Relato erótico
Fue la mejor
Cuando ocurrió esto tenía 20 años. Su vecina era una mujer, guapa y con muy buen cuerpo. A veces la veía desde su habitación haciendo ejercicio y reconoce que le ha dedicado muchas pajas. Era el cumpleaños de uno de sus hijos y el la ayudo a adornar la casa, mientras ellos iban a comprar unas cosas que faltaban
Enrique – Lugo
Hola, soy de Lugo y esta experiencia que voy a contar me sucedió cuando tenía 20 años y aunque hoy cuento con 35, las imágenes son frescas como si hubiese sucedido ayer y porque fue mi primera experiencia sexual. Me llamo Enrique y ella Rosa.
Rosa era mi vecina en el edifico donde vivía yo cuando era joven, los apartamentos de Rosa y de mis padres estaban juntos en el mismo rellano, por lo que algunas ventanas coincidían frente a frente. Yo era y soy, amigo de sus dos hijos, Daniel y Diego y aún hoy nos seguimos frecuentando. Rosa era una mujer de aproximadamente 35 años, de una figura muy bien cuidada pues era instructora de aeróbic, de 1,65 m de estatura y no más de 55 kg de peso. Realmente era una hermosa mujer con unas tetas grandes, pero duras y bien formadas, y un culo que aún a la fecha es fuente de excitación en una que otra paja y cuando follo con mi esposa y no la miro a la cara.
Dado que varias de nuestras ventanas coincidían, si uno estaba de fisgón podía ver lo que sucedía en el apartamento de Rosa y un día que estaba de vacaciones en casa sin nada que hacer, me disponía a gritarles a mis amigos para quedar y salir a jugar un rato con la pelota al fútbol pero lo que me encontré fue su madre haciendo un poco de ejercicio en su habitación, con la cortina entreabierta y totalmente desnuda. Fue así cuando vi por primera vez ese cuerpo maravilloso y me tomé todo el tiempo del mundo para mirarla y hacerme una paja mientras observaba.
Obviamente mis amigos no estaban y después me enteré que estaban en un curso de verano y no llegaban a casa hasta pasadas las tres de la tarde todos los días, así que varios días pasaron entre el hastío de no tener nada que hacer más que ver TV, oír música, pero cuando llegaba el momento del ejercicio de Rosa, su primer y único espectador estaba en primera fila. Tres cuartos de hora de movimientos que se me antojaban exquisitos, aunque para ella solo era ejercicio y siempre con la ventana o entreabierta o totalmente abierta. Después me enteré que ella a mi me observaba a través de un espejo en el que nunca reparé, pues ella disfrutaba que la observara. Rosa estaba casada, pero por alguna razón nunca conocí a su esposo, pues viajaba frecuentemente, razón por la cual se divorciaron al cabo de unos años.
Antes de terminar ese verano, Daniel uno de sus hijos, cumplió años y le organizaron una pequeña fiesta a la cual fui invitado, y teniendo la confianza de haber entrado un sin fin de veces a su casa me hice presente desde muy temprano y les ayudé con los preparativos, ya sabéis, globos, decoraciones y todo eso. Hacia las 2 de la tarde Rosa les pidió a Daniel y a su hermano que fuesen al centro comercial a que compraran una larga lista de cosas pendientes y por la lista vi que tardarían cuando menos dos horas, así que opté por quedarme en casa con Rosa, pues me aburre ir a hacer compras.
Estaba ayudando a Rosa, que ya estaba vestida para la ocasión, con un vestido negro muy ajustado a su cuerpo lo que hacía que más de una vez yo me las ingeniara para ver sus tetas o su culo y ella, simplemente soltando una ligera sonrisa, continuaba con lo que estaba haciendo. A mi los colores se me subían a la cara cuando descubría que la observando, pero no podía dejar de mirarla. De pronto me pidió que le ayudara en la cocina. Yo estaba en mi tarea cuando se empinó para sacar no sé qué cosa de un armario que tenía a mi derecha y su culote quedó apenas a unos centímetros de mí que, sin poder resistirlo y por un impulso, puse mi mano en ese hermoso culo que ya había visto sin esa barrera de tela negra. Sin chistar Rosa se dejó hacer y entonces recorrí mi mano por sus nalgas, bajando hasta sus muy bien torneadas piernas y volvía a subir dejando pasar mis dedos por la unión de sus nalgas, haciendo un poco de presión en donde debería estar su ano.
Ella solo emitía unos pequeños gemidos apenas audibles, pero me sobresaltó el hecho de que me miraba y yo ni cuenta me había dado. Estaba hipnotizado por el culo de Rosa la cual, sonriendo pícaramente y con cierta lascivia, me preguntó si me gustaban sus nalgas, a lo que afirmé con un movimiento de cabeza. Entonces ella se incorporó y pasando detrás de mí rozando su cuerpo contra el mío me dijo escuetamente:
– Ven.
