Relato erótico

Hay otras opciones

Charo
20 de enero del 2020

Llevan muchos años casados y consideran que sus relaciones son buenas. Leyeron en una revista información sobre clubs de intercambio de parejas y les llamó la atención. No decidieron nada pero…

Rolando – Sevilla

Somos una pareja con más de veinte años de matrimonio, profesionales ambos, quienes hemos tenido una vida sexual muy completa pero nunca se nos había ocurrido nada fuera de lo normal. Una vez leímos un artículo en una revista que hablaba sobre los bares de intercambio y nos entró curiosidad. Yo siempre había pensado que mi mujer es muy atractiva y cuando estábamos jugando tenis en el club campestre que queda en las afueras de la ciudad, me excitaba al observar que los amigos que pasaban al vernos en la cancha se quedaban mirándola, ya que en su vestido de tenis se le notaba su espléndido culito.
Con solo decir que midiendo aproximadamente 1,60 cm, pesa 52 kilos de pura dinamita, muy bien proporcionada, con unas caderas de fuego, unos pechos grandes, pero erguidos y turgentes, y con una cintura que envidiarían las quinceañeras. Su forma de moverse da una idea del polvazo que tiene. Es que toda mujer al caminar deja entrever lo ardiente que puede ser en la cama. La sexualidad de una mujer se expresa en todas sus actividades.
Bueno, volvamos al relato. Estando en el club, tras un partido con una pareja de amigos fuimos a comer y al terminar nos tomamos unas cervezas. Estando ya un poco mareados resolvimos volver a nuestra casa y al regreso le comenté a mi mujer si no le agradaría hacer un intercambio con una pareja. Para mi sorpresa no se negó rotundamente.
Estoy seguro que el tiempo que llevábamos, a pesar de propuestas que varios hombres le habían hecho y de las que me había informado oportunamente, nunca había estado con otro desde nuestro matrimonio. Antes, ambos habíamos tenido alguna que otra experiencia pero tras casarnos hemos sido absolutamente fieles.
Decidimos ir a un club de intercambio, más por informarnos que por otra cosa, ya que estábamos muy nerviosos respecto a quien pudiésemos encontrarnos y una vez allí se nos acercó un señor y muy educadamente nos preguntó si estaríamos interesados en suscribirnos en una revista de contactos. Inicialmente rechazamos la propuesta, pero al quedar solos lo discutimos y llegamos a la conclusión que la única forma de ser selectivos sería esta y solo contactaríamos con aquella pareja que pudiese interesarnos por su perfil.

Llamamos al señor y le comunicamos nuestro interés y él nos dijo que deberíamos posar desnudos para publicar la foto en la revista. Nuevamente nos negamos, pero él nos dijo que nuestras caras no aparecerían, solo los cuerpos, pues por nuestra edad era posible que los lectores no se interesaran, pues yo tengo 55 y ella 50, pero que él estaba seguro que al ver nuestra foto lloverían llamadas.
Mi mujer se decidió y nos despojamos de la toalla que nos cubría, la situación se hizo muy excitante y tuve una erección que quedó plasmada en la foto mientras que mi mujer me la cogía con las dos manos, quedando todo el capullo fuera, cosa que da una idea de mis proporciones. Igualmente ella posó de tal forma que su cuerpo lució espectacularmente.
A las dos semanas comenzaron las llamadas a mi móvil y con algunas pocas preguntas yo podía ir rechazando a los candidatos, pero en tres ocasiones las parejas se aproximaban a nuestro perfil por lo cual los citamos a un café en un centro comercial de la ciudad. Las dos primeras parejas que entrevistamos no fueron de nuestro agrado y ya creíamos que no podríamos cumplir nuestra fantasía, cuando resolvimos que no contestaríamos más llamadas, pero la última me llamó la atención pues se trataba de una pareja de edad ligeramente menor la de ella y ligeramente mayor la de él, él también un profesional, de situación económica acomodada, con muchos años de matrimonio y deseo de experimentar como nosotros. Le dimos una cita y previamente le indiqué a mi mujer que al conocerlos y tras hablar me indicara, tocándose la oreja izquierda, si le parecía adecuada la pareja, y la derecha si no, y que yo le contestaría de la misma forma.
Al llegar al café los observamos desde lejos, vestidos de acuerdo a lo convenido telefónicamente y no nos produjeron muy buena impresión, pero decidimos hablar con ellos. Al conversar se revelaron como una pareja muy simpática e hicimos buenas migas desde un principio por lo cual la conversación se prolongó cerca de una hora sobre temas banales, hasta que al final tocamos el tema del intercambio aceptando en un principio volvernos a ver en un ambiente más privado para ver como se desarrollaba la situación, sin obligaciones de ninguna naturaleza.
A las dos semanas volvimos a comunicarnos y nos citamos en un club del cual ellos son socios, que queda en la parte alta de la ciudad. Allí nos encontramos hacia las ocho de la noche y en el bar nos tomamos unos tragos. Una vez entonados resolvimos pasar a otro ambiente donde hay música y se puede bailar.

