Relato erótico

Inesperado y placentero

Charo
23 de noviembre del 2018

Lo contrataron como becario en un bufete y tuvo que amoldarse al turno de vacaciones. Le tocó el mes de Junio y decidió ir a una casa que sus padres tenían en la costa. Se le presentaban unos días aburridos, o eso creía él.

Jordi – Barcelona
Esta historia me ocurrió hace 4 años, cuando yo tenía 23. Ese año me contrataron como becario en un bufete y me tuve que amoldar a los turnos de vacaciones. Como era el último en llegar me tocó tomar las vacaciones en el mes de Junio cuando mis amigos todavía tenían clase y otros estaban trabajando. Total, que se me ocurrió ir a la casa que tienen mis padres en un pueblo y por lo menos saldría de Barcelona.
A mis padres le dije que arreglaría el garaje y el trastero en esos 15 días y así lo aprovechaba. Llegué allí por la mañana, me instalé, di una vuelta por el pueblo, vi que no había nadie conocido, tomé una cerveza en el único bar que hay allí y me fui a casa. El pueblo es pequeño, y con las personas mayores que me encontré tuve que dar explicaciones de lo que hacía. Iban a ser 15 días aburridos pensé yo, pero no sabía la sorpresa que me iba a deparar.
Al día siguiente estaba empezando a arreglar el garaje, cuando sonó el timbre de la puerta. Abrí y sorpresa, era mi vecina Esther, una chica que me cae fatal y que no aguanto. Estaba en la puerta con un bolso de viaje.
– ¡Qué haces aquí! – aunque no pregunté, lo exclamé pues me salió del alma.
– Vaya recibimiento – contestó – ¿Me dejas pasar?
– Sí, sí, perdona, pero es que no esperaba a nadie.
– Tu madre y la mía han pensado que te ibas a aburrir y como estaba en casa sin hacer nada han dicho que me viniera para acá.
– Me lo podrían haber dicho – añadí algo molesto.
– Podrías haber llamado.
La verdad es que Esther es la típica vecina a la que no aguantas. Me lleva dos meses de edad y hemos ido siempre juntos al colegio. A nuestros padres les gustaba la idea de que hubiese algo entre nosotros, y lo consiguieron: odio. Yo no la aguantaba y ella lo sabía, pero qué íbamos a hacer.
– ¿Donde voy a dormir? – preguntó.
La casa del pueblo es grande. Yo tenía mi habitación en una punta de la casa, así que pensé que la mejor idea sería ponerla en la otra punta, en la habitación de mis padres.
Ella siempre estaba maquinando, siempre hacía las cosas pensando en lo siguiente y siempre enredaba a la gente. En el colegio era así y no creo que hubiera cambiado.

Habíamos perdido un poco el trato pues ella llevaba saliendo 4 ó 5 años con un chico que se llamaba Ángel. Esther no era guapa. Estaba delgada pero poco más. Tenía una hermana dos años mayor que nosotros, que tampoco era guapa pero tenía unas tetas y un culo de campeonato.
Bueno, volvamos a la historia. A mí me sentó muy mal que Esther viniese, tanto si me lo hubieran dicho como si no, pero qué le iba a hacer. No la iba a echar de casa. Salimos a dar una vuelta por el pueblo y llamé a mi madre muy enfadado. No sirvió de nada. Pensé que ya que íbamos a estar juntos pues no me iba a deprimir por ello. Llegó la hora de comer y nos fuimos a casa. Hizo la comida, algo bueno tenía que tener, recogimos los platos y salimos al patio a tomar el sol. Hacía mucho calor y nos pusimos los bañadores. Tenemos unas hamacas y nos tumbamos en ellas. Vaya cuerpo que tenía mi vecinita. No me había fijado nunca. Vestida, como he dicho, no valía mucho, estaba demasiado delgada, pero ahora veía que tenía un buen culo, como su hermana, y las tetas, que eran más pequeñas tenían buena forma. Nos echamos crema, nos tumbamos y de repente dijo:
– ¿Y los vecinos?
– Ahora no hay nadie en esta zona. Faltan tres de la izquierda y dos de la derecha. Solo vienen en verano – contesté.
– ¿Te importa que haga top-less? – añadió.
– ¿A mí?, para nada – me estaba haciendo el machito – Como si quieres quedarte en bolas.
– Pues estaría bien. Así no se nos queda marca. ¿Nos desnudamos?
Ya estaba enredando, pero yo no quería quedar mal.
– Desnúdate tú si quieres.
– Te da vergüenza – afirmó.
Otra vez. Ya me estaba picando, y la verdad es que no me apetecía quedarme en bolas delante de ella. Nunca había tomado el sol desnudo.
– A mí no me da vergüenza – dije y me bajé el bañador.
– Vaya, vaya – exclamó y también se lo quitó.
¡Como estaba Esther! Tenía unas tetas perfectas y su coñito tenía forma de triangulo invertido. Yo no quería mirar porque se me iba a empalmar, pero ella no hacía más que picarme.
– Creo que “tu amiga” quiere saludarme – me dijo.
– Simplemente es educada y se “levanta” cuando ve a una chica.

