Relato erótico

“Gimnasia” total

Charo
30 de septiembre del 2019

Tenía un ligero sobrepeso y se apunto a clases de gimnasia. Al principio eran seis personas en el grupo, pero al cabo de poco tiempo se quedo él solo con la profesora. Estaba casada, tenía unas tetas de escándalo y como ya sabes el “roce hace el cariño”.

Pablo L. – CÁDIZ
Mi nombre, es Pablo, tengo 22 años y desde hace aproximadamente un año comencé a tomar clases de gimnasio con una profesora. Su nombre es Melisa, tiene 30 años, rubia, su cabello es largo hasta la cintura, mide aproximadamente 1,65, tiene un rostro muy atractivo, unos labios muy sensuales y si bien es delgada y esbelta, tiene unas gordas y muy hermosas tetas que cualquiera quisiera besar y sobar, un lindo culito redondo y una piernas bien torneadas producto de la gimnasia. En pocas palabras, está muy buena. En aquel momento éramos un grupo de alrededor de 6 personas, por lo que las clases eran eso, clase de gimnasia, divertidas pero solo eso.
Al cabo de unos meses, por un motivo u otro, uno a uno fueron dejando de asistir a las clases, hasta que al final solo quedé yo como único alumno. No pensaba dejar por ningún motivo mi gimnasia ya que mi tendencia a engordar necesitaba algún esfuerzo extra para conservarme medianamente en forma. Siempre tuve mucha confianza en Melisa, podía hablar de cualquier cosa con ella, pero eso no quitaba que la presencia de una mujer atractiva no despertara en mí fantasías, que en más de una ocasión, ella debía haber notado, pues entre abdominales y lagartijas siempre aparecía alguna erección mía producto del roce de nuestro cuerpos.
Además verla con la ropa pegada a sus pechos, debido a la transpiración, realmente me ponía muy caliente, pero ella siempre se lo tomaba muy bien, incluso reíamos sobre el tema. Pero todo cambio una noche que, debido a la lluvia, propuso realizar la clase en garaje de su edificio, lo cual acepté sin problemas. Esa noche yo venía muy fogoso de mi trabajo, y verla con esa camiseta de algodón y esas mallas de licra, todo bien pegado a su cuerpo, me excitó al instante y el músculo de mi entrepierna trabajó toda a la clase a la par de mis abdominales y brazos. El calor allí reinante, en parte por el clima húmedo, en parte por el calor de nuestros cuerpos, me puso cada minuto más y más caliente, y por lo que podía ver a ella también ya que estaba un tanto tensa y nerviosa, entonces pensé “hoy creo que la clase se va a prolongar un poco mas de lo habitual”. Una vez que terminamos, obviamente ambos empapados de sudor, me invitó a tomar algo fresco a su apartamento y yo acepté con mucho agrado.
Nos pusimos a conversar y a beber algo en su cocina y mientras lo hacíamos me resultaba imposible sacar los ojos de sus gordas tetas, esos pezones duros me tenían loco y ella se percató por lo que empezó a provocarme un poco con sus movimientos hasta que la conversación derivó en lo sola que se sentía, ya que su marido compartía muy poco tiempo con ella y yo le respondí que como podía sentirse sola siendo tan bonita y sensual. Melisa sonrió y contestó:
– Sé que eso que dices es sincero ya que vi como me mirabas las tetas.

