Relato erótico
Golfa a conciencia
Le gusta el sexo más que todas las cosas. Durante la semana es una buena profesional en su trabajo y el fin de semana se desmadra. Le gusta seducir y llegar hasta el final.
Lidia – Barcelona
Me llamo Lidia, y puedo decir a mucha honra que pertenezco al exclusivo Club de las Mujeres Liberadas. Claro es que no todas las personas piensan lo mismo que yo, para mi ex-marido así como para gran parte de mi familia, soy una enferma sexual que no tiene inhibiciones, lo cual yo considero una verdadera exageración por parte suya.
Soy una mujer guapa, de treinta y tantos los cuales no represento, ya que me cuido mucho en cuanto a mi alimentación, hago ejercicios de forma muy rigurosa, visto de manera bien a la moda, y sobre todo no permito que me de el sol si no he tomado ciertas precauciones. Además soy toda una profesional en mi campo de trabajo. De lunes a viernes desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, me dedico cien por ciento a mi profesión. Me levanto, hago ejercicios, me ducho, desayuno, me visto y salgo para la oficina. Cuando regreso a casa, después de las seis de la tarde, hago como media hora más de ejercicios, me ducho nuevamente, ceno de manera ligera y luego salgo si tengo algún plan en mente.
Por ejemplo el fin de semana pasado, me levanté, hice mis ejercicios, me di una buena ducha, aproveché para depilarme completamente, y luego de colocarme una corta falda, una blusa que no deja mucho a la imaginación, calzarme unos zapatos de tacones altos y hacerme un peinado diferente al que uso durante toda la semana, decidí salir de compras a uno de los centros comerciales principales de la ciudad. En el trayecto tengo costumbre siempre, aunque no me haga falta, de parar a echar gasolina en una estación que atiende un jovencito de unos 20 años.
De lunes a viernes voy en mi coche grande, pero los fines de semana prefiero usar un Mini que tengo desde hace años. Es cuando más me divierto, ya que apenas llego, el jovencito deja lo que está haciendo por ir a atenderme, sin preguntar siquiera coloca la manguera de la gasolina y luego se dedica concienzudamente a limpiar el parabrisas del coche.
Como debe ser, durante los fines de semana no uso ropa interior para nada, pues me gusta sentirme fresca a menos que esté en esos días del mes en que, por cuestión de higiene personal, me veo en la necesidad de usarla. Bien, mientras que el jovencito, como decía, se dedica a limpiar el parabrisas, yo como distraídamente, me echo un poco de aire entre las piernas por el calor que hace durante el día, o en ocasiones hago que busco algo en mi cartera, y sin darme cuenta se me sube la pequeña falda sobre mis muslos dejando igualmente descubierta mi depilado chocho.
Cuando eso sucede el joven abre los ojos desmesuradamente y sale corriendo para la parte trasera de la estación de gasolina y en ocasiones ni me cobra. La verdad es que tenía ganas de que me insinuase algo para actuar, pero al parecer es algo tímido el pobre y el día menos pensado me decido a darle una agradable sorpresa. Continúo mi camino y cuando llego al centro comercial, voy al área de la entrada principal y de inmediato el encargado de los que estacionan los coches, muy caballerosamente, abre la puerta del mío, pero yo me tomo todo mi tiempo para salir, primero coloco mi pierna izquierda bien plantada en el suelo y manteniéndola lo más alejada de mi pierna derecha. Por lo general siempre se detiene más de una persona para verme bajar de mi coche y en ocasiones hasta mujeres de distintas edades.
El resto del día me dedico a ir de compras y uso cada vez que puedo las escaleras mecánicas, con el solo fin de divertirme, ver qué cara ponen las parejas que van de tras de mí. De esa manera fue que conocí a una pareja con la que actualmente mantenemos uno que otro encuentro, entre nosotros tres. Bien, ese día en particular se me antojó comprar un par de zapatos, pasé por las principales tiendas y no vi nada que en realidad me llamase la atención o que combinase con las otras prendas que me había comprado. Finalmente, por distraerme un rato, decidí pasar por una tienda que es menos exclusiva. Al entrar me atendió un malhumorado empleado, como de unos cincuenta años, alto, algo barrigón y medio calvo, yo fui y tomé asiento en la silla más retirada de la entrada y le pedí que me trajera una gran cantidad de calzados. Hasta este momento, solo le oía rezongar entre dientes, pero en un momento dado me entraron ganas de estar acostada con ese tipo de hombre, machista, que me estaba atendiendo.
Lo siguiente que hice, apenas él tiró las cajas a mis pies y se sentó en un pequeño taburete, fue abrir ligeramente mis piernas y la naturaleza, como dicen, hizo el resto y de inmediato su forma de actuar cambio.
Luego entraron un par de señoras, y secamente mi vendedor les dio una orden a otros dos vendedores más jóvenes que se estaban en la tienda. A medida que él me atendía y tomaba mis pies para medir el calzado, una de sus manos lentamente cada vez subía más y más por la parte interna de mis muslos, claro que disimulaba cada vez que alguien se acercaba. Finalmente las otras dos compradoras se marcharon y a la mano del viejo se encontraba rozando mi vulva por fuera y yo, haciéndome la inocente, le pregunté si había forma o manera de tener más intimidad para poder probarme los zapatos. No había terminado de hablar, cuando él se dirigió a los otros dos vendedores indicándoles que cerraría la tienda, los dos se extrañaron de la orden, hasta que al acercarse y ver detenidamente donde el viejo mantenía su mano, no hicieron mayores comentarios y se dieron a la tarea de cerrar el negocio. Pero ya estaban a punto de marcharse cuando se me ocurrió decirle al viejo:
– Será mejor que se queden, ya que pueden hacerme falta para buscar más zapatos.
