Relato erótico
Imprevisible
Estaba trabajando y una mujer madura le dirigió la palabra quejándose de lo sucia que habían dejado la acera de su casa. Hablaron, se fumaron un cigarro y…
José – Barcelona
Trabajo como barrendero en una urbanización cercana a Barcelona, soy lector incondicional de tus revistas y me gustaría contarte una experiencia sorprendente que tuve una madrugada del verano pasado.
Estaba realizando mi labor, sobre las seis y media de la madrugada cuando vi a una mujer de unos 55 años, barriendo y al acercarme a ella, me dijo:
– Mira como me han dejado esto.
Había muchos papeles y colillas de cigarrillos. Lo limpié todo y luego me pidió si podía sacarle unas bolsas llenas de restos de jardinería. Así lo hice, las tiré al contenedor y ella entonces me invitó a entrar en su casa y tomar un café con leche. Acepté y una vez dentro, mientras se hacía el café, la mujer sacó un cigarrillo y me pidió fuego a la vez que, sin querer o queriendo, se le abría el cinturón de su bata y me mostraba sus enormes pechos y su peludo coño.
– ¡Perdona! – exclamó en el acto, volviéndose a cubrir.
Yo le cogí el cigarrillo, dejándolo en el cenicero que había encima de la mesa, le cogí la bata y deslizándosela por los hombros, se la quité. Mientras lo hacía ella pegó sus labios a los míos y me dio un gran morreo.
A continuación me bajó el pantalón y los calzoncillos y al saltar mi polla ya totalmente erecta, me la cogió y metiéndosela en la boca, me regaló una buena y larga mamada, no tardando nada en desnudarme yo también y follármela allí mismo, en el sofá.
– Esto es lo que querías, ¿verdad? – le dije tras llenarle el coño con mi leche -Ninguna mujer que no quiere ser follada deja entrar a un desconocido a estas horas, eres como mi mujer, una zorra.
– Pero veo que no te asustan a tí las zorras – me contestó sonriendo – Nos quieres, nos deseas y vaya polla que tienes chico, como aguantas y como me has hecho disfrutar, cabronazo. Mi marido me da placer pero, esto, ha sido demasiado.
Estuvimos hablando un rato en el que me contó que era dueña de una peluquería unisex y yo, por toda respuesta, le pregunté si tenía vaselina y ella, entendiendo lo que yo quería hacer, me contestó:
– Sí, tengo pero has de tener cuidado pues hace bastante que no me la meten por el culo.
A decir verdad no me costó mucho entrar en su canal trasero y me la follé por allí hasta que también me corrí en sus entrañas culeras. Nos limpiamos, le di el cigarrillo y luego le pedí la dirección de su peluquería, ya que quería llevar allí a mi mujer para hacerle un buen peinado.
– Si me dejas disfrutar con ella – me dijo entonces al ver la foto que yo le mostraba de mi mujer desnuda, con sus pechos y coño bien a la vista- te la pongo guapa gratis y encima os invito a una buena comida. Me en- cantan las mujeres como la tuya, y a mi marido también.
Al mediodía fui con mi mujer. Las presenté, mi esposa se sentó en un sillón y mi amiga, la dueña, llevándome aparte, me dijo:
– Vete y no vuelvas hasta dentro de cuatro horas pero, si te apetece, puedes subir al piso de arriba, llamas a la puerta y podrás follarte a una cliente mía cuyo esposo está siempre fuera, pero dile que vienes de mi parte.
Me fui al piso, llamé al timbre y me abrió una mujer de unos 57 años, morena y con muy buenos pechos.
– Vengo de parte de tu amiga, la peluquera – le dije.
– Ahora estoy con un amigo – me contestó – No sé que hacer pero si quieres entras y te esperas. Luego estaré para tí o si lo prefieres, puedes compartirme con el amigo.
Acepté la invitación, entré en la habitación y vi a un negro tendido en la cama. Ella se le puso encima clavándose su larga polla en todo el coño y dejándome a mi su culo. Puesto el condón, que ella misma me dio, la enculé. Ella disfrutaba como una loca y así tuvo varios orgasmos.
Una vez acabamos, el negro se fue y entonces ella me dijo:
– Bueno, ahora soy toda tuya, toda para ti, pero vete a saber lo que le has hecho a la peluquera para que te diera mi dirección.
– La ayudé con la basura una mañana mientras amanecía, le dí placer y ahora está con mi mujer en la peluquería a solas con ella – le contesté echándome a reír.