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– Es que son irresistible Melisa – le dije – Es más, te las besaría tanto y tan bien que olvidarías por un buen rato que estás casada.
Sin decirme nada, se me acercó y nos fundimos en un apasionado beso y nuestras lenguas se enredaron por varios minutos, mientras mis manos comenzaron a acariciar esas enormes tetas necesitadas de pasión, y pellizcaba sus pezones, cosa que la enloquecía.
Le saqué la camiseta y empecé a besarle estas preciosas mamas, primero con mucha dulzura y luego cada vez con mayor fuerza, mordisqueándole los pezones, cosa que la ponía muy caliente ya que gemía cada vez con más intensidad.
Mi polla ya estaba a tope y apunto de reventar mi pantaloncito de gimnasio, cosa que Melisa notó y empezó a acariciarme primero por encima del pantalón, luego me lo desabrochó, me lo bajó, me pidió que me sentara en una silla, se arrodilló y me hizo una mamada impresionante hasta que mi polla explotó y me corrí en su boca, bebiéndose Melisa toda mi leche sin derramar una gota.
Después le saqué las bragas y tras colocar un trapo, la senté sobre la mesa de la cocina, empecé a comerme su chocho y mientras lo recorría con mi lengua le introduje un dedo dentro, tras lo cual, entre gemidos y gritos de placer, se corrió inundando mi boca con el dulce sabor de sus fluidos vaginales. Sin detenerme seguí con mi tarea bucal y caricias, tras lo cual comencé a meter un segundo dedo, luego otro y en eso… sonó su móvil. Era su marido que llamaba desde su oficina diciendo que tenía para un par de horas más a lo que Melisa le respondió, con la respiración totalmente agitada, que ella aun estaba dándome las clase de gimnasia, mientras yo ya tenía introducidos todos mis dedos dentro de su coño, haciendo un entra y sale, frenético, mientras ella seguí escuchando el rollo de su marido.
De pronto, cerró el móvil y se corrió salvajemente gimiendo y gritando, volviendo a inundar mi boca con sus flujos y apretando con sus piernas mi cabeza. Entonces le pregunté:
– ¿Por qué cortaste?
– Ya me corría y no quería que mi marido se diera cuenta de mi agitación – respondió.
El marido volvió a llamar y le dijo que se había cortado por falta de cobertura, y se despidió rápidamente.
De ahí nos fuimos a su dormitorio, Melisa se colocó a cuatro patas y la penetré mientras acariciaba sus tetas y miraba toda la escena por un espejo que tiene contra la pared, lo cual me calentaba aun más, hasta que sentí como mi leche le llenaba el coño y sus gritos me dijeron que ella también se estaba corriendo.

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Totalmente exhaustos por toda la “gimnasia”, nos recostamos en la cama y nuestras lenguas volvieron a enroscarse por varios minutos, con besos muy dulces y apasionados, hasta que nuestros cuerpos empezaron a calentarse otra vez, tras lo que Melisa se metió mi polla de nuevo en la boca y como una experta me hizo otra mamada infernal. Cuando estaba a punto de correrme una vez más, le pedí que se colocara a cuatro patas y mientras acariciaba su clítoris con un dedo y el ojete con otro, le pregunté si alguna vez había sido penetrada por el culo.
– No, pero no veo la hora de que lo hagas – dijo – ¡Quiero que me des por el culo ya!
Esa contestación me puso a mil y sin hacerme esperar, con mi lengua empecé a besar ese culo mientras con mis dedos lo penetraba lentamente dilatándolo para poder recibir mi polla. Cuando pensé que estaba a punto, apoyé el capullo y empecé a introducirlo poco a poca hasta que se la metí hasta los huevos. Me pare durante unos segundos para que su culo se adaptara al tamaño de mi miembro y después empecé a meterlo y sacarlo, todo muy despacio, mientras mis dedos se perdían dentro del coño de mi ardiente profesora. Los gritos de Melisa, mezcla de placer y dolor, no se hicieron esperar:
– ¡Asiiií… me encanta como me follas… quiero toda tu leche en mi culo…!
Todo esto me puso loquísimo y me corrí en su culo, exclamando ella:
– ¡Me encanta sentir tu leche dentro de mi culo, no entiendo porque esperé tanto para traerte a mi cama!
Nos fuimos a duchar y sorpresa, su bañera tiene hidromasaje. Nos enjabonamos uno al otro y dejamos llena la bañera, luego nos metimos en ella, nos besamos y acariciamos y le dije:
– Tengo muchas ganas de hacértelo aquí en la bañera, pero hoy ya no me quedan más fuerzas, pero la próxima vez no lo vamos a desaprovechar.
Saludos y ya te contaré lo que haya ocurrido la próxima vez.

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