Relato erótico

Fuerte atracción

Charo
6 de julio del 2019

En cuanto llegaron sus nuevos vecinos fue a verlos y se presento. Al poco tiempo se hizo amiga del hijo. Tenía 25 años y poco a poco cogieron mucha confianza. Los dos tenían pareja pero, la atracción era irresistible.

Elvira – Vitoria
Me llamo Elvira, tengo 24 años y tengo novio. Dicen que soy atractiva pero, destacaría mis tetas y mi culo. No soy muy alta, mido 1,62, tengo el pelo rubio y los tíos se dan la vuelta cuando voy por la calle.
Hace un tiempo vino a vivir al edificio donde vivo, un matrimonio y su hijo de 25 años, al que llamaré Javier, para no revelar su nombre. Cuando me enteré que tenía nuevos vecinos, decidí darles la bienvenida. Me presenté como su vecina de al lado y ellos amablemente me ofrecieron su casa. Les conté que vivía sola, sobre mi trabajo, etc.
Desde entonces trabé una buena amistad con Javier, me contó que tenía un hermano y una hermana, pero que estaban casados. Los días transcurrían y él parecía interesarse mucho en mí, en más de una ocasión salíamos juntos a tomar algo y fuimos tomando mucha confianza. Después de un tiempo, ya nos habíamos contado detalles de nuestras respectivas relaciones; él tenía una novia de familia muy conservadora, buena muchacha, pero no tenían sexo, todo y que llevaban más de un año de relación ella seguía con la idea de esperar hasta que se casaran.
Javier me decía que yo le gustaba mucho, que mi novio era un tonto por no proponerme matrimonio o venirse a vivir conmigo… Un día vino a explicarme una historia de un amigo, lo invité a entrar y a tomar un café. Nos sentamos en el sofá se atrevió a besarme. Yo lo retiré y le recordé que tenía novio.
– Pero no está viéndote y me gustas mucho- dijo y seguidamente volvió a besarme.
Como no me disgustó, me dejé llevar por el momento. Estuvimos besándonos un tiempo, mientras él aprovechaba para sobarme el culo por encima de mis ajustados tejanos hasta que se le ocurrió subir una mano a mis pechos, empezando a tener una agitada respiración y a partir de eso y viendo que yo me dejaba, metió ambas manos por debajo de mi holgada sudadera para tocarme ambas tetas. Cuando sentí que quería liberar el botón de mis tejanos lo detuve y le dije:
– Es hora de irte…
Y así lo hizo. Esa hazaña la intentó repetir en otra ocasión, pero no se lo permití. Todos los vecinos saben que vivo sola y que tengo novio, y no quería darles de que hablar al dejarlo entrar a mi piso estando sola. Pero como insistía le dije que lo pensaría, que tal vez otro día. Tenía que planearlo para que todo saliera bien.
Pasó una semana y honestamente los dos nos habíamos quedado con las ganas. Yo no veía la hora de volver a sentir sus hábiles manos masajeándome, pero el trabajo y las visitas de mi novio venían a obstaculizarlo todo. Ya mi novio había notado el acercamiento del nuevo inquilino y me preguntó quien era, contestándole que era hijo de mis vecinos de al lado, un chico muy agradable y respetuoso. Con el pasar de los días coincidíamos muy frecuentemente, sobre todo porque mi novio dejaba su coche en mi lugar en el estacionamiento.