Comenzamos a bailar con nuestras respectivas mujeres pero tras algunas piezas él, Matías, propuso que cambiásemos. Yo acepté inmediatamente y saqué a Elena, su mujer. Tras algunas piezas pude observar que mi mujer estaba bailando bastante pegada a Matías, lo cual me excitó, pero en cambio Elena no me dejaba acercar y no hacía sino decirme que no quería que ese día llegásemos a nada más, que por ahora estaba bien con conocernos. Al volver con mi mujer le pregunté cómo le había ido y me dijo que bien, que Matías le había propuesto que fuésemos los cuatro a un motel y que ella lo deseaba ya que con las copas se sentía excitada y que quería probar. Yo le dije lo que pasaba con Elena, pero que trataría de convencerla.
Salí al lavabo y allí me encontré a Matías, a quien le comenté lo ocurrido y me dijo que insistiera, que él estaba seguro que ella accedería, pues le había comentado que yo le gusté desde un principio y que si lo llegase a hacer con alguien sería conmigo. Así que tan pronto volvimos a la mesa le ofrecí otra copa y ya estaba más amable.
Al salir a bailar dejó que la apretase contra mi cuerpo y el ver a mi mujer pegada a Matías, y al sentir el cuerpo de Elena se me levantó tremendamente, lo cual ella no pudo dejar de sentir y en vez de alejarse se pegó más. Yo pasaba mi mano por su espalda y ella parecía disfrutarlo, por lo que le comenté al oído si quería que fuésemos a otro lugar los cuatro, donde estuviésemos más en privado, sin que esto significara que tuviésemos que llegar a más, y ella aceptó.
Tan pronto se cambió la canción pasé a bailar con mi mujer, le pregunté si ella estaba decidida y ella me dijo que sí. No fuimos cada pareja en nuestro coche a un motel y durante el trayecto, al tocar la entrepierna de mi mujer, pude notar lo excitada que estaba. Ya en la habitación resolvimos jugar a las prendas con un dado y quien perdía debía despojarse poco a poco de su ropa.

Al quedar los cuatro desnudos, nos pusimos penitencias y la primera que perdió fue mi mujer a quien le tocó bailar desnuda con Matías, yo podía ver como ella miraba de soslayo su miembro, que era algo más grande que el mío, pero no se levantaba con igual rigidez.
Elena mientras tanto no dejaba de observar mi erección que la dejó sorprendida, ya que palpitaba rítmicamente y eso le causaba gracia. Cuando salieron a bailar, Matías inmediatamente puso la mano en el coño de mi mujer y pude ver como ella se colocaba para sentirlo mejor y disfrutar del manoseo, al mismo tiempo ella le acariciaba el miembro, buscando que se le endureciera definitivamente.
Era tal el estado de mi excitación al ver esto, que tendí a Elena sobre la cama y con la mano le comencé a acariciar el clítoris, mientras que le metí un dedo de la otra mano en la chocho, notando que estaba completamente mojada. En eso ella me dijo:
– ¡Quiero que me la claves ya!
Me coloqué sobre ella y separándole las piernas, de un envite se la incrusté. Al levantar la cara pude ver que mi mujer estaba del otro lado de la cama, con las piernas cruzadas sobre el cuello de Matías que le estaba haciéndole una lamida que la hacía suspirar. Entonces Elena me comenzó a pedir:
– ¡Métemela más duro… más duro!
Yo comencé a bombearla lo más fuerte que podía, lo cual hacía sonar su chocho y mis huevos golpeaban contra su culo, hasta que ella comenzó a jadear y a revolcarse indicándome que se estaba corriendo y yo, en espasmos, le inundé el coño a borbotones con abundante semen. Quedé exhausto sobre Elena quien al oído me decía:
– ¡Oh, cariño, que gusto me has dado!
Resolvimos pasar a la ducha y cuando estaba bajo el agua comencé a oír como mi mujer pujaba y gemía fuertemente, lo cual me despertó la curiosidad y silenciosamente pasé a la habitación. Allí Matías la tenía clavada, con las piernas sobre sus hombros de tal forma que la penetración era completa y a cada empujón de Matías, mi mujer colocaba sus caderas para el próximo, como dirigiendo el ritmo de sus acometidas. Por sus suspiros y jadeos pude saber que estaba llegando al orgasmo. ¡Mi mujer corriéndose en brazos de otro! Sentí una sensación de celos pero otra de terrible excitación, que me hizo empalmar otra vez. De pronto los bufidos de Matías y la congestión de su cara, me hicieron entender que estaba eyaculando y quedaron los dos agotados sobre la cama.

Yo, con la verga tiesa, resolví actuar en seguida y le dije a mi mujer que se pusiera al lado de la cama y recostara su cuerpo sobre ella, así pude penetrarla por detrás en su precioso coño y apretándome contra sus caderas embestirla con empujones tan fuertes como los que le había proporcionado a Elena.
Estando en esto, Matías se le acercó por el frente y mi mujer se introdujo su miembro en la boca comenzando a mamárselo mientras yo la embestía por detrás. Mi excitación llegó al máximo y tuvo un orgasmo exquisito mientras sentía que la chocho de mi mujer se contraía y me chupaba todo el semen que brotaba de mi verga.
Matías se había retirado cuando notó que me corría y ahora estaba esperando que yo me retirase para volver a cabalgar a mi mujer, por lo cual le dejé espacio y él nuevamente la penetró, cambiando cada momento de posición, extendiéndole completamente sus piernas con ambos brazos, luego con una pierna sobre el hombro y otra sobre la cama, después de medio lado, después por detrás.
Por último mi mujer lo cabalgó y con cuatro movimiento circulares de su pelvis lo hizo correr como solo ella sabe hacerlo, pues aprieta su chocho como si fuera una aspiradora.
Matías y Elena quedaron sorprendidos y muy gratamente impresionados y quedamos de vernos frecuentemente para repetir.
Saludos de los cuatro.

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