verga en la mano, solo quería follar y a lo lejos oí que Alejo me decía:
– ¡Anda, mi vida, hazlo, gózala, cómetela toda, disfrútala…!

En ese momento la tomé con las dos manos y me dispuse a sentirla sin importarme el tamaño, solo quería gozarla, no importaba que me partiera en dos, de hecho eso era lo que deseaba en esos momentos, quería sentir su palpitar en mi chocho, que arrojara toda su leche en mí y que no dejara de follarme ni un instante. Me monté sobre sus piernas, la guíe hacia mi gruta y fui bajando poco a poco. Me encontraba tan caliente y mojada que cuando sentí el capullo tocando mi coño lo restregué por todos mis labios y clítoris desencadenando un orgasmo muy intenso.
– ¡Me estoy corriendo! – le dije y me corrí dándole mis jugos sin que la tuviera dentro.
– ¡Despacio mi amor! – le dije – ¡Es enorme, me duele, me lastima…!
Una vez que estuve empalada y que el dolor había desaparecido sentí un intenso placer.
Empezó a bombearme despacito para no lastimarme, acariciando mis nalgas y picoteando con un dedo mi ano.
– ¡Chiquita, pero que cerrada estás, aprietas muy bien, así trágate mi verga, anda putita, dale jugos, mójame la polla…! – me decía.
Yo se lo apretaba para que sintiera las contracciones de mi coño sobre su gorda verga y así estaba próxima a correrme otra vez y le decía:
– ¡Yaaa… anda fóllame, destrózame… oooh… aaah. así ya, tómala te la doy… me corro… yaaa…!
Me estaba corriendo en una serie de orgasmos increíbles, que me hacían ver fuegos artificiales o mejor dicho, me estaba vaciando como pocas veces.
En este momento me sentía la gran puta, esa puta que llevo dentro y que a mi marido le encanta cuando la dejo salir, me gusta que me follen sin parar, que me den verga por todos lados, que me llenen de leche.
– ¿Donde la quieres, cariño? ¡Dime donde te la echo que ya está en la punta…! – me dijo Alejandro, al mismo tiempo que me mordía los pezones y abría mis nalgas para meter más ese dedo invasor en el pequeño agujero de mi culo.
Era la gloria, no sé cuantas corridas tuve, solo sé que quedé como rota, seca y bien follada.
– ¡Échamela donde quieras, pero échamela ya! – le dije – ¡Échamela toda, no te quedes con nada, dámela toda, hasta la ultima gota, anda ya, córrete, vacíate, quiero sentir tu leche, tu semen caliente en mi cuerpo…!
Creo que era lo que él estaba esperando oír, pues apenas lo dije, sentí que su polla se ponía más gorda, como que crecía. Era imposible, pero eso sentía y no lo podía creer, pero así era, sabía que se estaba acercando al punto del no retorno, ese en donde los hombres tocan el cielo y a nosotras nos llena de vanidad el saber que es por nosotras que se ponen así. Sabía que se vendría en cualquier momento, llenándome el coño con su semen y pedía al cielo que fuera mucho, pues era el premio a ese polvo tan rico que me estaban echando y no quería que fuera de otra manera.

De repente se puso tenso, me atrajo hacia él con fuerza para evitar que me escapara, pero era lo que menos haría yo en ese momento, y sentí el primer chorro en lo más profundo de mi coño.
– ¡Me corro… yaaa… toma aaah… – dijo él – ¡Te lo doy…!
– ¡Sí échamelo todo… lléname el coño, córrete… lo quiero todo… cuanta leche y más…! – le contesté.
Sentía cada chorro de leche que me echaba al fondo de mi coño y era increíble la cantidad de semen que me dio. Al fin había conocido a alguien muy bien dotado y además bien provisto de leche, ¿Qué más podía pedir? Nos quedamos quietos, abrazados, con la respiración agitada y su verga empezaba a ponerse flácida, habían pasado como treinta y cinco minutos de intensa batalla pero quedé plenamente satisfecha, de tanto placer.
– ¡Que polvo más rico le acaban de echar a tu mujer! – dijo Isabel dirigiéndose a Alejo y luego añadió dirigiéndose a mí – ¡Ya te dije que no te haría nada, que solo te follaría!, pero no querías y lo que pudiste perderte.
Esto nos volvió a la realidad y noté como todos nos miraban, sintiéndome avergonzada de que conocieran a la verdadera hembra en celo que soy a causa de una buena polla y entonces me separé de mi follador y cuando su polla salió de mi coño, un río de semen broto de mi coño, semen mezclado con mis jugos, que no habían sido menos, mezcla que bajó por mis muslos hasta llegar al piso y eran tantos jugos que parecía me estaba orinando.
– ¡Pero mira cuanta leche le has sacado a mi hombre, no le dejaste nada y eso que no querías! – dijo Isa, añadiendo – ¡Que corrida le echaste!
Entonces fui al baño a limpiarme y cuando regresé Isabel y Alejandro ya se habían marchado. Alejo intercambió números telefónicos con ellos para reunirnos en otra ocasión y que yo espero sea pronto, ya que quiero ver como él se folla a Isabel.
Charo, recibe todos mis besos.

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