Relato erótico

Imposible de rechazar

Charo
9 de julio del 2018

No sabe porqué pero llevaba un tiempo con problemas de erección. Se daba cuenta que su mujer no se quedaba satisfecha y le hizo una proposición que no pudo rechazar.

Juanjo – VALENCIA
Desde hace unos años y sin un motivo médico, he tenido problemas para satisfacer sexualmente a mi mujer. Ahora tengo 57 años y ella, Rosa, 55. Rosa es una mujer extraordinaria en todos los sentidos. Es alegre, jovial y me ha ayudado mucho estos últimos años a superar mis problemas. Para mi gusto siempre ha estado de muy buen ver. Es robusta, teñida de rubio y con una cara agradable, con grandes tetas y un hermoso y gran culo. Vivimos en un pueblo de montaña del interior de la Comunidad Murciana, donde regentamos un supermercado. Al cabo de bastante tiempo de tener problemas de erección debido al accidente, empecé a darme cuenta de que no podía satisfacer a Rosa, ya que ella es una mujer muy activa en ese sentido. Le gusta que la miren y sentirse atractiva y poseída. Ella no me decía nada, pero yo notaba que no daba la talla pues, además de mis problemas de erección, pocas veces estaba excitado y no me apetecía practicar el sexo. Un día se lo planteé abiertamente y acabó confesándome que le faltaba algo. Que conmigo no se sentía atractiva, pero que no le importaba, era consciente de mis problemas y me quería mucho. Yo le planteé la idea de que buscara sexo fuera del matrimonio, pero ella lo rechazó de plano a pesar de que le prometí no pedirle nunca explicaciones. Durante años he tratado de justificarme ofreciéndole esa posibilidad de buscar sexo fuera del matrimonio y ella siempre se ha negado.
Cerca de nuestro pueblo hay bastantes zonas de acampada por lo que muchos chavales de los que acampan vienen a comprar el pan a nuestra tienda. Una noche, ella estaba desnuda intentando excitarme. A mi no se me levantaba y le volví a comentar lo de sexo fuera del matrimonio y lo fácil que lo tendría con lo buena que estaba.
– Ya lo sé – me dijo sonriendo – Y como ejemplo esta mañana ha estado un chaval en la panadería y me ha tirado los tejos.
Yo me interesé por ese hecho y resultó ser más habitual de lo que parecía. Ella tendía a bromear con los clientes masculinos y algunos la comparaban con los pasteles o le decían que a ella se la comerían más a gusto que al pan. Parecían cosas de broma, pero ella sabía que si le daba pie a alguno de ellos se la follaría encima del mostrador.
Con todo esto resultó que conseguí empalmarme con lo que me había contado y de paso, hacerle el amor. Desde Pascua hasta octubre, generalmente teníamos como clientes a muchos de los chavales acampados, venían durante una semana y no se les volvía a ver más. Le sonsaqué que a ella no le hubiera importado hacérselo con alguno de los que le compraban el pan y le volví a recordar que no me importaría.

A partir de ese momento Rosa conseguía ponérmela dura a base de contarme como le tiraban los tejos o como se lo haría con alguno de los clientes.
Yo siempre le recordaba que no me importaría que lo hiciera, hasta que una vez me preguntó en serio si de verdad no me importaría y sobre como reaccionaría si un día llegara tarde de la panadería y me dijera que había hecho el amor con otro hombre. Yo le insistí en que no pasaría nada y en que me sentiría aliviado, ya que el no poder satisfacerla era una gran carga para mí. Le pregunté el porque de su cambio y me dijo que por la mañana había entrado un chaval a la panadería y que habían estado hablando durante media hora. La conversación había derivado hacia las cosas buenas del pueblo y entre ellas mi mujer, a quien el chaval le había tirado los tejos medio en broma. A Rosa le había resultado muy atractivo y quedamos en que favorecería la picaresca y ya veríamos que pasaba. Y que, pasara lo que pasara, yo estaría de acuerdo.
A la mañana siguiente, cuando José, que así se llamaba el chaval, entró en la tienda como Rosa se esperaba, se desabrochó dos botones de su bata de forma que todo el canal de sus grandes tetas quedó ante su vista, lo que a él no le pasó desapercibido. Además, ella se agachó un par de veces al mostrador con la clara intención de que su vista llegara aún más lejos. La conversación volvió a derivar hacia cosas buenas, luego hacia chicas y después directamente hacia Rosa, a quien José le dijo literalmente:
– Usted también está de muy buen ver, no tiene nada que envidiarle a las más jóvenes y si yo tuviera la oportunidad de ligar con usted ni me lo pensaba.
– ¿Como se iba a fijar un chaval tan guapo en una mujer mayor como yo? – le contestó ella, añadiendo – Pero estoy encantada de que un joven como tú me encuentre atractiva.
Finalmente él le dijo directamente que le diera esa oportunidad y Rosa le citó a la una de la tarde, que es cuando pensaba cerrar. José acudió puntual a la cita. Rosa bajó la persiana de la tienda y se quedaron mirando. Tras una breve conversación de intrascendente compromiso, José tímidamente se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios y ante la pasividad de Rosa la volvió a besar introduciendo la lengua en su boca. Rosa siguió adoptando una actitud pasiva, limitándose a aceptar su lengua y sin saber que hacer mientras José continuó besándola hasta que le desabrochó la bata, introduciendo una de sus manos hasta alcanzar uno de sus pechos por encima del sujetador, única prenda, junto con las bragas, que ella había dejado debajo de la bata. Durante un rato la acarició por encima del sujetador mientras la besaba, hasta que decidió desabrochar por completo su bata y meter la mano por debajo del sujetador, liberando uno de sus pechos y empezando a acariciarle los pezones.

