Relato erótico

Intercambio de “regalos”

Charo
14 de agosto del 2019

Han llegado a un acuerdo, cuando el le hace un regalo, ella le corresponde follando con un hombre en su presencia. Aquel día compraron muchas cosas, o sea que os podéis imaginar la de polvos que le debe.

Ramón – VALENCIA
Somos una pareja valenciana, que trata de buscar diversión, la vida son dos días y hay que aprovecharla.
Desde hace un tiempo vengo animando a mi mujer Sara para que me proporcione el gusto de compartirla, y verla teniendo sexo con otros, sea hombre o mujer. Pero como ella está un poco reticente, opté por una estrategia que consiste en premiarla cuando se animara a hacerlo. Sara es una mujer de 35 años, morena, de 1,65 metros de estatura y sin ser gorda es voluptuosa, llenita, y con buenas curvas. Sus pechos son de una talla 95, con unos pezones deliciosos, grandes y largos, que no sé por qué razón, siempre están tiesos y duros, listos para ser chupados. La excepción es que los tenga dormidos. Tiene un culo que para mi gusto es muy grande, pero para el transeúnte en la calle o los amigos en las reuniones, debe ser muy llamativo pues siempre observo como las miradas terminan al final de su espalda, a veces sin ningún disimulo. Bueno pues la historia que cuento sucedió hace poco tiempo.
Resulta que fuimos de paseo a una población famosa porque trabajan muy bien el cuero, y es muy visitada por la gente para comprar a precios baratísimos, zapatos, correas, carteras, chaquetas etc. Todo de una gran variedad en diseños y colores, para todas las modas y gustos. La idea era comprarle a mi mujer un par de zapatos que necesitaba. Pero como sucede siempre, había que comprar también un bolso. Entonces le dije que perfecto, que escogiera a su gusto, pero que lo que compráramos de más, era “extra”, y por ello me tenía que recompensar. Y la manera de compensarme era que follara con un hombre en mi presencia. Ella, tras dudar un buen rato, acabó aceptando y empezó la búsqueda de sus zapatos y bolso. Como todos sabemos, las mujeres antes de comprar, se tienen que recorrer todos los almacenes y probarse cantidades de zapatos. Yo la acompañé en los primeros almacenes, pero como es normal, me cansé y le dije:
– Te espero en esta cafetería, me tomaré un café y cuando veas algo que te guste me llamas por el móvil, yo voy a verlo y te lo compro.
Me quedé plácidamente en una mesa exterior, disfrutando con la vista de tantas mujeres hermosas atareadas en comprar sus zapatos y después de una media hora, cuando ya estaba impaciente, Sara me llamó y dijo:
– Ya hice la selección, ven al almacén que está dos manzanas a la derecha la cafetería.
Cuando llegué, inmediatamente se me acercó toda cariñosa y zalamera y me dijo:
– Mira que bonitos son estos, ¿y qué piensas de estos… o te gustarían más estos otros? Y son tan baratos, casi a la mitad de precio de los almacenes en la ciudad…. y es que la verdad también necesito unos azules…
– Total – le dije – te daré gusto comprándote los que quieras, pero recuerda que cada par de zapatos es una polla diferente que tienes que comerte, y de ser posible en mi presencia.
Ella aceptó, seguramente pensando que a lo mejor luego le rebajaría la recompensa. Salimos de allí con tres pares, pero antes de irnos quiso que viera otros en el almacén de al lado. Para hacer el relato corto diré que compramos… ¡cinco pares! , Sara, con malicia, me decía:
– Vaya deuda en que me metí, pero tranquilo que yo te pago hasta el último para de zapatos.

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La siguiente semana empecé a cobrar. Fuimos a un local para parejas swinger, que tiene un bar con pista de baile, y en el segundo piso zona húmeda, con sauna, baño turco, jacuzzi, etc. Los asistentes deben estar desnudos excepto por una pequeña bata o una toalla, que a las mujeres les cubre los pechos y escasamente les tapa el pubis. Fuimos el jueves, que es mixto, o sea van parejas y hombres o mujeres solas. Nos tomamos una cerveza, mientras a instancias mías, Sara miraba la “calidad” de los hombres. Se interesó por alguno, y viendo que la gente se subía al segundo piso, hicimos lo mismo y entramos a la sauna. Allí, ya sin ropa, ella pudo apreciar mejor las “propiedades”, de los que le llamaron la atención, y por supuesto los hombres y algunas mujeres también nos observaron.
Allí Sara hizo los primeros guiños o sonrisas, de modo que cuando nos metimos en el jacuzzi, el señor elegido, al que llamaré Francisco, vino detrás de nosotros. El se sentó al lado de Sara y empezó a charlar con ella, y recibió tan cordial bienvenida que no tardó en cogerle las tetas y después de acariciarlas, empezó a chuparlas mientras yo miraba. No tardó en meterle la mano en el coño, Sara se recostó y empezó a disfrutar de las caricias mientras me miraba y sonreía. Ella, a su vez, también cogió la polla de Francisco y se la acariciaba.
Al poco rato decidieron ir al cuartito de las colchonetas y yo, con mucha astucia, fui y traje del bar un par de condones. Pero lo que presencié fue espectacular. Ver como le mamaba coño y tetas a Sara mientras ella jadeaba de gusto, verla a ella mamando polla, era una pasada. Después fue mi mujer la que tomó las riendas, le colocó el condón, se montó encima del rabo del tío y empezó a cabalgar. Yo estaba súper excitado y con deseos de empezar también a correrme en las tetas de mi mujer, o ver si le acariciaba el ano mientras se la jodían.
Estando en estas, entró un muchacho atlético que también Sara había mirado como un candidato posible, y sin mediar palabra se acercó y empezó a acariciarle las tetas a Sara. Yo me molesté porque me pareció muy atrevido el tipo, y pensé que Sara lo rechazaría, ya que estaba follando como una loca, pero, para mi sorpresa, se dejó hacer y con la mano empezó a acariciarle la polla al chico. Tardó poco en metérsela en la boca y mi mujer la devoró con gusto.
Yo entonces decidí que lo mejor era disfrutar y sentado a un lado me acariciaba de vez en cuando la verga. Pero la cosa siguió y siguió. Sara tuvo un orgasmo encima de Francisco, luego este la giró, le levantó las piernas y se la metió de nuevo en el coño, follándosela durante un buen rato. El otro muchacho le mamaba las tetas y la besaba, mientras Sara le acariciaba la polla, dejando oír su respiración entrecortada y los gemidos de gusto. Aunque ella tampoco se olvidaba de mí y de vez en cuando me miraba con lujuria y me regalaba una sonrisa.
Finalmente Francisco se corrió rugiendo de placer y casi me corro pensando que, aunque con condón, acababan de eyacular dentro de mi mujer.

