Relato erótico
Había que probarlo
Lo hablaron y se decidieron a ir a un club de intercambio de parejas y probar como les iba. Les atendió la relaciones públicas y les enseño todo el local, también les explicó las normas que había. Se sentaron en un sofá a tomar unas copas mientras veían a otras parejas.
Paco – Sevilla
Querida Charo y amigos de la revista hace un par de meses, más o menos, que mi compañera y yo nos propusimos conocer directamente el tema de los intercambios y para ello acudimos a un pub liberal.
Nunca habíamos estado antes en un sitio así por lo que le pedimos a la chica que nos recibió que nos enseñase el local y las normas del local.
Después de un breve tour por el local, teníamos las cosas más o menos claras y solo quedaba decidir donde nos sentaríamos.
Elegimos una sala muy oscura con grandes sillones y muchos cojines, todo ello en color azul oscuro y con un tacto suave, y la tenue luz apenas nos dejaba ver lo que ocurría a un par de metros. Después de tomar un par de copas, se sentó junto a nosotros una pareja que debían tener alrededor de los cuarenta años. Ella estaba mejor conservada, se le notaba la edad, pero aún conservaba un atractivo que demostraba lo bella que fue de joven.
Él estaba fuerte, de gimnasio sin duda, no especialmente guapo pero atractivo a juicio de Alba. Nos pidieron fuego para romper el hielo pero como no fumamos desviaron la conversación al típico “¿venís mucho por aquí?”. Se notaba que éramos primerizos, eso debió gustarles y a los pocos minutos dejaron bien claro que ellos solo querían sexo por sexo, nada de rollos raros.
Estábamos hablando de nuestras preferencias sexuales y nos sorprendió cuando nos comentaron que el sexo con nosotros solo lo realizaría ella, que a él solo le gustaba mirar, y luego en su casa, follar recordándolo. Nos pareció un poco raro, pero dimos el paso.
Enseguida ella me pidió que la besara con pasión, como si me fuese la vida en ello, accedí y me correspondió muy sensualmente mientras acercaba su cuerpo al mío. Alba empezó a meterme mano y entre las dos me sacaron la polla por la bragueta. Isabel, que así dijo llamarse, empezó a darme lametones en la verga desde la base hasta la cabeza, haciendo especial hincapié en la punta, cosa que me pone a cien. Alba le desabrochó la blusa y el sujetador dejando a la vista los pechos de Isabel, grandes, duros, altos, operados, como ella misma nos confesó, pero muy excitantes.
Pronto se puso de rodillas en el sillón, con las tetas en mi cara y aplastándome contra ellas, yo las lamía, mordía los pezones duros y sabrosos, las estrujaba con mis manos magreando esos melones que no debían caber en una 100 de sujetador.
Alba estaba enfrascada en mi polla y Víctor, el compañero de Isabel tan solo se la cascaba lentamente con la mano izquierda, mientras la derecha rozaba suavemente el trasero de mi chica.
Alba, al rato, se retiró para que pudiese follarme a Isabel, que al recibir mi empujón soltó un gritito apenas audible pero que demostró lo caliente que estaba. Se movía con tal soltura que apenas tuve que hacer nada, subía, bajaba, se retorcía y le daba tiempo a apretarse los pechos de una forma súper excitante.
Alba se había colocado a mi lado, y yo tocaba su chocho con dos dedos mientras me comía su boca. En este momento Víctor se corrió con gran gusto, a juzgar por la expresión de su cara, y en ningún momento retiró la mano del culo de Alba. Isabel también se corrió pero y siguió moviéndose hasta que yo me corrí con un tremendo placer. Entonces, con sorpresa por mi parte, Isabel se levantó, tumbó a Alba en el sillón y sustituyó mis dedos por su lengua, cosa que provocó un orgasmo tan bueno a Alba que le duró varios segundos.
Ya satisfechos, nos vestimos, tomamos una copa y después ellos se fueron, pero nosotros nos quedamos charlando un rato hasta que cuando ya había pasado un buen rato y nadie aparecía por la sala, también nos fuimos.
Otra experiencia que quería contaros, es la siguiente. De pronto me enteré que Alba se conectaba a un chat desde el ordenador de casa. Se hacía pasar por un tío. Había contactado con una chica que se llamaba Laura, tenia treinta años y vivía en el extrarradio de nuestra ciudad. Dijo que vivía en un piso compartido con dos universitarias.
