Relato erótico
Intercambio de “lengua”
Estaban de vacaciones, disfrutaban de la playa, del sol y de la buena comida. En el restaurante del hotel conocieron a una pareja norteamericana y como su mujer dominaba el inglés y acabaron haciendo un “intercambio de lengua”.
Jorge – Cantabria
Ese día nos encontrábamos paseando por el área de la playa y nos vino el deseo de darnos un baño. María, con la mayor naturalidad, se despojó de su pequeña falda y de la blusa y se tiró al mar completamente desnuda. Yo me encontraba en pantalones cortos, me los quité, al igual que los calzoncillos, y así me tiré al agua. Al rato los dos nos tendimos en la orilla para tomar el sol. No pasaron ni diez minutos, cuando un grupo de mujeres y ancianos se encontraban a la orilla de la carretera viéndonos. María no se había dado cuenta, pero yo sí, así que me acerqué al grupo a preguntarles qué pasaba. Un viejo con más años que Matusalén, socarronamente me dijo:
– De pasar no pasa nada joven, pero quítese del medio que no me deja ver la sirena esa – refiriéndose a mi mujer.
– Voy a llamar a la policía – dijo una de las mujeres – ¿Como es posible que den un espectáculo como ese en esta playa, donde vienen familias con sus hijos?
En ese momento entendí que no era usual que la gente por esos parajes se bañase o tomase el sol desnuda. Al decírselo a María, se puso roja como un tomate, tomó su ropa y sin vestir se introdujo en el coche. Ya de regreso, me confesó que le había gustado ser observada por esa multitud. En realidad serían como mucho unas ocho o nueve personas.
Por la noche fuimos a cenar al restaurante del hotel, donde conocimos a una pareja de americanos que se encontraban de luna de miel, Judy y Jerome, ella es algo más baja de estatura que yo, o sea que debe medir como un metro sesenta y cinco. De piel extremadamente blanca, más bien pálida, delgada, con un culo pequeño pero bien formado, y unas tetas de pequeñas proporciones. Mientras que Jerome, ese sí que es alto, debió ser jugador de baloncesto en su colegio o algo por el estilo, de amplias espaldas, pero con una cara de idiota casi tan grande como él.
María, como aprendió Inglés en Liverpool, les dijo que ella era de la realeza inglesa y que yo era un príncipe gitano. Era gracioso ver cómo nos trataban. Al acabar de cenar, los cuatro nos fuimos a una mesa y conversamos un rato. Y en otro ataque de María, le dijo a la americana que yo tenía el poder de leer la palma de la mano aunque realmente de eso yo no sé un pepino, pero como se trataba de pasar el rato, le tomé la mano a Judy y de manera muy sería le dije que tendría un encuentro cercano e íntimo con un hombre moreno.
Al rato mi esposa nos dijo que tenía sueño y yo había sido invitado a jugar una mano de póker amistoso con Jerome. Por lo que Judy, también se retiró a dormir.
A mi ese juego no me llama mucho la atención así que después de unas cuantas manos, me retiré. Además mi compañero de mesa se encontraba totalmente ebrio, por lo que no tardó nada en quererse ir a dormir. Entonces se me ocurrió hacerle una broma a María.
Busqué la ventana de nuestra habitación, acomodé unas cajas para alcanzarla, abrí la ventana con mucho sigilo y me introduje en el cuarto. Al pie de la cama me desvestí por completo y debido a la oscuridad, con las manos y mi boca, busqué la raja de mi mujer pero cuál no sería mi sorpresa al sentir el coño totalmente lleno de pelos. Desde luego me había equivocado de habitación pero la inquilina, lejos de asustarse tomó mi rostro y lo restregó contra su coño. La oí decir unas palabras en inglés de forma seguida y con mucha insistencia, por lo que por hacerle el favor a la americana, ya que entendí que esa era ella, primero mi lengua se la pasé por entre sus piernas. De inmediato las abrió al máximo.
No entendía lo que la mujer me decía y continúe lamiéndole su peludo coño. Judy colocó sus manos sobre mi cabeza y con fuerza me restregó la cara contra su coño.
Lentamente me fui moviendo de manera que mi verga quedó sobre su boca. Ella al principio, como no haciéndose a la idea, en un par de oportunidades movió su cara esquivando mi verga. Pero al fin se decidió y comenzó a lamer tímidamente el glande. Cuando tomó algo de confianza se lo introdujo completamente dentro de su boca y comenzó a mamarla como debe ser. Pero yo me quería dar el gusto de metérsela en el coño, por lo que suspendí mi labor. Judy protestó, pero al darse cuenta de mis intenciones, lo aceptó y se colocó en posición hasta que la tuve totalmente ensartada por delante. Tontamente había tenido la idea de que las mujeres americanas son frías, pero la anglosajona me demostró todo lo contrario. Se movía casi también como mi mujer y eso es mucho que decir.
Mi boca, colocada sobre sus pequeños pezones, los chupaba una y otra vez mientras nuestras caderas se movían al mismo ritmo. Ella, a cada rato, lanzaba gritos, o más bien eran como aullidos de placer, hasta que al fin me corrí. Un chorro de mi semen inundó su coño y ella se pasaba la mano por su entrepierna y se restregaba el pegajoso semen por todo su cuerpo.
Por un momento descansamos hasta que la ayudé a levantarse. Entramos en el cuarto de baño y nos dimos una ducha juntos y al momento ella me dijo algo que, con el poco inglés que yo entiendo, comprendí que deseaba mamar mi verga y que yo se la chupara de nuevo. Lo hicimos en su cama y al terminar con otra corrida, me lavé y de inmediato me despedí de ella, por si al marido se le pasaba la borrachera y me encontraba clavándosela a su mujer. Además la mía estaba sola en su cama, no fuera que a mí me hicieran la misma faena.
Al pasar por el salón alcancé a ver a un camarero tratando de ayudar al pobre de Jerome a llegar a su cuarto. Al entrar en el nuestro vi que María se encontraba dormida pero al día siguiente le conté lo sucedido.
Ella se moría de la risa cada vez que yo imitaba la manera de hablar de Judy. Pero, al final de mi relato, muy sería, me preguntó:
– ¿Y si fuera yo la que se hubiese equivocado de habitación… qué dirías tú?
Por unos segundos me quedé pensando y luego le dije:
– Estaría encantado con el gusto que se hubiese dado la americana contigo.
A María parece ser que le gustó la respuesta ya que de inmediato me estampó un gran beso en la boca y así continuamos hasta que le di la mejor mamada de coño que yo hubiese dado en mi vida. Al mediodía salimos del hotel y en la recepción nos encontramos a Judy y a Jerome que ya se marchaban. Se despidieron de nosotros pero quedaron en escribirnos. Esas fueron nuestras últimas vacaciones pero espero pronto volver a contaros como nos fue en nuestro viaje a Holanda.
Besos y hasta entonces.