Relato erótico

Fue una encerrona

Charo
20 de septiembre del 2018

De acuerdo con su amigo, le preparó una “encerrona” a su mujer. El quería verla follar con otro hombre. Su plan salió bien y después de la cena, la cosa se pondría caliente.

Enrique – Barcelona
Mi nombre es Enrique, tengo 40 años y estoy casado con Gemma de 37. Somos un matrimonio muy normal aunque a mí me apasiona todo lo relacionado con el sexo, incluyendo situaciones morbosas como amor en grupo, tríos y demás. A ella le cuesta un poco más meterse en estas situaciones. Es más recatada aunque, cuando ella quiere, es una fiera muy cachonda y golfa en la cama. Su físico es muy apetecible. Tiene grandes tetas, un buen culo, un precioso y peludo coño y está maciza de arriba a abajo.
Tengo un amigo que se llama Jorge. Tiene 43 años y es una persona muy honesta y agradable. Con él me llevo muy bien, cada vez que nos encontramos tomamos algo y charlamos un buen rato. Yo sabía que a él le gustaba mi mujer porque siempre preguntaba por ella de una forma muy especial.
Un día en que él y yo estábamos tomando café en un bar, le pregunté directamente:
– Jorge, ¿verdad que a ti te gusta mi mujer?
– Hombre, es una mujer muy simpática – respondió.
– No, Jorge – insistí – Me refiero a gustarte físicamente.
Él, esbozando una sonrisa, contestó:
– La verdad es que tu mujer está muy buena y sí que me atrae.
Entonces le propuse intentar hacer un trío. Al menos intentarlo, puntualicé, ya que a ella yo sabía que le costaría dar el paso. Mi amigo Jorge, no hace falta decirlo, se puso muy contento con la idea. Sólo quedaba trazar un plan que nos permitiera disfrutar del trío y pensamos en salir una noche a cenar los tres.
Le conté a mi mujer que Jorge nos había invitado a cenar un sábado. Ella no sospechó nada pues era normal que saliésemos con los amigos a cenar de vez en cuando. Lo que ella no podía imaginar era que Jorge y yo le habíamos preparado una encerrona para darle gusto entre los dos. Cuando ella se preparaba para salir a cenar, le propuse que se pusiera un vestido corto. Me enseñó los que tenía y elegí el más corto de todos ellos. Me dijo que lo era demasiado pero al insistir yo, acabó poniéndoselo. Como ropa interior se colocó unas minúsculas bragas de color negro, medias del mismo color y un sujetador de encaje. El vestido era muy escotado y por el escote se le veía gran parte de sus pechos y un poco del encaje del sujetador.
Estaba muy provocativa y yo me empalmé al verla así. Como hacía fresco, se puso un abrigo largo y, cogiendo el coche, nos fuimos al restaurante.

Al entrar vi a Jorge que nos esperaba sentado en una mesa. Gemma dejó el abrigo, nos dirigimos hacia él y nos saludamos justo cuando llegaba el maître. Le pedimos el vino y Gemma, al sentarse, se le veían todos los muslos ya que la falda apenas le tapaba nada y menos sentada. El escote también era prodigioso, muy exuberante. La cena fue muy cordial. Lo pasamos muy bien hablando y comentando muchas cosas.
Al terminar, Jorge propuso ir a una sala de fiestas de ambiente tranquilo. Allí fuimos. El local estaba casi vacío. Yo bailé un poco con mi mujer pero enseguida la dejé pues no me gusta mucho el baile, al contrario que ella. La cogió Jorge y bailaron un rato salsa, después rumbas y por fin música lenta. Los dos bailaban muy pegados y yo pensé que aquello marchaba. Al dejar de bailar, nos sentamos los tres en un sofá y tomamos un combinado.
Con el calor de la bebida y de la situación en la cual nos encontrábamos, yo empecé a besar a Gemma apasionadamente mientras Jorge, que estaba al otro lado, aprovechaba para acariciarle los muslos, lo cual ella lo permitía ya que no decía nada. Yo pude ver cómo, al poco rato, Jorge metía la mano bajo la falda de mi esposa y como ella separaba un poco los muslos, seguramente para permitir que la mano de nuestro amigo llegara hasta su entrepierna y le acariciara su peludo coño. Al menos eso parecía pues cuando dejamos de besarnos, ella me susurró al oído:
– Tu amigo me está tocando el coño.
– ¿Y te gusta? – le pregunté en el mismo tono.
– Sí – dijo.
– Entonces deja que disfrute que a mí también me pone cachondo ver cómo te lo hace – añadí.
Ella ya estaba muy excitada y le guiñé un ojo a Jorge para que diésemos el segundo paso. El dejó de sobar a Gemma y dijo:
– ¿Por qué no vamos a mi casa y tomamos la última copa?
Gemma fue la que contestó y lo hizo taxativamente diciendo:
– ¡Vale, vamos!
Aquello prometía. Nos fuimos a casa de Jorge, que en realidad era un apartamento que había alquilado para la ocasión ya que él está casado. Pero eso no lo sabía Gemma. Era un detalle que merecía quedar en secreto. Llegamos al apartamento, Jorge nos preparó una copa y luego propuso echar un partida de póker y como a Gemma le gusta jugar a las cartas, rápidamente dijo que sí pero yo añadí que, para que fuera más interesante, el que perdiera una mano pagaría sacándose una prenda.
Ella me miró y sonriendo me dijo:
– Vale, os voy a dejar en pelotas a los dos.

