Relato erótico

Gozada total

Charo
24 de abril del 2019

Nunca se hubiese imaginado que la fiesta que le montó su marido resultase tan satisfactoria. Había invitado a dos amigos de él, más jóvenes y con muchas ganas de marcha. Disfruto de todo y de todos.

Almudena – Cádiz
Obscena situación la que estaba protagonizando. Allí, bailando casi desnuda frente a los dos jóvenes amigos de mi marido, totalmente desinhibida, observada atentamente por los tres. Porque Manuel también estaba atento. Mi marido se había quedado en calzoncillos, y manoseaba su polla, induciendo a los chicos a que hicieran lo mismo.
Mi marido se lo había prometido a esos chicos de 21 y 20 años. Me había convencido de que lo hiciera por razones que solo él entendía como “lógicas y naturales”. Evidente que a mí me había gustado el juego y así fue que comencé el show de esa noche.
Me puse un atuendo provocativo y sandalias de tacón alto. Así, al compás de un ritmo caribeño caliente, comencé a contornearme artística y sensualmente. Cuando mojé con abundancia mi blusa, para dejar entrever mis tetas detrás de la tela mojada, ellos se pusieron muy nerviosos. Ya quedaba poco para el final, y lo estaba percibiendo.
Me tumbé en la mesa con movimientos sensuales a merced, no solo de sus miradas, sino también a sus inquietas manos. Eso no estaba en el show y en ninguna programación o charla previa. Cuando Manuel abrió mis piernas, permitiendo que el mayorcito, Juan, metiera su cabeza entre mis piernas lo acepté. Estaba caliente, muy caliente, por todo lo sucedido si, pero sobre todo porque cuando comienzo a entibiarme mi termómetro no tiene retorno, cada vez sube más y más…
El más joven, Eduardo, no dejaba de succionar mis tetas, y me las masajeaba dando unos chupetones tan profundos a mis recalentados pezones que me produjeron escozores súper agradables. Yo allí ya intuí lo que vendría. Aquello de ser una mujer exhibicionista con los amigos, por pura “lógica y cosa natural”, no lo entendía bien, pero si entendía bien que yo me estaba “regalando” a sus placeres.
Aquella previa experiencia con un tercero, meses atrás, había marcado a nuestra pareja. A mi marido, que había promovido durante años el intento de hacerlo, le había gustado mucho más de lo que se había imaginado, y yo, que me había negado sistemáticamente, me había dado cuenta que me había estado perdiendo algo que estaba buenísimo.

Sabía que Manuel, no tardaría en inventar algo. Yo, suponía que volvería a invitar a su amigo a casa, cuando regresáramos de las vacaciones, pero no, la sorpresa había llegado antes y estaba produciéndose tan fervorosamente explícita, que yo sorprendida de que lo que sería un show subidito de tono, se transformara en una sesión de sexo explícito.
Tenía en mi boca la polla de unos de los chicos, y era el otro el que me arrancaba el primer orgasmo de esa noche, meneando su lengua sobre mi coño abierto, expuesto y con el clítoris a la vista. Manuel corregía el enfoque de la cámara para no perder escenas. Me giré sobre la mesa, y me arrodillé, a fin de poder saborear y disfrutar de aquella joven, esbelta y hermosa polla que se me ofrecía a chupar. Mi cueva estaba a merced de los lengüetazos del otro, que sabía lo que hacía.
Manuel, jugó con mi culo y ya sus dedos me penetraban el ano, dilatándolo para lo que sería una fiesta más tarde. El espejo dejaba reflejaba una imagen de puterio total.
Cuando uno de ellos apoyó mi pierna sobre la mullida banqueta, dejando la otra sobre la mesa, supe que me estaban abriendo de tal forma que mi sexo quedaría allí a merced de sus bocas calientes. Pero fue solo una boca la que accionó, cuando mi marido me dio su polla, ofrecida como un hierro caliente, fue solo mi boca la que se metió aquel miembro. Detrás recibí el primer vergazo de esa noche, que se coló fácilmente en mi mojada almeja, abriéndome de par en par. Ellos fueron intercambiándose para, así, darme unas embestidas, regocijarse con mis gemidos, y dejando que el otro me arrancara más deseos al cambiarme de polla. Los amigos de mi marido me estaban follando “lógicamente” y en forma muy “natural”, y natural y lógicamente yo me estaba corriendo a mares de goce y placer.
Ellos me la metían, y era yo la que me movía como poseída, hundiéndoselas hasta donde podía y contorneándome para gozarlas bien gozadas. Aquello tenía ritmo, era como la cumbia. No sé bien cuantas veces hizo ebullición mi coño, pero fueron muchas. Pedí de pronto, porque lo necesitaba, que fuéramos a follar a la cama.

