Relato erótico
Hay que ser amable
Estaba tomando unas copas con unos amigos, era muy tarde y un amigo suyo le pidió un favor. Le preguntó si podía llevar a su sobrina a casa que había bebido demasiado. Como ya pensaba irse, aceptó encantado y…quedó más que encantado.
Alberto – Ciudad Real
Me llamo Alberto y quiero contaros algo que me sucedió hace un tiempo. Tengo 42 años y desde hace más de 20, me dedico al mundo de los negocios. Estoy divorciado desde hace tres años y no tengo hijos. Actualmente no tengo pareja estable. Era sábado, sobre las 4 de la madrugada, estaba en un bar de copas con amigos en una zona frecuentada por jóvenes. Mario, uno de mis amigos, me pidió si podía acercar a su sobrina a la casa porque él estaba liándose con una chica. La sobrina no debía tener más de 20 años, pensó que yo era un taxista, y subió al coche, en el asiento de atrás, cerró la puerta bruscamente (estaba algo mareada) y me dijo a donde debía llevarla. Vivía a unos veinte minutos de allí. Durante los primeros cinco minutos no dijo palabra, y como soy una persona que no puede estar callada mucho tiempo, intenté sacar un poco de conversación sobre cosas banales. Por su manera de hablar observé que era la típica chica inmadura pero que se las daba de adulta. A través del retrovisor pude ver la enorme delantera que lucía, aunque debido a que estaba sentada y era de noche, no pude contemplar su cuerpo como me hubiese gustado.
Parecía estar algo rellenita, tenía el pelo corto, era morena y de cara no era muy guapa, pero tampoco fea. Me dijo que se llamaba Lorena. También me contó que había dejado el instituto porque no le gustaba estudiar y ahora se dedicaba a ayudar a su madre en casa. En resumen, una niña consentida a la que se lo permitían todo. Cuando llegué a la altura de su casa, me pidió si podía fumarse un cigarro mientras charlábamos un rato y me pidió que estacionara en un lugar poco iluminado para que no nos vieran desde las ventanas.
Bajé a echar una meada y cuando subí al coche, había cambiado de lugar. Se había puesto delante, en el asiento del acompañante. Me pasó el cigarro le di una calada y se lo devolví. Al tenerla ahora a mi lado pude fijarme más en su cuerpo. Llevaba puesto un pantalón muy ajustado y un top blanco, cuyo escote dejaba ver parte de su sujetador, que era de color negro. Lo impresionante de Lorena eran las tetas. Me gustaba verla fumar, yo aprovechaba para fijarme en sus tetas.
La situación era curiosa, hay que reconocerlo. Yo, a mis 42 años, en el coche, parado en un lugar oscuro, con una joven. Llegué a la conclusión de que era la ocasión perfecta para echarme un buen polvo, ¡y gratis! Así que cada vez fui acercando más mi mano a su pierna. Aproveché a que estaba muy entusiasmada escuchando algo que le estaba contando para, como el que no quiere la cosa, poner completamente mi mano sobre su muslo.
No dijo nada, así que fui tomándome más libertad y empecé a mover lentamente la mano hasta dejarla casi en la ingle, muy cerca de su zona púbica. Le dio las últimas caladas al cigarrillo y lanzó el humo por la ventana. Salió del coche para apagar el cigarrillo y me pude fijar en sus caderas anchas, el tanga se le marcaba a través del pantalón y su culo era enorme y macizo. Aproveché para acariciarme la polla por encima del pantalón, y al volver al coche, mientras abría la puerta y se sentaba, observé el movimiento de sus pechos y el enorme tamaño de sus pezones. A esas alturas, estaba totalmente decidido a follármela, y un último detalle me hizo decidirme totalmente.
