Relato erótico
Fue pura química
En cuanto la vio fue como si recibiera un golpe en el estómago. No podía sacarle la vista de encima y tenía ganas de abrazarla. Ella se dio cuenta que la miraba y a partir de aquí, sucedieron cosas.
Carlos – Almería
Era uno de esos días en los cuales estás muy bien de ánimo y decides darte un gusto. Bueno yo solo quería ir a un restaurante que me habían recomendado mis amigos, así que me vestí. Llevaba una camisa blanca de manga larga y un pantalón negro. Una combinación sencilla pero elegante.
Estaba a unos kilómetros de aquel lugar cuando vi un coche de color negro que me pretendía adelantar. Yo disminuí la velocidad y él me adelantó pudiendo ver por la ventana del pasajero una mujer muy atractiva, de cabello largo y castaño, mirada penetrante e incitante. Me atrajo su belleza y más cuando ella me miró y sonrió.
Por fin llegué a mi destino y entré, el lugar estaba completamente vacío o casi vacío, pero tuve la sorpresa de ver a la mujer del coche que me había adelantado en el camino y ella, al verme, volvió a sonreír, mojando sus labios con su lengua muy disimuladamente, ya que su marido estaba junto a ella. El camarero me llevó a una mesa que estaba muy cerca de la de ella, pues creo que el chico notó la “electricidad” entre nosotros.
De pronto ella se levantó de la mesa, le dijo algo a su marido y se cambió de lugar para sentarse frente a mí pues creo que quería mantener el contacto visual. Cuando la vi de pie casi se sale la polla del pantalón. Era simplemente preciosa, como una diosa, llevaba un vestido negro como de seda brillante, con un escote que me dejaba ver sus grandes pechos pecosos que solo me invitaban a comérmelos y contar todas sus pecas una a una, otro escote en la espalda y tenía también una abertura larga que recorría toda su pierna derecha. Era entallado a la cintura por lo que me mostraba toda su figura y como se amoldaba en sus caderas y nalgas.
Una vez que se sentó comenzó el cortejo, miradas y gesto que venían e iban, juegos sexuales que nos excitaban más y más, pero lo mejor de todo era sentir la adrenalina de tener a su marido ahí mismo que no se estaba dando cuenta de nada. Yo necesitaba una oportunidad para acercarme a ella y creo que entendió mi desesperación pues se levantó y dijo que iba al tocador, pero regresó muy rápido. Después de esto sonó el móvil de su marido y por lo que oí, era una amiga de ella.
Él se levantó de la mesa para buscar una mejor señal por lo que yo aproveché para ir a su mesa y presentarme.
– ¡Hola, me llamo Carlos! – le dije.
– ¡Hola, yo Eugenia! – me respondió con voz suave.
Verifiqué que este tipo tan tonto fuera su marido y sí lo era, le pregunté entonces quien le había llamado y ella me confesó que había llamado a su amiga para que los distrajera. Quería conocerme. Diciéndome esto cruzó su pierna de modo que yo pudiera ver su conejo, se acercó luego para darme un beso en la mejilla a la vez que me mostraba esos pechos divinos, pero yo, en ese momento, moví la cabeza provocando que nos besáramos en la boca. Pareció no molestarle y entonces le dije:
– ¿No tienes ganas de ir al baño ahora que es el restaurante está vacío?
Ella no dijo nada, solo se levantó, caminó hacia allí y yo la seguí unos segundos después. Cuando entré en el baño, ella estaba recostada en un lavamanos esperándome, acechándome, como una tigresa a su presa, y eso me excitó. Me acerqué para besarla apasionadamente, luego la aparté del lavamanos para meter mis manos en esa abertura de su vestido, recorriendo todo la firmeza de sus piernas hasta encontrar ese lugar húmedo y cálido que me esperaba en medio de sus muslos que comenzaban a temblar de deseo, y ella me cogió mi endurecida polla que comenzaba a liberar lubricante por su punta.
