Relato erótico
Fueron una ayuda
Su vida sexual con su marido funcionaba bien o eso es lo que pensaba. Se aficionó a leer los relatos de nuestra revista Clima y esto marcó un antes y un después en sus relaciones.
Lola – Barcelona
Me llamo Lola, tengo 34 años, felizmente casada con un hombre que es maravilloso, mido 1,69, peso 59 kg, pelo lacio castaño, cuerpo bien formado, culo respingón y unas tetas gordas y aún bien tiesas. Nuestra vida sexual ha sido bastante placentera hasta ahora, aunque mi marido no es ningún superman en la cama, ni tampoco es un superdotado con sus 15 cm de verga y digo esto tal vez porque nunca estuve con otro hombre, él fue el primero y siguió siendo el primero hasta que me sucedió lo que les voy a contar, pero antes de esto quiero aclarar que jamás se me pasó por la cabeza el estar con otro hombre que no fuera mi marido.
Conocí vuestra revista hace poco por una amiga de infancia que es todo lo contrario de lo que soy yo, ella está divorciada y le encanta todo lo que tenga que ver con el sexo, me la enseñó y rápidamente me “enganche” a los relatos.
Como mi marido es jefe de logística de una empresa que se dedica a la exportación, muchas veces se tiene que quedar a trabajar de noche supervisando la preparación de pedidos, y en esas ocasiones me meto en la cama con una de vuestras revistas y me excitó tanto leyendo los relatos que en varias ocasiones he terminado masturbándome.
Pero bueno, en una ocasión que a mi marido le dieron unas vacaciones atrasadas, decidimos que era tiempo de darnos una segunda luna de miel. Nos alojamos en un hotel de la playa y prácticamente vivíamos en la playa por lo que tuve que comprarme varios pares de bikinis porque solo llevé un par y la verdad que no estaban muy a tono con los que utilizaban las chicas del lugar o las turistas. Escogimos con mi marido varios de diferentes modelos, él fue el que insistió en que me comprase varios pares tipo tanga. Al principio me sentía avergonzada utilizando algo tan pequeñito que solo tapaba mi coño y dejaba todo mi culo al aire, pero luego me acostumbré.
Faltando unos cinco días para que se acabasen nuestras vacaciones decidimos que teníamos que sacarle jugo. Al principio nos privamos de algunas cosas por cuestión de gastos, pero ese día después del almuerzo, bajamos a la piscina y nos tomamos unas copas y casi al final del día me sentía mareada, pero mi marido quería seguir bebiendo.
Ya entrada la noche asistimos a una fiesta en un bar que estaba a la orilla de la playa, había mucha gente y no nos habíamos cambiado de ropa, como todo el mundo en el bar, las chicas llevaban los bikinis y los hombres los shorts o bañadores. Había mucha gente, nos sentamos en el bar y salíamos a bailar de vez en cuando hasta que empezó a sonar una canción que a mí me gusta y le pedí a mi marido ir a bailar pero él no quiso, por lo que entonces yo me puse a bailar sola a su lado.
Estando así se me acercó un muchacho de unos 20 años que quiso bailar conmigo. Era alto, como de 1,80 más o menos, físico bien trabajado, pero yo me negué a bailar con él mostrándole mi anillo de casada y apuntando a mi marido, entonces el chico, muy cortésmente, le pidió permiso a mi marido para bailar y él aceptó indicándome que no me alejase mucho. Fuimos a la pista de baile, donde no cabía un pie más, y como pudimos nos metimos entre la gente, situándonos en un lugar donde pudiera ser vista por mi marido y yo lo viera a él.
Como había tanta gente prácticamente tenía al chico pegado a mí y al ser más alto que yo mi cara quedaba casi en sus pectorales. El chico se movía bien, contoneaba su pelvis hacia los lados y hacia atrás y adelante, y si en un principio me sentí incomoda por la situación en la que estaba, al mismo tiempo me gustaba, y con el movimiento y la cercanía que teníamos, su miembro prácticamente lo estrujaba contra mi vientre.
Poco a poco y sin darme cuenta, nos encontramos casi en la mitad de la pista de baile, como pude trate de localizar a mi marido y lo pude ver muy entretenido mirando a unas chicas que bailaba muy cerca de él.
