Relato erótico
Iniciación bestial
Hace tiempo nos contó cómo se inició en el sexo anal. Su amiga le organizó una “sesión” bestial con un grupo de hombres y hoy ha querido contarnos el final.
Carmen – VALENCIA
Querida Charo, vuelvo a ser Carmen. Hace tiempo os conté como, gracias o por culpa de una amiga, conocí lo que se sentía con el sexo anal. Me propuso una cita sorpresa y, como ya te conté, me encontré entregada a una cantidad enorme de tíos para que me abriesen bien el culo.
Terminé diciendo que uno de ellos me hizo levantar para salirse, ya satisfecho, de mi culo pero tras él se sentó otro, y yo empecé a bajar nuevamente sobre su tranca durísima para atravesar mi culo de nuevo y seguir con todos los demás como antes.
No duramos mucho de esa manera, porque enseguida quise aprovechar la oportunidad de que me comieran todos esos tipos en mi posición preferida, así que esta vez paré yo y enseguida me subí a la cama y me puse a cuatro patas, bien abierta de nalgas y estimulándome el esfínter con mis propios jugos hasta abrirlo, invitándolos a dármela más fuerte.
Inmediatamente entendieron mis intenciones y se formaron dos grupos grandes en semicírculo, uno a mis espaldas y otro adelante, dejándome a mi sola en la cama en el medio de ambos.
Apenas terminé de acomodarme me invadieron de nuevo, primero dos por la boca y un tercero que ya se estaba agachando sobre mis caderas para montarme. Los de mi boca eran hermosos, duros y grandes, dos delicias que no podía parar de chupar, hasta que sentí como un terrible falo que casi no cabía en mi agujero se abría paso sin esfuerzo hasta el fondo de mi culo. Se deslizaba en mi interior con sorprendente rapidez, hasta que llegó a entrarme completo y sus gordos huevos besaron mi vulvita húmeda.
Tan dulce atraco por detrás me hizo abrir la boca y los ojos de placer sólo por sentirlo calzar tan perfectamente en mi culito, hasta que me agarró de la cintura y empezó a bombearme enérgicamente.
Loca de gusto mamaba las dos pollas sin parar y gemía por la enculada que me estaban dando, cuando una de las vergas se me escapó de la boca y su dueño la hizo escupirme su blanca crema en un pómulo y en la nariz, pasándome la cabezota con restos de esperma por la cara.
Al tiempo que chupaba mi otra polla y se acercaba una nueva, el tipo que me daba por el culo, me golpeaba cada vez más fuerte con sus huevos hasta que en el último empujón me la clavó del todo, pero al sacarla solo me dejó la cabeza adentro y se empezó a tocar, con la verga todavía en mi culito.
Sentí todo el semen correr hacia adentro, pero en cuanto me la sacó del todo mi culo se cerró enseguida expulsando un chorrito respetable de leche que caía desde mi ano y por mi pierna como una gruesa gota, mezcla del semen de todos los varones que habían eyaculado dentro.
Tras eso mi ano se dilató enseguida para recibir otro miembro que ya se colocaba encima de mí para otra monta increíble. Mientras la sentía entrar y abrirme deliciosamente y hacer fuerza, el otro me sacó la polla de la boca, y agarrándome del pelo me acercó la cara a su gran cabeza, escupiéndome en los labios.
Mientras la enorme tranca entraba y salía de mi culo ya cerca de dejarme su líquido ardiente, mis labios se llenaban de más semen, que tragué sin dejar escapar ni una gota. Con los ojos cerrados mamaba de esa leche caliente y ligera.
La pija que atravesaba mi culo en ese momento aceleró el bombeo hasta que sin poder aguantar se hundió entre mis nalgas hasta los huevos, y con su cabeza enrojecida y a punto de explotar, descargó placenteramente en dos largos y espesos chorros de leche caliente que me bañaron las tripas haciéndome suspirar, mientras otros hombres hacían lo mismo en mis piernas y en mi espalda. Así estuvimos por unos quince minutos, para cambiar otra vez de posición.
Me levanté de la cama, con el cuerpo completamente embadurnado de leche, para que uno de ellos se acostara boca arriba, y yo sentándome de frente a él, agarré su verga y empecé a bajar sobre ella, metiéndomela lenta y placenteramente en el culo hasta sentir sus huevos en mi entrepierna sucia. Cuando los demás vieron cuan a gusto me sentía yo y que su compañero ya había empezado a follarme, no faltaron caballeros dispuestos a ocupar mis manos y mi boca de nuevo, ni por supuesto, para seguir apretando con más fuerza mis gordas mamas. Pero eso no era todo, ya que a los cinco minutos de haber empezado así, el que me follaba paró y los demás dieron un paso atrás. No supe qué pasaba, hasta que sentí como alguien más se subía a la cama por detrás y me apoyaba la cabeza de la verga en el culo, ya follado por una buena tranca.
Sabía que de tantas penetraciones seguidas mi culo tal vez estaría ya roto y súper dilatado, y hasta con algún espacio entre el esfínter y la verga, pero no creía que fuera suficiente como para que entraran dos juntas…
Pues siguió adelante, ante la mirada ávida de todos y empujó hasta que mi culo no cedió más haciéndome gritar del dolor y las puntadas.