Desde aquel momento, fue como aprender una nueva manera de leer o de pensar, una nueva forma de follar se perfilaba en nosotros como consecuencia de los modernos soportes digitales y manuales que teníamos a disposición. Faltaban cosas aun, porque yo solo les había chupado la polla a Eduardo y a mi marido, pero no había tenido aun el gusto de hacérselo a Juan. Sé que era este que intentaba cada vez que le tocaba el turno, metérmela en el culo, pero fracasaba siempre.
Ya en la cama, tuve que tenderme para que los tres me follaran un ratito. Mi marido, Eduardo y luego Juan. Juan debió esperar y yo tuve la oportunidad de mirar primero, y quedé como extasiada, porque tenía una verga de esas tipo cañón, venosa y con forma indefinida, eso lo hacía espectacular en cuanto a una enorme acumulación de sensaciones, y luego tenerla entre mis manos, jugar con ella, besarla y darle unas buenas lamidas.
Ya en ello, mientras mi marido y el otro me follaban a gusto, yo supe gozar, sabiendo lo bien que me hacía aquella verga en mi coño caliente.
Cuando él le tocó el turno, yo inmediatamente estallé en orgasmos, que fueron producto más de la emoción que de la sensación, porque estaba predispuesta a gozarla. Así que para gozarla mejor, cambié de posición y lo puse boca arriba, mi marido y el otro me ayudaron a montarle y en cuanto pude poner en posición aquel enorme mástil, dejaron caer mi cuerpo. No obstante, el chico no dejó de mordisquear mis pezones para darme ese festín que tanto me gusta. Mi marido besó mi cuello para estar cerca de lo que vendría.
Lo que vino fue una verdadera locura de goce, porque fui aflojando mi cuerpo en caída para recibir aquella petulante y enorme polla, que me abría a un mundo de sensaciones tan placenteras y lujuriosas que grité contorneándome temblorosamente. Y de allí, ya con todo aquello adentro, comencé una suave cabalgada que supe compartir besando glotonamente a mi marido, mientras este me decía cosas cachondas sobre lo que estábamos haciendo. Él me besaba y yo jadeaba, mientras subía y bajaba sobre el pollón de su amiguete.

Y él no solo me besaba, sino que metía sus dedos en mi culo, dándome esa sensación de doble que él decía era buena y aun no habíamos probado. Probado hasta ese instante, porque me inclinó, y el otro chico buscó posición otra vez en lo que había estado buscando allá cuando estábamos en la mesa, mi culo.
Esta vez no le negué el recibimiento y bien incrustada en la otra le fui dando cabida, y dirigiendo sus movimientos para que pudiera meterla.
Fue increíble el goce que comencé a sentir, con aquellas dos pollas dentro. Ya no sabía cómo era que no había gozado eso antes, porque exploté en un mundo “multiorgásmico”. Y desde ahí, quedé quemada con la idea de no dejar de hacerlo nunca más.
Gocé como una perra, como una yegua, como una cabrita, como una coneja insaciable, como la mujer del marido más inteligente y amoroso que hay en esta tierra, y así se lo hice saber chupándosela con agradecimiento, así es que tuve tres pollas dentro de mí, y se la chupé hasta que me llenó de caliente leche, leche que tuve también de sus amigos, que acabaron furiosamente.
Increíble, pero fueron ellos los que debieron parar, porque yo no hubiera detenido nunca esa situación que tanto me ha dejado marcada. Muy marcada. Porque ahora estoy siempre esperando que mi marido me prepare esos regalitos tan jugosos.
Es tan “lógico y natural” querer gozar tres machos a la vez, que los deseo siempre.
Besos a todos.

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