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Luego le tocó el turno al chico, pero yo, en este momento, no me pude resistir y le propuse que le hiciéramos doble penetración. Me acosté boca arriba, Sara se metió mi polla en el coño y el muchacho empezó a tratar de penetrarla por el culo, pero yo le dije:
– Úntale saliva para que resbale más – y a Sara le decía – Relájate para que no te duela, y verás que entra suave.
Me di cuenta cuando le entró en el ano, pues Sara dio un resoplido, me apretó y le dije:
– Espera… espera que se acostumbre.
Después de unos segundos, él empezó lentamente a moverse y luego más rápido, y yo también trataba de hacer un metisaca en su coño. La muy guarra no tardo ni dos minutos en empezar a gritar de placer y luego exclamó:
– ¡Ya me corro, mi amor, ya me corro para ti… aaah… me corrooo…!
Mientras, yo sentía en mi verga como me apretaba su coño por el orgasmo, y al mismo tiempo sentía, chocando contra mi verga, el movimiento de la del chico. Entonces, él se corrió. Oí como jadeaba de emoción cuando empezó a eyacular y me concentré en tratar de distinguir su orgasmo en el culo de mi amada Sara. Juro que noté en la punta de mi polla el calor de su corrida. Esto sensación me embriagó y empecé a moverme al sentir el umbral de mi eyaculación.
Mientras, el muchacho se quedó quieto, y entonces Sara aprovechó para moverse con libertad encima de mí y con un sube y baja de caderas, me sacó toda la leche.
Yo pensé en una fracción de segundo ¿qué estará sintiendo Sara al moverse cuando todavía tiene otra verga en el culo? Pronto lo confirmé al notar sus estremecimientos preliminares de un gran orgasmo. Entrecerró los ojos y movió la cabeza de arriba a abajo, mientras las piernas le temblaban clavándome el clítoris en mi pubis, para finalmente besarme con la boca húmeda y fría de tanto jadear. Al acabar, tuvimos un breve descanso, mientras el muchacho le sacaba la polla del culo y ella reposó sobre mi pecho. Entonces le pregunté:

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– ¿Te ha gustado?
– Sí, mi amor, fue perfecto.
Pero entonces Francisco se sintió con derecho a repetición, pero esta vez propuso que Sara se la mamara hasta que se corriera. Se arrodilló en la colchoneta frente a Sara, y ella empezó a mamar su polla, pero yo le dije a él que cuando fuera a correrse avisara. Y efectivamente avisó. Sara apartó la boca y con la mano muy rápidamente lo hizo eyacular, con lo cual su semen le cayó a Sara en la cara y las tetas. Al terminar de eyacular, ella se recostó y yo la acaricié con la mano esparciéndole el semen caliente por sus mejillas y tetas, pero como tuve unas ganas locas de probarlo, lo hice un poquitín con la punta de la lengua sobre su pezón izquierdo, que estaba todo untado. Me sorprendí haciéndolo, pero me supo bien, y luego besé a Sara, que no se había dado cuenta y en mi beso le compartí ese sabor característico.
Por último fuimos todos al bar, pedimos cervezas y tratamos de conocernos mejor, intercambiamos teléfonos y quedamos en repetirlo en otra ocasión. Claro que a Sara le aclaré que, para el pago de los tres pares de zapatos que todavía me “debía”, debían ser vergas diferentes, a lo que ella respondió
– Bueno, si así te hago feliz, a mí también me encantará.
Mas adelante contaré como acabó de pagar sus zapatos con dos parejas que conocimos en el mismo sitio y con otro muchacho. Pero ahora… id a masturbaros o a hacer el amor, si no lo estáis haciendo ya.
Saludos de los dos.

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