Relato erótico
¡Flechazo!
Son compañeros de trabajo y siempre se han contado sus cosas. Sabía que su marido no la satisfacía y pensaba que ojala tuviera la oportunidad de enseñarle lo que se puede sentir follando.
Alberto – Murcia
Debo decir que desde el primer día que entró ella en la oficina, yo le había echado el ojo encima, pero nunca pensé que pudiera suceder lo sucedió entre nosotros. Yo tengo 28 años y ella 35 y está casada.
Yo soy un chico normal, en cambio ella es una mujer que quita el hipo, morena, con ojos negros y cuerpo de gimnasio. Su culo estaba perfectamente moldeado y unas tetas magnificas. Además todo ello unido a su simpatía, dulzura y conocimiento por mi parte de que ella era una autentica niña pija, hacia que cada vez más, yo sintiera unas ganas enormes de tirarme sobre ella.
Pero entre nosotros había una buena amistad por eso nunca me decidí a dar el primer paso. Yo conocía muchas cosas íntimas de su relación, ya que ella me las contaba. Sabía lo que le gustaba. Sabía lo que nunca había hecho. Sabía que su culito era virgen, y que cada viernes por la noche era penetrada por el gordo de su marido, ningún otro día de la semana follaban. Sus relaciones eran muy programadas y muy tradicionales, no había nada para la improvisación.
Ella me decía:
-Al final me iré a las misiones, con tanta postura de misionero.
Y lo que era más fuerte para mí, nunca había tenido un orgasmo, nunca había estado con otro hombre que no fuese su marido y nunca le habían comido el chochito. Yo pensaba que capullo de marido tiene, despreciar tan delicioso manjar.
Yo sabía muchas cosas de ella, sabia cuando su marido estaba de viaje de negocios. Y algún que otro viernes yo le decía:
-Hoy es viernes, la agenda está libre, así que, ¿ya toca, no?
Ella sonreía pícaramente y no me decía nada, callaba. Excepto un día que me dijo:
-Si, ya ves para lo que me dura, ni dos minutos, visto y no visto.
Yo pensé: “Pobrecita niña pija que cuando era soltera sus padres le daban todo y ahora su marido no le da lo que tiene que dar, un buen pollazo para quitarle las tonterías que tiene encima”. Porque una cosa os tengo que decir, ella estaba como una Diosa, pero tenía una tontería encima que no veas, quizás fuese su aire de pija, pero eso a mí me gustaba.
El tiempo pasaba y cada vez estábamos mas unidos, sabía que ella no estaba bien con su marido, incluso yo llegué a enterarme que su marido hincaba la polla en algún que otro chochito durante sus viajes de negocios. Y luego cuando volvía a casa, cansado de haber estado con putas, no aprovechaba tan delicioso cuerpo como era el de su mujer. Digamos que saber todo eso me llevo a ser más abierto con ella.
Pero la historia de lo nuestro empezó casi hace un año, el departamento había cambiado de planta en el edificio, así que había que ordenar y archivar alguna que otra cosa, así que decidimos ofrecernos nosotros para hacerlo.
Empezamos alrededor de las once de la mañana y estuvimos trabajando hasta las tres que entonces decidimos ir a comer. Durante la comida, hablamos de un montón de cosas, ella después del segundo vaso de vino, no paraba de reírse y tontear conmigo, yo pensaba: “ya verás luego, como me des la mas mínima oportunidad…”.
Yo, después de las dos jarras que nos tomamos, reconozco iba bastante pasadillo de vueltas también, pero ella, iba como una moto.
Volvimos al trabajo y ya empezaba anochecer hacia bastante frio y puse la calefacción a tope. A los cinco minutos que calor hacia allí. Yo me asaba pero no me podía quitar la camisa porque no llevaba nada más; eso sí, yo no quitaba la calefacción para ver si ella se animaba y se quitaba esa camiseta que llevaba la cual le hacía marcar sus perfectas y enormes tetas. Nunca la había visto con ropa tan ajustada, realmente tenía una tetas enormes. Pero era difícil que se la quitara, ya que yo creía que debajo de aquella camiseta no llevaba nada mas, ya que durante la comida me había estado fijando que a Pilar se le estaban marcando todos los pezones y su gran aureola.
Pero ocurrió lo que yo llevaba tanto tiempo esperando, estaba ella agachada, (de pie, con piernas rectas, pero espalda totalmente doblada) poniendo unos papeles en el archivador, y la mire, se había quitado la camiseta, ¡tenia las tetas colgando! y me dijo:
-Alberto hace mucho calor, no sé si es el vino o que es, pero tengo mucho calor.
Yo le dije que se acercara que le iba a dar agua. Ella vino, entonces la cogí y la tumbe en la mesa.
-¡Que tetas que tienes Pilar! -le dije-
Poniéndome encima de ella empecé a chupárselas, pasando la lengua muy lentamente alrededor de sus pezones, los cuales cada vez se ponían más y más duros. Se los chupaba, se los mordía cuidadosamente y ella ponía una cara que parecía que se moría de gusto.
Entonces le dije:
-Te voy hacer una cosa que jamás nadie te ha hecho…
Inmediatamente le quite los pantalones que llevaba, y cuál fue mi sorpresa debajo de aquellos pantalones no llevaba bragas. Eso hizo encenderme, había venido a la oficina a provocarme, a que la follará.
Le empecé a comer el chocho. Estaba como loca, se retorcía y gemía sin parar y su coño chorreaba. Se lo chupé todo, y con la lengua se lo follaba, pero cuando empecé a mamarle el clítoris fue increíble. Agarró mi cabeza y la apretaba, no me dejaba apartar. Empezó a correrse, tuvo por lo menos cuatro orgasmos.
Yo estaba muy caliente, y aquel día tenia a Pilar a mi disposición, la tenia totalmente abierta para mí. Lo había estado deseando durante meses, y por fin podía follármela.
use mi capullo en la entrada de su chocho y entró con facilidad, ya que estaba completamente lubricado por sus corridas.
Estuvimos un rato follando, ella gemía, y gritaba me estaban volviendo loco aquellos grititos de niña pija. Yo quería que aquella niña pija disfrutara de todo lo que es el sexo. Le saque mi verga, me senté en la silla e hice que arrodillara en el suelo y le dije:
-Chúpame la polla…
Al principio se hizo la remolona y no quería. Me decía que eso nunca lo había hecho, que le daba un poquito de asco, yo le cogí la cabeza y le ofrecí mi polla tiesa. Empezó a darme lengüetazos y poco a poco se fue animando y me hizo una mamada increíble. Se la metía hasta el fondo de la garganta, la succionaba y mientras me masajeaba los huevos. Si no lo había hecho nunca, no lo parecía.
Yo no quería correrme todavía, quería que siguiera disfrutando de todas las posibles posturas. Quería tenerla a mis pies, quería tenerla a cuatro patas, quería que aquello durara mucho más.
La volví a poner tumbada en la mesa y la volví a penetrar. Que gustazo, el sonido de mis huevos chocando contra su culo me volvía loco.
De pronto se puso a gritar y dijo que quería que me corriera, que quería mi leche. Oír aquello fue como un resorte, y me corrí.
Fuimos al baño, y nos aseamos un poco, al salir me dijo que no había disfrutado nunca tanto en su vida, y que no quería perder una relación como esta.
Aun hoy, un año después de aquel encuentro, nos vemos siempre que podemos tanto para seguir explorando nuevos rincones. Pero eso ya os los explicaré otro día.
Un saludo para todos.