Relato erótico
Gracias a un olvido
Su vecina se había olvidado las llaves de casa y él le ofreció “amablemente” una cama en la habitación que tenía libre. Ella aceptó, y durante la noche, no ocurrió nada.
Gonzalo J. – ORENSE
Hace unos días cuando volvía a casa, ya entrada la noche, después de haber salido con unos amigos más o menos sobre las 4 de la madrugada, fui abrir la puerta del garaje y pude ver en su coche, estaba llamando por teléfono y con cara de preocupación, era mi vecina Carmen. Me acerqué, bajó la ventanilla y le pregunté si sucedía algo. Ella me comentó que había perdido las llaves y no había nadie en su casa ya que sus padres se habían ido todo el fin de semana fuera y estaba llamando a alguna amiga para irse a dormir a su casa pero que debían estar todas ya durmiendo. Yo, como buen vecino, le ofrecí que entrase en mi casa para seguir llamando o para quedarse a pasar la noche, pues también estaba solo y no iba dejar a esta chica tan guapa allí sola. Ella aceptó.
He de decir que nunca habíamos pasado de un saludo entre los dos cuando nos habíamos cruzado, pero que también esperaba durante mucho tiempo que llegase el día en que pudiésemos pasar de ese hola con sonrisa simpática.
Como no logró hablar con nadie se quedó en mi casa y estuvimos hablando un momento de donde habíamos estado cada uno. Ella venía de una fiesta de cumpleaños de una amiga y se le notaba que había bebido unas copas de más por lo que enseguida se fue a dormir. La acompañé hasta la cama y le di una camiseta mía, porque con la minifalda negra y top blanco que llevaba no le iba ser muy cómodo el dormir. Tras unas palabras de agradecimiento me dio las buenas noches, subí hasta mi cuarto. Mientras estaba tumbado en la cama, pensaba en aquella situación.
Hubo un momento que estuve apunto de ir y acostarme con ella, pero sabía que no podía ser. Tardé mucho en dormirme, estaba inquieto. Carmen se despertó antes que yo y vino a mi habitación. Se sentó en el borde de mi cama y sin darnos cuenta empezamos una alegre y amena conversación sobre nuestras vidas me dijo, entre otras cosas, que era profesora de aeróbic de un gimnasio al que iba por las tardes y que por la mañanas estaba aprendiendo a dar majases terapéuticos en el mismo centro para luego combinarlo con las clases y ganar un poco más de dinero.
Yo me inventé que hacía tiempo que tenía un pequeño dolor en el cuello, se lo conté y ella empezó a tocármelo, me comentó que tenía una contractura muscular y que me daría un pequeño masaje a ver si mejoraba. La escena era para tirarse encima de ella, una chica guapa, rubia, con unas tetas grandes y muy bien puestas y un culo divino.
Empezó a masajear mi cuello y tengo que reconocer que me relajó mucho. Tenía el cuello relajado y la polla excitada.
Entonces empecé acariciar con las yemas de mis dedos su espalda, su cuello y su pelo. Con un poco de confianza que fui ganando, metí mi mano por debajo de su camiseta y ella, con una sonrisa picarona, me dijo que le encantaba la suavidad de mis caricias.
Ella también empezó a tocarme por todo el cuerpo y así estuvimos durante un tiempo. No nos estábamos enrollando, pero nos estábamos excitando mucho con ese juego de manos. Ninguno quería empezar a besar al otro, pero suspirábamos de placer. Al rato nos pegamos los dos, uno frente al otro. Parecíamos uno solo, con sus grandes tetas apretadas a mi pecho. Seguíamos tocándonos la espalda hasta que puse mi mano en su culo y la apreté hacía mí.
– Quiero sentirte más – me dijo de pronto – quiero seguir así pero con los cuerpos totalmente desnudos.
