Relato erótico

Infidelidad al descubierto

Charo
2 de mayo del 2019

Fue testigo de la primera infidelidad de su mujer. Estaban en un evento de la empresa y se dio cuenta que su mujer “desaparecía”. Entró en uno de los salones del hotel acompañada por uno de sus colaboradores. Era un chico joven que solía quedarse embobado cuando la miraba.

Rodrigo – Málaga
Sabía que el joven de 19 años estaba totalmente subidito con mi mujer de 32 años. ¿Y porqué no habría de estarlo? Ella es una esbelta rubia curvilínea de 1’66m y 55kg. Sus pechos son firmes, con pezones que parecen estar duros todo el tiempo. Raúl había estado trabajando con Marta unos tres meses y medio, lo hemos tenido en casa en varias ocasiones. Yo no había hecho caso de la manera obvia como miraba a mi mujer, considerándolo un enamoramiento juvenil. Mi mujer y yo habíamos conversado sobre ello y ella lo consideró “algo simpático”.
Hace unos meses se llevó a cabo una fiesta de la empresa en un hotel cercano a la playa, donde había de todo: Paseos a caballo, natación, pesca y demás. Cuando llegamos a la playa ya la expedición estaba organizada, había tres botes, cada uno con doce personas. Me quedé hablando con algunos compañeros durante una media hora, planeando jugar al golf más tarde y regresé al hotel para encontrarme con Marta. Cuando estaba acercándome vi a Marta y a Raúl entrar por una puerta lateral del edificio principal. Los seguí. Conforme me acerqué más, pude ver sus siluetas a través de las delgadas telas de las cortinas ¡se estaban besando! Marta tenía sus manos sobre el pecho de él, empujándolo con gentileza y girándole la cara, pero él estaba obviamente diciéndole algo al oído y tratando de besarla. Me reí para mis adentros, pensando “vaya fresco”. Podía ver perfectamente a Raúl y Marta a menos de tres metros de distancia. Ella estaba sentada en una silla y Raúl desde enfrente se inclinaba sobre ella, besándole la frente y los párpados. Continuó besando su cara hasta llegar a sus carnosos labios y esta vez pude ver como pasaba su lengua sobre los labios de mi mujer. “Bueno, veremos que pasa”, pensé, creyendo que ella pararía y se iría. Pero en vez de eso, giró su cara hacia Raúl y empezó a decir algo, cuando el presionó sus labios sobre los de ella y podía adivinar que la lengua de él se deslizó en la boca de Marta. La vi entrecerrar los ojos, sujetarlo del antebrazo con su mano izquierda y devolverle el beso.
Se estaban besando apasionadamente, podía ver que él exploraba con la lengua la boca de ella, que sacaba su lengua al encuentro de la de él, ahora era ella la que succionaba suavemente la lengua de él, que bajó su mano y empezó a pellizcarle suavemente un pezón.

Ella lo cogió suavemente por la muñeca retirándole la mano de su seno, pero él simplemente se agachó más y la deslizó bajo su falda para acariciarle los muslos. Marta separó su boca viéndolo con cierta pasión, supongo que le decía que no deberían estar haciendo eso. Podía verla sacudir suavemente la cabeza, pero no se le veía molesta o intolerante. Él le acarició la mejilla y tomándola por la nuca se inclinó nuevamente hacia ella y pasó su lengua sobre los labios de ella repetidas veces hasta que logró que abriera nuevamente la boca y volvieron a juguetear mutuamente con sus lenguas. Él volvió a aventurar su mano bajo el vestido, sin que ella tratara esta vez de retirarla, al contrario, la capturó con la mano de ella, permitiéndole pasar más allá de sus muslos. Podía adivinar que él trataba de meter sus dedos en sus braguitas para acariciarle el coño. ¡Hombre! Mi estaca estaba dura como el acero, me la saqué y empecé a trabajármela, pensando que pronto ella lo cortaría o yo entraría en el momento preciso.
Él se enderezó y me sorprendí cuando vi que se bajó la bragueta y se sacó la polla, la sostuvo con una mano y la acercó a los adorables labios de mi querida mujer. Ella se echó atrás sorprendida, deteniéndole apoyando sus manos en la pelvis del joven y por un momento pensé que el devaneo había terminado, pero habilidosamente el joven se agachó nuevamente a besarla y nuevamente mi mujer aceptó la caricia, levantando la cara y abriendo la boquita, aceptando la lengua de él y brindándole la suya, ambos con la misma fruición que anteriormente habían manifestado. Después de no mucho rato de esos menesteres, él metió ambas manos por el escote del vestido y empezó a masajearle los pechos, mientras que prácticamente solas, las manos de Marta dejaron de detener al intrépido galán y se fueron acercando al enhiesto miembro.
Primero la yema de sus dedos la tocaron tímidamente, después recorrieron toda la longitud de la misma manera, hasta que finalmente, sujetándola con la diestra, empezó automáticamente a pajear la endurecida verga, mientras que con la izquierda le acariciaba los huevos.