Resulta que Lorena (intencionadamente, claro) se dejó los dos primeros botones del pantalón desabrochados. Claramente se me estaba insinuando, porque, aunque estuviese algo mareada, no estaba borracha. Me tenía completamente caliente y decidí pasar a la acción. Sin decirle palabra, me tiré sobre ella y con mi mano le agarré su coño. Ella reaccionó sobándome la polla y manoseándola bastante. Introduje dos dedos por dentro del cierre y comprobé como tenía el tanga corrido para un lado, por lo cual no tenía obstáculo ninguno para llegar a su coño. Me facilitó la tarea abriendo un poco las piernas y recorrí centímetro a centímetro su coño, sin introducirle los dedos aún. Luego, ella misma, sin decirle nada, se quitó al top. Quedó ante mí en sujetador, y parecía como si se fuese a romper debido a la presión de sus grandes tetas. Llevé mis manos a sus tetas y se las agarré por encima, y a la vez nos besamos. Por fin me sacó la polla, con sus dedos recorrió desde los huevos hasta el capullo, y luego se puso a masturbarme lentamente. Le saqué las tetas por encima del sujetador y me quedé observándolas durante unos segundos a la vez que pasaba mis dedos alrededor de sus erectos pezones.
– Hazme una paja, por favor.
Me pidió totalmente excitada. Así que metí mi mano a la búsqueda de su joven coño y me puse a pajearla. Le metí dos dedos de golpe y no me costó mucho esfuerzo, ya que lo tenía bastante mojado. Con mi otra mano le seguía tocando las tetas y con mi lengua le lamía el cuello, le daba besos, bajando poco a poco hasta llegar a sus pechos que me puse a chupar.
El coche es un lugar incómodo para este tipo de cosas, así que le sugerí ir al campo que había a unos metros. Salimos fuera y tendimos en el suelo una manta que tenía en el maletero. Nos colocamos detrás de unos arbustos sin ningún peligro de ser vistos. Me acerqué y la tomé por la cintura, la besé apasionadamente y con mi ayuda se quitó los pantalones, quedándose únicamente con el tanga. Le agarré los muslos, los cachetes del culo y estuve un buen rato acariciándoselos. Más tarde, mis manos descubrieron ese territorio desconocido, tan deseado, y la dejé totalmente en bolas. Tenía bastante vello púbico. Le pasé la mano y sus pelitos dejaron adivinar un sexo muy lubricado.
Me agaché y le separé las piernas, le pasé la lengua por el clítoris, ella puso sus dos manos sobre mi cabeza y me hundió en su coño jugoso. Luego se dejó caer en la manta, levantó las piernas y las pasó detrás de mi cuello. En esa posición, su coño estaba bien abierto y mi lengua se hundió profundamente entre sus labios vaginales. Sus jugos me cubrieron todo el rostro. Levanté más sus caderas y lamí en círculos la entrada de su culo. Suspiraba de gusto y comenzó a gemir. Yo aún estaba vestido, así que, sin perder mucho tiempo, me quité los pantalones y los calzoncillos. Mientras lo hacía, ella se pajeaba hundiéndose por lo menos dos o tres dedos en su interior. A mí no me interesaba echarle un polvo rápido, sino disfrutar de la experiencia el máximo tiempo posible. Me lo quería tomar con calma y tardar el máximo tiempo posible en follármela. Con la polla en la mano me acerqué a ella y me puse de cuclillas a la altura de su cabeza. Atrapó mi polla con sus labios y se la metió hasta lo más profundo de su boca.
Su lengua hacía movimientos en círculo sobre mi capullo, creí desmayarme de placer. Mientras me hacía la mamada, yo me dedicaba a meterle mano por todo el cuerpo. A veces, Lorena se sacaba la polla de la boca y chupaba también mis huevos y culo. No podía creer lo que estaba pasando, pero era real. Cambié de posición y me puse encima de ella, le metí un dedo en el coño, y después dos. Lo tenía totalmente lubricado, así que probé a meterle tres. Miré su rostro y tenía la cabeza de lado y los ojos cerrados, estaba muerta de gusto. Más tarde llevé mis dedos llenos de flujo a su boca, se los pasé por los labios y ella misma sacó la lengua y los chupó.
Eso me puso aún más caliente y comencé a frotar mi dura polla por la entrada de su coño caliente. Lorena levantaba las caderas y hacía presión sobre mi polla.
– Por favor, fóllame Alberto, ¡te lo suplico!