Para mi fortuna se habían caído bien, o al menos eso parecía, se saludaban amigablemente y hasta hablaban de fútbol acaloradamente.
Yo estaba ansiosa de probar a mi vecinito y la ocasión no tardó en presentarse. Cierto sábado iban a transmitir por un partido de fútbol y mi novio me pidió que lo dejara verlo en mi piso para que nadie lo molestara. Me comentó que había invitado a Javier a verlo y me preguntó que si no me molestaba. Ya os podéis imaginar lo que pasó por mi cabeza, accedí encantada a sabiendas de que Javier iba a estar ahí. Procuré arreglarme un tanto provocativa para reavivarle las ganas, pero no tanto para que mi novio sospechara. Me puse un sujetador de media copa para realzar mis encantos, encima una blusita de seda casi transparente de color rojo y rematé con una minifalda negra ajustadísima, sin medias. Me puse mis zapatos de tacón, un perfume suave y me dejé el cabello suelto. Estábamos mi novio y yo preparando todo cuando sonó el timbre, fuimos los dos a abrir y ahí estaba Javier con suficiente cerveza como para seis partidos.
Habíamos pedido unas pizzas para cenar. Dije que ponía la mesa y Javier se ofreció para ayudarme. Fui a la cocina y Javier me siguió, cuando estuvimos solos intercambiamos miradas de complicidad, mi novio me gritó que llevara agua. Javier me estaba apretando una nalga por encima de la mini, nos dimos un beso con lengua y me dijo que le encantaba como iba vestida. Seguidamente cogí la jarra con agua, los vasos y regresamos. Mi novio estaba en el sofá y Javier y yo nos sentamos a la mesa. A los poco minutos sonó el timbre de la puerta principal del edificio.
– Debe ser el de la pizza -dije.
Le pedí a mi novio que bajara a abrirle la puerta porque la cerradura electrónica del interfono no funcionaba, mientras yo terminaba en la cocina. Buscó a Javier y lo vio liado en el televisor, entonces decidió bajar él y cuando se fue a abrir la puerta, Javier y yo nos dirigimos a la cocina a continuar lo que empezamos; nos abrazamos y besamos ansiosamente. Esta vez Javier me levantó la faldita y sobaba mis nalgas, pasaba por mis caderas, bajaba a mis muslos y yo con la falda remangada hasta la cintura sentí sus manos entrar bajo las minúsculas braguitas. Excitada como estaba me levanté la blusita y liberé el broche frontal de mi sujetador, mis pechos quedaron al aire y Javier de inmediato los ensalivó y les propinó una terapia con ambas manos y con su boca. Yo me contoneaba de placer al sentir sus hábiles manos recorriendo todo mi cuerpo.
Mis pezones se pusieron durísimos y yo toqué su paquete por encima del pantalón. El tiempo pasó rapidísimo y mi novio regresó. Cuando sonó el timbre, nos separamos, él se fue a abrir la puerta y yo me quedé para ponerme bien las braguitas, la falda, el sujetador y la blusa. Cuando salí de la cocina con servilletas, platos y cubiertos, ya estaban puestos. Estaban los comentaristas hablando sobre el partido cuando mi novio me pidió que le trajera hielo, mi reacción fue inmediata:

– ¿Quién me ayuda a buscar las pinzas y la hielera? – pregunté.
– Yo voy contigo – respondió Javier.
Y mientras esperaba a que salieran automáticamente los cubitos del moderno refrigerador, mi vecino se puso detrás de mí y mientras me restregaba su paquete en el trasero, tomó mis tetas con avidez. Yo me mordía los labios para no gemir cuando empezó a chuparme el cuello y pasó su lengua por debajo de mi nuca. No podíamos tardar sin levantar sospechas, por lo que regresamos y mi novio estaba como ido viendo el juego en el sofá frente al televisor, sin perder detalle. Javier y yo nos sentamos a la mesa, en sillas contiguas.
Mientras veían el partido y aprovechando que mi novio nos daba la espalda desde el sofá opté por sobarle a nuestro invitado la entrepierna, él a su vez contraatacó posando una mano en mi pierna, subiendo, subiendo hasta llegar a mi caliente coño y haciendo a un lado la braguita, hundió dos dedos en mí ya para entonces, mojadísimo y palpitante chocho. Ellos hablaban y discutían el desarrollo del partido como si nada.
Javier aguantando el suplicio en silencio y mi novio totalmente ignorante de lo que pasaba por debajo de la mesa. Yo apretaba mis piernas aprisionando la mano invasora, con la falda otra vez hasta arriba. Estábamos en pleno manoseo cuando mi novio me pidió:
– Cielo, ¿podrías preparar un poco de café?
Cuando me levanté para preparar el café, noté que mi falda estaba muy arriba y aprovechando que mi novio estaba súper atentísimo al juego y no se giraba, no la bajé. La dejé así como estaba, subida apenas tapando la mitad de mi flamante trasero. Caminé lenta y sensualmente como modelo en pasarela, los tacones altos harían ver mis carnosas nalgas aún más firmes. El espectáculo que le estaba dando a mi vecino era incomparable, era muy buena oportunidad como para desaprovecharla, y él pensó rápidamente en algo.
– Oye Elvira, me apetece un cigarro, ¿tienes mechero -preguntó
– Sí, tengo en la cocina, ven por ellos estoy ocupada – le contesté.
Se levantó y sin prisa vino hasta donde estaba mientras mi novio seguía sin dejar de mirar el partido y yo ponía el café en la cafetera. Mi cómplice y yo sabíamos bien que hacer, me apoyé contra la pared y él se arrodilló frente a mí, levantó mi falda y apartó de nuevo mis braguitas. Lo que siguió me hizo gozar a grado tal que se me nubló la visión. Tomó mis muslos con sus grandes y fuertes manos y con su lengua separó mis labios vaginales para luego hacerme perder la razón. Su lengua iba de arriba a abajo, de un lado a otro y después en círculos. Cuando tocó mi clítoris yo sentí que se me iba a escapar un grito y para evitarlo lo único que pude hacer fue morder el delantal con todas mis fuerzas, logrando apenas ahogar los leves gemidos que no pude contener. Las piernas me temblaban y ante la morbosa situación de serle infiel a mi novio casi en sus narices, no aguanté más y estallé en un orgasmo tal que las contracciones me hicieron ponerme casi de rodillas. Javier se levantó, encendió su cigarrillo y regresó con mi novio a ponerse al tanto del partido.
Yo seguía en la cocina, sentada en el suelo con los ojos cerrados. Mis braguitas estaban empapadísimas y también mis muslos. Cogí un papel absorbente de la cocina y me sequé bien, me arreglé la ropa y salí con el café. Pobre de mi vecinito, yo ya había tenido mi recompensa, pero él seguía al rojo vivo y las manos le temblaban de las ganas, y para colmo su equipo iba perdiendo.