Entonces bajó su mano y tiró hasta las rodillas de la única prenda que llevaba, luego la terminó de quitar con su pie. A continuación se tumbó sobre la cama abriendo sus brazos y piernas, poniendo a mi disposición todo su cuerpo. Rápidamente volvimos a fundirnos en un gran abrazo, en el que cada uno pudo notar el sexo del otro.
Estaba encima de mí y continuamos el juego de caricias iniciado antes, pero esta vez con mis dos manos masajeaba fuertemente su bonito trasero, le cogía los cachetes y los movía a buen ritmo de arriba abajo y de abajo arriba. En un impulso de esos movimientos mi polla entró de golpe en su cocho y suspiró largamente. Se notaba que estaba disfrutando y que la quería toda para ella, entonces, tomo el “mando” y empezó a moverse como un demonio, alternando ritmos rápidos con lentos, así como frenadas en seco para sentirse totalmente penetrada, y a la vez me miraba con cara de cachonda y me besaba apasionadamente.
Sabía cómo mover la lengua, como sacar el máximo placer de mis labios, de mi cuello, de mi pecho. Al rato cambiamos de posición, esta vez, ella boca arriba y debajo de mí, poniendo sus piernas en mis hombros para poder entrar lo máximo posible en ella. Esto, acompañado de que nos movíamos como locos, con desesperación, nos hizo llegar rápidamente al orgasmo, pero cuando iba hacerlo yo, como no llevaba preservativo le pregunté si lo echaba dentro o fuera y ella me dijo que no lo hiciese dentro de ella, así que me vacié con tres grandes chorros sobre sus grandes tetas.
Continuamos besándonos sobre la cama. Había sido una follada buenísima pero no teníamos suficiente, queríamos más. Mientras recuperaba mi erección, por supuesto que costó un poco, me dedique a que Carmen gozase con los placeres que podía darle mi lengua. Comencé besándole el cuello, bajé hasta sus pezones, en donde me detuve un buen rato, besaba uno, otro, juntaba las dos tetas para hacerlo en los dos a la vez, se los mordía. Luego descendí hasta su sabrosísima fuente de jugos, la contemplé y pude ver lo bonita que era, prácticamente depilada. Mientras yo le hacía disfrutar besando, lamiendo, mordiendo su clítoris y a la vez metiendo uno de mis dedos por su culo, ella acariciaba mi pelo y se retorcía de placer, gimiendo sin preocuparse quien pudiese estar oyéndola, hasta que con una especie de pequeños espasmos pude apreciar como se corría.
Entonces me miró fijamente a los ojos y me dijo:
– Ahora te vas a enterar.
Me dio un empujón y se lanzó a mi polla para comenzar a hacerme la mejor mamada de toda mi vida, y dudo que pueda tener una mejor que esa. Con una mano agarraba mis huevos, con otra me la apretaba, con la boca me la succionaba, primero la parte de abajo y luego el capullo, mientras me miraba a los ojos fijamente para ver mi cara de satisfacción.
Al rato tuve que pedirle que parase para no correrme y cuando paró de darme tanto placer, la coloque a cuatro patas sobre la cama, le di unos golpecitos sobre su coño y continué rozándole con mi polla, fuertemente empalmada, hasta que se la introduje de golpe.
Mientras la penetraba, le agarraba y sobaba fuertemente las tetas y también le metía los dedos en la boca para que los chupase. No sabéis como se movía esta chica, o mejor dicho esta diosa del sexo. Pero lo mejor fue cuando me dijo que la quería en su culo, por lo que estuve encantado de complacer sus deseos. Sus gritos de placer me pusieron a cien y luego siguió gritando:
– ¡Me corro, sí, me corro… oooh… me corro…!
Cosa que hizo que también que me corriese al momento dentro de ese culazo. Una vez que terminamos, descansamos y desayunamos.
Por fin, pudo contactar con unos familiares que tenían llaves. Nos despedimos con un besazo y se fue. Unos vecinos, la vieron salir de mi casa, por lo que durante unos días fuimos el cotilleo de la urbanización, cosa que no me importó para nada
Saludos y hasta otra.