Relato erótico

¡Insaciable!

Charo
20 de septiembre del 2018

Nuestra buena amiga de Valladolid ya nos contó lo que pasó en la fiesta que daba un compañero de trabajo. Para que no alargarse, nos dijo que volvería para contarnos como acabo aquella interminable noche.

Teresa – Valladolid

Amiga Charo, en un número anterior os contaba como fui a la fiesta de un compañero de trabajo, Alfredo. Mi marido había salido de viaje a Madrid, para hacer un curso para la empresa.
Tenía ganas de portarme muy a mis anchas, así que me vestí muy sensualmente, me puse un vestido rojo corto de licra que se pegaba a mi cuerpo, todo lo cual excitó a los muchachos que se había quedado hasta el final de la fiesta y acabaron follándome por todos mis agujeros como locos.
Un rato más tarde, al salir yo del baño, noté que me miraban con mucha lascivia y sonreí, pues se veía que querían seguir haciéndome suya y yo la verdad continuaba excitadísima, por ello en broma me levanté el vestido y como no me había puesto mi ropa interior, vieron mis labios sonrojados de tanto limar sus vergas y luego me giré y les mostré mis nalgas, abriéndolas lo más que pude y les grite:
– ¿Queréis más…?
Todos sonrieron y me gritaban los epítetos más vulgares, tales como:
– Eres una putona Teresa, quieres más verga. – Ahora vamos a ver que tan abierto te queda tu culito, vas a meterte las dos vergas más gordas y largas en él.
Se acercaron a mí los dos con las vergas más gordas y largas, Alfredo y el señor que me había metido su semen en mi boca, me arrodillé y las mamé con pasión, eran gordas y largas, las acaricié con cuidado, las admiré, lamí y chupé como una loca y estaban deliciosas. La de Alfredo con sabor a nuestros jugos y la del otro casi limpia ya que se la había chupado anteriormente sin dejar rastro de lo que había hecho, es decir llenarme de su semen. Cuando paré les dije a mis dos hombres:
– Bueno pichas gordas, me la vais a meter ambos en el culo, aprovechad que una golfa como yo no la volveréis a tener.
Cogí mi bolso, extraje mi crema y me la apliqué en el ano mientras les mostraba mis nalgas. Con mi ano lubricado me senté encima de uno de ellos y coloqué la punta de su verga en la entrada de mi agujero y lentamente la metía y la sacaba repitiendo este procedimiento hasta que entró toda, entonces me abracé a él y lo besé moviéndome hacia arriba y hacia abajo, luego levanté mi cara y le dije a Alfredo:
– Ahora muñeco métemela en el culo y disfruta de verme con dos vergas, bien dentro de mi agujerito.
Poco a poco, muy lentamente, Alfredo fue metiendo su verga en mi dilatado ano, yo gritaba de dolor y placer de sentir dos gordas y deliciosas vergas en mi culo, pues nunca antes había experimentado esta sensación, y nunca antes me habían metido tanta verga en tan poco tiempo.

