Relato erótico
Inesperado, pero bestial
Fue una experiencia única y nunca más le ha pasado. Sus relaciones sexuales eran muy “escasas” y reconoce que alguna vez eran de “pago”. Aquel día le ocurrió algo inesperado, iban dos chicas en un coche y se ofrecieron a acompañarlo.
David – Benidorm
Me llamo David, tengo 32 años, soy moreno, de 1,79, y por lo que dicen bien parecido. Pero lo que les voy a contar ya ocurrió hace unos años atrás, exactamente cuando tenía 20. Fue durante un mes de Agosto, verano en la ciudad, con un calor increíble. A esa edad el “calor” que sentía también era increíble, aunque ya había tenido relaciones con varias chicas, a veces pagando, no tenía mucha experiencia al respecto.
Salí de casa a eso de las tres de la tarde, mi objetivo ir a jugar a los bolos en un lugar cercano con amigos, iba caminado lentamente cuando vi pasar un coche, azul marino, donde iban dos hermosas mujeres una rubia y la otra de pelo castaño. Giré la cabeza y me di cuenta que una de ellas me había mirado de reojo. Seguí caminando y de repente, el coche estaba nuevamente a mi lado con la ventana abierta. Pensé que me iban a preguntar una dirección o algo, pero cual no fue mi sorpresa que al parar me preguntaron a donde iba, les comenté mi intención y me ofrecieron acercarme. Me dio algo de miedo pero acepté la invitación.
Dentro del coche, una de ellas me preguntó si realmente tenía que ir, porque ellas estaban solas. Me dijeron que estaban en casa de la morena, solas ya que sus padres habían ido de vacaciones. Me dijeron que eran primas y las miré fijamente. Ambas tenían cerca de 22 años, la morena, que conducía, se notaba más alta y voluminosa con unos pechos redondos y firmes y una mirada muy sensual y se llamaba Lourdes. La de pelo castaño se llamaba Eugenia, era más delgada con pechos más pequeños pero puntiagudos. Llevaba una blusa sin nada abajo y cuando se dio la vuelta para hablarme, la blusa, medio abierta, mostraba casi la totalidad de un pecho, incluido el pezón.
Yo me puse como loco y antes de darme cuenta ya la tenía dura. Accedí a ir con ellas sin saber lo que me esperaba. La casa era una casa amplia y muy bien decorada, al llegar me ofrecieron una cerveza y me preguntaron si quería tirarme a la piscina, a lo que les dije que sí, ya que hacía mucho calor.
Al salir al jardín, Lourdes, que tenía puestos unos tejanos, se lo quitó y Eugenia hizo lo mismo con el pequeño vestido marrón que llevaba. Yo miraba y no lo podía creer. Dos hermosas mujeres se estaban desnudando y apenas las conocía. Me empecé a sacar el pantalón y la camisa, ellas se sacaron el sostén y rápidamente se tiraron al agua, no sin que antes pudiera ver que efectivamente Lourdes tenía unos hermosos senos y un culo redondo y bien relleno, pero Eugenia, más delgada, no dejaba de estar súper bien, con el pelo largo y muy esbelta, se movía tratando de mostrarme todos sus encantos.
Desde el agua las dos me miraban esperando a que me terminará de desnudar y yo, con algo de vergüenza y con la polla más dura que antes, sabiendo que se iba a notar mucho ya que la tengo no solo gruesa sino que de unos 22 cm de largo, me quité el pantalón y bien trompado como estaba, me tiré rápidamente al agua. Pero lo que no había previsto es que cuando caí, el calzoncillo se me bajó hasta los tobillos y cuando me di cuenta y traté de subírmelo, Eugenia me lo había agarrado diciéndome:
– No te preocupes, es mejor que no lo tengas puesto.
A continuación me lo sacó y puso su mano sobre mi polla dura, lo que con el agua fría me dio casi un espasmo, me agarró del cuello y me dio un beso con lengua que casi me llega hasta el fondo de la garganta. Yo sentía que estaba en el paraíso. Lourdes, que sentada del borde miraba mi polla bajo el agua, nos dijo:
– No seáis egoístas y acercaros aquí.
Ella estaba con una pequeña braga negra y con las piernas separadas al borde de la piscina. Nos acercamos, ella se agachó para darme un beso, yo la abracé y la besé con unas ganas increíbles, mientras con la mano le acariciaba las piernas e iba subiendo hasta su hermoso coño, que ya se notaba mojado y listo para recibir a cualquiera,
Aparté con una mano la braga para dejar entrever su rajita mojada y lentamente comencé a chuparle el coño, que tenía un gusto increíble. Mientras me entretenía con Lourdes, Eugenia había salido de la piscina y estaba sentada al lado de su prima. Cuando me di cuenta, ella ya estaba preparada para recibir el mismo tratamiento, giré y fui directo a su almeja. El sabor del coño de Lourdes se empezó a mezclar con el de Eugenia, a la que le metí la lengua hasta el fondo y luego pasé a jugar con su clítoris que lo noté bien hinchado.
