Relato erótico

Follada por todos

Charo
13 de agosto del 2018

Quería que su novia se convirtiera en una auténtica golfa. Quería verla follar con otros tíos, por lo tanto, decidió dejarla sin sexo durante un par de semanas y después ir a un club de intercambio…

Javier – MADRID
Amiga Charo, todo comenzó cuando en la mejor etapa de mi vida se me presentó la oportunidad de convertir a mi novia en un verdadero putón.
Me llamo Javier y soy un chico de 33 años, mi aspecto físico no es ni mucho menos el de un Adonis pero hoy por hoy me voy defendiendo como puedo de las inclemencias de las modas. Sin embargo mi novia es una chica de escándalo, tiene los ojos verdes y grandes, un cuerpo llamativo, unos bonitos pechos y un trasero de infarto hacen que parezca una pequeña diosa. Su pelo largo y rubio provoca sentimientos encontrados en todo aquel que la ve pasar a su lado, pues aunque no tiene un desparpajo natural sí posee una timidez que la hace más atractiva aún si cabe. Se me olvidaba mencionar que tiene 25 años, aunque aparente algunos menos cuando se pone coletas.
La historia se desarrolló algunos meses atrás, allá por octubre del 2008, en fechas próximas a su cumpleaños. Yo deseaba ver como mi pareja se lo hacía con otro chico.

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En alguna ocasión habíamos llevado a cabo algún trío con otro hombre como invitado pero no pasó a mayores la cosa. Esta vez estaba decidido a provocar el encuentro con una pareja e intentar que mi chica se sintiera lo más desinhibida posible. Para ello tenía un plan urdido de manera perspicaz, la cuestión era ir a un club de intercambios con la idea de avivar un poco el fuego que ella sentía en su interior por la escasez de sexo a la que la tenía sometida. Al final la convencí.
– Javi, ¿no crees que voy un poco provocativa con la mini que me he puesto?
– No cariño, creo que estás de lo más atractiva luciendo esas piernas y además te pusiste las medias que te pedí.
– Sí, pero no se a que viene eso de preocuparte de mi aspecto cuando nunca has hecho mucho caso a mi indumentaria.
– Todos cambiamos – dije mientras en mi fuero interno la excitación daba lugar a un erección tremenda.
Llegamos al lugar indicado y le dije que era un bar que me habían recomendado unos amigos, y a primera vista parecía muy normal que ella no se preocupara, pues eran gente de confianza de quien venía la recomendación. Tocamos un timbre y entramos al local. Era acogedor, estaba compuesto de una barra y unas cuantas mesas con unos sillones de plástico, un poco pasados de moda. Nos sentamos y nos pedimos unas copas. Mi intención era que bebiera algo, pues no está acostumbrada al alcohol y enseguida le hace efecto. Pedí dos coca-cola con ron y el de ella muy cargado.
A la media hora de estar allí comenzó a entrar gente al local y empezó a sospechar que aquello no era normal. Solo veía parejas y todas con una indumentaria provocativa. De pronto, se fijó en un chico alto de pelo negro y ojos azules que llevaba una camisa sin mangas y un tatuaje en uno de los brazos, media como 1,80 cm y tenía el cuerpo musculoso.

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Iba acompañado de una chica normalita, de 1,60 cm. de estatura, no muy guapa de cara, hecho que se compensaba con un cuerpo llamativo, que si bien parecía delgado pronto descubría cuan craso error de percepción había cometido. Me acerqué a ellos y con la excusa de pedirles fuego comenzamos una conversación de temas tan banales como cabe esperar en una noche de copas. A estas alturas Virginia, mi novia, ya se había percatado de que iba todo aquello y no hacía más que mirarme con una cara mezcla de enfado y de excitación por la situación creada.
De repente sin previo aviso vi que el maromo le empezaba a comer la boca a Virginia y esta, ante mi asombro, le ponía una mano en los pantalones, a la altura del paquete, y le comenzaba a pasar la lengua por el cuello de una forma sensual, que en otra situación me hubiera escandalizado. Yo me limitaba a tocar de manera más bien tímida el culo de la chica del maromo y esta, ante mi falta de iniciativa, optó por tomarla ella apretándome contra su cuerpo y evidenciando lo empalmado que estaba al contemplar lo guarra que podía ser mi chica.

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La falda de mi novia subía de manera incontestable y dejaba ver el final de las medias y el tanga que llevaba puesto hasta que, de repente vi que se agachaba delante de aquel tío y bajaba a la altura de su polla para sacarla del pantalón y ponerse a chupar como si la vida le fuera en ello. Tenía un aparato bastante grande y ella lo lamía como si de un caramelo se tratara. A todo esto yo seguía con la pareja del chico que estaba masajeándome el rabo de manera sensual, pero a mi poco me hacía falta para correrme viendo aquella escenita.
Más de un tío se sacó la polla y mi novia, servicial como nadie, limpió vergas a diestro y siniestro con una actitud de chica obediente que no pudo más que dejarme estupefacto. La cosa parecía que iba a derivar en un gang bang en el que mi chica, la tímida Virginia, sería el epicentro de todas las corridas. De hecho mi percepción no tuvo indicios de equivocación y ocurrió tal y como predije, su coño fue ensartado por unas cuatro pollas diferentes, a cual más gorda y grande que la anterior. Yo estaba como en una nube ausente de todo aquello y sin hacerle caso alguno a la chica que me acompañaba, hasta que se quitó la ropa y dejó ver un cuerpo más que apetecible. Lo único que pude captar de todo aquello fueron retazos de conversación que ahora reproduzco aquí:
– ¡Fóllame así cabrón que me vea el cornudo de mi novio como se mete una buena polla! – exclamaba Virginia – ¡Aaaah… me he corrido ya dos veces… aaah…!

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– ¡Eso es, así nos gustan las tías, zorras y culonas como tú! – dijeron a coro los tíos.
Mi novia había provocado cuatro eyaculaciones que se le derramaban desde la barbilla hasta el pecho desnudo, y yo en mi estado me había corrido dos veces sin casi estimulación exterior de ningún tipo. La cosa terminó con una ducha de semen y luego de agua fresca y limpia que alguien amablemente roció por encima del cuerpo exhausto de Virginia y nos preparamos para irnos una vez ella se hubo vestido y acicalado, no antes de pedirle el numero de teléfono al maromo y recibir un beso húmedo de este en su linda boca.
Lo había conseguido, mi novia era una autentica guarrilla, aunque después descubrí que como bien dice el dicho estaba cansada pero no saciada, pues en el coche me pegó una follada de impresión a la vista de un barrendero que por allí pasaba.
Besos de los dos.

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