La verdad es que ella juega muy bien y al poco rato nos dejó a los dos en calzoncillos. Ella sólo había perdido los zapatos pero, afortunadamente, la suerte cambió y en pocas manos se quedó en sujetador y braguitas. Estaba de muerte. Jorge no paraba de mirarla de arriba a abajo y cuando perdió los calzoncillos y quedó desnudo por completo, tenía la polla muy tiesa.
– Perdona que la tenga así pero es que viéndote tan sexy, no puedo evitarlo – le dijo.
– No, si no me importa, al contrario, está muy bien – le respondió ella.
Eso marchaba. La calentura era latente y al poco tiempo nos quedamos todos sin ropa. Gemma con las tetas al aire, mostrando su peludo coño, y Jorge y yo con el aparato duro. Entonces Gemma dijo:
– Bueno, ¿ahora qué?
– Ahora cierra los ojos y relájate – le contesté.
Ella cerró los ojos y Jorge por un lado y yo por el otro, empezamos a sobarle todo el cuerpo, lamiendo sus pezones y deslizando nuestras manos por sus muslos tersos y calientes, sus tetas blanditas que nos invitaban a comérselas todas sin descanso. Cuando le toqué el coño lo tenía empapado. Jorge se arrodilló y empezó a lamérselo, pasando su lengua por toda la pipa.
Yo miraba como él, metido entre las piernas de Gemma pasaba la boca por todo su coño. Se lo comía con gran excitación mientras yo le chupeteaba las tetas. Ella debió tener un orgasmo con la comida de coño que le daba Jorge pues pegó un suspiro y cerró fuertemente las piernas, atrapando la cabeza del amigo. Cuando éste pudo liberarse de la prisión, dijo:
– ¡Que coño más bueno y caliente, estaría horas comiéndomelo!
Yo estaba muy cachondo ante aquella situación tan morbosa y preferí sentarme frente a ellos y pajearme mientras disfrutaba del espectáculo que Gemma y Jorge me brindaban. Abrió ella los ojos y al verme sentado, pasó a la acción. Abrazó a Jorge y le dio un largo beso en el que se entrelazaban las lenguas mientras sus cuerpos permanecían muy juntos. A final ella le cogió la polla con una mano y se la agitó.
– ¿Por qué no me la chupas? – le dijo él.
Gemma me miró. Después se inclinó hacia la polla de Jorge y comenzó a lamérsela con cara de zorra. Pasaba la lengua por toda la verga y yo disfrutaba más que si ella me la estuviera mamando a mí. De pronto se la metió entera en la boca y empezó a succionarla mientras le apretaba los huevos con las manos.
Jorge alucinaba. Estaba a punto de explotar. Gemma, cada vez más cachonda, se la chupaba con más ganas y cuando Jorge se fue a correr, se la sacó de la boca y descargó toda la leche sobre sus tetas. Su abundante leche se las bañó enteras y yo, al contemplarlo, no pude aguantar más y acercándome a ella descargué toda mi leche sobre su cara. Gemma, muy excitada, me la cogió y se la metió en la boca donde terminé de descargar mi semen que ella, con gusto, tragó sin desperdiciar ni una sola gota. Jorge y yo quedamos hechos polvo. Ella se dirigió hacia la ducha diciendo:

