Relato erótico
Increible velada
Salieron a cenar, tomaron unas copas y después fueron a la discoteca. El vino les había hecho efecto y su mujer estaba muy desinhibida. De pronto la vio provocando a un hombre algo mayor que ella. Cuando vio que él la estaba mirando, dejó al tío, se acercó a él y fueron hacia el coche. Fue una noche loca.
Eduardo – Málaga
Querida Charo, mi mujer es algo bajita, 1,50, pelo rojizo, tez blanca, muy hermosa y extremadamente sensual cuando quiere. Tiene un culo que me desconcentra más de una vez, sobre todo cuando la veo boca abajo en la cama con ese tanga todo metido en esas profundidades, dejando ver un triangulito por encima de sus nalgas que despiertan mi morbo.
Ahora deseo contar lo que pasó una noche que fuimos a una disco, después de haber ido a cenar. Ella había tomado alguna copita de más, y se le habían puesto los ojos un poco brillantes, y con una mirada de gatita celosa. Yo me había tomado un par de cervezas que ya me habían empezado a hacer efecto. Entrando en la disco, nos dimos una vuelta para ver el ambiente y decidimos bailar un rato. Terminamos pronto, porque entre el humo, las luces y el ruido, nos daba vueltas la cabeza y nos fuimos a sentar.
Como pude, me dirigí a la barra a buscar bebidas, y hay algo que siempre me ha gustado de las discotecas. Hay tanta gente, que siempre acabas rozando con el “paquete” el culo de alguna chica guapa.
Venía con los tragos cuando logré divisar entre la penumbra que alguien se había sentado al lado de mi mujer. Era un tipo un poco mayor, al que yo conocía, y que al verla sola, atractiva, como es ella, se la intentó ligar. Entonces decidí quedarme un rato oculto y esperar a ver qué pasaba. Vi que charlaban y él como queriendo convencerla de algo. Ella estaba un poco nerviosa, supongo que sería porque yo estaría a punto de volver. Pero como mi demora era notable, se levantaron y se dirigieron hacia el lugar de los reservados, que son tan oscuros que no se ve ni lo que se habla.
Yo no podía entender como me podía estar haciendo algo así, pero a su vez, sentí curiosidad y excitación al saber que estaba observando en directo lo que podría pasar con mi mujer y que además ella sabía que yo estaría por ahí mirándola desde algún lugar. Decidí seguir el juego mientras observaba de lejos y me tomaba la cerveza a tragos agigantados. Tenía una sed mezclada con ansiedad y calentura. Traté de acercarme lo más que pude sin que se diera cuenta que la había estado siguiendo, estuvieron charlando, hasta que mi mujer se sentó en su falda e iniciaba un baile sensual.
Él, estaba recostado en el sofá, y no apartaba los ojos del cuerpo de mi mujer. Nunca la había visto hacer semejante cosa y me sorprendí al ver lo bien que se movían, sus caderas al ritmo de la música. Con sus manos ella tomaba las suyas y con las piernas abiertas como si estuviera montando a caballo y dándole la espalda, levantaba su piernas por encima de las suyas y él se quedaba inmóvil, sorprendido por semejante actuación.
Al poco se dio vuelta y mirando hacia él se le sentó encima y comenzó a hacer movimientos pélvicos sobre su bragueta, siempre al compás de la música. Yo no perdía detalle, ni cuando llevaba la jarra a la boca.
No podía creer lo que estaba viendo. En un momento volvió a la posición de antes y con sus piernas abiertas seguía el baile. Vi como el tipo con un brazo la cogía de la cintura y con la otra mano se la metió entre las piernas y empezó a tocarle el coño. Parecía que se la había pegado la mano, pues no se la sacaba y ella hacía gestos de placer, se mordía los labios y pasaba sus manos por su cuerpo al ritmo de la música, cerrando sus ojos sin percatarse de que alrededor había otras parejas, que claro, tampoco les importaba lo que pasaba, ya que estaban en algo parecido.
El tipo, con una mano le tocaba el coño y con la otra empezó a sobarse el bulto, se ve que estaba trempado hasta el ombligo, y yo ni contarles, no solo eso, mi pulso estaba totalmente descontrolado, sentía un temblor en las piernas y un calor que corría por mi espalda. De pronto abrió los ojos y me vio. La muy zorra me hizo un gesto con la lengua pasándoselos por los labios como invitándome a la fiesta, y yo seguía entusiasmado con el espectáculo, ella pasó uno de sus dedos entre sus piernas y sacando un poco de caliente flujo de su vulva se lo pasó por la boca al candidato, se agachó hacia él y le dio un lengüetazo en la boca, le sonrió y lo dejó con la polla tiesa y caliente. Se vino caminando hacia mí, me tomó de la mano y me llevó a la pista a seguir con el baile.
En ese momento estaban poniendo una música que casi te obliga a moverte. La muy cerda se movía como una víbora en celo, abría sus piernas y una de las mías entremedio sentía que su vagina estaba completamente húmeda, su tanga desbordaba de flujo caliente, y yo anonadado, todavía no podía comprender lo que había visto y lo que estaba viviendo ahora. Tenía los dos vasos en mis manos, ella tomó uno y empezó a beberlo como si tuviera una sed incontrolable, me agachó la cabeza y me dijo al oído:
– No sabes las ganas que tengo de que me folles.
