Relato erótico
Fue un desliz
En cuanto la vio subir al autobús se quedó prendado de aquella mujer. Atractiva, un cuerpo de vértigo y muy sensual. A veces ocurren cosas que facilitan situaciones que nunca nos hubiéramos imaginado.
José Ángel – Ciudad Real
Me llamo José Ángel, amiga Charo, tengo 34 años y contaré una historia que se gestó en un autobús cuando yo viajaba de regreso a casa y en una parada subió una mujer que me dejó sin habla. Era bellísima, todos los hombres se giraron a mirarla. Tendría aproximadamente unos 35 años, 1,75 de estatura, cabello largo y ondulado de color rojizo y vestía un peto blanco muy ajustado con un escote que dejaba al descubierto parte de sus dos grandes y maravillosos pechos y marcaba sus pezones. Mi mirada se deslizó hacia su cintura, luego más abajo y quedé cegado observando esas piernas que lucían perfectamente bajo una minifalda de color negro con un pequeño tajo al lado del muslo.
Yo no daba para más, la desnudaba con la mirada. Ella se sentó en un asiento en diagonal al mío y yo tenía una posición estupenda pues podía contemplarla en su plenitud. Sentada se veía su cuerpo esplendoroso y bien trabajado, con su culito redondo que le levantaba la mini mostrando casi el final de sus muslos. Yo la observaba cuando ella se levantó y se dispuso a bajar. Casi por inercia yo me levanté también y bajé con ella. Ya en la parada ella empezó a andar y yo la seguí disimuladamente hasta que ocurrió el accidente más hermoso que pudo ocurrir.
En una esquina ella tropezó al bajar la acera y cayó al suelo, yo me acerqué y le pregunté si estaba bien pero me dijo que no podía sentir su pie. Estaba sentada en el suelo e intentó levantarse pero yo se lo impedí y le dije que se sentara, que no era bueno forzar su pie. Le tomé el tobillo y se lo comencé a masajear, preguntándole si le dolía y ella me dijo que no sentía nada, no sentía su pie. Mientras conversábamos yo dirigía mi mirada a su entrepierna pudiendo ver perfectamente una braga de color negro muy pequeña con encajes pero lo mejor era que estaba un poco hundida en su coño mostrando la forma del mismo totalmente.
No sé si ella se había dado cuenta de donde yo miraba, pero al rato me dijo que vivía cerca de allí y yo me ofrecí para llevarla a su casa. Le dije que me abrazara, la tomé por los muslos y de un golpe la levanté. Fue una sensación deliciosa, ella aferrada a mi cuello y yo tocándole los muslos, pero me controlé como pude para no meterle mano ahí mismo aunque mi polla estaba durísima y se me notaba mucho por encima del pantalón.
Llegamos a una puerta y del bolso sacó una llave con la cual entramos, me dijo que la dejase en el sofá, cosa que hice y me dio las gracias diciendo:
– No sé porque pero le tengo confianza pues de otro modo nunca le hubiera dejado entrar en mi casa, pero dada la situación…
Entonces le pregunté si estaba sola y ella respondió afirmativamente, añadí que si necesitaba algo y me dijo:
– No, por ahora no, pero que no quiero quedarme sola estando así.
Me agaché, cogí su pierna dejándola estirada hacia una mesa de centro, se la volví a masajear y le pregunté que si sentía algo y ella dijo que no. Subí mi mano a su pantorrilla y al decirme que todavía no sentía nada, comencé a masajear su rodilla y aún decía que no sentía nada pero su rostro era otro. Sus ojos ocultaban un juego de seducción en el cual no tardé en participar. Subí mi mano a su muslo y lo comencé acariciar y apretar con fuerza hasta que su rostro cambió, dio un pequeño suspiro y repitió que no sentía nada. Al notar yo un deseo oculto de ella, cambié el tratamiento y le dije que iba soplar en su pierna y ella me diría si sentía mi aliento. Me puse enfrente de ella y le separé las piernas quedando yo en medio comenzando a soplar en su muslo, casi tocándolo con mis labios. Ella, en el acto, comenzó a acelerar su respiración pero repitió que todavía no sentía nada. Fui subiendo poco a poco hasta que llegué a su entrepierna. Estaba húmeda y el coño un poco hinchado. Comencé a soplar sobre la braga hasta que ella cogió mi cabeza con ambas manos y comenzó gemir muy despacio.
