Imágenes caliente

Desde que se jubiló se aficionó a la fotografía, incluso se montó un cuarto oscuro para poder revelar las fotografías. Un día le tomó unas fotos a su mujer sin ropa y le gustaron tanto que se las enseñó. La bronca fue buena, pero poco a poco, le pasó.

Jorge – PONTEVEDRA
Hola Charo, mi nombre es Jorge y durante un tiempo me entretuve en gozar del arte de la fotografía. En principio lo hice sencillamente para distraerme, pasar el rato. Fotografiaba todo lo que tenía a mi alcance, ya os lo podréis imaginar y ya que estaba jubilado mi mujer, Lola, también me alentaba a diario a que tomase fotos de todo, ya que me pasaba mucho tiempo en casa, o mejor dicho en mi laboratorio.
Un buen día pillé a mi esposa sin ropa y le tomé unas cuantas fotos semidesnuda antes de que ella se diera cuenta. Aunque ella tiene sus cincuenta y tantos años, tiene un cuerpo que muchas mujeres más jóvenes que ella desearían tener.
Tras revelar las fotos, no sé que me pasó que enseguida fui como un niño a mostrárselas. Lola al principio se enojó mucho conmigo, diciéndome que eso eran cosas de enfermos sexuales y palabras aún más fuertes, por lo que me desanimó, aunque para mi, las fotos, modestia a parte, habían quedado estupendas, pues insisto en que a pesar de su edad pude captar la belleza de su cuerpo en un glorioso blanco y negro, ya que no trabajo fotos a color, a parte de que salen más caras y la técnica es diferente, es mejor ir una a cualquier tienda de foto revelado y en menos de una hora te la entregan. Pero volviendo al tema.
A los pocos días, mi mujer me pidió, estando en la sala y justo antes de irnos ha acostar, que le volviera ha mostrar las fotos, y tras mirarlas me pidió que le dijera sinceramente que opinaba yo de ellas. Honradamente le dije que para mí eran las más bellas fotos que había tirado. Me dijo que no me burlase de ella y le volví a repetir que en realidad para mí lo eran. En ese momento, aunque con bastante cortada y con mayor vergüenza de su parte, me sugirió que si lo deseaba le tomase más fotos. Rápidamente salí de la sala para ir a buscar mi cámara y cuando regresé me preguntó tímidamente que debía hacer. A mi solo se me ocurrió decirle, que hiciera lo que a ella más le agradase, como cambiarse de vestido, darse un baño caliente con sales aromáticas o sencillamente peinarse frente al espejo, en pocas palabras lo que ella gustase.
Ya en nuestra habitación, Lola comenzó a quitarse la ropa y a medida que lo hacía yo le sacaba una que otra foto a fin de que se fuera acostumbrando al ruido de la cámara. Cuando terminó de desnudarse, aun con bastante vergüenza por su parte, se enrolló en su toalla y se dirigió a la bañera, que preparó para darse un caliente baño con sales aromáticas. A medida que ella se iba moviendo de un lado a otro yo le tomaba foto tras foto. Al meterse en la bañera comenzó a relajarse, aprovechando para tomarle más instantáneas, pero luego le indiqué que estaría en nuestro cuarto, que cuando fuera a secarse, lo hiciera en la habitación.
Paso más o menos una media hora cuando Lola salió del baño y a medida que comenzaba a secarse continué con el reportaje, con la mayoría de las fotos bastante atrevidas ya que me centraba en su bello coño a medida que se secaba las firmes carnes de sus muslos y las entrepiernas.

