Relato erótico

Gracias por insistir

Charo
14 de marzo del 2019

Su marido empezó a decirle lo cachondo que se pone cuando piensa que en su trabajo ella ha follado con otros y que nada le gustaría más que verla follar con otros hombres. Insistió tanto que…

Mónica – Barcelona
Querida Charo, somos una pareja de unos 40 años, con una vida sexual prácticamente inexistente desde hace cuatro años y hasta hace un par de meses. Dicen que soy una mujer “resultona” y que tengo unas tetas, pero sobre todo un culo divino.
Me he negado sistemáticamente al sexo anal y aunque mi marido me lo haya solicitado desde que me acuerdo, lo más que ha conseguido es hacerme unas formidables pajas mientras me comía el coño con un dedo dentro del culo.
Tiene una polla normalita, nada del otro mundo, pero tarda una barbaridad en correrse y me ha proporcionado unos buenos polvos, que por cierto, cada vez son más espaciados en el tiempo.
Hace poco empezó a decirme lo cachondo que se pone cuando piensa que en mi trabajo estoy follando con otros y que nada le gustaría más que verme follar con otro, de hecho cuando me está follando me pide que le cuente como lo hago con otros, aunque sea mentira. Yo no le hago caso, pero reconozco que alguna que otra vez he fantaseado con que al final de una reunión me quedo discutiendo con algún compañero y acabo follándomelo salvajemente. Bueno vayamos al grano.
Hace poco fui a una peluquería nueva que han abierto cerca de casa. Había una oferta especial por apertura en la que te hacían el corte de pelo y además te daban un bono para unos masajes capilares, me corté el pelo y quedé para los masajes durante cuatro sábados consecutivos, ya que no podía hacerlo a diario. El primer día llegué y pasé a una especie de trastienda donde se encontraban las cabinas en las que aplicaban los masajes y pude leer un cartel que colgaba de la pared con los diferentes servicios que proporcionaban, además del masaje capilar, hacían depilación integral y peluquería íntima, entre otros. Cuando me tocó el turno pasé a la cabina y me recibió una chica, Bárbara. Me coloque en una camilla muy especial. Parecía el sillón de dentista con múltiples ajustes de altura e inclinación. Comenzó a activar pedales y botones hasta dejarme en la postura que necesitaba para hacer su trabajo, colocó una música relajante y comenzó la sesión. Me pareció escuchar gemidos y gritos procedentes de las cabinas contiguas, pero estaba tan relajada que no sabía si era un sueño o realidad. Al final de la sesión le pregunté por los servicios de depilación integral y peluquería intima, me los explicó y me presentó a los encargados de ello, Wylli, Jesús y Rebeca, todos ellos con un aspecto excelente.

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Cuando llegué a casa mi marido me preguntó que tal me había ido y yo le dije que fenomenal, que debería probarlo y le di uno de los vales que tenía para mí.
La siguiente sesión, antes de entrar, le dije a Bárbara que estaba interesada en el servicio de depilación pero que no deseaba una depilación integral, sino una depilación normal, axilas piernas e ingles. Me dijo que me desnudara y me pusiera una bata. Así lo hice, me coloqué en la camilla y comenzó el trabajo. Al poco tiempo me encontraba en la misma gloria cuando noté que abrían la puerta y entraba uno de los chicos que había conocido con una serie de botes y aparatos que no acertaría a describir, me invitó a quitarme la bata y yo inmediatamente miré a Bárbara como asustada, ella me dijo,
– No te preocupes y tápate con esta toalla.
Me quité la ropa y me puse la toalla que a duras penas tapaba mis enormes tetas y por abajo me llegaba justo hasta el inicio del coño. Comenzó a hacer su trabajo, y antes de empezar con una axila entró otro compañero, Jesús, que me dijo:
– Mientras Wylli te hace las axilas, si te parece yo empezaré con las piernas.
Asentí y les dije:
– Haced conmigo lo que queráis.
Entonces Rebeca entró en escena manipulando la camilla de manera que mis piernas comenzaron a abrirse a la vez que se flexionaban, dejando mi coño perfectamente ofrecido para que pudiera hacer su trabajo. Me retiraron la toalla y Rebeca se sentó en un taburete entre mis piernas a escasos centímetros de mi coño, completamente abierto y ya empapado a esas alturas.
No sé como empezó, pero al poco rato me estaban sobando por todas partes. No había tiempo que perder, estaba tan caliente que le dije a Rebeca:
– ¡Rebeca, cariño, si no quieres que me corra en tu cara termina ya, que estoy chorreando! Me habéis puesto tan cachonda entre todos que necesito meterme algo por el coño para calmarme.
Acabó su trabajo, me secó y me aplicó una crema refrescante con un pequeño masaje, que terminó de ponerme como loca. Recogió sus trastos y salió de la cabina. En ese momento la estampa era la siguiente: yo estaba en una cabina cerrada, tumbada en una camilla, en pelotas, completamente abierta, con el coño rasurado, todo el cuerpo embadurnado con cremas, cachonda perdida y con dos rabos para mí solita, así que puse cara de vicio y les dije:

