Relato erótico

Fui muy atrevida

Charo
24 de enero del 2020

Estaban invitados a una fiesta de cumpleaños de un amigo. Allí se reencontraron con otras parejas conocidas y especialmente con uno que solía tirarle los tejos.

Victoria   – Madrid

Con algo de sorpresa, Ramón  y yo recibimos una invitación a la fiesta de 40 años que le hacía Alicia a su marido Roberto por su cumpleaños. Él era uno de los primeros de la generación en llegar a esa edad, y no nos habíamos llevado mucho con ellos desde que salimos de la universidad, mientras que todos nos fuimos casando poco a poco. La invitación era formal, un jueves por la noche a un bar, que se encontraba en el centro de la ciudad. Dejamos a nuestros hijos en la casa de los abuelos, y así podríamos llegar tarde, aunque el día siguiente todos trabajaríamos, pero no dejaba de ser interesante la reunión de algunos de la generación que no veíamos hacía años, y de quienes la verdad ya no sabíamos mucho. Llegamos puntuales, a las nueve de la noche, había bastante gente conocida y desconocida, por lo que la conversación entre todos fue divertida, acompañada de canapés y mucho alcohol.

Como siempre había pasado, uno de los atractivos fue Alicia, la preciosa mujer del festejado, que siempre se vestía muy provocativa, y no era la excepción de esta vez, pues el enorme escote y los cortes laterales en las piernas de su vestido negro, junto con sus altos zapatos negros, permitía que la imaginación de por lo menos todos los hombres, y de algunas mujeres, no dejara de rodar y rodar, junto con el medio enfado de algunas mujeres, y la risa de otras pocas, como yo. Pero el otro aspecto, además de las familias, hijos, divorcios, infidelidades, trabajo, viajes…

Lo que definitivamente no dejaba de llamar la atención era la remodelación del lugar ubicado en una vieja casona con más de cien años, con un gran patio central. En el patio estábamos cuando mi amiga Sara regresó del baño maravillada con el diseño y comentando a todos que el área de los lavabos era, una para mujeres y hombres, lo que definitivamente despertó enorme curiosidad entre todos nosotros. Pero también la planta alta nos mantenía a todos algo curiosos.

Después de algunas horas de charlas y de mucho alcohol, algunos nos atrevíamos por el siempre escabroso tema del sexo, amigas, amantes, etc. pues la confianza era grande ya que la gran mayoría nos conocíamos desde hacía muchos años, y algunos hasta habían tenido algo entre ellos, pero todos éramos ya adultos.

Como no podía dejar de ser, nuestro amigo Gorka se acercó a mí contándome algo de sus infidelidades con una chica de su trabajo. Su mujer, que era algo más recatada que otras, no perdió la oportunidad de recordar aquella cena de hacía unos años, en un restaurante de lujo, en la cual Gorka me estuvo metiendo mano en las piernas toda la noche, tratando de entrar a mi sexo, sin que yo le permitiera llegar tan adentro como él hubiera querido, a pesar de que sus hábiles dedos más de una vez tocaron mi sensible y húmedo clítoris, sin importarnos la presencia en la mesa de mucha gente, incluyendo a mi marido y a su mujer.

 

No puedo dejar de admitir que la situación fue peligrosa, erótica, y me dejo las braguitas bastante mojadas, que obviamente Gorka se encargó de percatarse, pues sus manos esa noche se metieron por todos los lados que yo le permití, a pesar del enorme riesgo que eso representó, pues en la mesa éramos doce personas. Ni Ramón  ni su mujer, ni nadie, se percató del erotismo que esa noche corrió por debajo del mantel largo de la mesa de ese restaurante italiano. Fue entonces que Gorka después de dar una vuelta se acercó de nuevo a mí, con la cara de niño al que no lo dejan ir a jugar con su bicicleta y me dijo:

– Ese tipo que está en la escalera no me ha dejado subir a ver lo que hay en la planta alta, pues es exclusivo para socios y no está permitido subir para ninguno de nosotros.