Sin que yo le dijese nada, Lola se recostó en la cama y comenzó como a darse masajes en las piernas, para posteriormente de manera delicada y hasta accidental a tocar su coño.
Primera vez en mi vida, que veía a mi mujer, acariciándose de la manera en que lo estaba haciendo. A medida que Lola se comenzaba a introducir los dedos en su coño, desde luego que yo me iba poniendo más y más caliente, pero fue como si entre ella y yo en eso momentos hablásemos sin palabras y casi la podía oír decirme:
– Déjame disfrutar de esto, un rato más, toma las fotos que quieras, pero no me detengas.
Desde luego seguí tomando para mi mayor disfrute. Me encantó el verla como introducía no tan solo ya sus dedos, sino casi la mano entera dentro de ella al tiempo que se quejaba y gemía de placer. Su cuerpo se movía, de un lado a otro sobre nuestra cama hasta el punto que ya no me pude aguantar y dejando mi cámara a un lado me tiré sobre el desnudo cuerpo de Lola, que se encontraba con todas las piernas bien abiertas, y las rodillas ligeramente dobladas, presentándome su coño, que prácticamente chorreaba con su mano saliendo y entrando de su lubricado chocho una y otra vez, como invitándome a que estuviera con ella.
Al tiempo que me deshice de la cámara, casi me arranqué la ropa y los botones de mi camisa, volaron por los aires. Lo primero que hice fue poner mi boca directamente sobre su mojado coño aunque, en medio de todo Lola se sorprendió al igual que yo pues hacía muchos años que no hacíamos locuras como esas. Ya sabéis, los hijos, luego los nietos y un sin fin de cosas más. Pero en esos instantes, como digo yo también me sorprendí de lo que estaba haciéndole a mi mujer. Como un desesperado comencé a lamer su coño, al tiempo que Lola continuaba moviendo sus caderas y restregando su coño contra mi rostro.
Sus gemidos y gritos de placer sonaban como música a mis oídos, su aroma de mujer me tenía más que embriagado en esos momentos y cuando Lola alcanzó uno de sus orgasmos, colocó sus manos sobre mi cabeza restregándomela con fuerza contra su chocho. Una ola de placer recorrió todo mi cuerpo, hacía tiempo que no veía que mi mujer disfrutase como lo estaba haciendo en esos momentos. Cuando me incorporé sobre mis rodillas, por unos segundos observé su rostro. Una picara y lujuriosa sonrisa apareció en su cara, como dándome luz verde para que continuase. Sin pensarlo más dirigí mi erecta verga a su precioso coño y sentí como la iba penetrando con gran facilidad al tiempo que Lola movía sus caderas hacía el frente y hacía atrás.
Mi rostro, todo mojado por mi propia saliva y sus líquidos vaginales, lo dirigí a sus bien formados y hermosos pechos, los que empecé a chupar y morder suavemente, sin desespero. A medida que la penetraba y sacaba mi verga de su húmedo y caliente coño, Lola comenzó a decirme que le diera más y más duro, como cuando éramos jóvenes y recién casados, que hacíamos de todo en la cama.
Mi Lola en esos momentos se encontraba tan borracha por el sexo como lo estaba yo, por lo que no me extraño mucho el oírle pedirme que le diera por el culo. Era algo que hacíamos con cierta frecuencia hasta no hace muchos años.

En la misma posición en que nos encontrábamos, saqué mi verga de su coño y tomándola por los tobillos, levanté un poco su cuerpo y dirigí mi caliente miembro contra sus bellas y bien formadas nalgas. Aunque Lola se quejó un poco por el dolor, fue ella misma la que casi me rogó que continuase, cosa que hice con todo placer y gusto de mi parte, pero yo, cada vez que estaba a punto de correrme dentro de su sabroso culo, me detenía y ella, con una de sus manos, me agarraba y apretaba los testículos con fuerza para, de esa manera, ambos disfrutar más de esa fogosa relación. En un par de ocasiones cambiamos de posición hasta que, tanto ella como yo, alcanzamos el clímax más precioso que en años habíamos tenido.
Todavía hoy por hoy, a mi mujer le encanta el que le tome fotos en los más raros lugares cuando podemos hacerlo completamente a solas, y yo lo disfruto enormemente. Pero no os molestéis en pedirme copias ya que soy por naturaleza sumamente egoísta en lo que respecta a eso.
Saludos de los dos.