Mi novio cachondeándose de la ya evidente victoria, hacia más miserable su situación. Serví los cafés y al estar cerca de él le hice señas con los ojos de que fuera al baño. Estaba totalmente decidida a no dejarlo a medias. Javier dijo que iba al baño, entró y cerró la puerta. Yo me dirigí a mi novio y le dije:
– Amor, quiero ver si ya empezó el programa que me gusta, pero no te quiero interrumpir, voy a la televisión que está en mi cuarto, ¿te importa?
– No, no hay problema, nada más termine el partido, el televisor es todo tuyo.
Me dirigí a mi habitación, cerré la puerta, puse muy bajito la televisión y me dirigí a la puerta que desde mi cuarto daba al baño. Cuando entré, Javier ya tenía los pantalones hasta abajo y estaba detrás de la puerta principal esperándome. Me reí coquetamente y cuando bajé la mirada pude ver su polla totalmente erecta. Bajé la tapa del WC, me senté en ella y lo atraje hacia mí. Tomando con ambas manos sus nalgas, me tragué hasta donde pude su falo. Chupé y chupé a mi antojo, lamí sus testículos, lo masturbé con movimientos de la mano y lo volví a tragar. Yo lo vi muy excitado y levantando la mirada le pregunté suavemente:
– ¿Quieres entrar un momento?
– Sí…. por favor – contestó con un hilo de voz.
Aun sentada me quité las braguitas, me arrodillé y al tiempo que levantaba mi minifalda me incliné sobre el WC; él comprendió y se arrodilló detrás de mí. Cuando sentí su polla rozando mis nalgas, con una mano lo acerqué a la entrada de mi chocho y muy suavemente me penetró hasta el fondo. Comenzó el vaivén y mientras con una mano sobaba mis nalgas y mis piernas, con la otra cogió mi cabello. Me embestía cada vez con más fuerza bufando de placer, cuando volví la cabeza a un lado para vernos en la puerta translúcida de la bañera, pude ver nuestras figuras reflejadas. El movimiento era morboso y al verme en esa posición, totalmente de nalgas siendo penetrada, me volví a mojar.
Nos separamos, él ahora se sentó en la tapa del WC y me invitó a montarlo. Lo hice y me ensarté en él, viéndolo de frente. Yo subía y bajaba lentamente. Subió mi blusa, desabotonó mi sujetador y alcanzó mis pechos, pasó su lengua repetidas veces por mis pezones y recorrió el contorno de mis grandes y oscuras areolas.
Estrujaba mis senos mientras con los movimientos de sus caderas revolvía su polla dentro de mí. Yo con ambas manos junté mis pechos y los puse en su cara, los beso y lamió. Después los succionó y encajando sus manos en mi abundante trasero dio la estocada final y quedándose muy quieto exhaló un profundo gemido.
Sentí su polla palpitar dentro de mí y como sus jugos tibios me inundaban las entrañas. Nos quedamos un momento unidos y luego nos separamos. Muy satisfecho se volvió a subir los pantalones mientras yo también me ponía bien la ropa. Regresé a mi cuarto por la puerta lateral y él salió por la principal. Yo me quedé tendida y satisfecha en mi cama viendo la televisión hasta que terminó el juego. Oí que al despedirse Javier le dijo a mi novio:
– Me despides de Elvira y agradécele de mi parte sus atenciones, por favor.
Cuando se fue, entró mi novio a mi habitación y me encontró viendo la televisión. Fingí estar un poco adormilada y le pregunté:
– ¿Ya se ha ido Javier?
– Si mi vida, ya se ha ido. Perdió su equipo y como habíamos apostado una cena los tres, hemos quedado para la semana que viene, ¿qué te parece?

Solo lo miré afirmando con la cabeza, sin poder evitar una leve sonrisa y sin dejar de pensar quien había perdido más en el partido…
Besos y ya os contaré si la próxima cena es tan “completa.

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