Relato erótico
Follando con la criada
Estoy casado y nunca le he sido fiel a mi mujer, como se dice vulgarmente, no se tener la polla quieta dentro del pantalón. Lo que os voy a contar fue una historia que tuve y todavía tengo con la criada.
Rafael – CORDOBA
Amiga Charo, esta experiencia que relato me pone caliente cada vez que pienso en ella. Es un caso de mi vida de infiel, sucedió aquí en Córdoba. Estoy casado hace ya 12 años en los cuales le he sido infiel a mi mujer muchas veces. En esta ocasión fue con la empleada del servicio. No sé por qué me gustan tanto las chicas estas del servicio. Son mi fantasma preferida.
Después de dos años de casados, mi mujer contrató a una muchacha para que le ayudara con las tareas de la casa, al principio Carmen, que así se llama, llegó muy recatadita, muy seria y yo por supuesto yo también era serio y educado con ella. La miraba cuando ella no me veía, pero no me parecía que tuviera un buen cuerpo.
Cuando ya llevaba un mes con nosotros, coincidió que aquella semana yo estaba de vacaciones y mi mujer se fue a trabajar.
Ese día llegó Carmen y empezó a hacer sus labores normales, mientras tanto, yo estaba en mi habitación viendo la tele desde la cama sin ponerle mucha atención, la saludé como de costumbre y seguí en lo mío.
Al cabo de un rato, sobre las diez de la mañana, me preguntó si podía aspirar la habitación y sacar el polvo, y le dije que si. Cuando se agachó, le vi. el canalillo de las tetas y vi que eran hermosas. Termino con la habitación y se fue. Me di cuenta que se me había puesto la polla morcillona y me sorprendió.
Seguí en mi habitación como si nada, pero con una sensación de gustillo. Al mediodía llego mi mujer y aquí acabó todo aquel día.
Mi mujer estuvo durante más o menos una hora y media. Yo parecía muy despreocupado del asunto, pero por dentro estaba que me tiraba encima de la hembra. Cada vez que pasaba la miraba y ella medio sonreía y así seguimos hasta que mi mujer se fue a trabajar de nuevo.
En el mismo momento en que salió, yo empecé a atacar. Le di conversación y poco a poco fue añadiendo comentarios picantes. Por fin llegó el tema que a mi me interesaba, el sexo. A ella no le disgustó la conversación y hasta se sentó en el borde de la cama. Yo ya estaba muy caliente y me lancé. Le dije que tenía unas tetas divinas y muy grandes, comentándole que su novio tenía suerte de poder acariciar unos melones como aquellos. Me dijo que últimamente su novio no le hacia mucho caso y aproveche para decirle unos piropos y ella no me esquivaba el tema, así que seguí con él hasta que le puse la mano en el muslo. Ella dio un salto y me dijo:
– Cuidado, aquí no, de pronto puede llegar alguien y nos pilla.
Cuando oí esto, pensé que ya estaba lista, así que seguí insistiéndole pero ya con la mano en las tetas, manoseándoselas por encima de la blusa. Ella trataba de apartarme pero con ganas de que siguiera. En ese momento yo estaba acostado así que la cogí por la cintura y me la eché encima. Ella, al principio, trató de apartarse, pero cuando sintió el palo que tenía debajo del pantalón ya no se resistió más y empezó a moverse como una licuadora. Frotaba y frotaba mi dura polla contra su chocho. Ya no me aguanté más, decidí acostarla a ella y me monté encima para poder así apretar más ese coño, que ya se sentía caliente.
Empecé a manosearle las tetas, grandes y blanditas, con esos pezones que se querían salir del sujetador, y yo encima dándoles un masaje como para arrancarle los pezones, pero ella todavía me decía:
– No, no haga esto, nos pueden pillar…
Ya no podía parar, mientras le magreaba las tetas, desabroche sus pantalones y ella me quería ayudar. Dejé de acariciarla y me dediqué a desnudarla. Llevaba un tanga blanco, le pase la mano por encima del chocho y lo tenia completamente encharcado.
Aquello me puso caliente, y ya no pude parar.
Le puse dos cojines debajo del culo, le abrí bien las piernas y metí la cabeza entre sus piernas. Al principio se quedo un poco parada, como avergonzada, pero, en cuanto noto mi lengua lamiendo y chupando se clítoris, se relajo y empezó a agitarse.
Llevaba el coño completamente depilado y su clítoris sobresalía muchísimo, era de los más grandes que había visto. Notaba que cada vez que le pasaba la lengua se estremecía, pero cuando empecé a mamárselo, agarró mi cabeza y con un histérico movimiento de caderas se follaba mi lengua. Gemía y gritaba que no parara, hasta que de pronto, levantó las caderas y se corrió como una fuente.
Yo tenía la polla a reventar, aquella chica era tan caliente que tenía miedo de correrme rápidamente.
Sin mediar palabra, se incorporó y me tumbó en la cama. Me hizo algo que me volvió loco. Empezó a lamerme y chuparme los pies, despacito, dedo a dedo, para ir subiendo poco a poco hasta mis huevos. ¡Vaya comida de huevos me hizo! Mi polla babeaba. Lentamente subió hasta llegar a mi capullo e inició una mamada impresionante. Yo le decía que parara, pero no me hizo caso, y siguió chupando, mientras con una mano me hacia una paja y con la otra me acariciaba los huevos. No podía apartarla y me corrí en su boca, fue una corrida de las más intensas que había tenido en muchos años. Siguió mamando despacito y noté como mi corrida se deslizaba por la polla y los huevos. Era una sensación increíble. Cuando la quise apartar no me dejo y entonces lamió y limpió mi rabo y mis huevos.
