Relato erótico

Infiel por culpa de un pollón

Charo
13 de enero del 2020

Tenía novio y se consideraba feliz. Un día mirando fotografías porno y alguna que otra web, empezaron a llamarle la atención las pollas grandes. Su hermano tenía un amigo al que llamaban “el rabo”. Le entraron unas ganas enormes de conocerlo y empezó a chatear con él, pero sin identificarse.

Teresa – Reus
Me llamo Teresa, tengo 22 años, mido 1,65 y tengo un lindo cuerpo con pechos bastante grandes y un culo que según mis amigas no está nada mal. Desde los 19 años que estoy con mi novio, Alfredo. Hasta el momento en que sucedió lo que voy a contarles él, era la única persona con la que había llegado a tener sexo.
No sé bien como empezó todo, el caso es que me enteré que a uno de los amigos de mi hermano, a quien llamaré Damián, y al que también llamaban “el rabo” y esto me generó un poco de curiosidad.
Si bien nunca fui muy atrevida en cuestiones sexuales, y nunca había querido nada más de lo que podía brindarme mi novio, mirando fotografías y alguna web, me fui dando cuenta de que podía llegar a excitarme ver unas pollas de dimensiones enormes, bastante más grandes que la de Alfredo, que si bien no está mal, podría ser mejor.
Había llegado a pajearme viendo las fotografías, pero en el fondo sabía que la que verdaderamente me interesaba era la de Damián. Fue así como sin pensar en las consecuencias, creé una cuenta de MSN falsa y lo agregué para saber más de él. Le mentí diciendo que era de otra ciudad y poco a poco empezamos a “conocernos” y el detonante fue la webcam.
Fue verlo y mojarme, su apodo no podía sentarle mejor. Una polla que según dijo medía 20 por 5 CMS, con una cabeza enorme de donde partían hacia abajo gruesas venas hinchando la piel que subía y bajaba al ritmo cada vez más rápido de su mano. Enseguida mis dedos se enterraron en mi chocho humedecido, y frotándome con fuerza alcancé un orgasmo que parecía nunca terminar, hasta que por fin pude ver su semen chorreándole por la barriga y con un pequeño grito puse fin a mi masturbación.
Cuando me lo encontraba en casa con mi hermano, hablábamos de tonterías, pero no paraba de pensar en lo que “hacíamos” y me sonrojaba. De todas formas, me di cuenta de que me miraba de una forma diferente, posiblemente, le recordaba a la chica del chat.
Estuve todo una semana ideando la forma de quedar a solas con él, y durante los cinco días aguante estoicamente sus miradas insinuadoras y los comentarios que hacía cada vez que mi hermano no podía escucharlo. Por fin llegó el sábado, y tras pensármelo mucho fui decidida a buscar algo más. Había mezclado intencionalmente unas hojas mías entre sus apuntes de la facultad, y con la excusa de recuperarlas llegué hasta el apartamento donde vivía solo.

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Al entrar pude ver el ordenador, el sillón donde se colocaba para mostrarse ante mí, y hasta las servilletas que usaba para limpiarse la leche.
Me devolvió las hojas extraviadas, y antes de que pudiera despedirme le pregunté si me dejaba usar su ordenador. Le dije que en casa internet no funcionaba demasiado bien.
Dudó un segundo, y rápida de reflejos aproveché para sentarme frente al monitor y le pedí que me trajera algo para beber, ya que el calor de la calle era agobiante.
No tuve que buscar demasiado, en sus documentos había una carpeta que llevaba el mismo nombre que usaba yo para chatear con él.
– ¿Qué haces?- Me gritó al ver en la pantalla una foto mía acostada boca abajo y con el culo en pompa.
– Nada- le contesté tranquila. –Estaba viendo las fotos de tus amiguitas-
Esto no pareció gustarle e intentó por todos los medios quitar la imagen de la pantalla.
– No te preocupes, a mi me gustan estas fotos. Yo también tengo algunas.
Me miró sin poder creerlo, y volviendo a tomar el control del ordenador abrí rápidamente el correo que usaba para chatear con él y le mostré algunas fotos que pensaba mandarle en los próximos días.
– Pero entonces… ¿eres tú? Su cara era de completa sorpresa.
No lo dejé pensar demasiado, sonreí y tomándolo de la cabeza lo acerqué y le di un morreo impresionante.
Enseguida me arrastró hasta el sillón y se dejó caer sobre mí, no dejaba de besarme y empezaba a quitarme la ropa, metiendo mis tetas en su boca, y restregando sus dedos por mi chocho, que estaba tan mojado como cada vez que en ese mismo sillón él se desnudaba para mí.
Hundí mi mano dentro de su pantalón y encontré su verga enorme, que parecía aun más grande dentro de mi mano, increíblemente endurecida. La saqué de su encierro y me agaché para alcanzarla con mi boca. Intenté meterme la mayor parte posible como lo hacía con mi novio, pero esta era mucho más grande y apenas me entraba poco más que la cabeza hinchada. Solo entonces me acordé de Alfredo, sin embargo la lengua de Damián chupando mi clítoris pronto me hizo olvidar de cualquier culpa.
Si bien con mi novio no llegaba a disfrutar realmente de sexo oral, Damián pasaba su lengua tan suavemente que apenas si me dejaba respirar. No debieron pasar más de cinco minutos cuando note que pronto me llegaría el orgasmo. Apreté su cabeza, intentando que hundiera su lengua en mi chocho, para terminar en un orgasmo como antes nunca había tenido.