Ni corta ni perezosa, a mí, que me gustan los retos, junto con las copas que me había tomado, le contesté:

– ¿A que antes de irnos voy arriba y te saludo? Pero sin decirle a Ramón  porque no le gusta que haga estas cosas. Y de bajada te cuento todo lo que he visto. ¿Apostamos algo?

El tiempo fue pasando y las miradas entre Gorka y yo eran cada vez más comprometedoras y de reto, pues me enseñaba constantemente su reloj, indicado que el tiempo transcurría. Me di algunas vueltas, hablé con Sergio, el vigilante de seguridad y me di cuenta que el muchacho, de unos 24 años, tenía instrucciones de alguien y no me iba a permitir subir. Solicité la presencia del gerente y me informaron que como se trataba de un evento privado, él no estaría presente esa noche. Pues definitivamente para ganar tenía que ser con Sergio, no me importaba mucho perder la apuesta, pero mi orgullo era importante en esa noche. Aunque me dio algo de frío, me quité la chaqueta, fui al baño, me quité el sujetador blanco, dejé mis tetas sueltas dentro de la blusa de seda color hueso, abrí un botón más de la misma y traté de seducir al hombre moreno, grande, y la verdad, simpático.

Llegué a pensar que la tenía perdida, pero como antes de la medianoche, una idea cruzó por mi mente, al recibir el comentario de que sola no me permitiría nunca subir, pero que pediría un relevo a un compañero de los dos que estaban en la puerta, pediría para ir al baño, y él me subiría solo por un momento. Pensé yo que con esto una vez más habría ganado una apuesta, y estaba casi en lo cierto.

Con cara victoriosa se lo comenté todo a Gorka, que no lo podía creer pero aceptó esperar al momento indicado, a pesar de que me pidió que lo llevara, sin embargo lo estaban haciendo por mí, y nadie más que yo tendría que subir. Los últimos 5 minutos fueron de nerviosismo, pero a las 12’15h, muy puntual, estaba con Sergio esperando subir al famoso privado de ese bar, tan de moda en esos años. Llegó su compañero, retiraron la cadena y subimos los dos, pero a media escalera sorpresivamente me agarró fuerte el brazo derecho y me dijo que lo que estaba haciendo podía costarle el puesto, y que le tenía que dar algo a cambio en la zona privada.

De repente me acordé de todos mis coqueteos, y por mi cabeza pasó la idea que este muchacho algo iba a querer conmigo, lo que me dejó nerviosa, pero al mismo tiempo caliente. Llegué arriba, era una maravilla, sillones amplios y cómodos, muebles antiguos, una colección de cuadros modernos, muy eróticos, una colección de botellas envidiable, y una vista encantadora a todos mis amigos que estaban en la planta baja. Le pregunté si sabía de quien era un cuadro que era en tonos azules, con una mujer desnuda en medio de dos hombres, y en ese momento Sergio que estaba detrás de mí, me dijo que creía que era un pintor español, un tal Tomás, pero no me podía asegurar su nombre, en lo que sus manos se apoyaron en mis caderas desde atrás, tocando ligeramente mis nalgas, estaba claro que no quería dinero, quería algo de mí. La verdad es que me estremecí, pero para cuando me di cuenta, sus manos acariciaban mis tetas por encima de la blusa, desabrochando con mucha suavidad los tres botones que quedaban por abrir, mi corazón latió más fuerte y me dejé llevar por el erotismo.