Así que me puse un preservativo y apunté directamente a su agujero, sin casi ningún esfuerzo, se la clavé hasta los huevos. La muy viciosa sin embargo necesitaba más polla, me empujó apartándome de encima y me tumbó, sentándose ahora ella sobre mí, bueno más bien sobre mi dura polla. Desde esta posición, yo tenía un ángulo fabuloso de su coño y fundamentalmente de sus tetas, que rápidamente agarré a la vez que ella comenzó a cabalgar. Fue aumentando el ritmo hasta un punto en el que las tetas se le movían tanto que se escapaban de mis manos, y podía sentir también sus músculos vaginales apretando mi miembro que entraba y salía a una velocidad frenética. Lorena era multiorgásmica. Cuando estaba a punto de acabar, saqué mi polla, luego el preservativo y le eché todo el esperma sobre su vientre. Después se agachó y cogiendo mi nabo en su boca, sorbió hasta la última gota. De paso siguió chupando un buen rato más, hasta que me la volvió a poner dura, por lo que a los pocos minutos estuve listo otra vez.
Esta vez mi objetivo era practicar todas las posiciones posibles y sobre todo encularla. Hicimos un 69 y su esfínter pequeño, cuando se lo empecé a succionar y a meterle la lengua, se fue abriendo. Me ayudé con las manos y le abrí el culo todo lo que pude, para que mi lengua le entrara bien.
– ¡Sigue por favor, me encanta como lo haces, nunca me habían comido el culo! -decía Lorena.
Cuanto más le metía la lengua, mejor me la chupaba ella y más rápido lo hacía. La puse a cuatro patas y empujé, poco a poco, con mucho cuidado para no hacerle daño, a la vez que se la metía le masajeaba el clítoris, hasta que no pude resistir más e introduje toda la polla de una vez. No paraba de mover el culo de tal manera que, aunque yo me quedase quieto, era ella la que me follaba. Se veía que tenía experiencia la muy puta. Pasado un rato, me pidió cambiar de postura, se echó sobre la manta boca arriba y se agarró las piernas con las manos para dejarme el culo en buena posición. Se la volví a clavar. Cuando me faltaba poco para acabar, le dije que en cuanto yo la sacase, acabaría en su boca. Varios segundos después saqué la polla y se la metí entre los labios, acabando dentro de su boca, tragándose toda la leche. Después nos abrazamos y nos dimos un largo beso. Después de este polvazo, nos vestimos y nos fumamos juntos un cigarrillo, mientras hablábamos de lo sucedido.
Los dos estábamos muy satisfechos con la experiencia y coincidíamos en que había que repetirlo. Me dio un beso de despedida y se fue caminando (su casa estaba muy cerca), no sin antes darme su número de móvil. Al llegar a casa, me hice una muy buena paja en la ducha antes de dormir, recordándolo todo. Al día siguiente no tenía que trabajar, así que podía levantarme tarde y ¿adivináis que era lo primero que tenía pensado hacer cuando me levantase? Pues obviamente, llamar a Lorena y disfrutar de mi día libre. A las dos y media me desperté, bajé a comprar el diario y me tomé un par de cervezas en el bar mientras lo leía. Luego pasé por el super y compré algunas cosas para comer, ya que tenía la nevera casi vacía. Estaba algo nervioso, solo hacía que pensar en Lorena, y sobre todo en sus pechos y su caliente coño. Antes de subir a mi casa pasé por el coche ya que tenía allí el teléfono apuntado en un papel. La llamé cuando terminé de comer.
Quedamos para más tarde y le pedí si podía venir con una minifalda sin tanga, un top sin sujetador y unas botas altas, me dijo que por supuesto. Estaba supercontento, ya que por unos momentos pensé que me había dado un número falso o que me daría largas. Me metí de lleno en la ducha y luego me lavé los dientes e incluso me puse algo de gomina en el pelo.
Quería, dentro de lo que creía, estar lo más “agradable” posible. Traté de ser puntual, como es costumbre en mí, así que salí de casa con bastante antelación. Lorena estaba allí cuando llegué, y al verla me entró una especie de escalofrío que me recorrió el cuerpo. Estaba imponente, exactamente como yo le había pedido. Las tetas se le transparentaban una barbaridad, y más morbo me daba el pensar que iba así porque yo se lo había pedido, y ella me había obedecido fielmente. Había salido a la calle como una puta porque un hombre al que había conocido la noche anterior se lo había pedido. Nos dimos dos besos y entramos al centro comercial cogidos de la cintura.