Mientras estaba besando su delicioso cuello, pude ver de reojo por el espejo que su marido nos estaba mirando con ojos de furia y rabia, pero creo que no tenía el valor de entrar, pues cuando se dio cuenta que lo estaba mirando, solo cerró un poco más la puerta. En ese momento tomé de la cintura a esa mujer bella y excitada, la levanté y la coloqué sobre el lavamanos, abrí sus piernas, metí mi cabeza bajo su vestido y comencé a mamar su ardiente coño que estaba muy mojado. Ella solo me sujetaba la cabeza por encima de la tela y cuando salí ya le había arrancado su primer orgasmo.
Entonces ella me empujó por el pecho y me colocó contra el famoso lavamanos, de un tirón me bajó los pantalones y calzoncillos, todo de un solo golpe, miró mi miembro y de una sola vez se lo metió en la boca. Su marido quiso entrar en ese momento, pero vio en mis ojos que si entraba sería muy peligroso para él, mientras ella seguía mamándome la polla de una forma descomunal. ¡Como movía su lengua en el glande, como se la metía hasta lo más profundo de su garganta, como me la mordía justo para provocarme placer!
Cuando ya no podía aguantar más, la levanté y le di vuelta hasta tenerla de cabeza, pues quería hacer el 69 de pie con ella. Eso pareció encantarle y casi se me cae por tanto que se movía. Fue cuando nos corrimos los dos al mismo tiempo como si lo hubiéramos planeado o algo así. Cuando la bajé ella seguía prendida de mi polla, que chorreaba leche aun y ella quería exprimirlo hasta la última gota.
Después le dije que se levantara, que quería follármela y ella me contestó:
– ¡Sí, fóllame, sé un salvaje, hazme gritar!
Y en serio que gritó. Solo había metido la cabeza de mi polla en su chocho, que estaba que chorreaba líquidos sexuales, cuando dio un grito que provocó que su marido se golpeara con la puerta. La saqué para acomodarme y excitarla más rozándolo apenas en su raja ardiente hasta que, de un solo golpe, se la metí y gritó de nuevo más fuerte esta vez.
Comencé a meterla y sacarla de forma violenta y lenta, como ella quería, hasta que ella me cogió de mis nalgas y las empujó con más fuerza y velocidad hacia ella. Me encantaba porque me estaba clavando las uñas y me ponía más excitado, hasta que, acelerando al máximo se quedó quieta y como muerta sobre el lavamanos. Había terminado, se había corrido toda y podía sentir como corría su líquido caliente por mis huevos que lo agradecían.
Pero yo aun no había terminado, así que la levanté nuevamente, la puse en la orilla del mueble, la besé y la penetre otra vez de un solo golpe. Quería tragarme ese grito que daría y fue hermoso y delicioso darle duro y rápido mientras devoraba las pecas de sus duros y firmes pechos. Sus pezones rosados parecía como si se fueran a reventar y yo enloquecía con las palabras que me decía al oído.
Ella me estaba masajeando los huevos con una de sus manos hasta que sentí cuando me corría dentro de ella y en ese momento se la quería meter hasta donde mas pudiera. Con cada espasmo que estaba teniendo, ella se volvió a correr conmigo y luego, insaciable, me cogió la polla, se agachó y comenzó a masturbarme de nuevo, diciéndome que quería tomar mi leche caliente.
Su marido tenía ganas de entrar, ya estaba con la ira al máximo, cuando ella se agachó y comenzó a mover su mano y no habían pasado ni 10 minutos cuando le dije que abriera muy bien la boca por que ya me venía. Fue una corrida de las más placenteras pues creí que nunca acabaría de eyacular. Ella abría su boca y se lo comió todo otra vez.
La levanté y comenzamos a besarnos, ella no quería soltar mi polla que estaba comenzando a ponerse dura de nuevo y entonces me dijo que la penetrara por el culo, así que le di la vuelta, levanté sus nalgas y cuando la vi de espaldas a mi solo pensé en penetrarla por el culo y aunque no duró más que 15 minutos pareció satisfacerla por completo.
Estábamos muy cansados y su marido muy furioso así que comenzamos a vestirnos, aunque aun teníamos ganas de seguir.
Una vez vestidos le dije que su marido nos estuvo observando todo el tiempo y que quería matarnos, ella solo sonrió y dijo que quería seguir viéndome, nos dimos nuestros números de teléfono y lo seguimos haciendo aun cuando ella sigue con su marido.
Saludos y hasta otra.