Apenas si me podía mover y todo el esfuerzo lo hicieron mis dos hombres, que se movieron lenta y rítmicamente gritándome lo puta que era. Creo que me corrí dos veces y ellos me llenaron el culo de leche, luego me desconecté de ellos cuando terminamos.
Los otros tres, mientras yo era follada por el culo, se masturbaban, así que una vez que me separé de mis dos amantes, se aproximaron, me acostaron en el sillón y me fueron follando de uno en uno. Yo era feliz, puesto que todos, nuevamente mis cinco amantes, se alternaban para hacerme dichosa y también me ofrecieron sus vergas para que las besara y chupara, así que me di mi banquete de pollas.
Yo estaba sintiendo la verga que estaba debajo de mí y mientras se la mamaba al otro y cuando sentí que otro me lubricaba con crema el ano y pronto noté sus dedos entrando y saliendo. Estaba extasiada y le pedí que me la metiera y pronto comencé a sentir sus eyaculaciones dentro de mí, primero en el chocho la leche de mi amigo Luis, luego en la boca por parte de Juan y finalmente en mi intestino del fabuloso Miguel. Fue delicioso, quedé extenuada, me zafé de ellos y les pedí que me dejaran descansar tantito.
Nos acabamos las cervezas y destaparon más. Sus pollas flácidas parecían inofensivas, pero esa noche yo no tenía calma y viendo que eran las cuatro de la mañana, pensé que en una hora u hora y medía, todavía podía disfrutar de la situación. Su semen se me escurría entre las piernas y ya se comenzaba a resecar en mi cara.
Destapé otra cerveza y me la tomé como de cuatro tragos, mientras ellos no me quitaban la vista de encima y se sobaban las vergas. Miguel comentó:
– Esta tía quiere más.
Me hizo señas para que me acercara, yo obedecí y cuando me acerqué me hizo señas para que me arrodillara y se la mamase. Su verga estaba flácida, chiquita, pero así y todo me la metí en la boca y se la comencé otra vez a mamar hasta que le volvió a crecer.
– Sigue Teresa, sigue… – decía Miguel – ¡Que buena mamona eres!
Luego pasé al lado donde estaba Juan sobándosela y volví a hacerle lo mismo, pero me dijo que le chupara el culo para que se le levantara más. Me coloqué en la alfombra y él me puso sus nalgas en la boca. Nunca lo había hecho, pero se lo traté de hacer como ellos me lo habían hecho a mí. Mientras se lo lamía le sobaba los huevos y la verga hasta que sentí su tremenda erección, entonces se giró y me llenó la cara de semen caliente, leche de Juan, el que incitó mi lascivia con nuestro baile inicial.

Quise limpiarme porque tenía semen en los ojos, pero Alfredo ya se había situado para que también le chupara el culo y así se lo hice igual pidiéndole que me echara su semen en la cara y lo mismo les hice a los otros tres que me bañaron todo el rostro con su semen, aunque parte caía en mi boca y parte en mi rostro. Así fui bañada en toda mi cara con leche, leche de hombre y ¡que hombres me habían tocado! Me quité el semen de los ojos y los vi exhaustos.
Me acosté en el sillón y miré el reloj de la pared que ya marcaba la cinco de la mañana, me levanté y les dije que ya iba a amanecer, pero no me dejaron ni hablar, me dijeron que me arrodillara en el sillón y el desconocido, el que la tenía más grande, me volvió a poner su verga en la boca.
– Toma, zorra, aquí tienes lo que mas te gusta, demuéstranos lo puta que eres.
Mientras se la mamaba, Juan se situó atrás de mí y me la metió por el culo hasta que se corrió y luego siguieron los demás, mi encantador Luis, Miguel y mi estimado Alfredo, hasta que eyacularon dentro de mí. Al terminar me pidieron que se las limpiara con la boca, yo se las lamí y limpié lo mejor que pude y comenzamos a vestirnos.
Nos despedimos y el desconocido que no sabía como se llamaba, se ofreció a llevarme a mi casa diciéndome:
– Yo soy Jaime y que gusto he tenido en conocerte, eres adorable.
– Gracias cariño, ya sabes, estoy a tus órdenes – le contesté.
– Eso espero – dijo mientras sonreía.
Nos despedimos de todos los demás, me dijeron que estaba muy buena, que me debería dedicar más a eso y tuve que aceptar todavía sus manoseos al despedirnos y salir de la casa de Alfredo.
Ya en el coche de Jaime, me apoyé en su hombro mientras le acariciaba la verga sobre el pantalón, luego le bajé la cremallera y extraje el objeto de mis placeres, me incliné y le di un besito, pero él me dijo que se sentía cansado y que ya tenía irritada la polla.
– Pobrecita – le dije al mismo tiempo que me la introducía en la boca para que mi saliva aliviase su ardor.
– ¡Que puta eres, Teresa!
Le sonreí, pero por más que besé, succioné su verga, sobé y lamí sus huevos, solo logré medio levantar su verga.
– Espera, debajo de tu asiento traigo una botella de coñac, pásamela, necesito un trago.
Se la di y volví a mi caramelo, pero me sorprendí al ver que el coñac tenía un efecto inmediato y allí estaba toda una gran polla erecta, derechita, dispuesta a darme más placer. Durante todo el camino se la besé, se la chupé y disfrute de su erección.