Me sentía orgulloso de ir con una chica así, aunque la mayoría de la gente pensaría que era mi hija o familiar. Me fijaba en sus macizos muslos y los veía agitarse con el movimiento de sus caderas al andar, y en sus tetas cuyos pezones se marcaban a la perfección en el top. La faldita era cortísima, así que no pude aguantar más y decidí a pasar a la acción, quería exhibirla un poco. Aproveché un momento en el que se paró a mirar un escaparate y me puse junto a ella, como si también estuviese mirando, le puse mi mano en el culo y le subí ligeramente la faldita. Ella me miró y sonrió, como dándome a entender que no le molestaban estos juegos. Por lo tanto, subí aún más la falda, dejándole medio culo al aire, y me puse observar a la gente para ver si alguien nos miraba. Efectivamente, un tipo cuya mujer estaba hablando con una vendedora, tenía los ojos clavados en el culo de Lorena, y también un sesentón que paseaba con su esposa. Cuando veían que yo los miraba, apartaban la vista, por lo que me decidí a no interrumpirles y me dediqué a besar el cuello de Lorena.
A los pocos segundos le volví a poner bien la faldita y seguimos paseando, dirigiéndonos a la sección de deportes, donde ella quería comprarse unas mallas ajustadas para practicar aerobic (quería adelgazar, con lo buena y maciza que estaba).
Esa sección se encontraba en un piso superior, así que subimos por las escaleras mecánicas. Se me ocurrió tirar unas llaves al suelo y decirle a Lorena que las cogiera, para que las personas que vinieran atrás, al agacharse, le vieran el culo al completo, sin embargo, en esos momentos no había nadie.
Mala suerte, pero se me ocurrió otra cosa. En el momento en que nos cruzamos con las personas que bajaban en las otras escaleras, le saqué una teta por encima del top a la vez que levanté la parte delantera de la falda dejándole el coño totalmente al descubierto. La vieron tres chicos jóvenes y una pareja de unos 40 años. Seguro que más de uno de ellos se hizo una paja esa noche a la salud de Lorena. Le compré las mallas y me dijo que quería tomar algo en la cafetería. Le dije que yo también tenía ganas de tomar algo, pero que antes follármela en el baño de mujeres. Se rio y me dijo que eso ya era demasiado, que podíamos armar un escándalo si nos pescaban.
– ¡Ahí está el morbo precisamente, Lorena, en que nos puedan ver!
Dudó durante unos momentos, pero finalmente aceptó. Entró ella primero, para así avisarme de que no había nadie que nos viese entrar. Tuvimos suerte y rápidamente entré con ella a uno de los WC. Cerré bien el pestillo y le quité a tirones el top. Me bajé los pantalones y ella misma se quitó la falda, quedándose únicamente con las botas. Me senté en la taza y le dije que se pusiera encima de mi, dándome la espalda.
– ¡Vamos, cabalga sobre mi polla, quiero que lo hagas rápido porque no podemos estar mucho tiempo aquí! -le dije.
Comenzamos a follar, Lorena se movía sobre mí de una manera perfecta, saltaba de tal forma que parecía que tenía un muelle en el culo. En esos momentos, se escuchó entrar a alguien por lo que tuve que taparle la boca para que no se escucharan sus gemidos. Al poco tiempo escuchamos llegar a más personas, esto a mí me excitó mucho, además algunas mujeres se pusieron a conversar mientras se maquillaban y tardaron un buen rato en irse. Lorena no dejaba de saltar sobre mi cuerpo, a veces arqueaba el cuello hacia atrás y me besaba en la boca. Después se puso un poco de lado y así pude comerle las tetas a la vez que seguía follándomela. Cuando noté que iba a acabar, le dije que se pusiera de rodillas en el suelo y que con la mano me hiciera una paja apuntando hacia sus tetas para acabar sobre ellas.
Me obedeció y además a la vez que me la manoseaba, frotaba mi capullo por sus pezones, provocándome un intenso y placentero orgasmo. Nos arreglamos y fuimos a la cafetería. Nos tomamos unas cervezas. Por decisión propia decidí no volver a verla, más que nada por la diferencia de edad y porqué no quería colgarme de ella.
Un saludo para todos.