El beso continuó durante varios minutos, mientras ella se acostumbraba al bulto en sus manos, rompieron el beso y al bajar la cabeza, mi mujer se encontró frente a sus ojos el glande enrojecido mirándola fijamente, él simplemente moviendo sus caderas lo acercó hasta que empezó a pasarlo suavemente sobre los carnosos labios. La vi sacar la lengua y limpiar con ella la punta enrojecida, movió entonces la cabeza y dejó que todo el largo reposara junto a su mejilla. La vi que tenía los ojos cerrados y estaba hablando con él, quien mientras le contestaba también le restregaba la punta del glande en la mejilla.
¡Que caliente estaba! Mi mujer hasta ese momento no había visto la verga de otro hombre y ahora tenía una pegada a la mejilla. Era un poco más larga que la mía y aparentemente más gruesa, con el glande en forma de hongo descomunal. Mi mujer giro la cabeza hacia todos lados, pero no podía ver a nadie alrededor, según ella no había testigos. Miró hacia arriba viéndolo y él se movió guiando nuevamente su glande hacia los suaves labios. Esta vez ella cerró los ojos sacó la lengua para que apoyara en ella el instrumento y cerró sus labios sobre el borde del glande. ¡Yo estaba en choque! Aquí estaba mi hermosa mujercita chupando la polla de ese chaval y yo bien conocía lo bien que ella sabe hacerlo; ella adora mamar polla.
Mientras chupaba y relamía sin parar la endurecida estaca, estiró la mano hacia arriba, le desabrochó el pantalón y empezó a acariciarle los huevos. Una vez que el pantalón cayó debajo de sus rodillas, pude ver claramente que su aparato era realmente más largo que el mío, y podía juzgar por la forma como ella lo estaba chupando, lamiendo y mirando, que pensaba lo mismo. Cuando él se movía hacia abajo viendo como le sorbían y lamían el pedazo de carne, echaba la cabeza hacia atrás y suavemente se mecía introduciendo y retirando la estaca de la hermosa boca, sosteniéndola de la cabeza, acariciando sus rizos dorados. Veía que ella estaba verdaderamente inmersa en ello, estaba totalmente posesionada de su papel de mamadora, moviendo rápido dentro y fuera la verga, retorciendo su lengua sobre el glande y luego introduciéndose toda la estaca hasta la raíz, o por lo menos tratando de hacerlo.
Él le tomó pronto el ritmo y empezó a empujar y retirar al mismo tiempo que ella, haciendo cada vez más profundos los empujones de su enorme aparato y pronto ella pudo aceptarlo completamente. Sosteniéndola de la cabeza, empezó a follársela por su garganta, la vi que abrió enormemente los ojos y trató de echarse hacia atrás, pero él la sostuvo y empujó su verga en la garganta de Marta y empezó a descargar sus huevos.