Empezó a chupármela, follamos como locos y al acabar, me dijo:
– Pero creo que tú ya sabes lo que ella quiere de tu mujer…
– Sí – contesté – le hará el amor.
– Bien, llámame – me dijo dándome una tarjeta – Aquí estoy siempre y si me llamas voy donde tú quieras, pero debes tener en cuenta que solo voy con los que tienen un aguante como el tuyo, los que me hacen disfrutar muchas veces.
Cuando entré en la peluquería, me encontré a mi mujer con un hermoso peinado, bien maquillada y abierta de piernas pues nuestra amiga le estaba recortando el pelo del coño, dejándoselo muy guapo.
Al acabar y sin importarle mi presencia, empezó a comerle el higo a mi mujer y esta, sumisa y callada, se dejó hacer hasta que se corrió en su boca. Yo me había quedado mirando y cuando terminó con ella, le pintó las uñas de los pies dejándola, en total, guapísima.
Cuando los tres fuimos a comer, yo estaba que reventaba de caliente por todo lo que había visto así que, cuando la peluquera dijo que se iba al lavabo, la seguí. Al llegar allí la empujé dentro de un reservado, le subí el vestido hasta cintura y haciendo que se apoyara en el wáter, me la follé deprisa. Ella, en el acto, se echó a reír diciéndome:
– Perdona que no me haya acordado de ti, entiendo que estés así, pero te agradezco que me utilices para desahogarte como se usa una puta, insúltame si quieres, pégame, avergüénzame…
Cuando le dejé el coño lleno de mi leche, salimos los dos hacia la mesa, acabamos de comer y volvimos a la peluquería y allí, en un sofá que había pegado a la pared, ella hizo el amor a mi mujer mientras yo las contemplaba excitado de nuevo.
De pronto la puerta se abrió y entró un hombre, la peluquera se levantó y acercándose a él le saludó efusivamente, besándolo, al tiempo que le decía:
– Cariño, este es el barrendero que te conté que se me había tirado.
El hombre, tras saludarme, me dio un sobre con dinero diciéndome:
– Esto es para tí, solo quiero hacer el amor con tu mujer y si me gusta como lo hace, me dejarás salir los sábados noche con ella.
– ¿Solo iría contigo? -pregunté.
- No, también con mi esposa – añadió – Pero tranquilo que cada vez te daremos un sobre para ayudar a tu familia.
Acepté encantado y al poco rato el marido estaba ya completamente desnudo y animando a mi mujer a que le chupara la polla. Al rato de estar ella haciéndoselo, él la montó mientras yo también me follaba a su mujer.
Al llegar a casa y mirar en el contestador automático, encontré que su amante de siempre, el que tiene fijo, la había llamado cinco veces para citarnos en el lugar que tienen acostumbrado. Ya era de noche cuando llegamos y él, tras saludarme y darle un beso apasionado a mi esposa, me pidió que si yo, a cambio de un buen sobre, dejaría que mi mujer estuviera con él un día entero.
– Con una invitación así – dijo mi mujer riendo al oír eso del sobre – ni yo ni mi marido faltaremos a la cita – mi esposa me besó y añadió – Yo soy la gallina de los huevos de oro para mi marido y él solo busca el gallo que debe tirarse a su gallina – volvió a reír – Mi esposo no utiliza el cajero automático para sacar dinero, él utiliza mi coño que siempre lo tiene a punto, a cualquier hora.
– Y lo tiene más cerca, más a mano – dijo el hombre muy cachondo.
El amante nos llamó al día siguiente diciéndonos que su esposa estaría fuera todo el día, y me pidió si podíamos ir a visitarlo. Acepté sin problemas y fuimos con mi mujer, hablamos los tres hasta que yo, tras él darme las gracias, dije que me iba a dar una vuelta y ya fuera de la casa oí como mi mujer cerraba la puerta por dentro. Pero ella había olvidado que aquello era una casa de campo y que él la esperaba en una habitación de la planta baja, provista de una cama.
Dando vuelta a la casa, descubrí la ventana que daba a esta habitación y mirando con disimulo vi como ella se desnudaba, luego como le quitaba la ropa al hombre, se besaban, intercambiándose las lenguas y luego como ella, de rodillas ante él, se metía su polla en la boca y empezaba a mamársela con el arte con que ella sabe hacerlo, pero el hombre no aguantó mucho y por la cara que ella puso supe que ya se había corrido en su boca.
A continuación ella se tumbó a su lado y dejó que la acariciara toda antes de follársela. En fin, pasamos todo el día allí y hemos repetido cada vez que ellos han querido.
Saludos a todos.