Relato erótico
Guarra y exhibicionista
Reconoce que es una mujer caliente y muy viciosa. Aquel día, aunque no habían programado nada, consiguieron hacer realidad una de sus fantasías.
Soledad – MADRID
Hola, somos un matrimonio de Madrid, mi marido se llama Juan, mide 1,90, pesa 80 kg y tiene una mente calenturienta que siempre está inventando cosas para no aburrirnos. Yo tengo 37 años, mido 1,75, soy rubia y las miradas de los tíos dicen que estoy buena.
A mi marido le gustaría que me acostara con más tíos, pero todavía no lo he hecho aunque fantaseamos con ello y nos da mucho morbo.
El sábado íbamos a salir, me duché y me puse una camisa blanca, sin sujetador pues tengo un pecho de tamaño medio pero con unos pezones gordísimos y muy sensibles. Luego una minifalda tipo colegiala, de cuadros verdes y blancos, tan corta que me llegaba a ras del coño, y con un tanga minúsculo de tirilla, en color naranja transparente que se me mete por el chocho dejando los labios al aire, y unas botas altas negras. Mi esposo me miró y vio la pinta de puta que tenía.
– ¿Qué te parece? – le dije a mi esposo.
– ¡Vaya minifalda de zorra! – exclamó – Se te va a ver todo.
– Y a ti te la pone dura que me miren los tíos, ¿eh cabronazo? – respondí riendo.
Al ir a por el coche me dijo que condujera yo y al sentarme la minifalda se subió y dejó el tanga a la vista.
– Vaya tanga de fulana que llevas, guarra, se te ve todo el chocho.
– Te gusta, cabrón, ya verás lo dura que se te la voy a poner- repliqué.
El muy cerdo desabrochó otro botón de mi camisa con lo cual casi se me salen las tetas y de vez en cuando metía los dedos en mi coño. Yo pasaba junto a los camiones y me tenían que ver todo.
Llegamos al restaurante y cuando mi marido me abría la puerta yo me entretuve un poco dejando una pierna fuera y otra dentro del coche, mientras un tío no quitaba ojo de mi entrepierna. Estuve así durante unos diez segundos para darle al hombre una buena visión de mi tanga y a través de él, mi coño depilado. Era muy morboso todo aquello, con el cabrón de mi marido y yo abierta de piernas enseñándole todo a un desconocido y así mi chocho empezó a mojarse.
– Anda que le has enseñado bien el tanga – dijo mi marido.
– El tanga y la raja del coño – contesté – Y tú estás empalmándote, cornudo.
En el restaurante, mientras nos tomaban nota, el camarero me miraba bien las tetas y el tanga pues yo había dejado que la mini se subiera para enseñarlo.
– Que puta eres, como me estás poniendo – dijo mi marido.
A mi que me insulten me pone cachonda y la situación de todos los tíos mirando, me excitaba.
Pedí unos espárragos con mayonesa y en un momento dado Juan metió los dedos en la salsa y me dijo que abriera bien las piernas. Lo hice y el muy cabrón metió los dedos en mi coño y que se deslizaron hasta el fondo haciéndome una paja.
– ¡Cabrón, como me pones! – exclamé – ¡Que cerdo eres!
Después de la comida mi marido propuso ir a tomar una copa en una discoteca del centro de Madrid. En el coche yo iba abierta de piernas y metiéndome dos dedos en el chocho. Estaba cachondísima.
Ya en la disco, me dijo que entrara yo sola y él detrás. Así lo hicimos y me fui a la pista a bailar consciente de las miradas que me dirigían los tíos. A cada vuelta que yo daba, la mini se subía y dejaba ver mi culo. Luego fui a tomar una copa, sentada en un taburete, cruzada de piernas y se me acercó un chico y entablamos conversación. Tenía muy buena planta, era muy agradable, se llamaba Javier y de pronto empezó a echarme la mano por encima y tocarme las caderas. Yo no decía nada y él se iba envalentonando.
Mi marido estaba a tres metros de nosotros mirando y como por la hora que ya era no había mucha gente, podía vernos a la perfección.
En un momento dado abrí mis piernas permitiendo que Javier me viera el tanga y en el acto se le fueron los ojos a mi raja. En este momento empezaron a poner lentos y me sacó a bailar. Yo eché los brazos a su cuello y me arrimé para que notara mis pezones en su pecho. El se pegó a mí como una lapa metiendo sus manos bajo mi minifalda y empezando a sobarme el culo a placer.
Yo estaba que me corría, aquel tío tocándome el culo y el chocho en la pista y el cabrón de Juan mirando. Y vaya pollón que yo notaba en mi entrepierna. Incapaz de aguantar tanta tensión, acabé por decirle que tenía que ir al lavabo. Mi marido fue detrás de mí.
– Que zorra eres – exclamó mi esposo – Como le estás poniendo, calientapollas.
– ¿No te gusta que me soben los tíos, so cabrón? – le repliqué – Te vas a enterar.
En el lavabo me quité el tanga y al salir se lo di a mi marido, luego fui con Javier para seguir bailando y al meter la mano otra vez y tocar mi coño desnudo se le puso la polla a cien. Me arrimé a su oído y le dije:
– Insúltame, que me pone cachonda y vamos a sentarnos.
Javier se sentó y yo me puse a horcajadas sobre él quien me sacó las tetas y empezó a mordérmelas.
– ¡Puta, como me pones zorra! – exclamó.
Yo le saqué la polla del pantalón y empecé a pajearlo diciéndole:
– ¡Menuda polla tienes, Javier!
– ¡Y tú que empapado tienes el coño, guarra! – replicó él mientras metía y sacaba dos dedos de mi chocho.
Yo allí, pajeándole y mi marido detrás viendo mi culo y los dedos de Javier sobándome bien. ¡Que morbo me daba y que caliente estaba! Javier estaba cachondo mientras yo pasaba su polla por la raja de mi coño, hasta que se corrió llenándome toda la entrepierna de su lefa. Al tranquilizarse me dio su teléfono y nos despedimos.
Me reuní en la salida de la discoteca con mi marido y le dije que me resbalaba toda la lefa de Javier por mis mulos y en el coche me abrí de piernas para que viera la leche de Javier en mi coño.
– Y ahora me lo vas a limpiar – cornudo – le dije mientras cogía leche con mis dedos y me la llevaba a la boca.
Ya en casa, mi marido se sacó la polla y yo me la metí en la boca, mamándosela un rato hasta que le dije:
– ¡Métemela, cabrón!… ¿Notas la leche de Javier…? ¡Como te gusta que me soben, cornudo! ¡Así fóllame, cabronazo… folla este coño que me han visto los tíos! Que paja me ha hecho Javier… ¿te ha gustado, cerdo?
Mi marido se corrió en mi cara mientras yo le hablaba de la polla de Javier, diciéndome:
– ¡Golfa, cabrona, toma cacho putón!
Nos quedamos destrozados después de todo un día de excitación y la verdad es que Juan me ha convertido en una guarra exhibicionista, y eso me gusta.
Un beso para todos.