En el momento en que José empezó a succionar sus pezones, Rosa comenzó a jadear y abandonó su actitud pasiva para apretarle la cabeza con fuerza contra su pecho. Durante un buen rato, y viendo como se excitaba, José alternó entre besarla en los labios y en los pezones, sin dejar de amasar unas tetas que le venían grandes para sus manos. Entonces José le metió la mano por debajo de las bragas encontrándose con una auténtica piscina. Apenas le tocó el clítoris, Rosa se corrió como una loca entre suspiros. Sin embargo, José no abandonó su actitud y le metió, primero un dedo y después casi la mano entera en el coño. Rosa no aguantó más y le llevó a un cuartito que tenemos para descansar y allí le pidió que se la follara pero José, sin embargo, prefirió continuar el juego y la desnudó por completo, sentándola en una mesa y abriéndole las piernas para poder meterle la lengua en el coño.
Rosa se encontraba desnuda, abierta de piernas y totalmente entregada a un chaval de 18 años, que ya le había hecho alcanzar un orgasmo. Al rato José dejó de comerle el coño, se quitó los pantalones y volvió a acariciarle el clítoris, mientras le chupaba los pezones o la besaba en la boca, hasta que Rosa estuvo a punto de correrse de nuevo. En ese momento se situó frente a ella y se la metió de un golpe en el coño, llevando a Rosa a su segundo orgasmo. A pesar de su juventud, el muy cabrón tenía experiencia y aguantaba extraordinariamente bien, así que al rato puso a Rosa apoyada en la mesa de espaldas a él y se la metió desde atrás hasta que acabó corriéndose dentro de ella.
Pero no terminó ahí la cosa, pues apenas se hubo recuperado, José la tumbó de nuevo para arrodillarse encima de ella, de forma que podía poner su rabo entre sus tetas mientras esta las apretaba. Cuando se cansó de la cubana, se dio la vuelta para que sus labios quedaran a la altura de su miembro y hacer un 69. Rosa le cogió los huevos con una mano mientras que con la otra empezó a masturbar el trozo que le quedaba fuera de la boca, mientras él le metía lo que podía de lengua en el coño. José estuvo a punto de correrse así, pero quería más así que la puso a cuatro patas y sin demasiados miramientos intentó metérsela por el culo, a lo que Rosa se negó en redondo.
Finalmente se la metió por el coño y se ayudó de sus grandes caderas para sujetarse mientras disfrutaba de aquella hembra casi 40 años mayor que él. José había disfrutado mucho con aquel cuerpo tan increíble para él. Por su parte Rosa se había sentido como una puta y eso le había excitado mucho. Antes de despedirse quedaron en que repetiría la visita al día siguiente.
Esa noche Rosa me contó lo sucedido temiendo una reacción negativa por mi parte, pero lo que ocurrió fue todo lo contrario.

Me sentí aliviado y excitado y no tuve problemas para follármela dos veces, lo que no había hecho desde que ocurrió el accidente. Mientras me la follaba, Rosa seguía pidiéndome permiso para ver de nuevo a José a lo que yo, lejos de negarme, se lo concedí encantado. Durante dos semanas, José visitó diariamente a Rosa y al cabo de unos cuatro días Rosa ya se conocía todo el repertorio de José, por lo que no disfrutaba igual así que decidió tomar la iniciativa. Como José vio que ella era toda una mujer ante la que era difícil estar a la altura, el día anterior a su marcha le propuso acudir con un amigo y follársela entre los dos. Rosa se negó al principio, pero José se lo expuso de tal manera que terminó aceptando. Eso sí, Rosa no se atrevió a contármelo hasta un tiempo después.
Lo que pasó al día siguiente entre los tres fue algo que Rosa nunca olvidará, pues la trataron como si se tratara casi de una violación. Durante las dos horas que estuvieron con ella le hicieron todo lo que les apeteció, siempre con su consentimiento. Hasta que llegó un momento en que presas de la excitación aprovecharon su superioridad y fuerza para metérsela por el culo. Mientras José la sujetaba, su amigo intentó entrar en su culo y ante la evidencia, Rosa les prometió no resistirse más si la trataban con cuidado, así que la lubricaron bien y le abrieron el culo con los dedos. Después se turnaron, llegando a la doble penetración.
Al poco tiempo de aquello, Rosa les explicó lo de mis problemas físicos y mi consentimiento, por lo que las visitas se trasladaron de la panadería a nuestra casa, llegando a participar yo activamente. Desde hace cinco años José, Andrés y Paco, otro joven que se unió al año siguiente, la visitan con frecuencia, habiéndose follado a los tres a la vez. A Rosa le gusta follar con ellos, le excita mucho y hace que se sienta más joven y deseada. A mi también me gusta que se lo monte con ellos, hay confianza y me excita mucho ver a mi mujer manoseada y penetrada por ellos, sobre todo cuando están los tres y parece que la sujeten y la fuercen.

Desde entonces nos va mucho mejor en nuestro matrimonio y Rosa no necesita de otras aventuras, por lo que también me siento aliviado.
Besos, Charo.

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