Me condujo hasta su habitación cogiéndome de la mano y al entrar cerró la puerta y la ventana. Aunque tenía 20 años yo era un poco más alto que ella que, poniéndose frente a mí, me preguntó:
– ¿Quieres ver mis nalgas?
Volví a afirmar y acto seguido subió su vestido hasta la cintura y me dejó ver su culo. Llevaba una braguita de una tela sumamente transparente de color negro, sus nalgas eran firmes como rocas, muy bien formadas, y me dijo:
– Ven y tócalas, hazlas tuyas.
Me arrodillé detrás de ella y empecé a tocarlas, acariciarlas con ambas manos, luego las besé y ella, lanzando un respingo, solo dijo:
– Sigue, por favor, sigue…
Las besé y las empecé a morder metiendo mis dedos por debajo de sus bragas mientras ella emitía unos gemidos muy suaves y profundos. Hacia un año que se había separado y yo, al menos en su apartamento, nunca vi a otro hombre, aunque no digo que no haya habido otros, pero al menos en su casa no. Entonces empecé a acariciar sus piernas por dentro y ella las abrió un poco, lo suficiente para que mis dedos alcanzaran su coño que ya estaba humedeciendo su braguita que pronto hice a un lado y empecé a acariciar sus labios y su clítoris.
Ella empezó a jadear aún más fuerte y creo que por la excitación de la situación, se corrió por primera vez con un gemido profundo. Las piernas le temblaban y casi caía, pero antes de sentarse en el filo de la cama le bajé lentamente su braga dejando ver su culo en toda su expresión, y ya sentada en la cama, me dijo:
– Ven ayúdame, quítame el vestido, pues aún no me repongo, me falta un poco de aire.
Le quité el vestido y dejó ver ese perfecto par de tetas, que como dije eran grandes, muy bien formadas y duras como muy pocas me he encontrado. Ella me empezó a desabrochar mi camisa, y yo comencé a acariciar sus tetas, deteniéndome en sus pezones, que ya estaban erectos y duros. Ella solo entornaba los ojos y continuaba con su tarea de liberarme de mi camisa, luego continuo con mi pantalón y mis calzoncillos, y al ver mi verga se sorprendió y dijo:
– ¡Vaya polla, mi marido lo tenía así!
Me la cogió con sus manos y se la llevó hasta su boca besándola y recorriendo con los labios y lengua toda mi extensión mientras que con sus manos, me acariciaba los testículos y las nalgas. Luego se la metió en la boca y me empezó a hacer una mamada que todavía hoy se me eriza en cuerpo de solo acordarme. Me la tragaba como toda, entraba y salía de su boca haciéndome arquear la espalda del placer que me estaba proporcionando, y en varias ocasiones la metió hasta que su nariz chocaba con mi pelvis y la sostenía dentro de ella, lo apretado de su garganta me hacía perder el equilibrio, pues hacía que se me nublara la vista. Así estuvimos hasta que no pude más y me corrí dentro de su boca, empujando la cabeza contra mí y vaciándome en su garganta.
Sentía que salían chorros y chorros y pensé que no terminaría nunca. Luego ella se retiró y con una gran sonrisa en su rostro, se dejó caer en su cama y abrió completamente sus piernas diciéndome:
– Delicioso, ahora te toca, cómete todo mi coño, destrózamelo…
Me incliné y sumergí mi cabeza en su coño el cual lamí como si fuera el dulce más delicioso, aunque de hecho lo sea, separé sus labios exteriores y empecé a lamer, a dar pequeñas mordiscos y cuando llegué al clítoris, gritó:
– ¡Aaah… me matas, …no pares…
En cuanto se corrió, me pido que se la metiera y se la clavé hasta el fondo. Siguió con una extensa letanía que sería aburrido contar, pero que me excitaban a embestirla con más fuerza cada vez que decía algo y el metisaca se prolongó por un buen rato, cada vez más fuerte, cada vez más bestial, la cama se mecía violentamente en cada embestida y ella aullaba de placer, pues ya no evitaba que sus sonidos se ahogaran.
Esto me ponía a cien y descargaba toda mi fuerza en cada empellón, e incluso la verga me dolía de tanta fuerza que utilizaba para penetrarla. Pronto empezó a jadear a contonearse y un orgasmo bestial llegó a Rosa y a mí también. Eyaculé aún más violentamente dentro de ella que la primera vez, luego me eché a un lado mientras ella no paraba de convulsionar por cada estertor del orgasmo que había sentido.
Así fue, durante 4 años estuvimos follando cada vez que podíamos, ya que siempre había una oportunidad. Rosa quedará en mi memoria, yo creo que para siempre, pues rara vez la puedo retirar de mi mente por mucho tiempo que pase. Ella fue mi maestra y a la vez aprendimos juntos, y yo aprendí tan bien que ya contaré otras andanzas en mis casi 20 años de vida sexual activa, algunas con Rosa y otras con mujeres que han pasado por mi vida, aunque Rosa siempre será la primera.
Saludos y hasta pronto.