Mis pechos de inmediato expresaron su sentir, y por supuesto me di cuenta que esa noche seria memorable y erótica, por lo que dejé seguir a todo lo viniera de parte de ambos. Me acostó en uno de los sillones, rápidamente me besó los pechos mientras sus manos con fuerza trataban de arrancar mis medias sin importar rasgarlas. Me llegó a dar miedo, pero la calentura y el erotismo fueron mayores. Se desabrochó el pantalón, bajó la cremallera apresuradamente, se bajó los calzoncillos y sacó su polla, no muy grande pero gorda, y me la metió hasta el fondo de mi garganta, insultándome me decía que se lo chupara y así lo hice. Mientras se la seguía chupando, con toda prisa me quitaba las braguitas, abriéndome las piernas con las suyas, dejándome totalmente expuesta. Se cambió de posición en menos de 3 segundos, se puso un preservativo y me la metió hasta lo más adentro de mis entrañas, dándome un placer inmenso. No dejó de bombear hasta que se vino, sin que yo lograra un tan ansiado orgasmo, dejándose caer pesadamente sobre mi cuerpo desnudo.

Yo quería más, pero aparte el erotismo y la calentura del lugar me hacían imaginar lo imaginable, entonces medio me cerré la blusa, me acerqué a la baranda, me apoyé en ella, dejando mi culo deseable para quien me viera en esa posición. En menos de un minuto, las manos de Sergio ya se entretenían en mi cuerpo, levantándome la falda sobre mi espalda, se acercó a mi oreja pidiéndome que abriera las piernas, cosa que de inmediato obedecí, sintiendo sus dedos introducirse en mi vagina muy mojada. Mi cara y mis gestos seguramente me delataron, cuando vi que Gorka desde abajo me quería decir algo a señas que ni intente tratar de entender, pues cuando me disponía a contestarle, sentí como el pene de Sergio de nuevo se sumergía entre mis mojados labios vaginales, y me penetraba sin ninguna dificultad hasta tenerla de nuevo totalmente dentro.

Los movimientos de una pareja teniendo sexo no se podían esconder, y mucho menos con lo que mi cara seguramente reflejaba, al estar a punto de un ansiado orgasmo, lo que le permitió a Gorka confirmar lo que sucedía en la planta alta, aunque de ninguna manera podía ver quién era el afortunado que me estaba follando. Yo nunca dejé de mirar a los ojos de mi amigo, que sin querer participó en una relación en trío, mientras las manos de Sergio de nuevo desde abajo me abrían la blusa y me apretaban las tetas muy fuerte, como castigando de mi putería, en lo que le daba ocasión a quienes miraran para arriba pudieran ver mi cuerpo semidesnudo de cintura para arriba, en lo que yo ya ni trataba de coordinar nada.

Solo pensar que mi amigo me vio las tetas, me puso tan caliente que en unos segundos tenía un enorme y largo orgasmo, sin dejar de mirar a los ojos de este hombre, que me veía estupefacto como tenía sexo a unos metros de él, con quien sabe quién.

Todavía no terminaba de correrme cuando sentí como Sergio también lo hacía por segunda vez, no tan intensamente como la primera. Habían pasado unos diez minutos y un ilustre desconocido me la había metido dos veces, y yo había gozado como loca, en medio de amigos, amigas y mi querido Ramón .

Rápidamente busqué mi ropa, las medias destrozadas las tiré detrás del sillón, las braguitas no las encontré, ya no me puse el sujetador, abroché la blusa, me acomodé la falda, medio me peiné con las manos, temblorosa y mareada, bajé las escaleras que me parecieron eternas. Abajo me encontré a Sara que preguntó dónde estaba, le dije que me sentía algo mal y que regresaba del baño. Al momento me topé con Ramón , Roberto y Gorka, que hablaban en la barra.

– ¿Dónde te metes, que no te veíamos hace rato? -me preguntó mi marido.

En lo que Gorka rápidamente me trajo una copa de vino blanco bien fría, me agarró del brazo, y disimuladamente me llevó a una mesita.

– ¡Ganaste! Pero te ha costado un poco caro, ¿no? ¡Mira como estoy!

Me señaló sus pantalones y entre sus piernas la erección era más que notoria.

– Como siempre he dicho, eres la más erótica de la generación, es un afortunado Ramón  al tenerte y aprovecharse de lo que pueden los dos hacer en pareja, y te voy a comentar algo que ni te imaginas. Creo que no solo yo me di cuenta de lo que sucedió arriba, pues tu querido marido no dejaba de mirar hacia la planta y cuando se te abrió la blusa y te vi los senos, no fui el único. Por cierto, los tienes preciosos.