-Pues no sabes lo caliente que quedé después de lo que vi – le dije.
-¿Te gustó, te calentaste… no era eso lo que siempre quisiste, ver como tu mujer es capaz de hacer calentar a un macho?
Lentamente nos fuimos hacia la puerta, yo la llevaba delante de mí entre la gente apretujados, tenía el cipote totalmente duro y ella lo sentía en su culo, llegamos al coche nos dirigimos hacia un lugar más tranquilo. Puse música, y no pasaron ni 50 metros que se tiró de cabeza entre mis piernas, me abrió la bragueta y saco mi gorda e hinchada polla.
No puedo explicar de qué manera la muy calentona, me pasaba la lengua, me lo chupaba con ardiente frenesí, me hizo sentir las cosa más hermosas que nunca había sentido, ir conduciendo en la noche, en medio de la ciudad tratando de disimular el placer que me daba sentir una boca devorándome la polla.
– ¡No puedo creer como la chupas de bien!, Pareces otra. – le dije jadeante.
-¿Te gusta no…?. ¿Y qué me lo trague todo así…?.
– Sigue así, despacito que yo me estoy imaginando como se la hubieras chupado al tipo ese.
– ¿Te gustaría verme hacérselo? – preguntó.
– Claro, ya sabes que es mi fantasía – le dije.
Mientras buscaba un lugar tranquilo en la noche ella seguía muy entusiasmada con su chupada, hasta que me dijo:
-¡Córrete, quiero tu leche en mi boca, me la quiero comer toda porque después quiero que me folles y me comas el coño sin descanso hasta que corra!
No tardé mucho y en una descarga sin descanso le lancé mi lecherazo en la garganta y ella se la tragó hasta la última gota, y no me soltó hasta que me la dejo bien limpia. Yo no sabía si parar o seguir, porque no hay placer más lindo que ir conduciendo y sentir que te estás corriendo. Aparque el coche a un lado del camino, bajamos los asientos y lentamente fui sacándole la ropa. Cuando le saqué el tanga, su coño chorreaba un fluido que no había visto nunca en tanta cantidad, estaba muy caliente, eran varias cosas a la vez que le habían pasado. Me inundé la boca con el néctar de su chocho. Olía a hembra caliente y aquello me estaba excitando de nuevo. No tardó mucho y apretándome la cabeza, entre contorneos de pelvis, tuvo su primer orgasmo entre gemidos y jadeos que podía oírse desde fuera:
-¡Aaah… siiiií… mi amor, chúpame toda asiiií… cómeme el culo ya que no
aguanto más… quiero una polla dentro…!.
La puse a cuatro patas en el asiento trasero y con el mismo flujo de mi chupada y el de su chocho, le lubriqué el agujero, le apoyé mi polla, ya dura nuevamente, y se la enterré despacio pero sin descanso, hasta el fondo:
– ¿Así te gusta? – le pregunté.
– ¡Siiií… aaaaah… sí, mi vida…!
– ¿Te gusta sentirla? – insistí.
-¡Me gusta cómo me abre el culo tu polla dura, sí, sigue sin descanso, fóllame fuerte…!.
Comencé a dar embestidas cada vez más fuertes hasta que me dijo:
– ¡Ahora entiérrame esa verga en el coño…!.
Me senté, se subió encima de mí y suspirando, se la metió hasta los huevos, empezando a cabalgarme sin descanso. Hacía círculos en mi rabo y yo sentía que me estaba muriendo del placer. Sin poder comprender lo puta que podía ser mi mujer, con voz agitada, le dije:
– ¡Que putita estás hecha!
– Y a ti te gusta, ¿no? ¿Te ha gustado ver como puse caliente al tipo en la disco? La verdad es que tenía ganas de follármelo allí mismo, pero no voy a perderme la oportunidad, no lo dudes.
– ¿En serio? – pregunté sorprendido.
-Por supuesto, y cuando lo agarre le voy a hacer esto… ¿te gusta?
-¡Aaah… por favor! – exclamé – ¿Qué tienes dentro de ese coño, una exprimidora?
– Sí, algo que te va a dejar sin una gota, sin aliento, te voy a follar hasta que me digas basta.
Siguió su cabalgada hasta que empecé a sentir que mi leche estaba cada vez más cerca y llegamos juntos en un dúo de quejas y gemidos interminables que no se pueden escribir, ni describir. Era placer puro, un ardor que recorría el cuerpo y una mezcla de dolor con desesperación en la cabeza. Algo extremadamente sensacional.
Después del cansancio y el éxtasis, nos quedamos tendidos un rato y luego marchamos muy lentamente a casa. Fue una noche maravillosa, una noche de lujuria y placer que quisiera volver a repetir.
A pesar de todo, después de ese día empecé a sentir un poquito de miedo a no saber que hace cuando sale sola o con sus amigas. No puedo conciliar el sueño porque el tormento que se produce en mi cabeza pensando lo que puede estar haciendo no me deja pegar un ojo pues desde esa noche me he dado cuenta, que mi mujer es también mi amante y la más puta de las mujeres cuando quiere… y eso me gusta.
Besos y felicidades por la revista.