Relato erótico
Inesperado
A veces lo que no ocurre en años ocurre en un día. Un amigo del grupo se casaba y fueron todos a celebrar ese día con él. Uno de ellos insistió en ponerse al lado de su mujer y…
Toni – Córdoba
Todo ocurrió en la boda de un amigo. Nos habían colocado a todos los amigos del novio juntos en una larga mesa y Manuel, uno del grupo, se lo montó para que mi mujer se sentara a su lado. Primero empezó él con el pie y después siguió con la rodilla. Lo menos que podía hacer Macarena era responderle, al menos por cortesía, y mi más consentido permiso.
Manuel, afianzado por las libertades que “todos” le habíamos dejado tomar, durante el postre, cuando el cava ya iba haciendo efecto, cogió a Macarena por la muñeca, aprovechado, que tanto su mujer como yo parecíamos muy ocupados con los otros invitados. Pero yo, al menos, sentí un poco de curiosidad por saber que pretendía y miré a hurtadillas.
Manuel, lentamente y presionando la mano de Macarena con pasión, se la acercó por debajo del largo y corrido mantel hasta su entrepierna. Por supuesto yo había adivinado en que lío iba a meterse, pero me quedé estupefacto. El miembro de Manuel, erecto, desnudo, formidable, y arrogante, estaba fuera de la bragueta y se escurrió entre los deditos de mi mujer.
Macarena retrocedió con disimulo pero él le retuvo el brazo. El resto fue toda una sorpresa, la mano de mi consorte, prisionera y asombrada, se dejó llevar mientras yo me hacía cruces de que una polla pudiera tener tales dimensiones. Macarena paseaba la mano arriba y abajo por aquel miembro tan largo y tan grueso, como para asegurarse de que no estaba soñando.
Cuando los dos se levantaron de la mesa para ”bailar” un tango, cogió a mi mujer, le rodeó con el brazo el delicado talle y ella situó su pierna derecha descaradamente y a presión entre las de él. Al pegar sus vientres, sorprendí a Macarena tanteando, a través del fino vestido, el relieve de la descomunal virilidad.
La mujer de Manuel me sacó a bailar comentándome la buena pareja que formaban nuestros consortes y luego, arrimándome la mejilla me susurró al oído:
– Toni, ¿sabes qué quieren hacer esos?
– ¿Qué quieres decir? – repliqué haciéndome el tonto.
– Que en esta primaveral tarde, rebosantes de deseos, tu mujer y mi marido van a chingar desesperadamente -contestó sonriendo- Podríamos ir los dos juntos a recoger mi mantón al guardarropa y salir a dar una vuelta para dejar el campo libre a los “tórtolos”.
Al apretarme contra ella, imaginé que se trataba de otra cosa. Pero como el baile tocaba a su fin, me agarró por el brazo y dándome golpecitos en la bragueta con el abanico, con aire despreocupado, añadió:
– ¿Eres tan inocente como para no ver el juguete de mi marido en las manos de Macarena, cabronazo consentido?
Fuimos a dar una vuelta en el coche y nos detuvimos bajo unos pinos. La mujer de Manuel cruzó las piernas y con un gesto lascivo, acercó a mi boca su pie descalzo. Lo besé con voluptuosidad al tiempo que, me sumergía bajo sus faldas. Ascendí hasta la liga y llegué al encaje de la braga, metí la mano bajo el tejido sedoso y alcancé la aterciopelada carne entre los muslos. Al llegar a este punto, ella retiró el pie con brusquedad y se bajó la falda diciéndome:
– ¡Zona prohibida, amigo Toni!
Más excitado si cabe al comprobar su defensa y negativa, seguí arrodillado en la alfombrilla e intenté pasar más allá. Mis manos, deslizándose por sus muslos en continua lucha con las suyas, avanzaron a lo largo de los muslos que ella mantenía cerrados. Al llegar al hueco de las ingles, el ligero tejido de la braga se rompió a consecuencia del ardor de nuestra loca disputa.
Su mano se disparó como activada por un muelle en el silencio de la incipiente noche y acertó en mi mejilla con un bofetón de campeonato. Me levanté sin decir nada y salí del coche, pero aún no había dado ni dos pasos cuando me llamó con voz zalamera diciendo:
– ¡Toni, vuelve, tontolaba!
La fuerza y la sumisión de mi deseo hicieron que regresara, me cogió de la mano y me sentó a su lado en la parte trasera del vehículo, me echó los brazos al cuello y juntó con evidente desagrado los labios a los míos.
Temblando por esta muestra inesperada de ”cariño fingido”, me enlazó por el talle y al tiempo que yo devoraba sus labios pintados con abundante generosidad, metió la mano por mi bragueta y colocó sus dedos en mi cálido rincón. Mis piernas se abrieron para dar paso a su mano inquisidora.
Mientras con sus suspiros y conatos de besos, se ocupaba de conquistarme el alma, su mano diestra extrajo mi endurecida verga y tuve un nuevo sobresalto de sombro al vérmela tan tremenda. Nunca la había tenido tan erecta y dura. Ella, al verla, murmuró cerca de mi boca:
– ¡Toni, es un monstruo… de fea, que de tamaño no es ni la mitad que la de mi Manuel! ¡No me extraña que Macarena la prefiera!
Me la exploró de arriba a abajo con la palma de la mano cosquilleándome con las uñas en el forro de mis cojones. A continuación, con su experta mano, como bien pude comprobar, me forzó a abrir más los muslos y llegó hasta el ano. A continuación me bajó el pellejo, tenso por la hinchazón, hasta la misma raíz.
