Relato erótico

Gracias “doctor”

Charo
12 de abril del 2018

Se había separado de su marido, era joven y en cambio, sus relaciones sexuales eran un desastre. No tenía ganas de estar con ningún hombre. Sus amigas le aconsejaron que visitara a algún profesional que la ayudara. Miró el periódico, vio un anuncio y acudió.

Sara N. – MADRID
Mi vida sexual parecía haber decaído de una manera alarmante. No encontraba estímulo ni atractivo después de mi separación. Soy joven, 28 años, pero comencé a preocuparme y alguna de mis amigas me convencieron para que consultase con un profesional, pero yo no estaba muy convencida y encontraba múltiples argumentos para desechar sus consejos.
Los meses se sucedían hasta que leyendo un anuncio en el periódico donde se promocionaba la atención para las disfunciones sexuales con discreción y profesionalismo, me decidí. ¿Qué me estaba pasando?
No lo comenté con nadie pues me daba vergüenza y fui sola a la cita. Llegué puntualmente al domicilio de la entrevista donde una secretaria me recibió y después de tomarme los datos, me anunció al doctor que sin demora, me hizo pasar al consultorio.
Era un hombre rubio de unos 40 años, con gafas, abundante cabellera y un bigote prolijamente recortado. De estatura mediana y buen porte, me pareció buen mozo y atractivo.
Durante el interrogatorio me fui serenando. Su manera de ser, preguntar y ahondar en mi problema, terminó por relajarme. Me sinceré como jamás lo hubiese imaginado previamente, comentando intimidades durante mi matrimonio anterior y la pérdida del interés por todo aquello relacionado con el sexo a partir de saber que me había sido infiel.
Sus preguntas se hicieron cada vez más precisas y escabrosas, pero la manera de inducirme a responder sin tapujos hizo que terminase contándole mis fantasías y mis expectativas con todo lo relacionado con el placer sexual. Después de escuchar mis palabras, me propuso realizar un tratamiento integral, pues consideraba que no tendría problema en recuperar mi libido y mis deseos.

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La semana siguiente volví al consultorio, me presentó a un médico joven, su ayudante, encargado de colaborar para el tratamiento según me explicó, y me invitó a desnudarme. Pasé a una pequeña habitación y regresé solo cubierta por la blusa blanca, el portaligas y las medias negras.
– No, por favor, debe desnudarse toda, por entero – me dijo el doctor.
Estaba avergonzada, pero obedecí y al salir completamente desnuda, mi vergüenza era enorme pero a la vez estaba excitada ante la mirada de los dos médicos que vestidos con la típica bata blanca, me ayudaron a subir a la camilla de ginecología y procedieron a fijar mis piernas abiertas a los soportes de la misma, con unas finas tiras de cuero. Luego separaron todo lo que pudieron esos soportes dejando ante su vista mi coño que con esmero yo había depilado. Mis piernas estaban tan separadas y levantadas que estoy segura que incluso mi ano estaba a la vista de los dos doctores.
Al verme expuesta frente a la mirada de los dos facultativos, no pude evitar un sentimiento ambiguo, aunque superado por la vergüenza. De pronto y sin entender el por qué, sentí que se mojaba mi raja y en un susurro les pedí disculpas. El doctor y su ayudante me tranquilizaron, y con una sonrisa manifestaron que el tratamiento comenzaba a dar resultado.
Sentí los dedos del doctor que separaban con sabiduría los labios mayores de mi vulva y acariciaban mi clítoris. Sin querer, moví mi pelvis, y exhalé un suspiro que no pude contener. Empezaba a estar excitada. Entonces me preguntó:

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– ¿Cuanto tiempo ha transcurrido desde tu última relación sexual y has sido penetrada por el ano alguna vez?
Sin dudar le confesé que hacía más de un año que no tenía relaciones y solo había tenido una experiencia anal desagradable con mi marido y no la quería repetir. Decidido, me propuso relajarme y dejarlos hacer. Ensayé una tímida defensa, pero con la ayuda de Marcos comenzaron introduciendo un consolador en mi ano desoyendo mis gemidos de dolor. No podía defenderme, en realidad, al poco rato, comencé a jadear y gozar sin poderme contener.
– Por favor, me voy a correr – exclamé entre jadeos y gemidos.
– Ahora viene lo mejor, ya verás como desaparecerán tus temores y se cumplirán tus fantasías.
Ambos se bajaron los pantalones y, mientras Carlos me introducía su verga en el coño, dilatando las paredes de la vagina, jugaba con el consolador dentro de mi recto en un metisaca frenético. Entonces Marcos acercó su verga a mi boca. Era magnífica, gruesa y enorme, la atrapé con mi boca y comencé a mamarla con desesperación. Había vencido todos mis prejuicios. Sentía mi coño encharcado por los jugos de Carlos que eyaculó dentro de mi vagina. Mi culo estaba abierto como una flor. Estaba gozando. Logré que Marcos liberara su semen dentro de mi boca y tragué hasta la última gota, pero faltaba lo mejor.
Liberaron mis piernas, entonces Marcos, se recostó sobre la camilla y yo lo monté a horcajadas. ¡Que verga tan hermosa, que gruesa! Por el espejo lateral observé como Carlos separaba mis glúteos y contemplaba la penetración. Marcos se había apoderado de mis senos. Los acariciaba y mamaba con fruición. Finalmente gimiendo y jadeando tuve un orgasmo maravilloso.
– El tratamiento fue magnífico y su resultado definitivo y genial.

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Exclamaron al unísono cuando me ayudaron a levantar. Mis piernas temblaban por el esfuerzo y la follada, pero había gozado como nunca y recuperado la libido y el deseo. Al despedirme me propusieron integrarme a su equipo terapéutico pues según ellos muchas veces necesitan de una mujer para resolver problemas sexuales y tener éxito como el logrado conmigo. Lo voy a pensar seriamente, pues había disfrutado de una sesión maravillosa.
Por cierto, se me olvidaba algo muy importante. Cuando volví para consultarles un problemilla que me había surgido, me confesaron que realmente no eran médicos, y que sI hubiera mirado bien el anuncio, estaba en la sección de relax. Ser “médicos” en ciertas ocasiones, era de las fantasías más comunes de sus clientes femeninas, pero como me vio tan apurada y nerviosa, me siguió la corriente, al fin y al cabo el “tratamiento” había dado resultado.
Después de esta experiencia con “médicos”, una tarde acudí a verlos, pero en aquella ocasión eran dos ejecutivos agresivos que se follaban a la secretaria.
Han pasado unos seis meses, y ahora tengo un medio novio. Nuestra vida sexual es plena y satisfactoria. Quizá algún día le cuente que gracias a unos buenos “médicos”, solucione mis problemas.
Gracias por publicar mi relato, he de deciros que en más de una ocasión me he pajeado leyéndolos.
Muchos besos.

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