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– ¿Quien de vosotros va a ser el primero en meterme el rabo hasta las bolas? No os preocupéis que tendré para los dos. ¡Os prometo que me follaréis hasta quedar secos!
Automáticamente Jesús se colocó entre mis piernas, subió un poco la altura de la camilla y empezó a meterme su polla que era mucho más grande que la de mi marido, y empujaba lentamente. Se veía claramente que no era la primera vez que lo hacía y entendí los gemidos que me pareció oír el primer día, y yo estaba tan caliente que antes de que llegara hasta el fondo de mi coño ya me había corrido. A partir de ese momento todo fue maravilloso. Jesús empezó a bombearme con su rabo, mientras yo le dije a Wylli que se sentara sobre mis tetas a horcajadas para hacerle una cubana. Una vez estuvo en el lugar correcto, coloqué su nabo entre mis grandes mamas y comencé a moverlas arriba y abajo. Esta otra verga no era tan gorda pero si tan larga que en sus envites llegaba hasta mi boca, momento que yo aprovechaba para chuparlo poniéndolo a cien.
En esta situación no tardaron en llegar los orgasmos de los que perdí la cuenta, cuatro, cinco… Jesús adoptó un ritmo lento pero constante haciéndome disfrutar con cada centímetro de polla que entraba por mi coño pero cuando ya no podía más le pedí que acelerara su ritmo y me llenó con su leche caliente, casi a la vez Wylli agarró mis dos tetas con ambas manos y dando fuertes envites descargó abundantemente sobre ellas. En ese momento me quedé en tal estado de relajación que no me di cuenta que alguien más entraba en la cabina y comencé a notar una lengua caliente que lamía mi coño, limpiando toda la leche que Jesús me habían dejado dentro. Cuando miré me llevé una grata sorpresa, era mi marido. Estaba lamiendo como loco la leche que minutos antes había salido del rabo de Jesús y en mi estado de excitación le solté:
– ¿Esto es lo que querías verdad, cabronazo? Cuando acabes de limpiarme el coño, sube a mis tetas y termina tu trabajo. Quiero que me dejes limpia para que puedan volver a follarme como a una perra. Como a tu perra, cornudo. ¿Verdad que te gusta?

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Debo decir que la situación me ponía muy caliente. Mi propio marido estaba limpiando los restos de semen que dos pollas acababan de desparramar en mi coño y mis tetas y empezaba a disfrutar de todo esto. Muy obediente, el cornudo me dejó el coño y las tetas perfectamente limpias, pero sin quererlo me había vuelto a poner a cien y esta vez éramos uno más a disfrutar. La cosa siguió hasta bien avanzada la tarde.
Nos vestimos y nos despedimos. Una vez en casa mi marido me confesó lo mucho que había disfrutado y me echó otro polvo con más ganas que nunca. Desde entonces, mi vida ha dado un giro considerable, visto siempre más provocativa, me retoco el pelo del coño una vez al mes, y aunque le prometí a mi marido que si él no estaba presente no lo haría con nadie más, reconozco que cada vez que lo recuerdo mojo mis bragas y si no tengo a mi marido cerca tengo que hacerme una paja. A mi cornudo le encanta todo esto y me echa unos polvos de campeonato. Se me ocurrió sugerirle el ir a un club de intercambio donde pueda tener una buena sesión con varios hombres y desde entonces no para de follarme y pajearse pensando en ello. Estoy pensando en darle ese gusto y de paso correrme una buena. Os prometo que sabréis como acaba.
Besos.

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