Al rato Lourdes se levantó y ofreció ir a una habitación donde estaríamos más cómodos. Subimos las escaleras y entramos en una enorme habitación con una cama que, afortunadamente, era gigantesca. Me tiré en el centro y ambas se acostaron a mi lado. Yo no podía creer que con mis 18 añitos esto me estuviera pasando esto. Empecé a chuparle los pezones a Lourdes, que me tenían loco, y mientras tanto Eugenia me hacía una mamada como nunca me la habían hecho. Yo no aguantaba más y me monté a Lourdes. Ella separó sus largas y esbeltas piernas ofreciéndome todo su coño y sin piedad la ensarté con mi sable y ella emitió un pequeño gemido, mordiéndose los labios, por lo que supe que mi tremenda polla le había dolido.
Eugenia se me había subido a mi espalda y me empezó a besar desde la nuca para abajo mientras yo seguía dándole duro a Lourdes que, entre gemidos, demostraba que estaba por llegar al orgasmo pero cuando me di cuenta, Eugenia me estaba besando el culo, algo que nadie me había hecho antes y aunque me gustó, me sentí raro.
Queriendo saber cómo era Eugenia, empujé a Lourdes a un costado y me subí encima de Eugenia. Ella misma agarró mi polla y la colocó para que entrara en su coño. De más está decir que lubricación no le faltaba. Empujé y entró toda y hasta el fondo. Ella suspiró. Lourdes, mientras, se había levantado y fue hacia un armario y cuando la busqué, vi que estaba cogiendo uno de esos consoladores con cinturones, que tenía una polla tan enorme como la mía de grande.
Lourdes se la puso y en ese momento supe que la diversión iba a ser mayor aunque no me imaginaba lo que me esperaba. Cuando se acercó a la cama, Lourdes le puso el consolador en la boca a Eugenia y ella empezó a chuparlo como si fuera una verdadera verga.
Lourdes se agachó, empezó a besarla y empujó la polla hacia mi boca, ordenándome chuparla. Como era de plástico, le di el gusto, pero ya no pude más y me corrí dentro de Eugenia, pero siguiendo con mi polla dentro, hasta que se me volvió a endurecer.
Al rato intenté apartarme por si Lourdes quería penetrar a Eugenia, pero ella me dijo:
– No, quédate quieto, no te muevas de donde estás.
No entendí pero la obedecí y mientras Lourdes se colocaba detrás de mí y yo seguía bombeando a Eugenia, esta me susurró al oído:
– No te preocupes, ella es buena en esto.
No lo entendí pero entonces noté que Lourdes me estaba chupando el culo. El ano, gracias a sus besos y lamidas, se me había dilatado y antes de darme cuenta, un dedo me había entrando por atrás, Me asusté y removí un tanto el culo pero Eugenia, entonces, se sentó sobre las almohadas con las piernas abiertas, empujó mi cara hacia su coño y me ordenó chupárselo. Obedecí y al pasar mi lengua sentí por primera vez el gusto de mi leche mezclado entre sus jugos.
Lourdes, en este momento, apretó la polla de plástico contra mi ano y empujó. Le rogué que no lo hiciera, pero ya no había opción, el olor a sexo estaba en todas partes, flotaba en el aire y el vale todo estaba al orden del día. Sentí esa enorme polla entrar, desgarrando todo lo que encontraba a su paso. El dolor se apoderó de mí y traté de desconectarme chupando con mayor fuerza el coño de Eugenia mientras ella ayudaba a Lourdes separando mis nalgas.
Finalmente me entró toda esa enorme verga en el culo y la rubia empezó a bombearme como una loca hasta que cada entrada y salida me dolía menos y me gustaba más, sin poderme aguantar y muriéndome de vergüenza al reconocer, entre gemidos y suspiros, lo que me estaba gustando que me dieran por el culo.
Al final Eugenia se colocó debajo de mí y metiéndose mi endurecida polla en la boca, me la empezó a chupar y no pasaron ni cinco minutos para que explotara como nunca, con esa polla metida en mi dilatado culo, derramando toda mi leche en la garganta de Eugenia que la tragó con suspiros de placer.
Todos disfrutamos mucho de esta experiencia. Nos vestimos, me acompañaron a la puerta y un beso fue la despedida con la promesa de volver a encontrarnos. Y así fue.
Besos y ya os contaré lo que ocurra.