– ¡Júramelo! ¿El me vio?

Asintió con la cabeza. No me lo acababa de decir cuando por debajo de la mesa su mano derecha cogió mi rodilla y fuertemente separó mis piernas, que de inmediato permitió a los dos percibir el fuerte olor a sexo femenino.

– Tranquila, solo quiero comprobar lo que acordamos, con mis propias manos todo lo que acabas de hacer. No las cierres por favor, ábrelas un poco más, hoy me lo debes…

No sé si por mi sentimiento de culpa o por la complicidad de Gorka en mi juego erótico, de inmediato abrí las piernas lo máximo que podía, debajo del mantel de la mesa redonda sin exagerar, pues no quería que nadie se percatara de lo que me estaba haciendo mi amigo. Sus dedos rápidamente se infiltraron en mi mojada vagina, jugando con mi clítoris, dándome de nuevo una calentura que no permití siguiera adelante, pues seríamos descubiertos sin la menor duda, por lo que cerré las piernas y él retiró su mano mojada.

Pasados unos minutos nos encontramos en el lavabo mixto, donde intercambiamos sonrisas comprometedoras, cada uno por su lado nos acercamos a nuestras parejas, a los diferentes grupos de amigos que todavía seguíamos, pero ya estábamos por abandonar la fiesta, que se encontraba en las últimas, pues la mitad de los invitados ya no estaban. Como siempre nos despedimos de todos, con el normal compromiso de volvernos a ver más seguido, le agradecimos a la sexy de Alicia la invitación a la fiesta de su marido. Pedimos nuestros coches y cada uno se fue a su casa. Ya circulábamos cuando Ramón  me pregunto:

– ¿Te divertiste cariño? Yo si lo pase bien, me alegró mucho volver a verlos a todos.

– Yo también, ya sabes que estas salidas con los amigos, y las copitas me sientan muy bien.

– Te perdí un buen rato de vista cuando subiste a planta alta. ¿Cómo lo lograste? Varios lo intentamos, pero no nos dejaron.

– No creas que fue tan fácil, tuve que medio seducir al segurata.

– ¿Medio seducir o lo sedujiste completamente? Por lo que me pude dar cuenta, te abriste la blusa cuando lo tratabas de convencer, y ya arriba, dejaste que te tocara las tetas.

Y abriéndome chaqueta y la blusa en un semáforo, comprobó que no me puse el sujetador.

– Si querido, así fue, pero me divertí mucho, era apenas un joven caliente al que le encantó acariciar las tetas de una señora, y por lo que veo, creo que a ti también te calentó.

– No digo que no, verte arriba con tu cara de vicio, la blusa desabrochada y unas manos desconocidas acariciándote los pechos sin ver su cara, me tenía muy pendiente. Pero no solo yo estaba interesado, porque Gorka no te quitaba los ojos de encima. Quiero que me cuentes todo lo que pasó arriba, ¡con detalles, por favor!

– Te lo cuento cuando lleguemos a casa, ahora te voy a contar lo que me hizo tu amigo Gorka. Cuando me llevó a la mesita me advirtió que tú me habías visto, pero para comprobar lo que me hicieron arriba, me metió la mano ente las piernas, me abrió y me metió los dedos hasta dentro de mí, jugando un ratito con mi sexo, ¡pero yo se lo permití!

Me levanté la falda y le enseñé a Ramón  que no llevaba braguitas ni medias.

– Entonces, estoy seguro que tienes más cosas que contarme y que nunca me di cuenta, ¿verdad querida? Además, Gorka no va a estar tranquilo hasta el día que te lleve a la cama, creo que eso lo sabemos los dos y desde la noche que cenamos en el restaurante italiano, no quita el dedo del renglón.

Y así fue, llegando a casa obviamente le conté con lujo de detalles toda una noche de erotismo y como no, la noche fue larga…

Besos para todos.

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