– Vamos a ver, so cabrón, voy a ejercitarme un poco con esta ridiculez, aunque solo sea por simple curiosidad – dijo – ¿De modo que a eso le llamas ”el dispensador de júbilos? Es una pieza ridícula, un aparatito que da risa, Toni. Nunca me hubiera imaginado que pudiesen existir colitas de este tamaño. Puede que la de Manuel se salga de lo común pero ni tanto ni tan poco. Permíteme familiarizarme con esta novedad de miniatura.
Sus dedos se intuían sobre el dibujo cónico de mi polla, subían y bajaban de la base maciza hasta la cabeza abombada que se meneaba al paso de sus zarandeos. Percibí mis nervios tensos por la vergüenza y las venas hinchadas. Ella me decía que toda mi artillería, que en aquellos instantes pasaría los quince centímetros era un juguete.
– Debe ser toda una molestia llevar una como la de Manuel entre las piernas – le contesté desairado – ¿De qué sirve que sea tan grande? De verdad siento curiosidad por saber cómo se maneja semejante mandril y si Macarena será capaz de hacerlo y sacarle todo el partido.
– Del mismo modo que yo te lo estoy haciendo, cabronazo – replicó – Su chocho experto no podrá conseguir mejores resultados.
– ¿De verdad tan fácil le resultará a Macarena? – volví a preguntar pero cambiando de tema, añadí -¡Que bien me lo haces, nunca había visto una palma tan suave y enérgica a la vez, que ligereza, que maestría!. ¿Y dices que hacía más de diez años que no hacías una paja?.
– Te lo aseguro y tenía que ser contigo Toni, ¿no? – replicó como molesta.
Siguió puliendo lentamente mi barrita rígida, alternado el roce con las carantoñas de sus dedos.
– ¿Tan agradable te resulta, cornudo? – preguntó al tiempo que se paraba unos segundos.
– ¡Sigue, sigue, amor mío! – supliqué.
– ¿Todavía más…?. ¿Y a donde lleva todo esto?. No veo que te salga nada más, y además me estoy cansando.
– Solo un poquito más, querida, ya casi me tienes listo otra vez… ¡Oooh… sí, en el borde! – suspiré abrazándola con fuerza – ¡Aaah… que delicia, sí, ahí, en la punta, ahora… aprieta con los dedos un poco mas, aaah… ya llega otra vez, querida, ya llega… me corro… me corroooo…!.
Ella se quedó con los dedos empapados y se separó de mi con un gesto de cansancio y asco.
– ¿Sabes que tu juguete, Toñi, está muy mal educado? – me dijo con la desagradable impresión de que se había dejado llevar a la fuerza.
– Lo que ocurre, querida, es que no lo hemos hecho como se debe hacer.
– ¿Existe acaso alguna otra forma de hacerlo con esa lombriz que tienes?.
– ¡Que perversa eres!.
– ¡Mira, mamarracho, como me has puesto con tu jugo! – exclamó,
– Querida – le respondí con una rodilla apoyada en el suelo al tiempo que sacaba mi pañuelo -si me hubieras dejado meterla donde manda la natura, esto no habría sucedido.
– Pero, ¿donde querías meterla, cacho cerdo? -casi gritó, añadiendo- Frota bien, que no quede rastro de esta sucia mancha tuya… me das asco, te lo juro… pero, pero Toni… ¿estás perdiendo la cabeza… a donde quieres llegar… qué… bajo mi vestido?. ¡Ya te he dicho que no, esto es solo de Manuel… Toni, vas a conseguir que me enfade y se lo cuente a mi marido para que te rompa la cara…
– Solamente aquí, y con mi lengua ya que no me has dejado con la polla… en ese rincón discreto que tan placenteramente folla Manuel con su culebrón endiablado – le rogué.
Le levanté el volante del vestido y le besé el interior de los muslos al tiempo que le acariciaba las nalgas con mis manos. Pero cuando enseguida trepé con mi boca golosa, ella exclamó:
– Toni, te he dicho… te estás saliendo de la zona convenida, me estas apartando la tela de la braga… ¡Vaya, además de cabrón eres un lameculos!. ¡Te lo prohibo, ya veo lo que te propones, cerdo!. ¿Y después qué, con la pollita, no?. ¡No, con tu lombriz no!. Toni, ya te he dicho mil veces que eso nunca conmigo.
– Solo con la boca para satisfacer mi curiosidad, reina mía – le dije.
– ¡Aaah… pero si ya has llegado… bicho malo! – volvió a exclamar – ¡Bueno Toni, ya estás abusando de mi… aaah…!. ¿Qué picardía estás tramando ahora, cabrón?. ¿Con la lengua…?. ¡Sí, me estás metiendo la lengua, mamón, nunca hubiera creído que fueras capaz de meterme la lengua!.
Con mis hombros le mantuve los muslos separados y esta vez no opuso resistencia. Le hurgué en la enorme cueva insistentemente con la punta y luego con toda la lengua.
– ¡Toni, me vas a comprometer… poner la lengua en el sitio exclusivo de la polla de Manuel, que atroz!. ¡Aaah… me estás envolviendo, cornudo cabrón! – seguía exclamando – ¡Siento un escalofrío… como si entrara Manuel… aaah… ya no lo resisto…. va por ti, Manuel mío!.
Representando el papel de casta mujer ofendida, estiró una pierna por mi cuello y me encerró en el interior de su entrepierna para poder saborear en silencio las delicias del éxtasis de su coño.
Un nervioso movimiento de su sexo me demostró que había conseguido hacerla feliz también ella y si no pudo ser con mi polla al menos fue con mi boca y lengua. Dejó escapar un suspiro e intentando quitar una arruga de su vestido de gala, me dijo:
– ¡No, no te quiero Toni, no te vayas a hacer ilusiones… me das asco, cerdo y no quiero verte más, cabrón!.
Un saludo.