Relato erótico
Fue una debilidad
Su novia, quiere llegar virgen al matrimonio. Tienen largas sesiones de besos, alguna paja y nada más. La quiere, pero le falta sexo. Le clases a la hermana pequeña y todo se complicó.
Adrián – BARCELONA
Hola Charo, me llamo Adrián, tengo 26 años, y una novia a la que no le va demasiado el sexo, aun es virgen y quiere seguir siéndolo al menos hasta el matrimonio. Con ella de caricias, besos y masturbaciones no pasamos. Así que como podéis imaginar ando muy caliente.
Mi novia, Susana, tiene una hermana, Berta de 20 años. Berta, era una mujer preciosa, más si cabe que mi novia, aunque tan cerrada al sexo como Susana, o al menos eso pensaba yo.
Con Berta tenía una buena relación, siempre le gastaba bromas y se reía bastante conmigo. A lo largo del curso, Berta estaba teniendo problemas en aprobar, así que mi novia me pidió que la. Yo iba dos o tres veces por semana por la tarde a ayudarla a estudiar. Estudiamos en su habitación para que estuviese cómoda, mientras que mi novia y sus padres estaban en el salón, procurando entrar lo menos posible para no molestar.
Al principio, yo no sentía nada por Berta, era la hermana de mi novia, y alguien en que no debía fijarme para no estropear mi relación con Susana. Pero a medida que los días pasaban, nuestra complicidad era mayor. Cuando había alguna cosa que le costaba aprender, ella se desesperaba y lloraba y yo la consolaba, a veces le hacía bromas para verla reír y no llorar.
Llegó un miércoles en el que ella estaba enferma, tenía algo de fiebre y no había ido a clase. Estuvo todo el día en cama. Cuando llegué para nuestra sesión de estudio, sus padres me dijeron que estaba algo pachucha, así que les dije que mejor dejábamos las clases para otro día, pero en ese momento salió Berta, que estaba en camisón y dijo que no, quería perder el ritmo de estudio. Y como hay días que parece que todo se pone de parte de uno, resultó que sus padres tenían que ir a casa de unos amigos, y mi novia salió a hacer un trabajo de la universidad con una amiga.
Comenzamos los estudios, pero a Berta le costaba centrarse en el trabajo,
probablemente debido a la fiebre.
– Adrián, soy una burra – me dijo- – no entiendo nada de este tema.
– No te preocupes, será por la fiebre, aunque vayamos mas despacio que otros días no te preocupes – contesté.
Al poco rato se puso a llorar, porque, no entendía lo que le explicaba. Se abrazó a mí e Intenté animarla, pero no resultaba, así que decidí hacerle cosquillas para animarla.
Ya lo había hecho otras veces y funcionaba. Empecé a juguetear con ella y salió corriendo por la habitación, hasta que la derribé en la cama. Allí seguí haciéndole cosquillas, mientras ella pedía que parara.
Cuando me detuve, comprobé que el camisón se le había subido y se le veía el tanga. Intenté disimular, como que no había visto nada, pero no podía quitar de mi cabeza ese culito, morenito y bien marcado que tenía.
Nos levantamos de la cama para seguir estudiando, pero ella decidió vengarse, y hacerme cosquillas a mí, y volvimos a caer en la cama y le sujeté los brazos para que no me hiciera más cosquillas, mientras se revolvía. Yo la miraba, y solo veía su bello rostro, su piel morena, sus dulces labios, y no podía olvidarme del culito que había visto antes. Poco a poco ella dejó de intentar librarse de mí y yo me fui acercando a ella lentamente, para saber si ella me frenaba antes de que mis labios tocasen los suyos.
No fue así, mis labios se posaron sobre los suyos, comenzando un suave y dulce beso al que nuestras lenguas respondieron. No sé el tiempo que duró ese beso, pero fue como si el tiempo se detuviese. De repente creo que ambos nos acordamos de Susana, mi novia y su hermana por lo que nos separamos, pero sin hacer ningún comentario al respecto.
Continuamos con nuestra sesión de estudio con un gran silencio entre ambos, aunque poco antes de acabar la sesión decidí hablar de lo ocurrido, al menos para saber si se lo iba a contar a su hermana, y poder preparar alguna excusa tonta ante mi novia.
– Berta, lo que ha pasado antes, ha sido un error – le dije.
– Lo sé, lo sé – contestó ella.
– Susana no debe enterarse, yo la quiero mucho y no quiero que sufra – dije.
– Yo sé que la quieres, y además no ha pasado nada, solo fue un beso – respondió ella.
– Solo un beso – repetí.
Cuando llegó el momento de irme, unas palabras salieron de mis labios, sin pensar:
– Por cierto, besas muy bien.
Ella se puso colorada de vergüenza susurrando un tierno;
– Gracias.