Temblando de nervios podía sentir mi esfínter muy caliente, pero no por eso mi segundo amante de turno se detuvo, al contrario, una vez roto mi culo se le facilitaron las cosas, y haciéndola entrar hasta el fondo, igual que la otra, largó un gemido de placer y todos gritaron de nuevo. Ahora tenía el culo roto, ardiendo y con dos pollas enormes entrando y saliendo rítmicamente de él, destrozándolo todavía más, mientras mi boca se llenaba de otras dos trancas nuevamente y mis manos seguían activas con una verga cada una.
Al principio no daba más del dolor y el ardor, pero a medida que me ambos miembros entraban y salían de mi, el dolor fue pasando para que solamente me quedara el ardor y una sensación nueva e increíble que iba en aumento. Comenzaba a tener esa conocida sensación, que expandiéndose por todo mi cuerpo, hinchó mis descomunales tetas hasta endurecerme los pezones como piedras y me aceleró el corazón.
Me la daban bien fuerte, los dos por el culo y sin parar, entrando y saliendo de mi enrojecido agujero y haciéndome sentir unos placeres que gocé a pleno hasta que las dos se unieron en mi culo reventándome en un orgasmo de los más placenteros que pueda recordar. Durante esos minutos que me duró semejante orgasmo gocé y grité obscenidades como una marrana, pidiendo por más y más fuerte hasta que me desfondaran del gusto.
Mientras me empalaban de a dos de esa manera, varias manos me agarraban del pelo para que mirara sus pollas de frente y luego hacerlos acabarme en la cara o en el cuello, o los hombros. Se iban y otros venían, y el que tenía justo adelante me acercó la cara a su cabezota. Con la boca bien abierta y la lengua afuera, metió la cabeza la cabeza y al manosearse él con una mano y a mi con la otra me echó unas cuantas gotas de esperma, de las que tragué solo las que no me caían por las tetas.
La fatiga del día y el cansancio que ahora tenía por haber estado follando toda la noche se hacían sentir de pies a cabeza, además de varios malestares que fui teniendo según era penetrada.
Mi segunda tranca en el culo, la que entró última, salió de repente y me largó su crema en las caderas, dejando que otro volviera a abrirme el culo mientras el otro no paraba de follarme. Aunque sintiéndome cada vez peor, yo no paraba de follar y en minutos me sacaron una verga del culo para acabar encima de mí y otra polla volvió a entrar.
Me encantaba, pero ya no podía más y ellos todavía querían mi cuerpo.
Varios hombres habían empezado a irse, pero los que quedaban seguían sobre mí, debajo de mí, dentro mí. Ya no podía más, y cuando todos mis hombres hubieron terminado conmigo intenté caminar, pero entre el temblor de mis piernas y los tacos, me costó un mundo.
Estaba terriblemente cansada y mareada, veía todo borroso y no había parte del cuerpo que no chorreara esperma y que no me doliera, sobre todo el culo.
Sentada en la cama húmeda de transpiración, de semen y de mis jugos traté de levantarme como pude, pero me acostaron entre dos y empezaron a divertirse conmigo. Me manoseaban y se me tiraban encima, y yo estando así de atontada y sin darme cuenta de la situación, me sonreí y les ofrecí mi vagina a los tres. Todavía me quedaba algo de conciencia cuando uno de ellos fue metiéndome los dedos en el coño hasta llegar a la mano completa y animaba a otro a colarme algunos de dos en el culo, que también sentí, mientras alguien más manoseaba y apretaba con bastante fuerza mis rechonchas tetas cubiertas de semen, pero nada más. Después de eso perdí el sentido.
A la mañana siguiente me desperté sobresaltada en mi cama, sin ropa. Aldana estaba sentada a los pies de mi cama, mirándome en silencio. Nos sonreímos.
– Hola, putita – dijo.
-¿Qué ha pasado?
-¿Qué qué ha pasado? ¡Pasó que te destrozaron entre todos, eso pasó! ¡Estuviste estupenda y parece que quieren verte de nuevo!
– ¿Pero como he llegado hasta aquí? ¿Quienes eran? ¿Y mi ropa?
– Entré al almacén con el chico que nos llevó en el auto, pero no
nos viste, supongo que ya estabas rendida para ese momento. Junté tu ropa y él te cargó en brazos hasta el coche cuando todos se fueron. Cuando llegamos aquí, terminé de desnudarte y tiré la ropa interior para lavar, pero la gabardina la vas a tener que llevar a la tintorería.
– Gracias Aldana.
– ¿Y te gustó?
– ¿Que si me gustó? ¿¡Por qué no me avisaste antes!? ¡Fue espectacular, y volveremos a ir pero ahora juntas! ¿Te parece bien?
Se echó a reír y estaba por irse cuando le pedí que se quedara a pasar el día en mi casa. Me duché para sacarme la capa de esperma seco que todavía me cubría el cuerpo y desayunamos.
Seguimos charlando de la noche que pasé y de cuando volver, pero juntas, y sabía que me debía unas cuantas explicaciones de qué era todo eso, pero ya se las pediría más tarde. En ese momento estábamos como locas recordando la noche anterior en ese almacén, contando cada detalle, y no pudimos evitar sonreír al bromear sobre la falta de crema para el café.
Muchos besos y cuando tenga otra experiencia para contarte, no lo dudes que lo haré.