Había enviado una fotografía y no estaba muy agraciada en ella, Alba le envió una mía, sin yo saberlo y le propuso una cita.
Días después Laura envió un mail aceptando la cita. Todo esto me lo contó Alba de camino al bar donde habían quedado.
Entonces comprendí su empeño en que llevase una camiseta de Bart Simpson que solo usaba los fines de semana. Era la señal de identidad para que Laura me reconociese.
Llegamos pronto, yo me quedé en la barra y ella se sentó en una mesa ligeramente alejada pero desde la cual oiría todo lo que dijésemos. Con puntualidad inglesa llegó Laura. Estaba imponente, debía medir cerca de uno ochenta, buenas medidas y caderas pronunciadas. Congeniamos enseguida y en la segunda cerveza Alba hizo acto de presencia. Esto contrarió visiblemente a Laura, pero con sutileza y mucha labia Alba la convenció de que era ella la que chateaba y encima la invitó a cenar en casa.
Nos fuimos para el piso, aunque yo me quedé en el súper comprando algo de vino y unos postres. Cuando subí la mesa estaba casi lista y solo quedaba esperar a que el hormo hiciese su trabajo. Las chicas charlaban animadamente en el cuarto de baño mientras Alba se refrescaba y Laura se repintaba.
– Cuando estamos solos, normalmente o estamos desnudos o con una camiseta, sin ropa interior, le comentaba mi chica a la invitada que contestó diciendo que en su casa ella hacia lo mismo, excepto cuando alguna de sus compañeras llevaba visita.
Entonces Alba la invitó a ponerse cómoda y Laura accedió a ponerse una camiseta mía, pero prefirió conservar unas braguitas a modo de mini-short.
Alba se puso una camiseta y se dejó puesto el tanga. Yo servía una copa de vino cuando salieron del dormitorio, momento que aproveché para observar con más detenimiento el cuerpo de la nueva amiga. Luego pasé a la habitación y me cambié, eligiendo una camiseta blanca y un pantalón corto.
El horno tardaba, una botella de vino y una charla subida de tono animaron demasiado a Laura que comenzó a hacer comentarios muy sugerentes y a intentar desnudar a Alba.
Yo observaba a las chicas mientras mi erección aumentaba. Alba se resistía pero cuando me miró a la entrepierna, se dejó hacer y en un minuto estaban las dos en pelotas, tocándose y mirándome con lujuria. Me acerqué, besé a Alba y luego a Laura, a la que abrí de piernas y de rodillas en suelo le metí de un golpe mi polla en todo el coño y comencé a follarla contra el sofá. Alba corrió a la habitación, cogió la cámara de video y empezó a grabarnos.
Cuando Laura vio la cámara se empezó a tocar los pechos, a besarme y diciendo que se corría, se movía como loca. Pero como yo no quería correrme dentro de ella, le propuse eyacular en su pecho, pero ella prefirió que lo hiciese en la cara. Alba se arrodilló a su lado, hizo un primer plano de la cara de la chica mientras esta me la mamaba para hacerme correr y cuando me retiré un poco, ella cerró sus ojos y exploté a un palmo de su cara. El semen corría desde su frente hasta la barbilla mientras ella se relamía los labios antes de volver a meterse mi polla en la boca y dejármela limpia por completo.
Después de esto se relajó en sofá y se quedo dormida, sin duda por el efecto del vino. Alba colocó la cámara encima de la mesa, la orientó de forma que se viese a Laura dormida y a nosotros follando a su lado. A la mañana siguiente, Laura se fue antes de que nos levantásemos, dejándonos una nota con el número de su móvil y un escueto:
– Espero volver a veros muy pronto.
Y tanto que muy pronto ya que al día siguiente nos llamó para tomar algo por la tarde y nosotros aceptamos. Tras una agradable cena nos ofrecimos para llevarla ya que era tarde y debía coger un par de autobuses hasta su casa.
Aceptó y de camino nos hizo una proposición sorprendente. Quería venirse a vivir con nosotros y repetir escenas como la de ayer, en fin, formar un trío.
Decidimos pensar con detenimiento la propuesta y prometimos contestarla pronto aunque la verdad es que no queremos tanto jaleo en casa.
Saludos y ya os contaremos como acaba todo eso.