Como decía, con el movimiento que realizaba el chico, su instrumento se fue endureciendo y pude notar que lo tenía bien grande, mucho más que el de mi marido, y lo dejé hacer para ver hasta donde sería capaz de llegar, pues la verdad que la situación ya me tenía un tanto excitada y nerviosa a la vez y la única manera de zafarme de esa situación era saliéndome de la pista de baile pero, no lo hice, y el chico al ver que no hacía ni decía nada, se animó a cogerme por la cintura, sus manos me agarraban y recorrían la espalda, hasta pude sentir que yo ya estaba mojada. Entonces el chico se animó a más y me agarró de las nalgas desnudas, aunque tenía que agacharse para poder estar casi a mi altura y su verga ya la tenía a la altura de mi coño y me estrujaba contra él.
De pronto sentí que sus dedos recorrían la separación de mis nalgas y como mi bikini era tan pequeño no le fue muy difícil encontrarse con mi agujerito negro. Sus dedos eran largos y gruesos, y cuando, sin dificultad, apartó la tela del bikini y me metió un dedo en el coño obviamente se dio cuenta que estaba chorreando.
Yo trataba inútilmente de sacarle su mano de mi coño pero él, en vez de acceder a mis deseos, me metió otro dedo mientras que con la otra mano me levantaba la cara y me daba un beso que casi me deja sin aliento.
Su lengua entró casi hasta mi garganta y yo tuve que responderle de la misma forma.
En medio del baile él me dio la vuelta y quedé de espaldas a él, sintiendo su polla enorme que procuraba abrirse paso por entre mis nalgas. Yo traté de apartarle pero, sin querer, toqué su polla y para sorpresa mía la tenía fuera.
Rápidamente me di la vuelta tratando de evitar que me penetrase cuando vi su polla era lo más grande que había visto jamás y noté que estaba por correrse. Entonces él me agarró de las nalgas y me empujó contra él penetrando de golpe la mitad de aquel enorme miembro en mi mojadísimo coño y casi en el acto me lo llenó con su leche, que era tanta que sobresalió de mi sexo y escurrió por mis piernas.
Entonces se separó de mí, guardó su polla y me besó en la boca, dejándome en plena pista de baile. En todo ese lapso habían transcurrido unos veinte minutos, tuve que ir a las duchas del hotel y me bañé para sacarme toda la leche que escurría por mis piernas.
Cuando volví a donde estaba mi marido, este ni se había percatado del tiempo que estuve lejos de él.
– ¿Ya quieres irte? – me dijo
Asentí diciéndole que tenía sueño, pues la verdad que el chico me había dejado deshecha con su tremenda polla y sentía que mi coño estaba abierto. Me sentí mal por lo que había pasado y ahora la duda era si contárselo a mi marido o no.
Al otro día no quería levantarme de la cama, me daba vergüenza hasta mirar a mi marido y aunque él no se había percatado de nada, el remordimiento de conciencia no me dejaba tranquila. Me levanté para darme una ducha y en el baño no aguanté y me puse a llorar en el momento en que mi marido entraba en el baño y claro está, me preguntó qué me pasaba. Me armé de valor y le conté todo lo que había sucedido la noche anterior en el bar. Él me escuchó en silencio hasta que terminé de contarle. No se le movía un solo músculo, no denotaba ninguna expresión, lo único que alcanzó a decir fue:
– ¿Te gustó?
Volví a llorar y le dije que sí, que no podía negarlo, que me había gustado mucho. Ese fue el punto final, mi marido se levantó lleno de furia, de rabia, y salió de la habitación sin decir ni una palabra.
Todo ese día lo pasé en la habitación sin saber de mi marido, sin ganas de comer, realmente me sentía muy mal, pensaba que mi matrimonio de tantos años se había ido al garete.
Entrada la noche mi marido volvió a la habitación, me miró tranquilamente, cosa que era lo que más nerviosa me ponía, que él no mostrase ningún signo de nada, ni de rabia, ni de celos, nada, parecía un monolito. Al final me llamó a su lado diciendo que quería hablar conmigo, yo temblaba de nervios.