Los rostros de lo jóvenes se iluminaron de alegría mientras que yo me ponía de pie y el viejo, con una sonrisa viciosa en sus labios, me dirigió a la parte trasera de la tienda, donde estaba el almacén y un viejo sillón donde me dio la impresión pasaban sus ratos de ocio sentados. Al estar frente al sillón, de inmediato el viejo se abalanzó sobre mi pero yo respondí dándole un fuerte empujón que lo sentó de culo en el viejo mueble. Él reacciono de inmediato poniéndose de pie, y hasta con sus puños cerrados, fue cuando me dirigí a él diciéndole:
– Déjame que me quite la ropa por lo menos, no quiero que se me arrugue.
Rápidamente solté el broche de la mini falda y los dos pequeños botones de la blusa y en dos por tres me encontraba prácticamente como llegué a este mundo. Los jóvenes no quitaban sus ojos de mi cuerpo y el viejo, apenas coloqué mi ropa en lugar seguro, se tiró sobre mí a magrearme y besarme. Yo le respondí de igual forma, pero lo que en realidad yo quería en esos momentos era sentir su verga contra mi boca, fue un antojo que me dio en eso momentos, por lo que me fui arrodillando frente a él al tiempo que bajaba la cremallera de su pantalón y posteriormente introducía mi manos hasta tomar su caliente y dura verga entre mis dedos y extraerla a la luz.
Por unos cortos instantes la observé, y sin pensarlo mucho me la introduje a la boca. Se la mamé a fondo mientras el viejo colocaba las manos en su cintura y me observaba con aires de superioridad. El muy engreído no se daba cuenta que fue a mí que me vino la real gana de hacer lo que estaba haciendo, pero yo dejé que siguiera pensando así, al fin y al cabo yo me estaba divirtiendo mientras yo misma me acariciaba el coño por dentro y por fuera, pero me detuve no fuera que se corriera en mi boca, y no es que no me agrade el sabor a semen, todo lo contrario me vuelve loca, pero sé que si continuaba y se corría dentro de mi boca difícilmente lo haría otra vez.
El viejo me colocó de espalda sobre el sillón y colocando mis piernas sobre sus hombros me la enterró en mi húmedo y caliente coño. Justo en ese momento alcancé un orgasmo que seguro lo hubiera alcanzado de seguir yo misma metiéndome el dedo, y como lo sospeché casi a los pocos momentos tras yo dar un pequeño movimiento de caderas el viejo se corrió dentro de mí. Eso me dejó a cien y por ese motivo fue que pensé en que se quedasen los dos jóvenes. Cuando me giré a mirarlos, los dos ya se encontraban completamente desnudos pero les pedí un momento mientras me aseaba en el baño, usando un corto pedazo de manguera e introduciéndomelo directamente en mi coño para sacarme la leche del viejo, tras lo cual regresé al sillón.
Entre los dos me comenzaron acariciar y en menos de lo que canta un gallo, ya uno me lo había enterrado por el coño mientras el otro me daba por el culo. El viejo, al verlo, se inspiró nuevamente y me volvió a introducir su flácida verga en la boca y que, en cosa de segundo, se volvió a tonificar. Los cuatro lo estábamos disfrutando al máximo y yo volví a disfrutar de múltiples orgasmos, lo que me recordó la vez en que mi ex-marido invitó a unos de sus antiguos compañeros de clases y me ordenó que los atendiese a cuerpo de rey.
Estábamos recién casados y yo, honradamente, me esmeré como ama de casa, pero sus intenciones eran muy diferente de las que yo pensaba pues me hizo jugar con ellos tres a algo que llamaron la botella, situación en la que yo siempre perdía y finalmente mis marido y sus compañeros de clase terminaron dándome por todos y cada uno de los huecos de mi cuerpo que podía alojar físicamente una verga. De más está decir que fue la primera vez que me di cuenta que podía disfrutar de múltiples orgasmos.
Después de eso yo le tomé gusto a ese tipo de relaciones, pero me controlaba. Mi marido, cada vez que tenía oportunidad, hablaba abiertamente de cómo le gustaba follarme acompañado, así que yo decidí hacerlo por mi propia cuenta, con sus mismos compañeros de clínica, ya que era, o mejor dicho es médico. Eso como que no le agradó mucho, y por esta razón me divorcié de él.
Pero regresando a la zapatería, entre los jóvenes y el viejo me dieron una de las tardes de compras más gratas de las que guardo recuerdo. Después de ello el más jovencito, tras darme por el coño y nuevamente alcanzar yo el tan deseado orgasmo, me lo volvió a meter pero por el culo y aunque me dolió algo, lo disfruté a fondo ya que sus manos no salían de mi coño y para finalizar luego de asearme, me hizo que se lo mamase, corriéndose en mi boca y rostro.
Yo estaba de rodillas cuando los tres por joderme o quien sabe por qué, decidieron orinar sobre mi cuerpo. Para algunas personas eso le parecerá algo asqueroso, pero para mí no lo es, el sentir esos chorros amarillos o dorados, calientes, sobre mi cuerpo es una sensación indescriptible. En pocas palabras me gusta. Al finalizar yo estaba tirada en el suelo llena de semen por todos lados y de orines por todo mi cuerpo y mi cabello.
Al rato me levanté, me dirigí al baño, me aseé con la manguera y un pequeño jabón de olor, de esos que dan en los moteles, y me sequé como pude con papel, tras lo cual me puse mi ropa y regresé al frente de la tienda, todo el tiempo bajo la mirada de los tres.
Besos, querida amiga.