– Pues dile que se “siente”- añadió sonriendo.
Así estuvimos un buen rato hasta que yo me di la vuelta y me dormí. A las 6 me desperté y Esther ya no estaba. Me levanté, la llamé y me contestó desde el baño.
– Ahora salgo – dijo.
Salió también completamente desnuda moviendo las caderas y contoneándose bastante.
– Vaya, creo que “tu amiga” quiere saludarme otra vez – repitió.
La tenía totalmente empalmada y no me había dado cuenta, pero entonces contraataqué.
– Pues salúdala, si no te da vergüenza.
Pero no me esperaba lo que pasó a continuación, pues ella se agachó, me tomó la polla entre las manos y le dio un beso. Yo me estremecí.
– Creo que quiere más. ¿Quieres más, pollita? – preguntó con sorna.
Y empezó a chuparme la polla muy despacio. Que gustazo me estaba dando hasta que se levantó, me dio un morreo, cogió la toalla de la hamaca y la extendió en el suelo, indicándome que me tumbase y allí empezó de nuevo a chupármela. Yo estaba atontado, no decía nada, solo gemía de placer hasta que ella se dio la vuelta, puso su coñito sobre mi cara y empezamos un 69 de locura. Yo estaba que reventaba de placer, pero ella era demasiado. Tenía mi cara empapada de sus jugos vaginales que sabían estupendamente. Se movía hacia los lados y gemía de placer. Y así exploté. No me dio tiempo a decir nada pero ella no paró. Siguió chupándomela y me la limpió toda. Yo seguí hasta que ella se incorporó. No decíamos nada. Empezamos a besarnos y noté el sabor de mi semen en su boca. Nunca lo había probado. Yo estaba excitadísimo y me gustó. Nos sobamos, y empezó de nuevo a tocarme mi pene. Pasarían unos 5 minutos cuando ya se me puso dura de nuevo y entonces me dijo:
– Disfruta de Esther y métesela hasta el fondo.
Empecé a follarla. Madre mía, que ritmo tenía. Yo lo había hecho varias veces, siempre en el coche, y nunca había sentido nada parecido. Cambiamos de postura y empezó a cabalgar encima de mí, hasta que noté que me venía y grité:
– ¡Me viene, me viene!
– Toda dentro, no pasa nada…
Así me derramé en sus entrañas, luego ella se dio la vuelta y me dijo:
– ¡Límpiame!