– Lo he estado pensando todo el día – me dijo – y he llegado a una conclusión.
Sin dar muchas vueltas me propuso que tenía que repetir lo de la noche anterior, pero con la condición de hacerlo con él presente y otra mujer más, obviamente para estar con él y que lo hiciéramos en el hotel, es decir ya no como lo que había pasado en el baile, sino más bien algo planeado, organizado de tal forma que pudiéramos gozar los dos.
Al principio no entendía o no quería entender lo que me estaba proponiendo, le pregunté qué quería decir y me dijo que si tanto había gozado con ese muchacho era justo que él también disfrutase, que quería verme ser follada por otro hombre mientras él se follaba a una chica.
Acepté su proposición pues de otra manera sabía que no me iba a perdonar mi aventura anterior, lo planeamos y decidimos ir nuevamente a la discoteca. Yo quería estar con el mismo chico, pero si no lo encontraba tendría que escoger algún otro. Casi improvisando, pues no sabíamos lo que nos esperaba esa noche, fuimos a la discoteca como habíamos ido la noche anterior, yo en bikini y él con bañador, escogí un bikini diminuto, color fucsia, que resaltaba con mi piel bronceada.
Llegamos a la discoteca y nos acomodamos en una mesa un tanto retirada, pedimos unas copas, pero no divisaba al muchacho.
Yo lo buscaba a él, me sentía excitada por lo que estábamos haciendo, y después de un rato lo pude ver, estaba bailando con una chica muy guapa, le indiqué a mi marido quien era y me dijo que fuese para donde estaba él para que me viera. No fue muy difícil hacerme notar, se acercó a mí y me saludó cordialmente preguntándome por mi marido y yo, indicándole donde estaba y con mucho nerviosismo, le conté lo que planeábamos para esa noche, él sonrió y me dijo que no sería problema conseguir una compañera para mi marido.
Entonces me dijo que fuera para mi mesa y a los quince minutos volvió con una chica morena, espectacular, con unas tetas redondas, firmes y culo bien pronunciado. Estaba como para participar de una elección para miss universo, media como 1,75, no tenía más de 20 años, nos presentamos y los invitamos a que tomasen unas copas con nosotros para entrar en calor y confianza. Una hora después les propusimos irnos para el hotel. Comenzaba la fiesta.
Ya en el hotel, nos servimos unas copas más y para romper el hielo mi marido colocó el canal para adultos, el muchacho se sentó a mi lado y directamente me besó en la boca. Con la película ya estaba yo que chorreaba, me concentré en lo que hacía conmigo mi compañero de turno y me olvidé de mi marido, pronto el chico me desabrochó el sujetador del bikini y mis grandes tetas quedaron al aire, comenzando a chupármelas, mordiéndomelas, lamiéndomelas y por lo que me hacía pude darme cuenta que estaba con un experto en el sexo.
Entonces metí mi mano por debajo de su short y agarré su polla, que ya la tenía dura como un palo. Nuevamente sentía en mis manos aquel pedazo de carne, enorme y venoso, se lo meneaba mientras él seguía chupándome las tetas. Era tanta mi excitación que mi bikini estaba mojado de mis jugos y pronto metió su mano por dentro y encontró mi coño empapado, me quitó el bikini y quedé completamente desnuda. Yo estaba con los ojos cerrados, así que no veía a mi marido qué hacía, y la verdad, en ese momento no me interesaba.
El chico, con sus hábiles dedos, me acariciaba el clítoris, que estaba hinchado como un pequeño pene y no pude más, cayendo en un largo orgasmo. Con solo acariciarme el coño me hizo correr.
¿Como sería cuando me metiera su tranca?
El se quitó el short y ante mi quedó su polla apuntando hacia mi cara y entendí que quería que se la chupase. Primero le pasé la lengua por el glande y luego abrí mi boca lo más que pude y solo podía meterme su cabezota. Entonces, de reojo, pude ver que mi marido estaba enterrado entre las piernas de la chica que gritaba como una loca con las lamidas que le hacía mi marido.
Como es natural, la cosa no terminó aquí, pero como creo que me he alargado demasiado continuaré con la experiencia en una próxima carta.
Besos y hasta pronto.