Al llegar a mi casa, descendimos y allí frente a mi puerta, me folló, me dio nuevamente con su verga deliciosas embestidas, hasta que finalmente me llenó nuevamente con su semen, con su rica leche calentita, aunque ahora solo fueron unos pequeños chorritos, que yo agradecí echando mis jugos sobre su verga, que tan bien me había tratado esa noche. Nos despedimos y él se retiro.
Apenas había cerrado la puerta y me dirigía a mi habitación cuando oí unos toques insistentes en la entrada, eso llamó mi atención, abrí la puerta y me encontré con el encargado de la basura, un joven como de 23 años que me miraba atónito, con ojos de asombro y pensé ¿qué habrá visto… vio como me follaban en la puerta?
– Dime Mario, ¿qué se te ofrece?
– Verá señora, la verdad, vi como se la follaba el señor del coche plateado, y pues, yo me he puesto muy cachondo y…
Al decir esto me mostraba la erección, al frente de su pantalón.
– Mira cariño, ya me siento cansada, otro día con gusto te atiendo, ¿si? – le dije.
– Pero es que no puedo quedarme así…
Bien me dije, de todos modos me encantaba el chico así que me arrodillé y le dije:
– Ven, dame tu verga, te haré una mamada solamente.
El feliz, se aproximó y sacándose su verga la colocó en mis labios. Que calientita se sentía, suave al tacto de mis labios, pero a la vez dura por la erección que presentaba. Le di un ligero beso y después introduje su cabeza en mi boca, pero apenas empezaba a deleitarme con su sabrosa verga, cuando unos chorros de semen llenaron mi boca, por lo que se la retiré un poco para sentir sus disparos en mi paladar. Era bastante su excitación, pues el follarse a la señora de la casa, el verme arrodillada frente a él, le había precipitado su corrida y casi me atraganté. ¡Que cantidad de leche me había dado! Se la seguí chupando mientras me tragaba su semen, su caliente lechita, pero su verga en nada decayó, siguió en pie, firme para darme más semen, así que se la seguí chupando, deseando más de su sabroso semen, pero después de un rato me la sacó, me recostó en la alfombra y me la metió en el coño de una sola embestida.
Mis piernas inmediatamente volaron a sus hombros, para que continuase con su ritmo de metisaca. Era un golpeteo muy delicioso y le retribuí con una corrida de ensueño, mis piernas cayeron, estaba exhausta, pero Mario continuaba sus embestidas, hasta que me giró y me la introdujo por el culo.
– Hay que aprovecharse, señora Teresa, que quien sabe cuando pueda tenerla otra vez a mi disposición – me dijo.

– Sigue – le dije simplemente.
No tenía ya fuerzas para decir algo más y después de un rato me la sacó del culo y me la llevo a mi boca. Yo, al sentir la dureza de su verga, me dio ánimos para lamerla y besarla, chupársela y finalmente recibir otra buena cantidad de semen, que parte cayó en mi boca y parte en mi cara. Él se retiró diciéndome simplemente:
– Hasta luego…
En mi interior sonreí, convencida de que el chico regresaría. Yo estaba prácticamente bañada en semen, me dolía la quijada de tanto mamar, mi culo lo tenía destrozado y el chocho muy irritada. Pensé en bañarme pero me sentí todavía borracha y cansada, me tomé otra cerveza, abrí la puerta de la habitación y me fui a acostar.
Besos a todos los lectores.

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