Vi como los músculos de su trasero y de sus piernas se tensaron y empujó más profundamente hasta que su vello púbico estaba aplastado contra los labios de mi mujer y empezó a sacudirse. Los ojos de Marta continuaban muy abiertos y la vi tragar y tragar su semen. En ese momento no pude soportarlo más y me corrí abundantemente en uno de los orgasmos más fuertes que jamás haya tenido. Una vez que se la sacó, vi a mi mujer lamerse los labios y limpiarse la barbilla con el dorso de la mano.
Él se hincó frente a ella, hablándole, probablemente diciéndole lo buena mamadora que era; no se había subido los pantalones y podía verle la verga aún tiesa, aunque goteando. La abrazó por detrás, la deslizó hasta la punta de la silla y le levantó la falda dejando a la vista sus braguitas. Ella trató de incorporarse apoyándose en los hombros de él, moviendo la cabeza de un lado al otro obviamente negándose, pero eso no lo detuvo a él de bajarle las braguitas. Una vez que se las bajó, acarició tiernamente sus primorosas piernas, la descalzó de sus sandalias y besó sus pequeños pies. Ella estaba todavía protestando cuando él le levantó las piernas y tomándola por debajo de las rodillas, se sumergió en su vagina con su lengua y labios. Ella echó la cabeza hacia atrás y sujetó sus dedos sobre los hombros de él, mientras él movía su cara dentro del caliente sexo. Él estaba succionando y lamiendo furiosamente, podía verlo encajando su lengua hasta el fondo. Ella ya no pudo soportarlo y empezó a venirse convulsivamente.
Su cabeza se meció hacia atrás y abrió la boca, ante el empuje de la lengua de él, que continuó lamiendo y lamiendo mientras ella se corría, hasta que ella lo forzó a retirar la cara de su sexo. Así como se retiró, se levantó aún sosteniéndola por las piernas y sin hacer pausa se dejó caer sobre de ella y le encajó la totalidad de su polla profundamente en el coño. Mis ojos casi se paralizan, mi verga estaba palpitando y se ponía cada vez más dura de lo que nunca había estado mientras veía a ese joven enterrar su verga en el abierto coño de mi mujer. Nunca la había yo follado tan completamente, tan fuerte, tan rápido, tan profundamente… No le tomó mucho tiempo, él empujó las piernas de ella hasta atrás e incorporándose, apalancó su verga dentro de ella hasta el último centímetro y empezó a correrse nuevamente.
Demonios, nunca había visto algo tan excitante, mi cara ardía y la verga me dolía, acababa de ver a mi mujer mamarle la polla a otro hombre y ahora él acababa de follársela a conciencia. Se quedaron abrazados sin moverse. Regresé al área de servicio, atravesé la cocina subiéndome la bragueta y saliendo del edificio empecé a gritar:
– ¿Marta, Marta?
Sabía que me escucharían. Mientras le daba la vuelta a la puerta fui hacia donde había más gente, una camarera traía una bandeja con copas de vino, tomé una de un solo trago y tomé otras dos, regresando hacia el edificio principal. Volví a llamar a mi mujer y al acercarme a la entrada cogí dos copas con una sola mano y abrí la puerta. Marta estaba recostada en la silla, Raúl ya no estaba. El vestido de ella estaba bien ajustado, sus sandalias nuevamente calzaban sus hermosos pies y supongo que su rezumante coño estaba cubierto por sus empapadas braguitas.
– ¡Hola cariño! -dijo ella pretendiendo estar medio adormilada- Pensé que estabas con los niños y estaba tomando una pequeña siesta.
– Bueno -le respondí- Te tengo una agradable sorpresa, ellos no regresarán durante bastante tiempo, así que disponemos de un buen rato para nosotros. Toma, te traje una copa de vino.
Ella tomó copa y yo le di un sorbo a la mía y decidí que la “pescaría” por haber hecho algo.

– Me alegro que estemos solos aquí cariño- le dije- tengo muchas ganas de ti.
– Oh no – dijo ella retorciéndose y tratando de escapar- No podemos hacer nada aquí, alguien podría vernos.
– No lo creo cariño- le respondí mientras le subía el vestido y sujetaba sus braguitas- Solo estamos nosotros por aquí.
Se le cayó un poco de vino, luchó y trató de mantener sus preciosas piernas juntas, mientras yo se las abría y me metía entre ellas, yo fui más fuerte que ella.
– Voy a probar este maravilloso coño tuyo, querida. Vas a correrte como nunca – le dije mientras acercaba mi boca a su coño.
Mi plan original era abrirle el coño y encontrarlo lleno de semen, entonces acusarla de andar follando con otros y hacerle una escena. Miré su coñito y se veían los suaves labios llenos con una traza de crema entre ellos escurriéndole hasta la grieta del culito. Decidí entonces que podría hacerlo peor aún. Me di cuenta de que quería probar ese coñito lleno de semen, supuse que al lamerlo, tendría la prueba de lo que había pasado para mostrárselo a ella.
– Nunca te había visto tan húmeda, mi amor- gemí- No cabe duda de que lo estás deseando tanto como yo.
Ella no respondió, pero la noté extremadamente tensa. Me agaché, aspiré su aroma y recorrí con mi lengua toda la rajita de su coñito, probando el semen de él. Sentí como si unas suaves plumas recorrieran a todo lo largo de mi espalda, sentí mi cabeza pesada, nunca mis papilas habían sido asaltadas de esa manera por ningún sabor. Un tanto salado y como de moneda de cobre el sabor. Introduje mi lengua explorando en su vagina, lamiendo y sorbiendo. Ella gimió fuerte y relajándose, abrió aún más las piernas, mientras yo hambriento lamía una y otra vez su húmedo chochito.
– ¡Qué sabor tan rico tienes querida!

Y empecé a follármela con la lengua, desde su clítoris hasta su culito, tragándome el semen de él, junto con los jugos de ella, no le costó mucho tiempo correrse. Tuvo el orgasmo más fuerte que jamás le propiné, literalmente me quitó el aliento. Me atrajo hacia ella y la monté tal como él lo había hecho, la follé fuerte y con furia. Su coño nunca había estado tan húmedo y pegajoso, estuve solo unos minutos para explotar dentro de ella, que me abrazaba con intensa pasión. Permanecimos así como unos diez minutos o más. Me di cuenta de que acababa de tener el mejor sexo de mi vida, el problema ahora era, ¿cómo lograrlo nuevamente?
Un saludo para todos los lectores.

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