Y le chupé el coñito empapado de mi semen. Me gustaba. Luego nos tumbamos sin decir nada y así estuvimos como media hora.
Resulta que para controlar la regla le habían recetado la píldora anticonceptiva y así follaba cuando quería a su novio Ángel y a sus amiguitos. Luego estuvimos hablando de que no podíamos decir nada ya que en el pueblo había mucho cotilleo y enseguida se enteraría mi madre y nos haría volver a Barcelona. Salimos a tomar algo y cuando me preguntaron la presenté como mi prima y la gente no dijo nada.
Esa noche decidí que durmiera conmigo y así lo hicimos, pero rendidos de la folladita de la tarde, tan solo un sobeo y una medio pajita completaron la noche. Por la mañana cuando me desperté, Esther me estaba sobando la polla y cuando notó que estaba despierto, me dio los buenos días y empezó a chupármela. ¡La primera de la mañana!
Seguimos arreglando el garaje, pero tocándonos el culo y demás, hasta la hora de la comida. Comimos sin decir nada y después como si fuera una rutina nos desnudamos para tomar el sol.
– A mí me gustaría que te afeitases el coñito – le dije tranquilamente.
– Por mí no hay problema, pero si yo me lo afeito tú también tienes que poner algo de tu parte.
– Yo te lo afeito bien – le dije.
– Pues yo también te lo afeito.
Y lo hicimos, empecé a cortarle los pelitos grandes, y a continuación le pasé la maquinilla. Se estremecía la muy cabrona de placer. Se lo afeité todo. La dejé como una niña. Se lo limpié y empecé a chupárselo hasta que me apartó y me dijo:
– Ahora me toca a mí.
Me tumbé, me puso una toalla encima de la cabeza para que no mirara, y empezó a “trabajar”. Yo notaba cuando pasaba la maquinilla y su mano en mi polla. Estaba tiesa, ¡como para no estarlo! Me hizo darme la vuelta y me afeitó también el culo. Me resistí, pero al final la dejé. Me estaba gustando y cuando terminó, me hizo darme la vuelta de nuevo y me dijo:
– ¡Voila!
Estaba totalmente afeitado. Me hizo tumbar y empezamos otro 69 como el del día anterior. ¡Que corrida tenía la tía! Yo tampoco puede aguantar mucho y me corrí en su boca. Nos quedamos juntos durante un rato, hasta que ella empezó de nuevo. Cambiamos de postura y empezamos a follar. Qué placer me daba el no tener vello. Entraba muy suave. Me corrí otras cuatro veces más. La última ya no salía nada. Estábamos extasiados y cansados, nos duchamos juntos y salimos a tomar unas cervezas como si nada. Cuando volvíamos a casa en un rincón le levanté la falda y se la metí de golpe.

No llevaba bragas y estaba húmeda. Yo creo que se había corrido antes alguna vez más. Fue un polvo rápido, pues a las diez o doce embestidas me corrí. Estaba todo el día empalmado. En mi vida pensé que iba a tener tanto aguante y así seguimos hasta el fin de semana.
Estábamos el viernes a punto de comer cuando sonó el timbre de casa. Yo no esperaba a nadie y pensé que sería alguna vecina a preguntar por algo. Fui a abrir… y sorpresa allí estaba Mari, otra compañera de colegio a la que no veía desde hacía 6 ó 7 años. Mari estaba buenísima, era la pijita de clase y por eso no caía bien. Yo no la había vuelto a ver, pero la verdad es que no había cambiado, bueno, sí, sí había cambiado: más tetas, más culo, más buena.
– ¿Qué haces aquí? – le pregunté.
– Me invitó Esther a pasar el fin de semana. No te importa ¿verdad?
Otra vez Esther enredando. Que iba a hacer. La llevé a la habitación donde se suponía que dormía Esther y no dije nada. Las dos se abrazaron como si no se hubieran visto desde hacía tiempo y nos dispusimos a comer.
Llegó la hora de tomar el sol y yo no sabía qué iba a ocurrir. Me puse el bañador, estiré la toalla en el suelo y me senté. En ese momento salieron las dos por la puerta. En pelotas, sí, estaban completamente desnudas. Yo me quedé boquiabierto con una expresión de tonto que flipaba.
– ¿No te gusta la sorpresa? – dijo Esther entonces y yo no dije nada.
– Parece que le dan miedo dos chicas en pelotas – añadió Mari.
– No hija, no, pero es que no me lo esperaba.
– Ya me ha contado Esther lo que tú le haces. Espero que a mí me trates igual.
Yo estaba desconcertado. Las muy cabronas querían follarme juntas, y a Esther le daba igual. Yo no iba a ser menos. Pensaba que esto era un sueño que nunca ocurría. Colocaron las toallas en el suelo, se sentaron y empezaron a morrearse y a sobarse. ¡Así que también les iba el rollo lésbico! Ni que decir tiene que mi polla estaba a reventar y entonces dije mientras me bajaba el bañador y saltaba mi polla como un resorte:
– ¿Puedo yo también jugar?

– Primero me la tienes que presentar – dijo Mari.
Me acerqué, la cogió con las manos y empezó a chupar, luego paró y dijo:
– Vaya, así que los dos jugáis a los peluqueros.
Ella tenía una mata de pelo considerable, así que se abrió de piernas y dijo:
– Esther, ¿por qué no me lo quitas?
Pienso que me he alargado demasiado así que ya continuaré relatando la experiencia en una próxima carta.
Besos y hasta pronto.

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