Relato erótico
Hambre atrasada
Cada fin de semana cogía el tren y volvía a su casa. Estaba haciendo la mili y tenía unas ganas locas de estar con su novia. Por unas causas que no vienen al caso, estuvo arrestado varios fines de semana. Cuando llegó a casa de su novia iba lanzado y muy caliente.
Alberto – Valencia
Esta fantástica historia ocurrió cuando estaba haciendo la mili en Murcia. Yo tenía novia formal, la que hoy es mi mujer y que de esto que cuento no sabe nada. Casi todos los fines de semana cogía el tren y me iba a Valencia a olvidar un poco el asunto militar y el mismo sábado, a las pocas horas de llegar, ya estaba esperando a mi novia en la puerta de su casa con la polla como el acero. Luego íbamos al apartamento de un amigo y nos pasábamos varias horas follando. Ella es la menor de tres hermanas. Las otras ya estaban casadas y se llaman María de 27 años y Clara de 26. Al igual que mi novia, sus hermanas estaban muy apetecibles. Cuando aparecían a la hora de comer los domingos, bien arregladas, casi siempre enseñando sus preciosos muslos, uno de mis cuñados decía:
-¡Cuidado con éste que está en la mili y pasa hambre de “carne”!
Uno de esos días, María al oír la frasecita de su marido, dijo:
-¿Quieres carne? Pues… ¡Toma carne!
Y tiró de la corta falda mostrándome sus torneados muslos hasta casi la braga. Me puse colorado aunque entré en el juego diciendo:
– Si quieres te enseño yo “mi carne”.
Pero ella alisándose la falda me contestó:
– No hijo, con la de éste, de momento, me sobra.
En el cuartel me la había pelado muchas veces pensando en María. ¡Como me la hubiera follado en esos momentos!
Por problemas que ahora no vienen al caso me quedé varios fines de semana arrestado y cuando se pasó el arresto cogí el tren para Valencia. Estaba deseando llegar y recuperar lo perdido con mi novia. Llegué a su casa a las cinco de la tarde, toqué el timbre y salió mi suegra diciéndome que se había ido a la sierra para ver unas parcelas de terreno, pero que vendría antes de cenar.
-Pasa y tómate un café al menos- me dijo.
Me enfadé un poco ya que tenía la polla a punto de romperse y ahora encima tendría que esperar. Mi suegra iba y venía por la casa terminando de recoger y hablándome de tonterías.
-Bueno- dijo al fin- Ahora me voy a tomar yo también un cafetito contigo.
Se sentó en uno de los sillones y su falda dejó al aire buena porción de muslo. Juro que jamás había pensado en mi suegra para joder o tan siquiera para espiarla. A sus 46 años se conservaba muy guapa. Quizá un poco entrada en carnes pero estaba mejor que muchas de las que me había follado en Murcia. Intenté apartar la mirada de sus muslos, pues si se daba cuenta de lo que miraba, vaya corte. Me sirvió una copa de coñac y cuando me la acabé me puso otra y otra, hasta cuatro.
Ella no paraba de hablar y de contarme cosas. Yo estaba perdiendo un poco la vergüenza. De pronto, y refiriéndose a algo sobre sus hijas, me dijo:
– Si me hubieras conocido cuando yo tenía 20 años. Tenía más novios que la perra que hay en la finca pero, bueno…hoy no es lo mismo. Cuando tú tengas mi edad ya verás… Aunque yo aun me conservo muy bien. ¡Mira!.
Diciendo esto, se puso en pie y se contorneó pasándose las manos por las caderas. Estábamos completamente solos y yo más salido que otra cosa. De pronto sonó el teléfono, lo cogió y se puso a hablar con una conocida. Yo le miraba el culo intentando dibujar la braga en sus gordas nalgas, y me acaricié varias veces la bragueta.
Cuando colgó el teléfono, se sentó preguntándome si quería otra copa y sin esperar mi respuesta me llenó la copa mientras yo miraba sus muslos semi abiertos intentando llegar al fondo.
-¿Te gusta lo que ves?- dijo sin mirarme.
Me puse colorado y como si no lo hubiera entendido le pregunté qué de que hablaba. Ella, entonces, abrió las piernas aun más.
– Lo que te estoy enseñando… ¿Te gusta?
– ¡Por supuesto que me gusta!- me salió disparada la respuesta.
El triangulo blanco de la braga aparecía y desaparecía en sus continuos abrir y cerrar de muslos.
– Enséñemelo bien – le dije.
Dolores se puso en pie y se desabrochó la falda de atrás, luego empezó a desabotonar la florida blusa y se sentó en el sofá.
-Ven- me dijo- Ven que te lo enseñaré aquí.
Me eché sobre ella besándole los labios y con la mano derecha busqué el principio de su falda y la introduje acariciándole sus muslos hasta llegar a rozar con mis dedos la fina tela de su braga. La separé y toqué el pelo de su coño. Dolores, levantó el culo y metiendo sus manos se bajó la braga quitándosela. Luego abrió sus piernas y me dijo en voz baja, con los ojos cerrados:
– ¡Fóllame, Alberto! Apaga en fuego que tengo dentro.