Cuando me calmé, me dijo que ya que estábamos puestos, había preferido que me “relajara”, para poder seguir follando.
Me dijo que la acompañara al baño y nos duchamos. Me lavaba como si fuera un niño. Enjabonaba mi polla, mis huevos y se entretenía lavando y masajeándome el año. Sin darme cuenta, mi polla empezaba a reaccionar.
Nos fuimos a la cama, se tumbó y me mostró su rosado y caliente coño. Era una señal clara de que quería que se lo comiera y me encantaba.
Le abrí los labios y empecé a lamer, a chupar, a mamar. Le metí un dedo mientras le chupaba el clítoris y se corrió como una cerda. Decidí que la dejaría satisfecha. Cuando termino con su espasmódico orgasmo, seguí con la labor, me volvía loco aquel coño. Ella no paraba de gritar, me agarraba la cabeza y me hundía en su chocho. Tenía la cara empapada y noté que volvía a tener ganas de correrse. Me aparte, mojé mi dedo dentro de su chocho y le restregué la pepitilla hasta que me soltó un chorro de liquido. Mientras se corría, copio mi mano y se la metió entera en el coño. La bombeaba sin parar y se oía un chapoteo como si estuviera bañándose. No hace falta que os diga que mi polla volvía a estar dura como una piedra, cosa que aprovecho para, después de tumbarme en la cama, montarme y cabalgarme sin parar.
Nunca me hubiese imaginado que aquella fuera una mujer tan calienta e insaciable. Subía y bajaba sin parar, se estrujaba las tetas, hasta que de pronto se arqueó y se corrió. Yo, aún aguantaba ya que me había corrido hacia poco, mi rabo aun quería guerra.
La puse a cuatro patas y aprovechando su propia corrida me moje un dedo y sin decirle nada se lo metí por el culo. Pegó un salto impresionante y me dijo que el culo lo tenía virgen, que por allí no.
La cogí del pelo y le dije:
– Estoy muy caliente, y quiero encularte. No sufras, te gustará.
Aunque estaba muy excitado, lo hice con suavidad. Primero le metí un dedo y cuando ya entraba fácilmente, le metí otro dedo y así, despacito fui preparando su culazo.
Apunté con mi capullo en la entrada y poco a poco lo deslice. ¡Que gustazo! Meterla en aquel conducto estrechito me estaba volviendo loco. Poco a poco fui aumentado el ritmo y a los pocos minutos estábamos follando como poseso.
Ella gritaba y decía que le gustaba, ya no pude aguantar más y le llene el culo de leche.
Descansamos un rato, luego fuimos a darnos un baño. De pronto sonó el teléfono, era mi mujer. Me dijo que tenía que irse dos días de viaje por motivos profesionales y que quería hablar con Carmen para saber si podía venir unas horas más para poder hacerme la comida y dejarme la cena preparada.
Carmen habló con mi mujer y le dijo que no había problema. Cuando colgó, sonriendo dijo:
– Parece que vamos a estar solos dos días, a lo mejor tenemos la oportunidad de conocernos mejor.
Por supuesto era una ocasión de valía la pena aprovecharla. Mi mujer se iba aquella misma noche y quedamos en que al día siguiente, nos “veríamos”
Pero las novedades no acababan aquí aquel día. Debían ser sobre las 10 de la noche cuando llamaron a la puerta. Me quedé de piedra. Era Carmen, me dijo que les había dicho a sus padres que pasaría un par de noches en casa de una amiga y que si me parecía bien, podía quedarse a dormir.
Como podéis imaginaros le dije que si y en cuanto cerramos la puerta, nos dimos un morreo de los que hacen historia. La ayudé a sacarse el abrigo y me quedé atónito con lo que vi. La muy guarra, solo llevaba un pequeño tanga y unas medias con liguero. Mi polla ya estaba dura con el morreo, pero con aquel espectáculo, se puso a reventar.
Nos sentamos en el sofá y seguimos besándonos. Ella me arrancó la ropa y cuando estaba desnudo, se levantó, cogió una bolsa que había dejado en la entrada y sacó un enorme consolador de esos que vibran y tienen una lengüeta para estimular el clítoris. Me dijo que tenía una fantasía que con su novio no podía hacer realidad.
Se sentó en el sillón que hay delante del sofá, puso una pierna en cada brazo, puso en marcha el vibrador y se lo metió hasta el fondo. Nunca había visto de esos con la lengüeta y entiendo que le diera gusto.
El aparatito estaba haciendo un buen trabajo, Carmen tenía los ojos cerrados y gemía. Sin darme cuenta, me estaba acariciando la polla. Entonces, me levanté, me acerqué a ella y le metí la polla en la boca y como necesitaba una mano para acariciarme los huevos y pajearme, yo me dedique a follarla con el consolador. Estábamos los dos muy calientes y Carmen se corrió. En cuanto vi que orgasmaba, le llené la boca de leche. Fue una maravilla.
Como os supondréis, fue un no parar. Follamos de todas las formas imaginables y cuando llego mi mujer, que por cierto, venia con ganas de follar, tuve que esforzarme para cumplir.
Con Carmen nos lo hemos montado para estar juntos los viernes por la tarde que yo no trabajo, pero si algún día tengo ganas de estar con ella, quedamos en un hotel cuando salgo del trabajo.
Ya os contaré. Muchos besos a todos.