Me fui pensando si ese había sido el mayor error de mi vida, pero al
mismo tiempo asegurando que si volviera a ocurrir volvería a caer en es mismo error, todas las veces del mundo. Tenía miedo de que en cualquier momento viniese mi novia pidiéndome explicaciones de lo que había pasado, pero no ocurrió. Dos días después tendría que volver a ver a Berta para otra sesión de estudio. Estaba preciosa, quizá nunca me había fijado suficientemente en ella, pero estaba preciosa. Bajo sus pantalones se marcaba ese culito que dos días antes había visto en directo, su camiseta ocultaba unas pechos jóvenes pero grandes que deseaba tocar, y su rostro era angelical, sobre todo esa dulce boca que me moría por volver a probar. Pero no ocurrió nada. Ese día todo fue normal.
A la semana siguiente me tocaba volver a ver a la mujer de mis sueños, con la que no dejaba de soñar noche tras noche. Incluso cuando besaba a Susana, imaginaba que era Berta. Al llegar, Berta me abrió la puerta y me dijo con una sonrisa:
– Mis padres se acaban de ir, tenían un funeral en un pueblo cercano, y mi
hermana ha salido a terminar un trabajo de la universidad.
Sentía como que me estaba invitando a repetir nuestro beso, o quizá fuera mi imaginación. Ya en su habitación, mientras buscaba el tema que tenía que estudiar, me dijo:
– Me gustó lo que dijiste de mi beso.
– ¿Cuándo… qué dije? – contesté haciéndome el tonto.
– Cuando dijiste que besaba muy bien – contestó.
– Y lo dije de verdad, tienes unos labios preciosos.
– Gracias – añadió ella.
– Lo digo en serio, he recordado mucho ese beso y he soñado que volvía a ocurrir – dije con miedo de haber metido la pata, porque ella se puso bastante seria.
Pero, esta vez fue ella la que se acercaba a mí para repetir aquel beso, pero esta vez fue más apasionado y nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos. Al final me levanté, la cogí de la mano y la llevé a su cama. Allí sentados continuamos nuestros besos y caricias, hasta que desabroché su camisa para ver esos pechos que tanto imaginaba, y eran como los imaginé, grandes, bien morenitos y dulces. Ella hizo lo mismo con mi camiseta pero siguió bajando, me desabrochó los pantalones, y tocó mi polla que en aquel momento ya estaba a tope.
Se notaba que no era la primera que veía, ni la primera que tocaba. De pronto metió su mano bajo mi calzoncillo y cogió mi polla dispuesta a introducirla en sus labios. Mi novia nunca me lo había hecho. Me di cuenta de que Berta tenía una boca mágica, que conseguía que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo.
Al rato yo no podía contenerme, mi polla iba a reventar de un momento a otro, pero decidí esperar, levanté a Berta y lentamente desabroché sus pantalones, apareciendo ante mí ese tanga que ya había visto otra vez. Suavemente lo deslicé hacia abajo y pude ver ese rico coñito frente a mí, que no estaba depilado pero se veía perfectamente. Ella agarró mi cabeza y me empujó hacia él. La tumbé en la cama y saboreé cada centímetro de aquel riquísimo manjar. Estaba muy húmedo, se notaba que ella estaba tan caliente como yo.
Tras un buen rato de beber sus líquidos recorrí cada centímetro de su cuerpo con mi lengua deteniéndome en sus preciosos pechos. Seguí hacia aquellos labios que nos habían unido sin querer la semana anterior.
Estaba loco por hacerle el amor, por penetrarla, pero tenía miedo de que fuera como mi novia y quisiese reservarse, pero algo despejó mis dudas. Mientras su boca mordisqueaba mi oreja, susurró:
– Quiero tenerte dentro de mi, quiero sentirte a fondo… ¡Métemela!
Acerqué mi polla a su coñito babeante, y se la fui metiendo suave y lentamente mientras hacía pequeñas pausas para comerle la boca, los pezones o sus orejas y luego comenzamos a movernos de manera incontrolable.
– ¡Sigue, sigue, Adrián no pares! – me decía, y eso a mi me ponía aun más -Te deseo, no te detengas, por favor – continuaba.
Cada vez la pasión nos unía más hasta que estaba a punto de correrme y ella me dijo:
– No, no acabes dentro, no quiero quedarme embarazada.
En esos momentos me di cuenta de que no estábamos usando condón, típico en nosotros.
– Quiero saborearlo, dámelo – me dijo, sus palabras que me dejaron sorprendido, pero encantado de cumplir sus deseos.
Acabamos abrazados, repartiéndonos besos y ella me dijo:
– Desde el día que me besaste, no he podido dejar de pensar en ti. Despertaste en mí el deseo, y no he podido controlarlo, pero no quiero herir a mi hermana.
– Yo amo a tu hermana, pero Susana no me da lo que tú me has dado hoy – contesté.
– Quiero que sigas con mi hermana, que la hagas feliz, y siempre y cuando cumplas esto, volveremos a disfrutar juntos tú y yo – me dijo Berta.
Me quedé sorprendido con sus palabras, a sus 18 años, me estaba diciendo unas cosas que no podía imaginar.
Según ella, sus padres me aprecian mucho, y para Susana soy su “príncipe azul” y no quiere ser ella la culpable de que todo cambie.
Yo intentaré no volver a caer en la tentación de Berta y mejorar mi vida con Susana, pero no sé si aguantaré.
Saludos y hasta otra.