Me incorporé de un salto bajándome los pantalones y calzoncillos juntos, luego me eché otra vez encima. Ella me agarró la polla y dijo:
-¡Métela dentro, dentro!
Ella misma se la colocó y apretó con sus manos mi culo a la vez que levantaba las piernas.
-¡Aaaah…siii…!. – exclamó al sentir como mi polla empezaba e entrar en su coño.
Le comía los pezones mientras amasaba sus tetas de forma que Dolores gimiera dando gritos de gusto. Yo paraba de bombear para remover mi polla en su interior y ella me increpaba, moviendo las caderas:
-¡No… no… no pares…me quiero correr…aaah…!
Sacaba mi polla de su coño y le metía los dedos dentro de aquella almeja empapada de sus líquidos.
– ¡Métemela, métemela…no la quites ahora¡ -me decía agarrándome la polla y volviéndomela a meter.
De pronto empezó a jadear. Se iba a correr. Metí mi polla una vez más y empecé a moverme deprisa. Su orgasmo fue brutal y me decía de todo:
-¡Hijo de puta, cabrón, me estoy corriendo… aaah…me corro…
Yo le mordía las tetas sin parar de follarla. Se me nubló la vista, me apreté a ella con fuerza y le cogí el culo con ambas manos. Y en el acto solté toda mi leche entre los gemidos de los dos.
-Desde que me quedé viuda- me dijo una vez descansada- no lo había hecho, Estoy avergonzada de haberte provocado- añadió llorando.
Mi polla estaba perdiendo su erección y me salí de ella. Poniéndome en pie me coloqué los pantalones mientras ella iba al baño donde yo la seguí. La cogí por detrás y la besé en el cuello diciéndole que era una cosa normal lo que había pasado, que tenía ganas y había dado rienda suelta a sus instintos de mujer.
-¡Quita, quita! Me voy a lavar…deja que me vaya.
Yo estaba de nuevo acariándole las tetas con una mano y restregando mi morcillona polla contra sus nalgas. Dolores casi gemía:
– No, Alberto…déjame ahora…no quiero.
Bajé mis manos acariciando sus muslos suavemente. Mi polla estaba otra vez dura. Dolores acabó por darse la vuelta apoyándose en la puerta y entonces metí mis manos en su coño encharcado con sus líquidos y mi leche… Seguía diciéndome que no, pero otra vez empezaba a presionar sus dedos en mi espalda. La besé en la boca haciendo chocar nuestras lenguas una y otra vez. Dolores bajó la mano y tocando mi abultaba bragueta empezó a desabrocharme el pantalón para sacar al aire mi polla.
-¡Que dura la tienes otra vez…! – me dijo mientras me la meneaba.
Estuvimos así un buen rato. Yo le acariciaba el culo y ella hacía lo mismo con mi polla y mis cojones. Intenté follarla allí, de pie, pero Dolores más excitada que antes me dijo:
– No, aquí no. Vamos a mi cama.
Nos quedamos totalmente desnudos y comprobé que su cuerpo sin ropa, a pesar de los michelines me calentaba aun más. Dolores se abrió de piernas y con mis dedos acaricié aquella gruta peluda para después echarme encima. Con mi polla entre sus muslos, empezamos a magrearnos. Ella me apretaba la polla mientras yo lamía aquellos pezones de punta y moldeaba sus caderas con mis manos. Mi lengua iba desde sus pechos a mi ombligo y Dolores se metía los dedos en el coño dando gemidos y poniendo cara de felicidad.
Acabé sentado en su barriga con mi polla colocada entre sus tetas y ella empezó a apretármela con ellas para después, en la misma posición, meterse el capullo en la boca y comenzar a mamar con verdadera ansia. Yo seguía magreando sus tetas con una mano y metiendo la otra en su coño. Dolores acabó corriéndose y yo seguí masturbándola hasta que abrió las piernas y colocándome entre ellas la follé.
Ella me rodeaba con sus piernas mientras yo entraba y salía y después de un rato se la saqué y le di la vuelta para follármela estilo perro. Mis huevos chocaban contra su coño a cada atacada. Casi estaba a punto de correrme cuando saqué mi polla y acaricié con el capullo toda su raja desde el coño hasta el ano.
Lo coloqué en aquel agujero y antes de que exclamara ” ¡¡No!!”, ya tenía todo el capullo dentro de su culo y a los dos minutos eyaculé como un toro. No hacía demasiado tiempo que habíamos acabado de follar. Dolores sentada en un sillón tejiendo y yo en otro viendo la tele cuando llegó el resto de la familia. Salí con mi novia y como si nada nos fuimos al apartamento de mi amigo a echar dos polvetes.
Aunque tengo que confesar que el segundo me costó un poco. Después de esa experiencia con mi suegra, todo ha vuelto a la normalidad entre nosotros, aunque eso no significa que en cuanto tengamos de nuevo la ocasión de repetirlo lo hagamos, pues tendríais que ver la cara con que me mira.
Ya os contaré si vuelve a ocurrir algo. Besos.