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Cerré los ojos y cuando todavía terminaba de reponerme llegó su beso, tan apasionado como el primero, solo que esta vez venía acompañado por su enorme verga que empezaba a hacer fuerza entre mis piernas. Aunque me dolía un poco, no quería que se detuviera. Me sentía llena por dentro, y al inclinarme pude ver que solo había entrado la mitad. Empecé a mover la cintura con ese enorme trozo dentro, y el entendió que era tiempo de acelerar sus movimientos. Levantó mi culo, y arrodillado frente a mi empezó un mete y saca un tanto violento, al que no estaba acostumbrada, pero que me enloquecía. Me sentó sobre él, dándole la espalda y después de adaptarme a su tamaño moví el culo para sentirme totalmente poseída. – Qué golfa resultaste ser nena. Me dijo en el oído, entre los besos que se desparramaban por mi cuello.
Esto, junto a mis dedos masajeándome el clítoris, y su verga que entraba y salía con mis saltos bastó para que llegara mi segundo orgasmo.
Volvió a tomar el control, y cada vez parecía más decidido. Me puso a cuatro patas sobre el sillón y la metió entera de una sola vez, brindándome un placer que se confundía deliciosamente con el dolor. Siguió así mientras apretaba mis tetas y me repetía lo guarra que era. Yo solo gemía y gritaba y pensaba que ojala pudiera tenerla para mi sola por el resto de mi vida.
Finalmente me la sacó, y acercándola otra vez a mi cara me pidió que le sacara la leche. Yo todavía no podía creer lo que tenía frente a mí, y bastó meterla en mi boca y rodearla con la lengua para que me hiciera sentir su leche caliente.
Un tanto avergonzada quise irme cuanto antes a mi casa, pero estaba demasiado extenuada, por lo que me recosté allí mismo a descansar. Me di cuenta que mis piernas todavía estaban temblando. Ninguna sensación podía compararse con lo que acababa de vivir, cualquier placer quedaba pequeño al lado del que acababa de brindarme este hombre, y sin embargo no podía evitar la culpa de haber sido infiel por primera vez en mi vida.
Después de estar un rato acostados Damián debió darse cuenta de lo que me pasaba y me preguntó si me sentía bien abrazándome por detrás. Le comenté mi situación y dijo que me entendía.
– No te preocupes, esto es algo normal. Su abrazó era cada vez más fuerte y su miembro empezó a recobrar su tamaño en mi entrepierna.

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Metió solo la puntita, y volvió a besarme el
– Todo el mundo hace estas cosas- Insistió. –Además creo que eres demasiado caliente como para estar con una sola persona. Podrías pasarlo muy bien sin que tu novio se entere de nada.
Las palabras que me murmuraba al oído me ponían caliente, y la puntita ya era casi media verga moviéndose adentro de mí.
Cuando acabó de correrse por última vez miré por la ventana y vi que ya estaba oscureciendo. Habíamos estado toda la tarde follando y el tiempo parecía haber pasado mucho más rápido de lo habitual.
Esa noche apenas si pude dormir pensando en lo que había pasado. Las palabras de Damián resonaban en mi cabeza. Quizá yo en verdad era una golfa y no me había dado cuenta. Desde entonces no solo he disfrutado de la enorme verga de Damián, sino que además llegué a cumplir muchas fantasías que fueron apareciendo en mi cabeza, y espero seguir cumpliendo.
Un besito para todos.

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