Entonces no aguanté más y siempre por encima de su braga, comencé a pasar mi lengua. Esto la puso a mil, se levantó un poco del sofá para que se la sacara y justamente eso hice. Se la saqué pero con mis dientes, la miré a los ojos y le dije:
– ¡Ahora seguro que sí sentirás!
Me incliné y comencé a besar ese coño delicioso que estaba mojado y mi lengua se deslizaba a gusto entre esos labios. Con mis manos los abrí un poco y mi lengua comenzó a jugar con su clítoris. Esto la tenía loca, gemía como una condenada y me presionaba la cabeza contra su sexo con fuerza. Entonces comencé a introducir mi lengua en su coño a un ritmo enloquecedor hasta que sentí su orgasmo en mi cara. Esos jugos eran deliciosos y le dije que ahora sentiría algo mejor. Se enderezó y se sacó el peto mostrándome unos pechos increíbles. La verdad era que yo deseaba comérmelos hacía rato. Se levantó del sofá y se terminó de desnudar pero yo no perdí tiempo y también me despojé de lo mío.
Al ver mi polla vi que sus ojos se llenaron de deseo nuevamente. Nos abrazamos y comenzamos a besarnos con desesperación y rápidamente ella volvía a estar excitadísima, se arrodilló ante mí y comenzó a besarme la verga, me dio varias chupadas y luego me comenzó a besar los testículos. Esto hizo que se agrandara un poco más así que la levanté, le di un beso muy apasionado y comencé a besar su cuello.
Ella disfrutaba mucho pero mi objetivo eran sus pechos y al llegar a ellos note unos pezones erectos y duros los cuales comencé a mordisquear y luego a lamer y besar suavemente mientras ella presionaba su cuerpo con fuerza contra el mío y me decía que la penetrara por favor, pero la seguí acariciando unos minutos más hasta que no pudiera resistir más.
– ¡Por favor, fóllame ya, quiero sentirte dentro! – exclamó al fin.
Le dije que se recostara, ella accedió rápidamente y comencé a frotar mi polla por sus labios lentamente pero ella gritaba:
– ¡Hasta el fondo por favor!
La toqué un poco más y al decirle que se la metería, se enloqueció más. Me preparé y se la metí de un solo golpe. Ella gritó de placer, clavó sus uñas en mi espalda y comenzó a moverse como una condenada haciendo que yo captase su ritmo y presioné dentro de ella, apretándola con fuerza y comenzando a mover mi polla dentro de ella. Gozábamos mucho y cuando yo estaba a punto de acabar, se lo dije al oído y ella me contestó:
– ¡Quiero sentir tu leche corriendo dentro de mí!
No aguanté más y me corrí mientras ella, a su vez, tenía también un orgasmo. Luego el ritmo fue descendiendo hasta quedar abrazados, yo con mi rabo dentro de ella, nos besamos y continuamos amándonos por un largo tiempo. No sé cuantos orgasmos había tenido pero fueron muchos, me besó y me dijo que le encantó estar conmigo. Yo la acaricié y le dije:
– La verdad, eres una mujer muy bella y ha sido genial, tu cuerpo es divino pero estoy casado y amo a mi esposa. Lo siento.
Me vestí y sin saber su nombre, me fui satisfecho de haber estado con una mujer tan maravillosa como ella. Fue un desliz, pero no me arrepiento.
Saludos, Charo.