Relato erótico
Finalmente aprobó
El examen no le había ido bien pero necesitaba aprobar. Espero al profesor en su despacho y se le ocurrió un plan para sacar una buena nota.
Elena – Zaragoza
Querida Charo, me encontraba sentada, esperando, en una de las sillas del despacho del profesor de Derecho Romano mientras él buscaba mi examen suspenso, aprovechando la ocasión para observarle atentamente y de inmediato me vino al pensamiento cómo me había llamado la atención, durante las horas de clase, el gran tamaño de su paquete cuando se quedaba de pie a la altura de mi cara. Y yo, una jovencita de 20 años, tan caliente, también recordé cómo me había imaginado a mi profesor follando a una mujer con ese tamaño de polla.
También recordé cómo a veces le había visto mirándome fijamente al encontrármelo por los pasillos de la facultad y de sus rápidas ojeadas a mi escote o a mis piernas. Me sonreí ante esos pensamientos y sobre todo al recordar que llevar falda sin bragas para visitarle podía llevarme a conseguir un aprobado.
De pronto, levantó la vista y me miró a los ojos durante unos segundos comenzando a continuación a hablar de los fallos de mi examen pero yo, sin prestarle atención, entreabrí mis labios y lo miré fijamente, de una manera provocadora. Él se quedó callado. Me levanté despacio y me senté en uno de los reposabrazos de su butaca y miré mi examen agachándome lo suficiente para que se me viera el escote.
– Pero realmente yo no entiendo que tengo mal – dije.
– Pues… mejor será que se siente de nuevo y se lo aclaro – dijo un tanto nervioso.
– ¿Y si me siento aquí me lo aclararía mejor? – pregunté de nuevo, aprovechando para sentarme sobre la mesa.
Abrí las piernas ligeramente para que se viera mi coñito completamente rasurado, de labios gordos y carnosos, y a continuación las cerré. Se quedó embobado durante unos instantes y de repente se levantó dirigiéndose a la puerta. Me miró muy serio y la cerró con llave. Caminó hacia mí acalorado y me bajó lentamente la falda descubriendo una almeja tan hambrienta, que se sentó en su sillón para aflojarse la corbata con una mano mientras que con la otra me separaba más las piernas.
Después me desabrochó uno a uno los botones de la blusa y me sacó el sujetador.
A continuación, acercó su cara a mi coñito y su lengua comenzó a lamérmelo como un perrito sediento, deslizándola cada vez más y más dentro hasta meterla completamente en mi agujerito. ¡Que placer sentir la presión húmeda y tibia de su lengua entrando y saliendo de mi coño tragón! Me estaba excitando hasta tal punto que empecé a mover las caderas de modo que era yo quien hacía que se metiera y saliera aquella lengua.
– ¡Mmmm… Siií…! – exclamé.
– Tan solo te estaba preparando para esto – me dijo
A continuación se desabrochó la bragueta y salió disparada una verga no muy larga, pero gordísima y dura. Me bajé de la mesa como loca y me senté sobre su gordísima verga sintiendo como hacía presión su capullo en mi raja y como se iba deslizando hacia dentro suavemente. Mi profesor me agarró del culo con las dos manos y empujando hacia abajo me la metió hasta el fondo.
– ¡Aaaah…! – exclamé de placer.
Empecé a trotar sobre aquella verga que me estaba haciendo ver las delicias del sexo y mis tetas golpeaban la cara de mi profesor que les lanzaba lengüetazos mientras me metía un dedo en el ano. Yo sujetaba mis manos en sus hombros para tener más impulso y no dejar de saltar.
– ¡Siiií… oooh…! – gemía yo.
– ¡Así te quería ver, como un perrita en celo… y qué bien me follas! – me dijo muy excitado.
Yo no dejaba de trotar sobre aquella verga que me estaba volviendo loca, y tampoco paraba de abrir la boca para jadear y mojarme los labios con la lengua mientras él me miraba. De pronto me pidió que parara. Nos levantamos y me dijo que me apoyara sobre la mesa para mostrarle mi culo, redondo y duro.
Estaba tan mojada, que me volvió a meter aquella durísima verga de nuevo en mi coño de un solo golpe. Sus pelotas rebotaban en mi culito provocando un sonoro ruido que hacía que todavía me excitara más. De repente noté como me volvía a meter otro dedo en el ano y luego cómo intentaba meter su verga en mi culito.
– ¡Aaah… no, por ahí no! – dije un poco preocupada – Nunca lo he hecho por ahí – añadí.
– No te preocupes, déjame a mí y ya me contarás qué te parece. Te va a gustar – dijo.
Me resistí un poco pero al ver cómo mojaba sus dedos para luego metérmelos en el culo y en cómo me acariciaba con la verga en mi culo, me convencí. Al principio metió su capullo muy despacio. Dentro, fuera, dentro, fuera hasta que, poco a poco, terminó por meterla toda.
– ¡Siiií… aaaah… no pares! – exclamé.
Aquello era impresionante. Me agarró de las tetas con sus manos para sostenerse y empezó a meterla y sacarla sin parar. Comencé a gritar tanto que me tapó la boca para que no se oyera, y al final terminó por meterme sus dedos en mi boca para que se los chupara.
– Voy a correrme – me dijo.
Rápidamente me arrodillé en el suelo con la boca abierta esperando a que lo derramara allí todo. Y así lo hizo. Luego comencé a lamérsela toda, mientras le miraba a los ojos. Estaba agotado. Pasé varios lengüetazos por la punta de su verga muy despacio, después comencé a chuparla mientras que la pajeaba con la mano.
Pero lo curioso fue que con tanta lamida y toqueteo, la polla volvió a endurecerse y él, como un loco, me cogió de la cintura, me dio la vuelta, me inclinó sobre la mesa y separando con fuerza mis nalgas, apuntó el capullo en mi ano y empezó a apretar.
– ¡No, por aquí no… soy virgen… no…! – le supliqué.
No me hizo ningún caso, apretó, yo grité, siguió apretando y seguí gritando hasta que la tuvo toda entera en mi recto y empezó a darme por el culo como un poseso. Tardó mucho en correrse lo que hizo que, al final, yo empezar a tener gusto y mucho menos dolor, pero sorprendentemente, cuando noté su leche entrando en mi culo me corrí sin esperarlo.
– Ha sido increíble. Creo que en este examen no te pondré un suspenso – dijo mi profesor.
Y así fue. Me puso una matrícula de honor
Besos, Charo.