– Esperar, vuelvo pronto y con ganas de marcha.
Jorge, mientras ella estaba en la ducha, me dijo:
– Estoy alucinado, parece mentira que ese pedazo de hembra sea tan caliente, tan cachonda y…
– ¿Y zorra, no? – añadí yo.
Se quedó cortado pues en realidad eso es lo que quería decir. Al salir Gemma de la ducha, Jorge y yo estábamos fumando. Ella nos dijo que cuando termináramos nos esperaba en la cama. No tardamos nada en apagar los cigarrillos y acudir al dormitorio.
Cuando entramos vimos a Gemma tendida en la cama boca arriba, completamente desnuda y con una toalla puesta en los ojos. Estaba tremenda. Me acerqué a ella y le besé un pezón. Después le susurré al oído:
– ¿Estás dormida, cariño?
– Sí, estoy dormida, así que podéis hacer conmigo lo que más os guste – contestó.
Jorge se le montó encima, poniendo la polla entre sus tetas y comenzó a refregarla en ellas. Yo empecé a lamerle el coño. Gemma no aguantó mucho rato pasiva. Se quitó la toalla que cubría sus ojos y se metió la polla de Jorge en la boca empezando a chuparla. Yo tenía ganas de probar una postura algo comprometida. Se lo dije y lo intentamos.
Me tendí boca arriba en la cama, Gemma encima de mí con su coño en mi boca y mi polla en la suya. Era un caliente 69. Entonces le dije a Jorge que se la metiera por el coño. Mientras yo lamía el chocho de Gemma podía ver como la polla de Jorge entraba y salía del coño de mi esposa. Eso me ponía a mil. Jorge estaba muy cachondo y se la follaba cada vez con más fuerza. ¡Que zumbidos le pegaba en el coño con su polla!
Así estuvo hasta que se corrió llenándole todo el coño con su abundante y caliente leche y como yo seguía pasando mi lengua por aquella húmeda almeja, pronto vi como de ella brotaba la leche de Jorge que, con mucha excitación, lamí pues todo lo que de aquel coño manaba sabía a gloria. Cuando dejé de comerle el coño, ella me dijo:
– Cariño, me has dejado el coño limpio, eres un guarro. Te gustan los coños empapados de leche, ¿verdad?
Le contesté que esta noche me gustaba todo pues estábamos los tres cachondos perdidos. Descansamos algo y picamos un poco pues el esfuerzo había sido grande. Mientras comíamos a Gemma se le ocurrió que como yo había hecho lo de comerle el coño mientras Jorge se la follaba, que ahora Jorge pidiera un deseo o fantasía y después lo pediría ella. Los tres, así, cumpliríamos con un deseo.

La idea era muy morbosa. Después del descanso, Jorge era quien mandaba pero, para estar bien seguro, le preguntó:
– Puedo hacer y pedir lo que desee, ¿verdad?
Gemma le dijo que sí, Jorge entonces, la hizo poner boca abajo en la cama, le puso una almohada bajo el vientre y con su cinturón, le ató las manos a la cabecera.
– Jorge, cuidado con lo que haces, que luego me tocará a mí – le dijo ella.
Él le dijo que se tranquilizara, que sólo la haría gozar. Jorge cogió un poco de mantequilla y con suavidad se la juntó, con un dedo, en el agujero del culo. Gemma pegó un respingo al notar el frío de la mantequilla en su ano. Poco a poco el dedo de Jorge se fue metiendo cada vez más hondo en el culo de mi esposa, dilatándolo. Llegó a meterle tres dedos y ella estaba como loca de gusto. Estaba descubriendo el placer anal. Pero eso no fue todo. Jorge se puso la manteca en la polla y lentamente se la fue metiendo en el culo a Gemma hasta el fondo. Entró toda y empezó a follarla.
El placer que sentían los dos era muy intenso. A Jorge le corría el sudor por todo el cuerpo y Gemma se contoneaba agitando todo su cuerpo al tiempo que jadeaba, suspiraba y gritaba de gusto.
Jorge terminó descargando toda su leche en el, hasta ahora virgen, culo de Gemma y yo disfrute mirando y pajeándome pues no tenía participación en este juego.
A Gemma le gustó mucho que Jorge se la follara por el culo y después de una ducha relajante para todos, le tocaba el turno a ella. ¿Qué pediría? Pero esto lo contaré en otra ocasión.
Un saludo para todos.

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